Poema El Paraíso Sobre Los Tejados de Cesar Pavese



Será un día tranquilo, de luz fría
como el sol que nace o muere, y el cristal
cerrará el aire sucio fuera del cielo.

Se nos despierta una mañana, una vez para siempre,
en la tibieza del último sueño: la sombra
será como la tibieza. Llenará la estancia,
por la gran ventana, un cielo más grande.
Desde la escalera, subida una vez para siempre,
no llegarán voces, ni rostros muertos.

No será necesario dejar el lecho.
Sólo el alba entrará en la estancia vacía.
Bastará la ventana para vestir cada cosa
con una tranquila claridad, casi una luz.
Se posará una sombra descarnada sobre el rostro sumergido.

Será los recuerdos como grumos de sombra
aplastados como las viejas brasas
en el camino. El recuerdo será la llama
que todavía ayer mordía en los ojos apagados.

Versión de Carles José i Solsora



Poema Creación de Cesar Pavese



Estoy vivo y he sorprendido las estrellas en el alba.
Mi compañera continúa durmiendo y lo ignora.
Mis compañeros duermen todos. La clara jornada
se me revela más limpia que los rostros aletargados.

A distancia, pasa un viejo, camino del trabajo
o a gozar la mañana. No somos distintos,
idéntica claridad respiramos los dos
y fumamos tranquilos para engañar el hambre.
También el cuerpo del viejo debería ser sano
y vibrante -ante la mañana, debería estar desnudo.

Esta mañana la vida se desliza por el agua
y el sol: alrededor está el fulgor del agua
siempre joven; los cuerpos de todos quedarán al
descubierto.
Estarán el sol radiante y la rudeza del mar abierto
y la tosca fatiga que debilita bajo el sol,
y la inmovilidad. Estará la compañera
-un secreto de cuerpos. Cada cual hará sentir su
voz.
No hay voz que quiebre el silencio del agua
bajo el alba. Y ni siquiera nada que se estremezca
bajo el cielo. Sólo una tibieza que diluye las estrellas.
Estremece sentir la mañana que vibre,
virgen, como si nadie estuviese despierto.

Versión de Carles José i Solsora



Poema Celos de Cesar Pavese



1
Uno se sienta de frente y se vacían los primeros vasos
lentamente, contemplando fijamente al rival con adversa mirada.
Después se espera el borboteo del vino. Se mira al vacío,
Bromeando. Si tiemblan todavía los músculos,
también le tiemblan al rival. Hay que esforzarse
para no beber de un trago y embriagarse de golpe.

Allende el bosque, se oye el bailable y se ven faroles
bamboleantes -sólo han quedado mujeres
en el entarimado. El bofetón asestado a la rubia
congregó a todo el mundo para regodearse con el lance.
Los rivales notaban en la boca un gusto de rabia
y de sangre; ahora notan el gusto del vino.
Para liarse a golpes, es preciso estar solos,
como para hacer el amor, pero siempre está la noche.

En el entarimado, los faroles de papel y las mujeres
no están quietos con el aire fresco. La rubia, nerviosa,
se sienta e intenta reír, pero se imagina un prado
en que los dos contienden y se desangran.
Les ha oído vocear más allá de la vegetación.
Melancólica, sobre el entarimado, una pareja de mujeres
pasea en círculo; alguna que otra rodea a la rubia
y se informan acerca de si en verdad le duele la cara.

Para liarse a golpes es preciso estar solos.
Entre los compañeros siempre hay alguno que charla
y es objeto de bromas. La porfía del vino
ni siquiera es un desahogo: uno nota la rabia
borboteando en el eructo y quemando el gaznate.
El rival, más sosegado, ase el vaso
y lo apura sin interrupción. Ha trasegado un litro
y acomete el segundo. El calor de la sangre,
al igual que una estufa, seca pronto los vasos.
Los compañeros en derredor tienen rostros lívidos
y oscilantes, las voces apenas se oyen.
Se busca el vaso y no está. Por esta noche
-incluso venciendo- la rubia regresa sola a casa.

2
El viejo tiene la tierra durante el día y, de noche,
tiene una mujer que es suya -que hasta ayer fue suya.
Le gustaba desnudarla, como quien abre la tierra,
y mirarla largo tiempo, boca arriba en la sombra,
esperando. La mujer sonreía con sus ojos cerrados.

Se ha sentado el viejo esta noche al borde
de su campo desnudo, pero no escruta la mancha
del seto lejano, no extiende su mano
para arrancar la hierba. Contempla entre los surcos
un pensamiento candente. La tierra revela
si alguien ha colocado sus manos sobre ella y la ha violado:
lo revela incluso en la oscuridad. Más no hay mujer viviente
que conserve el vestigio del abrazo del hombre.

El viejo ha advertido que la mujer sonríe
únicamente con los ojos cerrados, esperando supina,
y comprende de pronto que sobre su joven cuerpo
pasa, en sueños, el abrazo de otro recuerdo.
El viejo ya no contempla el campo en la sombra.
Se ha arrodillado, estrechando la tierra
como si fuese una mujer que supiera hablar.
Pero la mujer, tendida en la sombra, no habla.

Allí donde está tendida, con los ojos cerrados, la mujer no habla
ni sonríe, esta noche, desde la boca torcida
al hombro lívido. Revela en su cuerpo,
finalmente, el abrazo de un hombre: el único
que podría dejarle huella y que le ha borrado la sonrisa.



Poema A Un Amigo de Boris Pasternak



¿Acaso yo no sé que hundida en las tinieblas,
jamás a la luz llegaría, la ignorancia,
y que soy un monstruo, y que la dicha de cien mil
no me toca más que la falsa felicidad de cien?

¿Y acaso yo no me ligo al quinquenio,
no me caigo y levanto con él?
Pero, ¿qué voy a hacer con mi caja torácica,
y con lo que es más rutinario que toda rutina?

No está bien que en los días del gran consejo,
en el que las plazas se han dado a la pasión suprema,
se deje la vacante del poeta:
ésta es peligrosa, si no está vacía.

1931

Versión de César Astor



Poema La Suplente de Boris Pasternak



Vivo con tu retrato,
el que ríe a carcajadas,
ese en que los tendones de las muñecas
crujen,
el que rompe los dedos
sin quererlos soltar,
el que uno mira y mira
y se siente muy triste.

El que del crujir de los tronos
y la marcha de Rákochi,
los cristalillos del salón,
el cristal y los invitados,
corre ardiente por el piano
y salta
por nudillos, rosetones, rosas
y huesos

para, el peinado aflojando,
alocado, travieso,
los prendedores del cabello
en el gorrito,
valsar a placer en rededor,
entre bromas,
mordisqueando el chal, cual tortura,
respirando apenas.

Para, apretando la corteza
con la mano,
de mandarina fríos gajos
engullir con premura,
por volver a la sala con arañas,
tras los cortinajes,
al olor de aquel vals,
que otra vez resonaba atrayente.

Así se sentaría el torbellino
a fin de, como apuesta,
impulso de vapores en camino,
y agujas, y tinieblas,
cual musulmán faquir,
en un instante,
llevarse sin pestañear .

Y declarar que no es ningún corcel,
ni un susurro travieso de los montes,
pero, que esas rosas que lleva al costado
la arrastran a galope tendido.

No es él, no es el susurro de los montes,
no es él, no es el sonido de herraduras,
sino tan sólo, solamente,
la que está ceñida por el pañuelo.

Y no es otra cosa que el tul y el destino,
el alma, el gorrito y los pies,
que corren al compás del torbellino,
llevándola en sus sueños susurrantes.

A ellos, a ellos:
¡y en burla cruel,
yo me río a placer,
con ganas locas,
para envidia de esos secos danzarines,
me río hasta saltárseme las lágrimas!

Versión de César Astor



Poema La Ruptura de Boris Pasternak



I
¡Oh, ángel mentiroso, enseguida, enseguida
tendrías que haberlo dicho todo,
y yo te habría dado de beber pura tristeza!
Pero así, no me atrevo; así, ¡ojo por ojo!
¡Oh, aflicción, que infectó la mentira al principio!
¡Oh, dolor, oh, dolor en la travesura!
Oh, ángel mentiroso! ¡No, no es mortal sufrimiento
el del corazón, del corazón que padece un ezcema!
Mas, ¿Por qué tú al despedirte
a mi alma regalas corporal dolencia?
¿Por qué sin objeto me besas cual gota de lluvia,
y, riéndote, me matas, como el tiempo,
por todos, y ante todos?

2
¡Oh, vergüenza! ¡Tú eres una carga para mí!
¡Oh, conciencia! ¡Cuántas ilusiones,
aun perseverantes,
quedaron en ésta ruptura temprana!
¡Si yo, una persona, fuese un conjunto huero
de sienes, y labios, y ojos, manos, hombros y mejillas,
por el silbido de las estrofas, por su grito, por el signo,
por la fuerza del dolor, por la juventud de ella,
cedería a todos ellos, los llevaría al ataque
y te asaltaría a ti, vergüenza inmensa mía!

3
Apartaré de ti mis pensamientos todos
no de visita ni bebiendo vino, sino en el cielo.
En casa de los amos, al lado, al sonar el timbre,
abrirán la puerta a alguien alguna vez.

Irrumpiré en su casa, en la agitaci6n de diciembre.
La puerta tan sólo y… heme allí. Un corredor.
«¿Viene Usted de allá? ¿Qué dicen allí?
¿Qué se oye? ¿Qué chismes corren por la ciudad?

¿Se equivoca todavía la tristeza?
Y luego susurra: «Parecía igualita».
Preparándose desde unos cuarenta pies,
volará la exclamación: «¿Pero es usted?»

¿Tendrán piedad de mí las plazas?
¡Ay, si ustedes supieran qué tristeza se siente
cuando cien veces en el curso del día
le caza la calle camino de las reuniones! »

4
Prueba tú de impedírmelo. Ven,
trata de apagar
este acceso de tristeza, que hoy resuena como el mercurio
en el vacío, de Torricelli.
Prohíbeme tú volverme loco. Oh, ven,
atenta a mi estado!
¡No me dejes hablar más de ti! No te avergüences, no,
estamos solos.
¡Oh, apágalo, pues! ¡Oh, apágalo! ¡Con más fuego!

5
¡Tú trenza esta lluvia de codos helados cual olas,
y de manos de raso, cual lirios,
que su propia impotencia trocó en dominantes!
¡Despierta, júbilo ¡A la calle! Cógelos,
porque en este alegre juego has de oír
el rumor de los bosques, saturados del eco de cazas
allá en Calidonia,
do Acteón, sin juicio, persiguiera cual gamo
A Atalanta,
donde amaban azules sin fondo silbando
en equinas orejas,
se besaban las persecuciones con fieros ladridos
y caricias se hacían con toques de cuerno y crujidos de rama,
pezuñas y garras.
-¡Oh, a la calle! ¡A la calle! ¡Como aquellos!

6
¿Estás desilusionada? ¿Pensabas acaso que en el mundo
nos íbamos a separar tras el réquiem del cisne?
¿Acaso medías con pupilas dilatadas, cubiertas de lágrimas,
su invencibilidad, contando ya con el dolor?

En la misa caerían de las bóvedas pinturas murales,
conmovidas por la música del gran Sebastián.
Pero, a partir de esta noche, mi odio ve en todo
la prolijidad, y me duele no tener una fusta.

A oscuras, recobrándose al punto,
sin pensarlo un instante,
decidió con presteza que todo podía arreglarlo.
Que tiempo había. Que el suicidio no le hacía falta alguna.
Que incluso eso es también un paso de tortuga.

7
Amiga mía, mi dulce amiga. ¡Oh, exactamente igual
que la noche del vuelo desde Bergen al polo,
la cálida plumilla es arrancada por la nieve que cae
de los pies de los somormujos!
¡Te lo juro, oh, dulce amiga, te lo juro,
que yo no me esfuerzo al decirte:
olvídame, duerme, mi amiga!

Cuando, como el cadáver del noruego,
borrado hasta las chimeneas,*
contemplando inviernos que no mueven
los mástiles cubiertos de escarcha,
yo vago en resplandores de tus ojos bromistas,
tú duerme, consuélate,
la sangre no llegará al río, amiga mía,
cálmate, no llores.

Cuando, igual completamente que el Norte,
uera de los últimos poblados,
a escondidas de los árticos e incansables hielos,
como cúpula de media noche, que enjuaga los ojos ciegos
de las focas,
te digo: no te los frotes, duerme, olvida,
todo es un absurdo.

*Se refiere al explorador noruego Amundsen. (Nota del traductor.)

8
Mi mesa no es bastante ancha para apoyarse en su borde
con todo el pecho y meter el codo
pasado el límite de la tristeza, más allá del istmo
de un perdón excavado a través de tantas verstas.

(Allí es ahora de noche.) Tras tu nuca asfixiante.
(Y se han acostado a dormir.) Bajo el reino de tus hombros.
(Y apagan la luz.) Yo los devolvería por la mañana.
Rozaría el porche con su rama soñolienta.

¡No con copos! ¡Con las manos hazlo! ¡Llegarán!
¡Oh! ¡Diez dedos de tortura, con el surco
con estrellas de la Epifanía,
como signos del retraso de los trenes
que marchaban hacia el Norte
en medio de la tormenta de nieve!

9
El piano de cola, tembloroso,
relame la espuma que cubre sus labios.
Este delirio te abate, te hace flaquear.
Dirás: -¡Querido! -No -gritaré yo-,
¡no!
¿Al son de la música? -Pero, ¿se puede acaso

estar más cerca que en la semioscuridad,
lanzando los acordes, cual diario,
por completos a la chimenea, verdad?
¡Oh, comprensión asombrosa, asiente,
asiente y asómbrate! : estás libre.

Yo no te retengo. Vete, haz bien.
Vete con otros. Werther ya está escrito,
y en nuestros días hasta el aire huele a muerto:
abrir la ventana, es abrirse las venas.

1918

Versión de César Astor



Poema La Primavera de Boris Pasternak



Primavera. Vengo de la calle
donde el álamo esta maravillado,
donde se asusta la lejanía,
donde la casa tiene miedo a caer,
donde el aire es azul
como el envoltorio de la ropa blanca
del que ha sido dado de alta del hospital.

Donde la noche está vacía
como el relato interrumpido
que una estrella dejó sin terminar,
para perplejidad
de miles de ojos ruidosos,
sin fondo y carentes de expresión.

1918

Versión de César Astor



Poema La Poesía de Boris Pasternak



Poesía, te voy a jurar
y termino, estoy ronco:
tú no eres el habla melosa,
tú eres el estío en tercera clase,
tú eres arrabal, y no estribillo.

Tú eres asfixiante como mayo, Yámskaya,*
un reducto nocturno de Shevardino,*
en el que lanzan gemidos las nubes,
marchándose luego por lados distintos.

Y, doblándose en la espiral de las vías
-no el estribillo, sino el arrabal-,
se arrastran de las estaciones a sus casas,
no cantando, sino estupefactos.

Los restos de la lluvia manchan los racimos
y largo rato, hasta la aurora,
desgranan acrósticos en todos los techos,
lanzando burbujas con rima sonora.

¡Poesía, si debajo del grifo tienes
una perogrullada, vacía, cual cubo de zinc,
que siga, no obstante, fluyendo tu chorro!
¡Puesto tienes debajo el cuaderno: fluye, pues!

1922

* Yámskaya: nombre de varias calles de Moscú.
*Shevardino: reducto del campo de batalla de Borodinó. (Nota del traductor.)

Versión de César Astor



Poema Invierno de Boris Pasternak



Oprimo la mejilla contra el embudo
del invierno, enroscado cual caracol.
«¡A sus sitios! ¡Quien no quiera,
que se aparte!»
Murmullos, ruidos, el trueno de una barahúnda.

«Es decir, ¿en «El mar está revuelto»?
¿En un relato,
que se enrosca cual cordón compresor,
donde se ponen en cola sin prepararse?
Es decir, ¿en la vida? Es decir,
en el relato
de cuán inesperado es el fin? ¿Sobre la risa,
el jolgorio, la confusión y las prisas?
Es decir, ¿que es verdad que se agita la mar
y se aquieta sin preguntarle al fondo?»

¿Eso esto el zumbido de las conchas?
¿Es el cotilleo de cuatro mosquitas muertas?
¿Arma estruendo la tapa de fuego
cual si hubiera reñido con su sombra?

Se elevan los suspiros de la boca,
en torno miran, y al punto… a llorar.
Y corren carretas con negro ronquido,
y en nube muy blanca galopa un audaz.

1913, 1928

Versión de César Astor



Poema Hay Que Vivir Sin Imposturas de Boris Pasternak



Hay que vivir sin imposturas
Vivir de modo que con el tiempo
Nos lleguemos a ganar el amor del espacio,
y oigamos la voz del futuro.

Hay que dejar blancos
En el destino y no en el papel
y en los márgenes anotar
Pasajes y capítulos de la vida entera.

Debemos sumirnos en el anónimo
Y ocultar en él nuestros pasos
Tal como se oculta el paisaje
Tras una niebla espesa.

Otros siguiendo tus huellas, frescas
Recorrerán tu camino palmo a palmo,
Pero tú mismo no debes distinguir
La derrota de la victoria
No debes renunciar ni a una brizna de ti mismo.

Tú debes estar vivo.
Solamente vivir
Hasta el final.

Versión de Gabriel Barra



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