Poema Negro Sin Zapatos de Manuel Del Cabral



Hay en tus pies descalzos: graves amaneceres.
(Ya no podrán decir que es un siglo pequeño.)
El cielo se derrite rodando por tu espalda:
húmeda de trabajo, brillante de trabajo,
pero oscura de sueldo.

Yo no te vi dormido… Yo no te vi dormido…
aquellos pies descalzos
no te dejan dormir.

Tú ganas diez centavos, diez centavos por día.
Sin embargo,
tú los ganas tan limpios
tienes manos tan limpias,
que puede que tu casa sólo tenga.
Ropa sucia,
catre sucio,
carne sucia,
pero lavada la palabra: Hombre.



Poema Te Quería Lo Sé de Poemas de Amor y Románticos



Te quería, lo sé.
Lo supe luego, cuando tu ausencia reposó mi sangre.
Pero andaba la lepra del deseo tan aína en el labio
que iba a decir -estrella-,
y se trocaba en madrugada de coñac y sombra…
Y ahora que vuelve el viento de las cinco
a levantar castillos en mi frente,
y las nubes de otoño arremolinan tu recuerdo
en el cuenco de mi mano,
necesito vestir mi voz de tarde
con citas y alamedas de domingo,
para decirte, amor, cómo te quise,
cómo te quiero todavía,
aunque sé que mi voz ha de perderse
en el largo sahara de tu olvido…

JULIO MARISCAL MONTES ( España, 1922 – 1977 )



Poema Historia Póstuma de María Eugenia Vaz Ferreira



Todo me lo diste, todo:
el ritmo azul de las cunas
en cuentos maravillosos
glosados de suaves músicas…

Las palabras melodiosas
divinas como el silencio,
las rosas de nieve y oro
perfumadas de secretos…

Las albas anunciadoras
de los venturosos días
henchidos de primaveras
refulgentes de sonrisas…

Las pálidas nebulosas
de los cielos taciturnos,
la soledad, el olvido
y la paz de los sepulcros.



Poema La Desgracia Del Forzado de Luis De Gongora



La desgracia del forzado,
Y del corsario la industria,
La distancia del lugar
Y el favor de la Fortuna,
Que por las bocas del viento
Les daba a soplos ayuda
Contra las cristianas cruces
A las otomanas lunas,
Hicieron que de los ojos
Del forzado a un tiempo huyan
Dulce patria, amigas velas,
Esperanzas y ventura.
Vuelve, pues, los ojos tristes
A ver cómo el mar le hurta
Las torres, y le da nubes,
Las velas, y le da espumas.
Y viendo más aplacada
En el cómitre la furia,
Vertiendo lágrimas, dice,
Tan amargas como muchas:

¿De quién me quejo con tan grande extremo,
Si ayudo yo a mi daño con mi remo?

«Ya no esperen ver mis ojos,
Pues ahora no lo vieron,
Sin este remo las manos,
Y los pies sin estos hierros,
Que en esta desgracia mía
Fortuna me ha descubierto
Que cuantos fueron mis años
Tantos serán mis tormentos.

¿De quién me quejo con tan grande extremo,
Si ayudo yo a mi daño con mi remo?

Velas de la Religión,
Enfrenad vuestro denuedo,
Que mal podréis alcanzarnos
Pues tratáis de mi remedio.
El enemigo se os va,
Y favorécele el tiempo
Por su libertad no tanto
Cuanto por mi captiverio.

¿De quién me quejo con tan grande extremo,
Si ayudo yo a mi daño con mi remo?

Quedáos en aquesa playa,
De mis pensamientos puerto;
Quejáos de mi desventura
Y no echéis la culpa al viento.
Y tú, mi dulce suspiro,
Rompe los aires ardiendo,
Visita a mi esposa bella,
Y en el mar de Argel te espero.»

¿De quién me quejo con tan grande extremo,
Si ayudo yo a mi daño con mi remo?



Poema Mar De Fondo (xiv) de Francisco Hernández



Antes de que llegara el tiempo de la fiebre, un tacuazín devoró a la guacamaya que alegraba lo sórdido del patio.

Mi padre, conmovido por mi desesperación, construyó una trampa grande y resistente, con tablones del aserradero.

En su interior dispuso granos de maíz, agua bendita y huevos de gallina negra.

Después la dejó al pie del nanche donde mi guacamaya perdió el combate con el hambre del animal.

Pasaron las semanas y lo primero que hacía levantándome era revisar la caja de madera.

Al no encontrar la presa, cambiaba los cebos por otros menos simbólicos y más apetitosos.

Una mañana de noviembre, cuando ya no pensaba en la captura, pude ver al asesino al fin cautivo, parapetado al fondo de su instinto.

Alguien puso un machete en mi mano y abrió ligeramente una puertecilla.

Sentí que el arma pesaba una tonelada de plumas. Oí voces que me instaban a la venganza.

Muerto de miedo, dejé ir el machete hacia el cuerpo de la bestia y sólo abrí los ojos cuando un chillido espantoso salió volando de la trampa, dejándome en la frente mapas de sangre.



Poema Penúltimas Palabras de Gabriel Celaya



Mientras las estrellas brillan temblorosas,
te diré una palabra sencilla y antigua,
palabra siempre dicha, pero nunca entendida,
palabra que tan sólo de tú a tú comprendemos:
Te amo.

La noche vasta ensancha tu dulce presencia.
Secretamente te hablo retorciendo mi angustia.
Secretamente sufro por algo prohibido
y es sencillo y terrible como tú si me miras:
Te amo.

La muerte sólo brilla con tranquilas estrellas.
Sus párpados son lentos; su silencio es antiguo;
sus manos que no tocan me adivinan en sombra;
su gloria es un secreto.

Regia amante nocturna de senos glaciales,
cielo de la hermosura más allá de mi dicha
y mi amor, y mi canto, y mi vuelo más loco,
¡también yo he de callarme!



Poema Extraña Salvaje de Abel G Facundo



Yo tengo una extraña que nació salvaje,
de su lejanía se hizo el polvo,
de su soledad mi tiempo…

Ebria, en la majestad de sus costumbres,
se niega a sostener mi próxima mordida,
mi discurso en favor de otras nostalgias,
maníaca y mortal,
herida entre sus mitos
como la musa fuerte de un loco sin historia.

Amarra en estas manos tu trozo del abismo,
hazle el amor al Buitre,
a veces por milagro
se suele trasformar en oruga la oscura mariposa.



Poema Tom-boy And Little-women de Carlos Martinez Rivas



No nos equivoquemos sobre este punto.
Las niñas marimachas, chinvaronas, tom-boys
–como se diga–
que juegan sólo con muchachos, beisbol de lustradores
trepadoras de rodillas raspadas,
con cicatriz visible y permanente en la ceja izquierda
impresa contra el filo de la piedra
de la poza absoluta de la infancia;
son sensibles, intensas bajo sus overoles,
y despliegan más tarde mamalias adorables
y hacen hombre al hombre porque lo trataron
desde niñas y se lo saben desde dentro,
y ya adultas le amortiguan todo lo que
es demasiado duro, pulido e hiriente
como ebanistería enemiga.

Pero las otras, mujercitas, little-woman, damitas
-como se diga-
que juegan con muñecas y bordan y cocinan de mentira,
son más tarde mezquinas económas que esconden senos
ínfimos, metálicos y devienen
espeluznantes cónyuges, paridoras de futuros
misóginos, como aquel desdichado que menciona
el doctor Rober Burton en Anatomy of Melancholy,
que no salía nunca, y cuando en su alta alcoba
alzaba los visillos, asomándose al tumulto de Londres,
si divisaba apenas una sombrilla o un talle,
rompía a vomitar.



Poema La Sombra Del Nogal de Gerardo Diego



Homenaje a Vicente Aleixandre.

La sombra del nogal es peligrosa
Tupido en el octubre como bóveda
como cúpula inmóvil
nos cobija e invita
a su caricia fresca
y van cayendo frutos uno a uno
torturados cerebros nueces nueces

Por las noches
sombra de luna muerta de el nogal
y van sucidándose una a una
sus hojas quejumbrosas
y pies desconocidos invisibles
las huellan las quebrantan las sepultan
librándolas así
del torbellino eólico
que azota a lo mortal abandonado
sobre la haz funesta de la tierra
impenetrable

Pero ¿quién pasa quién posa?
¿De quién los pies piadosos redentores?



Poema Ahora Tu Oficio Van A Ser Los Maleficios O De Las Clínicas Ingenuidades Del Poeta de Santiago Montobbio



Cansado, con las inútiles estrellas de la tierra sólo lleno
y cansado como únicamente puede estarlo
quien ha tenido en cada momento que soportar la vida
como si fuera de otro
busca en un joven pasado tal vez inexistente
las señas y caminos
con los que edificar desde esta noche
unos proyectos más ligeros de prisiones
y que un recobrado aire sin edad te traiga entonces
nombres, historias y retratos que juren que tuviste
y que se dispongan por fin a silbarte entre la arena:
has de ser el escritor y el cielo, esta no es tu vida,
jamás lo ha sido y como ahora
tu oficio van a ser los maleficios
has de volver a ser de nuevo el poeta extraño
que por su olvido busque las comisuras del cielo,
sobre muerte palabra y risas tú, sobre tiempo
y muerte un pájaro triste de violines magos,
miradas en clave ya tú sobre la muerte.



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