Poema Cabello De Muchacha de Oscar Acosta



Tu cabello es de humo dorado,
una copa con un jugo encendido,
un caracol de ondeado vidrio,
una flor de bronce tímido.

Tu pelo existe, tiembla suavemente
cuando mi mano llega a su rocío,
cuando lo beso entusiasmado,
cuando llora como los niños.

Tu cabello es un odre con frío,
una estrella dulce, un pistilo
que lucha por ser lirio.

Es una paloma convertida en durazno,
una corona que alumbra con sus cirios
y que calienta la sangre como el vino.



Poema Afuera La Noche… de Norah Lange



Afuera la noche
sacudiendo angustias.
Adentro, el corazón
fresco de amor
¡Como una hoja nueva!



Poema Nada Se Oye de Julia Uceda



The abandoned ruins of the dreams I left behind.
De una canción popular inglesa.

¿Estuve sola
a través de los tiempos y los grupos
dorados del otoño, a través de la sombra
del árbol en el agua
inquieta o dura, y más y más allá?

¿Fui o fuimos hablando entre la niebla
que fingía triunfantes
contornos a mi lado: un rostro puro
muy extraño en su noche, con los signos
de un idioma remoto en su frente, en su boca?

¿Yo le hablaba a la niebla y a la sombra
o es que alguien me oía?

¿Oía alguien?

La respuesta, ¿era una voz o el viento?
Era una voz ¿o el agua
salvaje de ese río cruel y poderoso
que el amor no conoce?

Nada se oye.
En la casa vacía, las preguntas -los pájaros-
se estrellan, silenciosas, contra el muro
y una muy tierna gota de sangre sustituye
a la huella del ala en el cemento.
Un instante fue el roce y destruidas
una a una se ocultan.

El silencio, ¿no es mucho para cada criatura?
La eternidad es sólo un peligro invisible
porque las roncas voces de la montaña claman
por los cuerpos perdidos que hablaron a las sombras.

Nada se oye.
Pero entonces, ¿me oía?

El silencio es como una eternidad sin fondo,
sin principio: una espalda
a la vida, a los hombres.

Para después no quiero contestación ninguna.
Es aquí donde tuve la urgencia de saberlo.

Oh sí, ya nada se oye.

Pero entonces, ¿me oía?

De «Poemas de Cherry Lane», 1968



Poema De Regreso… de Roxana T. E. Beltrán Velásquez



Caminando por atardeceres grises, lluviosos,
sobre las calles de un Madrid desconocido
pienso en mi tercer mundo tan lejano;
luego regreso a llorar mis versos gaudianos
con maestrías de la Real Academia Española
para esperar desesperada en un pueblecillo
a que mi tercer mundo crezca?
Conceptual me traje la tristeza de los parques sin niños,
la gala de los museos repletos de turistas,
la soledad de esos túneles de narrativa sartreana
y mi huella existencial lacerada de absurdo
hoy soporta la impotencia ante el destino
para esperar desesperada que mi paísito razone
con sus propias ideas?
Humanista;
conmocionada de razones y de sin razones,
traspasada de fronteras y de mares tan distintos
mi poesía se estremece entre relatos de trenes
y una ciega libertad en tesitura dolorosa
universalizada en desamparo, afectiva en el asombro
de regreso?
Camino por mis calles que no tienen gusanos subterráneos
Y pienso que tenía seguro mi boleto de regreso.
Traje música de España, traje dragones.
Traje relatos de gente que se masturba en el metro.
Un asco negro por la guerra,
y direcciones contadas en minutos.
El frío de ávila me mira hoy sobre mi playa
Las murallas no existen aquí
O son invisibles?
Me traje un alcázar para nosotros
La foto del escorial y el puente de los rebeldes
Me traje las calles de toledo para narrarles cuentos a los niños
Hoy de regreso aquí, reconozco de nuevo
que las cosas sencillas me alimentan
sin protocolos de escozor
sin fingimientos,
aun cuando mi tercer mundo aun no crezca
tiene la magia del niño que desnudo camina sin prejuicios
ante los ojos adultos.



Poema Hasta Mañana de Mario Benedetti



Voy a cerrar los ojos en voz baja
voy a meterme a tientas en el sueño.
En este instante el odio no trabaja
para la muerte que es su pobre dueño
la voluntad suspende su latido
y yo me siento lejos, tan pequeño
que a Dios invoco, pero no le pido
nada, con tal de compartir apenas
este universo que hemos conseguido
por las malas y a veces por las buenas.
¿Por qué el mundo soñado no es el mismo
que este mundo de muerte a manos llenas?
Mi pesadilla es siempre el optimismo:
me duermo débil, sueño que soy fuerte,
pero el futuro aguarda. Es un abismo.
No me lo digan cuando me despierte.



Poema Hermoso Es Estar Vivos de Guillermo Pilía



¿Qué otras palabras darte ?te escribí? que no fuesen
las más sencillas, las más apartadas
de estas otras, entornos de las cosas
?
De los dos fuiste siempre la que hería el silencio,
yo el que no deseaba rebajarte a una voz
?lo recuerdo: no sé si en el crepúsculo
de la mañana o la tarde me decías
Qué hermoso es estar vivos?, yo el que nunca quería
nombrar más que las cosas que he perdido: el olor
de la primera fogata que el viento
de marzo dispersaba, un perro que dormía
en una puerta junto a un pan, la calle
de un suburbio endomingado.
Qué hermoso
es estar vivos
?decías quizás en el crepúsculo
del alba o de la tarde, tal vez los dos estábamos
desnudos o volvíamos de un viaje?.
Esas cinco palabras ahora te devuelvo,
esas cinco palabras que nunca pedirán
ni nombre ni recuerdo, eternas en sí mismas:
las más tuyas y mías:
inéditas por siempre.



Poema Las Cigüeñas de Eugenio De Andrade



Las cigüeñas.
Me traen el atrio,
dos casas, o tres, si fueran blancas,
la torre donde se posaban
lentas. tenía yo entonces
la edad de las moras,
el sol sobre la boca sofocaba.
¿te acuerdas? , o el peso de otra boca.
de otra razón. no sé.
corria a pedradas
a los perros de los que tenías miedo.
y huía de ti para acariciar
en secreto
el caballito bayo que enamoraba entonces.

Versión de Aníbal Núñez



Poema El Vigilante De La Nieve (iii) de Antonio Gamoneda



Vigilaba la serenidad adherida a las som-
bras, los círculos donde se depositan flores
abrasadas, la inclinación de los sarmientos.

Algunas tardes, su mano incompensible
nos conducía al lugar sin nombre, a
la melancolía de las herramientas abando-
nadas.



Poema Noche de Vicente Huidobro



Sobre la nieve se oye resbalar la noche

La canción caía de los árboles
Y tras la niebla daban voces

De una mirada encendí mi cigarro

Cada vez que abro los labios
Inundo de nubes el vacío

En el puerto
Los mástiles están llenos de nidos

Y el viento
gime entre las alas de los pájaros

LAS OLAS MECEN EL NAVÍO MUERTO

Yo en la orilla silbando
Miro la estrella que humea entre mis dedos



Poema A Dieta de Amalia Bautista



Me acosté sin cenar, y aquella noche
soñé que te comía el corazón.
Supongo que sería por el hambre.
Mientras yo devoraba aquella fruta,
que era dulce y amarga al mismo tiempo,
tú me besabas con los labios fríos,
más fríos y más pálidos que nunca.
Supongo que sería por la muerte.



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