Poema Desbarrancarse de Françoise Roy



A veces, semiborrada, y contra lo que dejabas esperar, te abres. Se ve en ti una rendija llena de cosas oscuras y pesadas. Una rendija de versos, forma dilatoria de ese cartílago del alma que es la poesía.
Por máscara que parezcas, el camaleón está incompleto. Te veo mirar el sol con lupa, describir a golpe de flores el mundo animal, el vegetal, el mineral. Tus palabras son cascabelillos. La diéresis te parte en dos como un machetazo que deslinda tu todo en dos mitades: la negra y la blanca, la rumorosa y la muda, la umbría y el astro en su cenit.
Yo sí, vi el precipicio que guardas en el estómago, y sueltas, un paso adelante, como una alcancía que escupiera sus monedas por la ranura. Tienes la mano sobre mi hombro. Dulcemente estamos sentadas al borde del vacío, tú con tus canastas de bosques diminutos en la mano y los miembros que cercenas ocultos bajo la falda, yo con la espumosidad de mi boca, la cuerda floja de lo que sueño cuando el señor de la noche me ha bajado los párpados. Un empujón y soy pájaro.

Tomado de Si acaso hubiera, Ed. El Cálamo, Guadalajara, México, 2003.



Poema Lorelei de Lucero Alanís De Gurrola



Mitad es un todo
A ella se adhieren como última salvavidas última salvalmas
Imploran permanencia en un mundo que se ha tornado líquido
náufrago en la saliva lacrimoso brota la sangre en el sudor
por todas las cavernas de esos cuerpos malditos

A su belleza acuden como virgen en sus magias
senos propicios para una y un millón de locuras
vientre seductor de tantos colores que llama a dulce canto
-quién supiera de nobles suicidios

Continuo el vaivén de mediavida y náusea
de golpe regala a los hombres visión del medio pez
el profundo de escamas que es timonel y dios



Poema Ocaso En El Parque de Rafael Morales



La tarde iba cayendo. Lentamente,
como se alacia un fruto de dorada
piel sensitiva, silenciosa y pura
la luz palidecía y se mustiaba.
Con tímida ternura se afligía
sobre el aire doliente, sobre el agua
que antes brillaba con metal, con ira,
con súbitos cuchillos que pasaban…
Por la verde arboleda, entre el ramaje,
en un pálido adiós se deslizaba
y en el extremo de las ramas puras
era una pena dolorida y clara.

En la arena del parque, sobre el césped,
las fugitivas sombras se alargaban
leves y dulces, pálidas, confusas
en busca de la noche, hacia su nada.
La furia del color, su poderosa
plenitud virginal se sosegaba.
Ya el gran mineral, el rojo altivo,
el azul sideral y el escarlata
de hiriente dentellada vengativa
tenuemente cansados replegaban
sus grandes alas silenciosas, puras,
abatidas, serenas, derrotadas.

Los tiernos amarillos se extinguían
y era un suspiro fugitivo el malva,
lo gris iba creciendo, oscureciendo,
adensando negror entre las ramas.
Las sombras se fundían. Ya la noche
entre la yerba humilde se ocultaba,
se hundía entre las cosas; quedamente
invadía los huecos suave y mansa
y luego, sigilosa, se extendía,
caía sobre el mundo. Era una garra
que en el aire se hundía, que en la tierra,
lenta, implacable, firme se adentraba.
Pero la vida viva proseguía,
pero la vida viva levantaba
en medio de la sombra, de la noche
surtidores de sangre, de palabras,
dientes y risas, besos, corazones,
arracimada furia, plural ansia;
surgía entre las uñas de la sombra,
brotaba incontenible como un agua,
surgía por la boca y por los ojos
de la nocturna y planetaria máscara.

Allí estaba la vida, sí.
Era una densa palpitación,
una gozosa presencia interminable,
una gran eclosión germinal,
una gran plenitud bajo la noche,
un inmenso ramaje desplegado,
unas alas abiertas, unas ciegas raíces
bajando febricentes
hasta el profundo secreto seminal,
hasta el latente y puro corazón genesiaco.



Poema Al Fondo de Héctor Rosales



Aturdidos por tantos barrotes, tantos
suplicios en áridos climas, viajamos
sobre las letras fusiladas
de los cuestionarios. En los ojos
se han entreverado frágiles cortometrajes
donde somos una esquina lluviosa,
un almacén sin puertas
ante el alba, quebrados bastones
en las plazas del invierno.

Aquí pregunto por ti, por ellos
y los otros. Acuden las tinieblas
murmurando el peligro.
Las fuerzas que alguna vez tuvimos
se agolpan bajo los muelles, destruidas.

Aquí cierro los ojos y lloro.
Un espantapájaros desmembrado
me imita al fondo
de la esquina lluviosa, verídica.



Poema Amor Ausente de Francisco Alvarez



Fue un amor a distancia, absorbente y profundo,
que vertió luz intensa sobre mi estéril mundo.

Fue el clamor estentóreo de vibrante campana,
resucitando el eco de una pasión temprana.

Vino como una musa, recitando cantares,
filtrándose en mi arena, subiendo a mis altares.

La percibí a mi lado como una frágil rosa
abriéndome sus pétalos, ingenua y temblorosa.

Se me adentró en el alma, y navegó en mis venas,
arrasando a su paso mi muro y mis almenas.

Galvanizó mi entraña con la encendida furia
de una sed insaciable de candente lujuria.

La contemplé desnuda, dulce y acogedora,
agresiva y violenta, crepúsculo y aurora.

Depositó en mis labios sus labios, entregados
a amar con besos tenues y besos prolongados.

Y al acercar mi boca a los duros pezones
sentí el salvaje instinto de tigres y leones.

Sus muslos me ofrecían la invitación callada
de atravesar su carne al filo de mi espada.

Palpé su piel vibrante, su vientre estremecido,
y la humedad ardiente del recóndito nido.

Era un canto a la vida, manojo de temblores,
estallido en la sombra de ocultos interiores.

Y era el rumor alegre del agua entre las rocas,
y el clarín que se anuncia con esperanzas locas.

Y un firmamento cálido, envolviendo en su seno
el murmullo del aire y el rugido del trueno.

Y una lluvia ligera su ternura incesante,
y un huracán furioso sus pasiones de amante

Y al despertar del sueño que soñaba despierto,
sin haber recogido las rosas de su huerto,

abrumado del peso sentido en el instante,
maldije los amores del amante distante.



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