Poema Nudos de Salvador García Ramírez



En el telar de la trastienda,
de todos los colores,
en todos los idiomas,
de todas las medidas,
Ahmed ofrece alfombras:
las extiende, las cubre, las explica,
con el último precio las enrolla.

Altivo tras los fardos
Ahmed come a escondidas.
Sólo él sabe el valor que regatea,
la miseria que dan catorce horas,
la vida que se pierde en siete días.



Poema Poetas de Alan Mills



¿Qué seremos ahora?

Enormes cóndores
que surcan los vastos empíreos
brindando su fealdad al orbe.

Camellos obstinados,
jorobados de tormentos,
cargando aguas amargas
para el susurrante desierto.

¿O es que somos paquidermos
armados de marfil
y nuestras patas son las torres
que encarcelan al miedo?

Quizás seamos perros salvajes
que embestimos en manada
doblegando medrosamente
a nuestras presas
y anunciamos con carcajadas
nuestro mutis.

O tal vez el semblante
de un jaguar enjaulado;
nuestra palabra es
su majestuosa mirada turbia
que palidece en el encierro.

Somos el parco silencio del albatros
al cesar el batir de sus alas:
extinguiéndose
ante la triste cadencia del bullicio.



Poema El Invierno De La Edad Media de Luis Antonio De Villena



Desaté tus sandalias
y te besé los pies. Fríos, estaban fríos
y hermosamente rojos de la nieve.
Tumbados junto a un fuego de encina,
entre ese olor vegetal y cálido del mundo,
oíamos a los monjes cantar salmos, muy oscuramente…
¡Tu cuerpo hermoso! ¡Cómo besé tu cuerpo,
tan blanco, dulce y fuerte, mientras te entredormías!
Tragué tu sexo entero.
No podía olvidar que caminábamos juntos, flagelantes,
hacia el perdón y hacia la penitencia…
El silencio parecía un gigante
y el rezo de los monjes el retumbe de un barco en la galerna.
No sé si me decías:
¿Estamos cerca ya del final de los tiempos?
Tu cuerpo de tan recio me parecía dulce.
Dulces fríos tus pies. Dulce tu axila.
Tu cuerpo, con el sayal subido.
Tu cuerpo erecto allí.
No sé adónde íbamos. Era el más duro invierno.
La nieve más profunda. y la voz de los monjes
retumbaba en la piedra.
La música -dijiste- la música…
Tus labios eran rosas, suavemente rojos
como tu dulce cuerpo…
Hermano mío de tiempo y penitencia.
¿Qué hacemos los dos juntos? ¿Dónde vamos?
¿Dónde nos lleva el miedo? No es la peste, no el hambre.
El viento ruge en el claustro de piedra.
Los monjes cantan en plegaria de sombra.
Estamos solos, tú y yo, hermano. Solos…
Es una Edad media interminable. Fuego ahí, en la noche oscura.



Poema Recuerdo El Frío Del Amanecer de Antonio Gamoneda



de los insectos sobre las
tazas inmóviles, la posibilidad de un abismo lleno de luz bajo las
ventanas abiertas para la ventilación de la enfermedad, el olor triste
de la sosa cáustica.

Pájaros. Atraviesan lluvias y países en el error de los imanes y los
vientos, pájaros que volaban entre la ira y la luz.
Vuelven incomprensibles bajo leyes de vértigo y olvido.

No tengo miedo ni esperanza. Desde un hotel exterior al destino, veo
una playa negra y, lejanos, los grandes párpados de una ciudad cuyo
dolor no me concierne.

Vengo del metileno y el amor; tuve frío bajo los tubos de la muerte.
Ahora contemplo el mar. No tengo miedo ni esperanza.

Eres sabio y cobarde, estás herido en las mujeres húmedas, tu
pensamiento es sólo recuerdo de la ira.

Ves la rosas temibles.
Ah caminante, ah confusión de párpados.
Hay una hierba cuyo nombre no se sabe; así ha sido mi vida.

Vuelvo a casa atravesando el invierno: olvido y luz sobre las ropas
húmedas. Los espejos están vacíos y en los platos ciega la soledad.
Ah la pureza de los cuchillos abandonados.

Amé todas las pérdidas.

Aún retumba el ruiseñor en el jardín invisible.



Poema La Montaña Tong de Poetas Chinos



Arreo la alegría de la montaña Tong,
mil años, no tengo pensamientos de irme.
Continúo danzando, hago olas con mis mangas,
barren por completo la Montaña de los Cinco Pinos.

* *



Poema Por La Noche de Otoniel Guevara



a Roberto Armijo

El poeta en la noche eternamente extranjera
irrumpe con su lámpara de serena amargura

Sonríe a los mendigos
Sonríe a los murciélagos
Sonríe al millonario que casi lo atropella

Su lámpara se aviva
pero nadie la escucha



Poema Rusia de Miguel Hernandez



En trenes poseídos de una pasión errante
por el carbón y el hierro que los provoca y mueve,
y en tensos aeroplanos de plumaje tajante
recorro la nación del trabajo y la nieve.

De la extensión de Rusia, de sus tiernas ventanas,
sale una voz profunda de máquinas y manos,
que indica entre mujeres: Aquí están tus hermanas,
y prorrumpe entre hombres: Estos son tus hermanos.

Basta mirar: se cubre de verdad la mirada.
Basta escuchar: retumba la sangre en las orejas.
De cada aliento sale la ardiente bocanada
de tantos corazones unidos por parejas.

Ah, compañero Stalin: de un pueblo de mendigos
has hecho un pueblo de hombres que sacuden la frente,
y la cárcel ahuyentan, y prodigan los trigos,
como a un inmenso esfuerzo le cabe: inmensamente.

De unos hombres que apenas a vivir se atrevían
con la boca amarrada y el sueño esclavizado:
de unos cuerpos que andaban, vacilaban, crujían,
una masa de férreo volumen has forjado.

Has forjado una especie de mineral sencillo,
que observa la conducta del metal más valioso,
perfecciona el motor, y señala el martillo,
la hélice, la salud, con un dedo orgulloso.

Polvo para los zares, los reales bandidos:
Rusia nevada de hambre, dolor y cautiverios.
Ayer sus hijos iban a la muerte vencidos,
hoy proclaman la vida y hunden los cementerios.

Ayer iban sus ríos derritiendo los hielos,
quemados por la sangre de los trabajadores.
Hoy descubren industrias, maquinarias, anhelos,
y cantan rodeados de fábricas y flores.

Y los ancianos lentos que llevan una huella
de zar sobre sus hombros, interrumpen el paso,
por desplumar alegres su alta barba de estrella
ante el fulgor que remoza su ocaso.

Las chozas se convierten en casas de granito.
El corazón se queda desnudo entre verdades.
Y como una visión real de lo inaudito,
brotan sobre la nada bandadas de ciudades.

La juventud de Rusia se esgrime y se agiganta
como un arma afilada por los rinocerontes.
La metalurgia suena dichosa de garganta,
y vibran los martillos de pie sobre los montes.

Con las inagotables vacas de oro yacente
que ordeñan los mineros de los montes Urales,
Rusia edifica un mundo feliz y trasparente
para los hombres llenos de impulsos fraternales.

Hoy que contra mi patria clavan sus bayonetas
legiones malparidas por una torpe entraña,
los girasoles rusos, como ciegos planetas,
hacen girar su rostro de rayos hacia España.

Aquí está Rusia entera vestida de soldado,
protegiendo a los niños que anhela la trilita
de Italia y de Alemania bajo el sueño sagrado,
y que del vientre mismo de la madre los quita.

Dormitorios de niños españoles: zarpazos
de inocencia que arrojan de Madrid, de Valencia,
a Mussolini, a Hitler, los dos mariconazos,
la vida que destruyen manchados de inocencia.

Frágiles dormitorios al sol de la luz clara,
sangrienta de repente y erizada de astillas.
¡Si tanto dormitorio deshecho se arrojara
sobre las dos cabezas y las cuatro mejillas!

Se arrojará, me advierte desde su tumba viva
Lenin, con pie de mármol y voz de bronce quieto,
mientras contempla inmóvil el agua constructiva
que fluye en forma humana detrás de su esqueleto.

Rusia y España, unidas como fuerzas hermanas,
fuerza serán que cierre las fauces de la guerra.
Y sólo se verá tractores y manzanas,
panes y juventud sobre la tierra.



Poema Adiós de Manuel Acuña



A…

Después de que el destino
me ha hundido en las congojas
del árbol que se muere
crujiendo de dolor,
truncando una por una
las flores y las hojas
que al beso de los cielos
brotaron de mi amor.

Después de que mis ramas
se han roto bajo el peso
de tanta y tanta nieve
cayendo sin cesar,
y que mi ardiente savia
se ha helado con el beso
que el ángel del invierno
me dio al atravesar.

Después… es necesario
que tú también te alejes
en pos de otras florestas
y de otro cielo en pos;
que te alces de tu nido,
que te alces y me dejes
sin escuchar mis ruegos
y sin decirme adiós.

Yo estaba solo y triste
cuando la noche te hizo
plegar las blancas alas
para acogerte a mí,
entonces mi ramaje
doliente y enfermizo
brotó sus flores todas
tan solo para ti.

En ellas te hice el nido
risueño en que dormías
de amor y de ventura
temblando en su vaivén,
y en él te hallaban siempre
las noches y los días
feliz con mi cariño
y amándote también…

¡Ah! nunca en mis delirios
creí que fuera eterno
el sol de aquellas horas
de encanto y frenesí;
pero jamás tampoco
que el soplo del invierno
llegara entre tus cantos,
y hallándote tú aquí…

Es fuerza que te alejes…
rompiéndome en astillas;
ya siento entre mis ramas
crujir el huracán,
y heladas y temblando
mis hojas amarillas
se arrancan y vacilan
y vuelan y se van…

Adiós, paloma blanca
que huyendo de la nieve
te vas a otras regiones
y dejas tu árbol fiel;
mañana que termine
mi vida oscura y breve
ya solo tus recuerdos
palpitarán sobre él.

Es fuerza que te alejes
del cántico y del nido
tu sabes bien la historia
paloma que te vas…
El nido es el recuerdo
y el cántico el olvido,
el árbol es el siempre
y el ave es el jamás.

Adiós mientras que puedes
oír bajo este cielo
el último ¡ay! del himno
cantado por los dos…
Te vas y ya levantas
el ímpetu y el vuelo,
te vas y ya me dejas,
¡paloma, adiós, adiós!



Poema Petición Y Ofrenda de Francisco Andrés Escobar



I

La media noche
Detuvo sus andares
Junto a un leve murmullo de pupilas.
Después?
Un buceo lentísimo,
Un sondeo profundo en aguas verdes,
En verde clorofila
Poseedora de una luz magnífica.
Un viaje lento, de canoa suave,
Hacia las luminosas oquedades del espíritu.

II

Es cierto que he llegado un poco tarde.
Es cierto
Que no estuve ante tus lágrimas
Y que arribo con años de retraso
Para entender el cauce de tu llanto
Que se enrolla en potentes espirales
Y se adentra en el vértigo,
En sí mismo.
Es cierto que tus manos fueron solas
Por el camino de las adivinanzas,
Que hay historias de gnomos que no oíste,
Que llevas mil preguntas escondidas
Y canciones de sueños mutiladas.
También es cierto que,
De alguna manera,
Has visto el rostro de la desesperanza.
Palpaste muy temprano
El calor de las piedras del camino
? y fuiste sin sandalias.

En la edad de la aurora
Tormentas pequeñísimas generaron violentos huracanes
Y vives la ambivalencia de la hoja:
Marcharse con el viento
O agarrarse con desesperación a la rama
En espera de un tiempo más dorado.

III

¡Si tan sólo yo hubiera llegado antes!
Si tan sólo en el verde de mi entraña
Hubieras blasonado tu linaje,
Esta oscura marea en que me agoto
Sería rumor de ángeles
Y el temblor vacilante de mis manos
Poesía terminada.
Si tan sólo yo hubiera llagado antes
Al encuentro genuino de tus pasos
Hubiéramos unido soledades
Para hacerle un altar a la esperanza.

IV

Una de las cosas más claras que aprendí
En la escuela de los caminos que anduve
Es que siempre se puede
Poner fuera de lugar a la desesperación.
Aprendí también que el llanto y la sonrisa
Hay que llevarlos sobre pleno rostro,
Sin ocultar con máscaras ambiguas
El tropismo natural de la raíz íntima.
Aprendí que es posible volver sobre los pasos
Para encontrar el medallón perdido
Y hacerlo refulgir en la garganta.
Aprendí que en el espacio entre dos soles
Hay un remanso de hondo pensamiento;
Que cada noche es ?este día? una vez,
Que cada día es ?este día?, también sólo una vez,
Y que es posible alcanzar
La luz agotada del ocaso
Y renacer con ella la mañana siguiente.
Aprendí que no es el tiempo que encierra la pupila
Lo que la hace sabia y cercana:
Es más bien la posibilidad de mirar cara a cara
En otros ojos
Lo que le da la fuerza para salvar
Y salvarse,
Para reconstruir,
Para crecer,
Para vivir en la exacta dimensión
De lo que piden las fuerzas humanas.
Aprendí, finalmente,
Que entre las cosas que nos hieren
Flota una Presencia Suave
Que conoce el volumen del grito desgarrado.



Poema Elegía de Poemas Autores Varios



Cuando dos que se han amado se separan
-para siempre-
algo se quiebra en el orden interno
de la noche.
Una mano llama al guante ya perdido
y un hálito
se posa tibiamente en la heredad
del árbol.
Cuando dos se dicen adiós ante el espejo
-sin tocarse-
apoyando los dedos en las sombras
la forma detiene el tiempo,
y en el agua
la luz adquiere imagen de ventana.
Puede ser que esa luz
en forma deslumbrante se haga ancha
como el mundo
y un pájaro multicolor caiga desplomado,
herido por la sed
que media en el instante
de esos dos que alguna vez se amaron para siempre.
Cuando dos que se aman todavía
-se separan-
algo los cubre suavemente
y un lenguaje tácito se nace
en el sitio en que esos dos dejaron
la recíproca tortura de olvidarse.
Algo envejece para siempre sobre el aire.
Posiblemente se suicide un ángel de tristeza
al mirar cuando esos dos desaparecen
-separados por pasos y por besos-
inventando historias y cantando,
mojados y oscuros de una lluvia
que refleja el rumor de sus palabras.
Cuando dos que se amaron se separan,
el verano sube sobre las alas de la noche
y una hoja, sobre el azul del cielo,
abre los ojos y oculta su estupor
con un conjuro.
Cuando dos que se aman se separan
-sin rencores o espadas-
un fantasma encantado cobra vida
y se inclina a recoger
a esos dos labios,
desnudos para siempre de lenguajes.

ALFONSO CHASE ( Costa Rica, 1944 )



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