Poema De Qué Hablamos Cuando Hablamos Del Tiempo de Teresa Martín Taffarel



De qué hablamos cuando hablamos del tiempo
De qué hablamos cuando decimos
esto, aquello, lo otro, lo que siempre regresa,
lo que se va y no vuelve.
Las palabras se dicen aquí, en este momento
y retornan a su eterno sistema de silencio.

Y qué es el silencio…
el silencio es un brazo que se aleja,
la llama que se extingue,
las cenizas del fuego.

Y también es la tierra y el cielo,
el árbol y la lluvia,
cuando aún no han sido nombrados
y esperan existir en los labios humanos

Y hablamos y decimos
tiempo
y esto, aquello y lo otro.
Y al renacer en nombre
enmudecen las fuentes,
y se callan los ríos…

En el fondo del alma
hay un mar de silencio.



Poema De Golpe… de Teresa Gómez



«De este puro amor mío tan delicadamente idiota.»
Rafael Alberti

De golpe
me estremezco como si siete grados
bajo cero
sacudiesen el tedio sin contar para nada
con mi visión del mundo
y de la explotación.

Pero los lapiceros, las sandalias,
lo que me habría gustado ser piloto…

y ahora llegas tú
con veinticinco mil maneras de acariciar mis dedos
aunque no estés de acuerdo con lo que yo
pensé
del precio de la pina y la última decisión
que ha tomado el gobierno.

Si es demasiado tarde
para conmemorar un día
cualquiera
de la vida
o lamentar los dos algún suceso
tú propones cantar ?en francés, por ejemplo
«je ne suis jamáis seul»
y yo te voy queriendo
aunque luego no es
nada
tan sencillo.



Poema Aquí, La Puerta Abierta… de Teresa Gómez



«Sin esperanza,
con convencimiento.»

A. González

Aquí, la puerta abierta,
unos gatos que muerden basuras y esperanzas
?esta marejadilla sin plata que arrasar?
y aquí suelo dejarme,
sentada hacia la lluvia
sin apenas decirte lo mucho,
sin tu forma de hablarme socavada en el gesto.
Ni voy reconociendo
desmantelados signos de la tarde tan larga.

Pero es que sin tu risa
soy capaz de extenderme satisfecha en la noche
y soy capaz de tanta soledad.

Ya sé que somos dos.
Podríamos herirle los ojos a los puentes
aunque duele este número,
?herirlos gravemente,
definitivamente?
y luego avanzaríamos hasta donde los cisnes,
hacia aquella ventana que sugieren las olas,
hasta donde los cisnes poseyeron a Leda,
allí te besaría un vez más
donde se descomponen tu pasado y el mío.

Es tan roja,
tan roja,
la forma de morir de algunas tardes.



Poema Vestigios de Teresa Domingo Català



Malditos los que invocan a la noche
para admirar tan sólo su negrura.

No ven la luz de las hojas tenues
que alumbran como pequeños dados
el dormitorio de las estrellas.

Vendrá el cierzo que triste deambula
por los orificios de los pozos y murallas,
a derribar el claustro de los cisnes.

Se derrumbará el mar de madreselvas
como se quiebra el fuego entre zarzales,
con el ímpetu ciego de la llama,
con el grito constante de la luna.

Se arqueará la loba que amamanta
los vestigios de un mundo que se muere
y su leche será bebida lejos,
allá donde la noche siempre es noche.



Poema Verdad de Teresa Domingo Català



Acalla ya la voz de los traidores,
que nunca más musiten en tu seno
grandes palabras con que armar la historia.

Redúcelos a polvo, a destino,
a ceniza intangible y dislocada,
a sombra entre tinieblas permanentes.

Tuya es la poderosa senda inmóvil
que se ancla en la verdad más primigenia,
desnuda de motivos y arrebatos.

Tañerán tus campanas milenarias
con el fuego de las mismas estrellas
que borrará los pasos de sus nombres.

No hay más verdad que tú, la noche oscura,
que aprende a bendecir la madrugada
con acopio de piel y de deseo.



Poema Tú de Teresa Domingo Català



Atraviesas el cierzo y la desdicha
de un ulular hambriento y desangrado
que emerge al despuntar la madrugada.

Amanecen los pechos florecidos
por el ámbar, la luz de las farolas,
que reflejan los cuencos y canastos.

Están vacíos, cual daga sin sangre,
mordidos por dolor en sus extremos,
cuadrados por el ángel de la furia.

Todo es cálido alrededor del caos,
un fuego castrador y permanente,
un verano, con dientes por destino.

Dónde estará la nieve salvadora,
el frío baile de los tallos vírgenes,
el trovador alivio del invierno.



Poema Sombras de Teresa Domingo Català



La noche es movimiento de penumbras
luchando para ser eternas, río
de manos en los cuerpos que divaga
sobre el influjo de la sangre dulce.

Silenciosos, los ángeles nos aman
como aman los caimanes, con la furia
de un sexo desmedido, con lujuria.

La noche es la simiente de los pasos
que aniquilan las luces de los lechos,
y son los cuerpos sombras de esa noche
que dominan la oscuridad tardía.

Silenciosos, los ángeles nos aman
como aman los caballos, con ardor,
reclamando sus alas el perdón.

La piel anhela el roce de las sombras
que se desprenden ávidas, ventiscas
de amores sofocados, tenues nieblas
imposibles de aprehender, limosnas.

Los ángeles nos odian por la carne,
ésa que envuelta en noche se proclama
en la ofrenda del cuerpo que se ama.



Poema Sacrificio de Teresa Domingo Català



Hermanadas la furia y la blasfemia
en el sino mortal del sacrificio,
se derrite el incienso de los tallos
con un rito de ancestros y pulgares.

El umbral del dolor, que galvaniza
el recuerdo de un Dios inmóvil, roto
por las balas, la noche, la memoria,
acude a cizañar las madreselvas.

Caídos de las torres de los salmos
en una vieja letanía amarga,
vienen a incinerar la madrugada.

Clama el amor la melodía impune,
el canto de las horas desteñidas
que irrumpen en la lacra de los días.

¿Desearán los huesos descarnados
el sigiloso don de los amantes
que confunden las horas con los labios?

Llegará el madrigal de las sospechas
al campo del honor y los relojes
cimbreando el dolor de las estrellas.



Poema Racimos De Cielo de Teresa Domingo Català



La noche llora racimos de cielo
en su pliegue, de su sangre,
en el vértice mismo de su manto
con llamas negras como lágrimas.

La noche besa en incierto paso
al tiempo que surge entre la niebla.

Recóndita, la voz oscura
se asoma al precipicio.
Camina en círculos,
abrasando el nivel del agua.
Crea líquenes
al respirar su mismo aire.

Su piel es la fiebre que asola las luciérnagas,
el latido manso
de un árbol que cimbrea tempestades,
el matorral confuso de las horas.

Inclemente,
se arroja al disturbio de las voces,
palpa los pechos cenagosos del ayer,
irrumpe con el gatillo de la nada.

Y duerme,
perdido el miedo a la tiniebla,
en la pureza de sus días.



Poema Pérdida de Teresa Domingo Català



Llora el sol el camino hacia la noche
con sus párpados huidizos,
cerrando los ojos ante el día
que ambiciona el salitre del mar
y perpetuarse ciegamente
ante la noche.

El día queda devastado.

Imponente, el mástil nocturno se avecina,
con el caudal de las rosas oscuras
que transpiran el olor aciago
de los besos de una luz inmóvil.

Estudia la rotunda circunferencia
de una esfera inviolable y pura,
que abriga el cielo con un resplandor
de horas transidas de desvelo.

La noche vence
en el aquilatado rumor sombrío
de los pasos gigantes de la urbe,
donde dormimos sin mirar atrás
ensueños de penumbra dilatada.



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