Poema Azul En El Ombligo de Genaro Ortega Gutiérrez



Pocas cosas
más elocuentes que los silencios de las gárgolas,
cuando las noticias meteorológicas
confirman una tendencia imparable
de fatuos relámpagos,
si flamean las rodillas y la lengua demanda peces,
pues no es extraño que sean
otros labios cercanos
quienes cultiven la semilla robada a la noche,
su madurez preinstalada
como voz que rebota por dentro
-aún lectora tardía-,
y sale al paso del trueno
o crece en elasticidad.
El ojo de la aguja.
La mirada de la aguja.
Los belfos del viento por las arcadas.



Poema Carta Sin Fecha de Jose Angel Buesa



Amigo: sé que existes, pero ignoro tu nombre.
No lo he sabido nunca ni lo quiero saber.
Pero te llamo amigo para hablar de hombre a hombre,
que es el único modo de hablar de una mujer.

Esa mujer es tuya, pero también es mía.
Si es más mía que tuya, lo saben ella y Dios.
Sólo sé que hoy me quiere como ayer te quería,
aunque quizá mañana nos olvide a los dos.

Ya ves, ahora es de noche. Yo te llamo mi amigo;
yo, que aprendí a estar solo para quererla más;
y ella, en tu propia almohada, tal vez sueña conmigo;
y tú, que no lo sabes, no la despertarás.

¡Qué importa lo que sueña! Déjala así, dormida.
Yo seré como un sueño sin mañana ni ayer.
Y ella irá de tu brazo para toda la vida,
y abrirá las ventanas en el atardecer.

Quédate tú con ella. Yo seguiré el camino.
Ya es tarde, tengo prisa, y aún hay mucho que andar,
y nunca rompo el vaso donde bebí un buen vino,
ni siembro nada, nunca, cuando voy hacia el mar.

Y pasarán los años favorables o adversos,
y nacerán las rosas que nacen porque sí;
y acaso tú, algún día, leerás estos versos,
sin saber que los hice por ella y para ti…



Poema Nosotros de Lilian Uribe Gutiérrez



Nosotros seremos los héroes,

se verán nuestras fotos

exhibidas en los muros,

seremos un ejemplo

para el olvido.

Por nuestros nombres

se harán revelaciones,

y por nuestras tumbas

los poetas escribirán sus versos.



Poema Cleveland Place de José María Fonollosa



Sé que por fin has vuelto a la ciudad
en un suntuoso coche de gran lujo…
La gente pensó en mí. Yo la maldigo.

El coche se detuvo ante tu casa,
pero tú no bajaste, no. Vino alguien
a buscarme, mas yo no quise verte.

El coche iba despacio por la calle
dejando tu recuerdo en cada puerta.
Tu cuerpo lo dejó en el cementerio.

Tu madre me miró. Yo la maldije.
Has vuelto a la ciudad porque estás muerta.
Pero yo iré a escupir sobre tu nombre.



Poema Horas Diurnas de Ketty Alejandrina Lis



Son los pies los que hablan
al caminar sin rumbo.
Se agosta el surco
y se desciende
a una planicie sin principio
para hallar la palabra
que contenga al silencio.
Ella se acerca
tan cerca
y huye.



Poema El Exilio De Minerva de Sonia Silva Rosas



A Minerva Margarita Villarreal

Serán estas cuatro paredes la hoja
que por años has buscado,
a la vuelta de tus días
escucharé de ellas las palabras
que tropezaron con el ápice de tu lengua
para quedar estancadas en tu mirada.
Exprimirás entonces tus pupilas
necesario es que lo hagas con tal fuerza
que te permita quedar ausente
de paisajes, imágenes y recuerdos
de nada servirán las fotografías
de nada servirá leer tu mano
para recorrer de nuevo el pasado.

Desamparada buscarás entre los telones
de la historia
algún motivo que ayude a descifrarte
algún motivo que te haya obligado a respirar
en esta nube de concreto
y no encontrarás ninguno
ninguno
sólo una bocanada de soledad
huyendo de tus pulmones
sólo la impotencia de saberte en la orilla
de ese otro lado.

¿Quién te pidió permiso para que existieras?
¿Quién demonios dijo
que deseabas el aliento en tu barro mal formado?

En este muro de arcilla
dibujarás los rostros que anhelabas
para tu rostro,
el vacío también lleva una máscara,
sólo es cuestión de mirarse fijamente
en el espejo
para encontrar el gesto preciso de su angustia
sólo necesitas cincel
y un grano de paciencia
para descubrir que te enviaron
sin rostro alguno:

No eres ni fantasma, ni sombra,
ni criatura, ni raíz, ni tiempo en la distancia,
simplemente no eres, nunca fuiste.

Llenarás de ti este otro muro.
De sus esquinas penderán tus sueños
ya coagulados,
y si aún por tus venas fluye algo de sangre,
teñirás con ella los pliegues
que siempre ocultaron la desesperanza,
el error y el exilio.
Tal vez en tu lecho busquen refugio
algunas gotas,
tal vez esas gotas se transformen en mareas
y se lleven entre olas el sordo lamento
de tus fantasmas,
no te preocupes por ellos
sabrán protegerse del olvido
escribiendo su nombre en el tercer muro,
por eso los marcos, las molduras y velas,
para invocar la pesadumbre
que sus huesos vistieron a través de los años.
Cada jueves bajarán los santos
a peinarles el abandono
y cuando la fatiga por estar colgados los abrume,
se dejarán llevar por el viento
y no habrá santo, ni dios ni diablo
que les haga cambiar de parecer.
No te angusties cuando esto suceda,
recuerda el agujero de la pared cuarta,
sólo a través de él contemplarás
cómo tropiezan con árboles, techos y ramas,
sólo por él sentirás cómo su mirada
se clava en tu mirada
y deberás exprimirte con más fuerza
para no dejar en ti palabra e imagen,
ni siquiera algo de aliento que amenace
con llenar de polvo el final de tu obra.

En estas cuatro paredes,
el acrílico de tu mirada

¿En cuál de sus esquinas
contemplaré derramada tu presencia?



Poema Eso de Czeslaw Milosz



Ojalá por fin pudiera decir qué está en mí.
Gritar: gente, les mentí
diciendo que eso no estaba en mí,
cuando eso está ahí siempre, días y noches.
Aunque gracias a eso supe describir sus ciudades inflamables,
sus cortos amores y juegos desmembrándose en humus,
aretes, espejos, el deslizar de un tirante,
escenas de alcoba y de campos de batalla.
Escribir fue para mí estrategia de protección,
de borrar las huellas. Porque a la gente no puede gustarle
aquél que alcanza lo prohibido.

Llamo en mi ayuda a los ríos en los que nadé, lagos
con puentecillos entre cedazos, valle
en cuyo eco la canción duplica la luz del anochecer,
y confieso que mis extáticos halagos a la existencia
sólo pudieron ser entrenamientos de alto estilo,
Pero abajo estaba eso, que no me atrevo nombrar.

Eso se parece al pensamiento de alguien sin hogar, cuando
atraviesa la ciudad ajena, congelada.

Se asemeja al momento cuando un judío cercado ve aproximarse
los pesados cascos de los gendarmes alemanes.

Eso es cuando el hijo del rey se dirige a la ciudad y ve el mundo
real: pobreza, enfermedad, vejez y muerte.

Eso puede ser comparado con el inmóvil rostro de alguien
que entendió que fue abandonado para siempre.

O con las palabras del médico sobre la sentencia inevitable.

Porque eso significa enfrentar un muro de piedra
y entender que ese muro no cederá ante ninguna de nuestras súplicas.

Versión de Agnieszka Kawecka



Poema Ese Gran Simulacro de Mario Benedetti



Cada vez que nos dan clases de
amnesia
como si nunca hubieran existido
los combustibles ojos del alma
o los labios de la pena huérfana
cada vez que nos dan clases de
amnesia
y nos conminan a borrar
la ebriedad del sufrimiento
me convenzo de que mi región
no es la farándula de otros

en mi región hay calvarios de
ausencia
muñones de porvenir / arrabales
de duelo
pero también candores de
mosqueta
pianos que arrancan lágrimas
cadáveres que miran aún desde
sus huertos
nostalgias inmóviles en un pozo
de otoño
sentimientos insoportablemente
actuales
que se niegan a morir allá en lo
oscuro

el olvido está lleno de memoria
que a veces no caben las
remembranzas
y hay que tirar rencores por la
borda
en el fondo el olvido es un gran
simulacro
nadie sabe ni puede / aunque
quiera / olvidar
un gran simulacro repleto de
fantasmas
esos romeros que peregrinan por
el olvido
como si fuese el camino de
santiago

el día o la noche en que el olvido
estalle
salte en pedazos o crepite /
los recuerdos atroces y de
maravilla
quebrarán los barrotes de fuego
arrastrarán por fin la verdad por
el mundo
y esa verdad será que no hay
olvido



Poema En El Deseo Del Sueño, 1.4 de Francisco Magaña



Unos dijeron que no es más que el resultado de la casi desapercibida conjunción de los astros.
Otros, que es la memoria incendiada de una estrella.
Y hubo quien se atrevió a sugerir que era el resultado del choque entre un pájaro ciego y la sombra de un fugitivo.
Otro dijo que la palabra es el silencio de un reloj de arena, su instante más luminoso.



Poema El Corazón Rebosante de Porfirio Barba Jacob



El alma traigo ebria de aroma de rosales
y del temblor extraño que dejan los caminos…
A la luz de la luna las vacas maternales
dirigen tras mi sombra sus ojos opalinos.

Pasan con sencillez hacia la cumbre,
rumiando simplemente las hierbas del vallado;
o bien bajo los árboles con clara mansedumbre
se aduermen al arrullo del aire sosegado.

Y en la quietud augusta de la noche mirífica,
como sutil caricia de trémulos pinceles,
del cielo florecido la claridad magnífica
fluye sobre la albura de sus lustrosas pieles.

Y yo discurro en paz, y solamente pienso
en la virtud sencilla que mi razón impetra;
hasta que, en elación el ánimo suspenso,
gozo la sencillez que viene y me penetra.

Sencillez de las bestias sin culpa y sin resabio;
sencillez de las aguas que apuran su corriente;
sencillez de los árboles… ¡Todo sencillo y sabio,
Señor, y todo justo, y sobrio, y reverente!

Cruzando las campiñas, tiemblo bajo la gracia
de esta bondad augusta que me llena…
¡Oh dulzura de mieles! ¡Oh grito de eficacia!
¡Oh manos que vertisteis en mi espíritu
la sagrada emoción de la noche serena!

Como el varón que sabe la voz de las mujeres
en celo, temblorosas cuando al amor incitan,
yo sé la plenitud en que todos los seres
viven de su virtud, y nada solicitan.

Para seguir viviendo la vida que me resta
haced mi voluntad templada, y fuerte y noble,
oh virginales cedros de lírica floresta,
oh próvidas campiñas, oh generoso roble.

Y haced mi corazón fuerte como vosotros
del monte en la frecuencia.
Oh dulces animales que, no sabiendo nada,
bajo la carne sabéis la antigua ciencia
de estar oyendo siempre la soledad sagrada.



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