Poema De Los Gusanos Y Otros Bichos de Rodrigo Carrillo



Están en la manzana de la maestra
en la fruta del poder
se arrastran
hacen caminos
se entierran
se esconden
son alimento
de aves rapaces

Terminan
en el extremo de un anzuelo



Poema Con Cierto Miedo de Rodrigo Carrillo



nosotros
con cierto miedo nos alejamos
con cierta astucia desaparecemos
con cierto tiempo olvidamos
a veces volvemos
nunca nos quedamos
estamos en fuga
diversificamos
engañamos
siempre

ustedes
con cierto afán ponen cadenas
con cierta gracia manipulan
con cierto miedo hablan
nunca se fugan
se quedan
esperan
lloran
siempre



Poema Cita Nocturna de Rodrigo Carrillo



Los geranios
le pusieron rubor

Ramas de buganvilla
le trenzaron el cabello

Peinada con miel de mangos
se enrolló en corteza de manzana
se ciñó el cinto con hojas
y se contempló en el río

Con piedritas del camino
se inventó una pulsera
se calzó con hojarasca
y se perdió en extravíos



Poema Carta Para La Víbora de Rodrigo Carrillo



El silencio te parece prestado
que no es de tu talla
nunca te has visto desnuda

Hablas de la noche
porque está en los relojes
eres alérgica al terciopelo
y a las estrellas
por eso nunca
te has vestido
de gala

Tus pláticas
siempre son iguales
sabes muy poco
te gusta
bordar defectos
en la piel de unos
o te dedicas
a descoser
los secretos ajenos
para después
hilvanarlos
o pegarlos
con tu letal saliva



Poema Café De Medianoche de Rodrigo Carrillo



Canela, morena, miel de panela
suave y extensa piel
Vía Láctea
de tu ombligo a tu pecho

Tus pezones
terrones de azúcar
uno del lado derecho
otro sobre el corazón
me endulzan
la medianoche



Poema Bordando Recuerdos de Rodrigo Carrillo



Busco
la hebra exacta
para comenzar
a desenredar
el ovillo de recuerdos
y olvidos
que dejan
maniatado el corazón

Busco
una aguja
para seguir
pinchándole
el pulgar
a la nostalgia



Poema Angel Caído de Rodrigo Carrillo



Me cortaré
las alas derretidas
y clavaré los pies
sobre la tierra

El cielo se me cae
en la cabeza
pues no hay
más nubes
en tu pecho

El arcoiris
lo puse
en blanco y negro
para que nadie llegue
a tu tesoro

Y la fama de bueno
la perdí
por consumir
dos gramos de morfina



Poema Alambre Espigado Y Otras Estrategias Para Que No Te Vayás de Rodrigo Carrillo



Como no quiero que te vayás
te pongo diques
te enredo en las cuerdas de una canción
te enrollo en alambre espigado
te dejo en el centro de un caracol
para que te perdás
te pongo en la ventana
con los ojos vendados

Siempre te escapás

Un día
te ahogaré en un vaso de agua
te convertiré en hoja seca
para atraparte en un libro
o te haré un conjuro
para hacerte pan
y comulgarte



Poema La Barca De Caronte de Rodolfo Serrano



Tenemos que quedar alguna tarde.
Hablar de aquellos años, cuando éramos
lo mejor de cualquier generación
que hubiera habido nunca en estas tierras.

Yo sigo igual. Lo mismo. Aunque los hijos
no me dejen vivir con esa vida
de noches locas. Yo no sé qué quieren.
Lo nuestro era otra cosa muy distinta.

Nosotros estábamos luchando
contra la dictadura, contra Franco.
Ya te digo, teníamos conciencia.
Libertad, obreros y estudiantes.

Tenemos que quedar algún día de estos.
Tomar algunas copas. Hablar de todo aquello.
Y la mujer, ya sabes, cada día
le gusta menos que llegue tarde a casa.

Yo ya no escribo apenas. Algún verso perdido.
Me dieron algún premio
de esos que te publican
200 ejemplares. A ver si te doy uno.

García, sí. Ése se vendió pronto.
Publica asiduamente. Y escribe en el Babelia.
Un gilipollas. Apenas ya le veo.
Los maricones ahora lo tienen de película.

Te llamo. Te lo juro. Dale un beso
a Concha. ¿No sigues con ella?
Ya me dirás qué tal
la nueva. Supongo que más joven.

Pillin. La vida, qué vas a decirme.
Quedamos cualquier tarde.
Y nada, que me alegro.
Qué tiempos, eh, qué tiempos. Yo te llamo.



Poema De Entonces, Un Año de Rodolfo Serrano



Supe que todo había pasado
cuando te vi mover la cucharilla
tan despacio como si todo el mundo,
aquella tarde
se hubiera detenido
en la barra de la cafetería. O en la acera.

No supe qué decirte. Hablamos como
si hubiera sido ayer, sin ir más lejos,
la última vez que habíamos discutido.
Ayer mismo
cuando habíamos entrado
a saco por el alma y la camisa.

Así que yo te hablé de mis triunfos.
De mis últimos versos. De mí mismo.
Y casi sin mirarte. Miraba tu café
que removías
ausente, como en trance,
como si fuera lo más interesante del planeta.

Tú no me decías nada. Sonreías.
Pendiente de una cita, estoy seguro,
que tenias aquella misma tarde.
Incluso
hubo silencios.
Trocitos de metralla de antiguos bombardeos.

Yo te llevé a tu casa. Nos rozamos las caras.
Sabiendo cada uno que ya nada
volvería a justificar una llamada de teléfono.
Que el corazón
por fin había perdido
interés para médicos y amantes.



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