Poema Microgramas de Jorge Carrera Andrade



Colibrí:

El colibrí,
aguja tornasol,

pespuntes de luz rosada
dá en el tallo temblón

con la hebra de azúcar
que saca de la flor.

Tortuga:

La tortuga en su estuche amarillo
es el reloj de la tierra
parado desde hace siglos.

Abollado ya se guarda
con piedrecillas del tiempo
en la funda azul del agua.

Nuez:
Sabiduría comprimida
diminuta tortuga vegetal,
cerebro de duende
paralizado por la eternidad.

Moscardón:
Uva con alas.
Con tu mosto de silencio
el corazón se emborracha.

Golondrina:
Ancla de plumas
por los mares del cielo
la tierra busca.

Lagartija:
Amuleto de plata
o diablillo con bocio,
criatura del alba.

Memoria de las ruinas,
fugaz mina animada,
calofrío del campo,
lagartija misántropa.

Guacamayo:
El trópico le remienda
con candelas y otros su manto
hecho de todas las banderas.

Nuez:
Nuez: sabiduría comprimida,
diminuta tortuga vegetal,
cerebro de duende
paralizado por la eternidad.



Poema Alma Desnuda de Alfonsina Storni



Soy un alma desnuda en estos versos,
Alma desnuda que angustiada y sola
Va dejando sus pétalos dispersos.
Alma que puede ser una amapola,
Que puede ser un lirio, una violeta,
Un peñasco, una selva y una ola.
Alma que como el viento vaga inquieta
Y ruge cuando está sobre los mares,
Y duerme dulcemente en una grieta.
Alma que adora sobre sus altares,
Dioses que no se bajan a cegarla;
Alma que no conoce valladares.
Alma que fuera fácil dominarla
Con sólo un corazón que se partiera
Para en su sangre cálida regarla.
Alma que cuando está en la primavera
Dice al invierno que demora: vuelve,
Caiga tu nieve sobre la pradera.
Alma que cuando nieva se disuelve
En tristezas, clamando por las rosas
con que la primavera nos envuelve.
Alma que a ratos suelta mariposas
A campo abierto, sin fijar distancia,
Y les dice: libad sobre las cosas.
Alma que ha de morir de una fragancia
De un suspiro, de un verso en que se ruega,
Sin perder, a poderlo, su elegancia.
Alma que nada sabe y todo niega
Y negando lo bueno el bien propicia
Porque es negando como más se entrega.
Alma que suele haber como delicia
Palpar las almas, despreciar la huella,
Y sentir en la mano una caricia.
Alma que siempre disconforme de ella,
Como los vientos vaga, corre y gira;
Alma que sangra y sin cesar delira
Por ser el buque en marcha de la estrella.



Poema Cien Sonetos De Amor de Pablo Neruda



Soneto XXXII

La casa en la mañana con la verdad revuelta
de sábanas y plumas, el origen del día
sin dirección, errante como una pobre barca,
entre los horizontes del orden y del sueño.
Las cosas quieren arrastrar vestigios,
adherencias sin rumbo, herencias frías,
los papeles esconden vocales arrugadas
y en la botella el vino quiere seguir su ayer.
Ordenadora, pasas vibrando como abeja
tocando las regiones perdidas por la sombra
conquistando la luz con tu blanca energía.
Y se construye entonces la claridad de nuevo:
obedecen las cosas al viento de la vida
y el orden establece su pan y su paloma.



Poema Un Cuerpo Como Una Isla de Hugo Gutiérrez Vega



Verte desnuda es recordad la tierra.
Federico García Lorca

Por las arduas colinas de tu cuerpo
van mis ojos desnudos contemplando
los tersos panoramas, precipicios
y el bosque primordial que mi deseo
exalta en la constante ceremonia
de mirarte, llamarte desde el fondo del ser,
de contemplarte como se ven los campos en otoño
o las vertiginosas catedrales erguidas en la niebla
y entrevistas en la región sin nombre de la aurora.
Eres como una isla, te rodeo
y me ajusto a tus formas.
Me impide hacerles modificaciones
El antiguo temor de hacerte daño.
Por eso me mantengo en tus orillas
y tierra adentro sólo van mis ojos.



Poema Un Poema De Amor de Nicolas Guillen



No sé. Lo ignoro.
Desconozco todo el tiempo que anduve
sin encontrarla nuevamente.
¿Tal vez un siglo? Acaso.
Acaso un poco menos: noventa y nueve años.
¿O un mes? Pudiera ser. En cualquier forma,
un tiempo enorme, enorme, enorme.

Al fin, como una rosa súbita,
repentina campánula temblando,
la noticia.
Saber de pronto
que iba a verla otra vez, que la tendría
cerca, tangible, real, como en los sueños.
¡Qué explosión contenida!
¡Qué trueno sordo
rodándome en las venas,
estallando allá arriba
bajo mi sangre, en una
nocturna tempestad!
¿Y el hallazgo, en seguida? ¿Y la manera
de saludarnos, de manera
que nadie comprendiera
que ésa es nuestra propia manera?
Un roce apenas, un contacto eléctrico,
un apretón conspirativo, una mirada,
un palpitar del corazón
gritando, aullando con silenciosa voz.

Después
(ya lo sabéis desde los quince años)
ese aletear de las palabras presas,
palabras de ojos bajos,
penitenciales,
entre testigos enemigos.
Todavía
un amor de «lo amo»,
de «usted», de «bien quisiera,
pero es imposible»… De «no podemos,
no, piénselo usted mejor»…
Es un amor así,
es un amor de abismo en primavera,
cortés, cordial, feliz, fatal.
La despedida, luego,
genérica,,
en el turbión de los amigos.
Verla partir y amarla como nunca;
seguirla con los ojos,
y ya sin ojos seguir viéndola lejos,
allá lejos, y aun seguirla
más lejos todavía,
hecha de noche,
de mordedura, beso, insomnio,
veneno, éxtasis, convulsión,
suspiro, sangre, muerte…
Hecha
de esa sustancia conocida
con que amasamos una estrella.



Poema Lista De Motivos Con Pregunta de Federico Hernández Aguilar



A Karina

Tus iniciales le harían un favor a la gramática,
pero t?no te envaneces.

Tu lengua sería Byron de poder cojear,
pero t?no te ufanas.

Tu piel sabría mudarse a un barrio más tranquilo,
pero t?no te jactas.

Tu corazón no sudaría ni entre mis manos,
pero t?no presumes.

Tu crueldad soñaría con Freuds descuartizados,
pero t?no alardeas.

¿Cuándo empezarás a tenerte miedo?

10/IX/99



Poema Irrevocablemente de Alfonso Cortes



Por donde quiera que escudriña la mirada,
sólo encuentra los pálidos pantanos de la Nada;
flores marchitas, aves sin rumbo, nubes muertas…

Ya no abrió nunca el cielo ni
¡la tierra sus puertas!
Días de lasitud, desesperanza y tedio;
no hay más para la vida que el fúnebre remedio
de la muerte, no hay más, no hay más, no hay más
que caer como un punto negro y vago
en la onda lívida del lago,
para siempre jamás…



Poema Como Una Luz de Jaime Saenz



Llegada la hora en que el astro se apague,
quedarán mis ojos en los aires que contigo fulguraban
Silenciosamente y como una luz
reposa en mi camino
la transparencia del olvido.

Tu aliento me devuelve a la espera y a la tristeza de la tierra,
no te apartes del caer de la tarde
-no me dejes descubrir sino detrás de ti
lo que tengo todavía que morir.



Poema El Umbral de Basilio Sánchez



La claridad se agota
sobre los pavimentos.

Poco a poco se nos van las palabras,
se elevan por encima de la línea de sombras
que hay sobre nosotros.

La altura de la mano que sostiene una vela
es la altura del mundo.

Aún no tenemos nada, sólo el vaso de vidrio
que hemos puesto en la mesa, y la esperanza
que hace mover el agua.

Ya todo está tranquilo:
la memoria vuelve verde las hojas;
el frío da reflejos
azules en los ojos; hay una flor oscura,
que todavía no es nuestra, en el umbral.

Un corazón que late vertical en el suelo,
dispuesto a envejecer.

Mi deuda con la vida es este hombre
del tamaño de un puñado de tierra
que ahora escribe.



Poema Ausencia de Romeo Murga



Veinte ciudades de hombres me separan de ti,
pequeñita que llenas mi corazón tan grande.
Entre nosotros dos, la distancia enemiga
aleja nuestros cuerpos, ávidos de estrecharse.

La lejanía yergue sus muros invisibles,
en donde nuestras manos vanamente golpean.
Miro, a través de largo camino polvoriento,
tus brazos cariñosos que, allá lejos, me esperan.

Estás ausente tú, la que no ha muchas tardes
se ceñía a mi cuerpo con amoroso lazo;
la que llenó de amor con su carne aromada
la trémula oquedad que le hicieron mis brazos.

Y hoy estos brazos caen, vencidos, agobiados.
La vida, en torno a mí, se desliza tranquila.
No estás tú, mi pequeña, no estás, y este hombre triste
no ha de mirarse al fondo de tus negras pupilas.

Otros ojos te ven y yo no puedo verte,
yo, que te sé mirar como nadie te mira.
Almas de otros recogen tu perfume de pena,
cuando en las tardes tristes, tu corazón suspira.

Mal de ausencia es el mío, y el tuyo es mal de ausencia,
mal de quererse mucho sin poderse querer,
sin que puedan los labios decir eso divino
que en el beso se dicen el hombre y la mujer.

Hoy, el cielo está gris, y mi alma gris, pequeña.
allá donde tú estás se alza toda la aurora.
Sólo con tu recuerdo -la recordaba lejos-
busco el rincón distante donde te encuentras, sola.

Y pienso que mañana te encontraré de nuevo.
de nuevo, en carne y alma, junto a tu amor, feliz.
Pero la vida es corta, mi pequeña, muy corta,
¡y un día de mi vida, yo he pasado sin ti!



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