Poema Filo… de María José Flores



Filo
la oscuridad

filo encendido
llama
llamarada.



Poema Afecto 45 (ii) de María F. Josefa Del Castillo



Al monte de la mirra
he de hacer mi camino,
con tan ligeros pasos
que iguale al cervatillo.

mas ¡ay Dios!, que mi Amado
al huerto ha descendido,
y como árbol de mirra
suda el licor más primo.

De bálsamo es mi Amado,
apretado racimo
de las viñas de Engadi:
el amor le ha cogido.

De su cabeza el pelo,
aunque ella es oro fino,
difusamente baja
de penas a un abismo.

El rigor de la noche
le da color sombrío
y gotas de hielo
le llenan de rocío.

¿Quién pudo hacer, ¡ay Cielo!
temer a mi querido?,
que huye el aliento y quede
en un mortal deliquio.

Rotas las azucenas
de sus labios divinos
mirra amarga destilan
en su color marchitos.

Huye, áquilo; ven, austro,
sopla en el huerto mío;
las eras de las flores
den su olor escogido.

Sopla más favorable
amado vientecillo;
den su olor las aromas,
las rosas y los lirios.

Mas ¡ay!, que si sus luces
de fuego y llamas hizo
hará dejar su aliento
el corazón herido.



Poema Afecto 45 (i) de María F. Josefa Del Castillo



Deliquios del Divino Amor
en el corazón de la criatura
y en las agonías del Huerto.

I

El habla delicada
del Amante que estimo,
miel y leche destila
entre rosas y lirios.

Su meliflua palabra
corta como rocío,
y con ella florece
el corazón marchito.

Tan suave se introduce
su delicado silbo,
que duda el corazón
si es el corazón mismo.

Tan eficaz persuade,
que, cual fuego encendido,
derrite como cera
los montes y los riscos.

Tan fuerte y tan sonoro
es su aliento divino,
que resucita muertos
y despierta dormidos
.
Tan dulce y tan suave
se percibe al oído
que alegra de los huesos
aun lo más escondido.



Poema Vaso Furtivo de María Eugenia Vaz Ferreira



Por todo lo breve y frágil,
superficial, fugitivo,
por lo que no tiene bases,
argumentos ni principios;
por todo lo que es liviano,
veloz, mudable y finito;
por las volutas del humo,
por las rosas de los tirsos,
por la espuma de las olas
y las brumas del olvido…
por lo que les carga poco
a los pobres peregrinos
de esta trashumante tierra
grave y lunática, brindo
con palabras transitorias
y con vaporosos vinos
de burbujas centelleantes
en cristales quebradizos…



Poema Tu Rosa Y Mi Corazón de María Eugenia Vaz Ferreira



Antes que entre tus labios y mi oído
el ciprés del silencio, largo y mudo,
alce su quieta cima,
de tu palabra en el cristal sonoro
dame una roja rosa, que será
por tu lirismo y tu carne fragante
rosa de amor humano y rosa mística.

La prenderé en mi pecho
sobre la palpitante rosa mía,
y del perpetuo beso el tibio roce
esparcirá sus perfumadas ondas…

Hoy,
ebria de aroma me será brindada
la belleza infinita…
y en mi larva fugaz cuando se apaguen
los armoniosos éxtasis
me envolverán las perfumadas ondas
en su mortaja amante y siempreviva.

Dame una rosa, antes
que el ciprés largo y mudo, entre nosotros
alce su quieta cima…



Poema Regreso de María Eugenia Vaz Ferreira



He de volver a ti, propicia tierra
como una vez surgí de tus entrañas;
con un sacro dolor de carne viva
y la pasividad de las estatuas.
He de volver a ti gloriosamente,
triste de orgullos arduos e infecundos
con la ofrenda vital inmaculada.
No sé, cuando labraste el signo mío,
el crisol armonioso de tus gestas
dónde estaba…
dónde la proporción de tus designios…
Tú me brotaste fantásticamente
con la quietud de la serena sombra
y el trágico fulgor de las borrascas…
Tú me brotaste caprichosamente
alguna vez en que se confundieron
tus potencias en una sola ráfaga…:
Y no tengo camino;
mis pasos van por la salvaje selva
en un perpetuo afán contradictorio,
la voluntad incierta se deshace
para tornasolar la fantasía;
con luz y sombra, con silencio y canto
el miraje interior dora sus prismas;
mientras que siento desgranarse afuera
con llanto musical los surtidores,
siento crujir los extendidos brazos
que hacia el materno tronco se repliegan,
temor, fatiga. solitaria angustia,
y en un perpetuo afán contradictorio
mis pasos van por la salvaje selva.
Ah, si pudiera desatar un día
la unidad integral que me aprisiona
Tirar los ojos con los astros quietos
de un lago azul en la nocturna onda…
Tirar la boca muda entre los cálices
cuyo ferviente aroma sin destino
disipa el viento en sus alas flotantes
Darle el último adiós
al insondable enigma del deseo,
cerrar el pensamiento atormentado
y dejarlo dormir un largo sueño
sin clave y sin fulgor de redenciones
Alguna vez me llamarás de nuevo
Y he de volver a ti, tierra propicia,
con la ofrenda vital inmaculada,
en su sayal mortuorio toda envuelta
como en una bandera libertaria.



Poema Las Quimeras de María Eugenia Vaz Ferreira



Sangre bullente de las bocas rojas,
sangre que brilla
y en recónditos vasos se retrae
cuando fervientes labios se avecinan…

Paladar calcinado,
lengua de fuego
que lleva el peregrino
bajo el sol meridiano del desierto
y cuya sed no aplacan
el límpido raudal de los oasis
y el dulce jugo de los cocoteros…

Collares desatados,
lacias guirnaldas de los brazos quietos,
ceñidores de amor nunca prendidos
para estrechar los cuellos ofrendarios
y los torsos solícitos…

Cuencas de las pupilas
curiosas de figuras,
ebrias de perspectivas deslumbrantes,
conturbadas por blondos espejismos
adonde fácilmente
se borran los mirajes
como en el mar la curva de las olas
y la fugaz estela de las naves…

Placa de oro para el son propicia,
fibras de acústica sonora
por donde ruedan todas las palabras
sin imprimir sus líricas rapsodias…

Campanas mudas de los corazones,
cosas rebeldes,
también como a vosotros
más de una vez las manos me tendieron
más de una vez riéronme los labios
y se deshizo en cálidos aromas
la brasa de sus rojos incensarios…..

También como a vosotros
miráronme gozosas las pupilas,
que rayaron en tórridos incendios
con brillo de fulgentes pedrerías…

Mas seguí torvamente y tristemente
porque también me ungieron en mal hora
con sedes y ambiciones sobrehumanas,
con deseos profundos e imposibles,
y voy como vosotros
también inaccesible e impotente,
cargando con la cruz de la quimera,
ajustada a la sien ardua corona,
sin poder claudicar
y sin tocar la carne de la vida
jamás, jamás, jamás.



Poema La Rima Vacua de María Eugenia Vaz Ferreira



Grito de sapo
llega hasta mí de las nocturnas charcas…
la tierra está borrosa y las estrellas
me han vuelto las espaldas.

Grito de sapo, mueca
de la armonía, sin tono, sin eco,
llega hasta mí de las nocturnas charcas…

La vaciedad de mi profundo hastío
rima con él el dúo de la nada.



Poema La Estrella Misteriosa de María Eugenia Vaz Ferreira



Yo no sé dónde está, pero su luz me llama,
¡oh misteriosa estrella de un inmutable sino!…
Me nombra con el eco de un silencio divino
y el luminar oculto de una invisible llama.
Si alguna vez acaso me aparto del camino,
con una fuerza ignota de nuevo me reclama:
gloria, quimera, fénix, fantástico oriflama
o un imposible amor extraño y peregrino…

Y sigo eternamente por la desierta vía
tras la fatal estrella cuya atracción me guía,
mas nunca, nunca, nunca a revelarse llega!
Pero su luz me llama, su silencio me nombra,
mientras mis torpes brazos rastrean en la sombra
con la desolación de una esperanza ciega…



Poema Invocación de María Eugenia Vaz Ferreira



Oh noche embriagadora
hecha de soledad y de desesperanza,
que brindas en tu copa de azabache y de estrellas
sobre la tierra ardiente en quietud derramada.

Noche de las delicias mudas y negativas
de que gozan los muertos vivos como fantasmas,
abrochando en la sombra su carnal vestidura
marchita de enflorar la fiesta meridiana.

Noche, noche infinita, rincón de los olvidos,
perdón de penitentes que nunca hicieron nada
más que cargar a solas el pesado madero
sobre la ligereza cautiva de sus alas…

Te espero día a día
para esconder mis horas en la paz de tu lápida,
cuando las ondas vivas su vibración aquietan
bajo la fuerza ignota de atávicos nirvanas,

y en invisibles soplos
el numen secular su inspiraci6n levanta
del fondo de los tiempos para siempre extinguidos,
aunque la rueda cósmica traiga sus añoranzas.

Yo no sé lo que dice tu boca abierta y muda
al que doró su tienda con oro de esperanza,
pero yo sé que sabes con amorosa ciencia
tenderte suavemente sobre el alma cansada!

Tu voz dice en silencio tu eternidad futura;
la rúbrica del «Fin» está en tu obscura mancha,
aunque a besarte vengan en sus carros sonoros
con sus aureolas rubias las doncellas del alba.

Todavía los mundos
relucen en la bóveda de tu urna sagrada;
un viejo tesorero se ha dormido en los tiempos
y ha olvidado en tu fondo sus últimas alhajas…

Dale a los benditos que todavía sueñan,
tus áureas lentejuelas y tu hostia de plata,
y a mí, que te deseo inextinguible y única,
dame la eternidad de tu silencio, oh Hermana.



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