Poema Amor Que Duras En Mis Labios: de Antonio Gamoneda



Hay una miel sin esperanza bajo las hélices y las sombras de las
grandes mujeres y en la agonía del verano baja como mercurio
hasta la llaga azul del corazón.

Amor que duras: llora entre mis piernas,

come la miel sin esperanza.



Poema Para Alcanzar La Luz de Manuel Altolaguirre



Dicen que soy un ángel
y, peldaño a peldaño,
para alcanzar la luz
tengo que usar las piernas.

Cansado de subir, a veces ruedo
(tal vez serán los pliegues de mi túnica),
pero un ángel rodando no es un ángel
si no tiene el honor de llegar al abismo.

Y lo que yo encontré en mi mayor caída
era blando, brillante;
recuerdo su perfume,
su malsano deleite.

Desperté y ahora quiero
encontrar la escalera,
para subir sin alas
poco a poco a mi muerte.



Poema Fuera De Ti de Juan Carlos Suñén



Fuera de ti la tierra no es distinta,
ni es distinta la copa,
pero bajo esta carpa nadie contrata al huésped, y ningún
hombre llega hasta su muerto
antes de estar vivido.

Y allí rendiré cuentas
a la que está diciendo en lo lejano
de mí, a la adelantada
de mí, lejos del duelo
y lejos de la altura
de las aves que no pasan errantes.)



Poema Esta Será Mi Venganza de Ernesto Cardenal



Esta será mi venganza:
Que un día llegue a tus manos el libro de un poeta
famoso
y leas estas líneas que el autor escribió para ti
y tú no lo sepas.



Poema Canción Amarga de Gabriela Mistral



¡Ay! ¡Juguemos, hijo mío,
a la reina con el rey!
Este verde campo es tuyo.
¿De quién más podría ser?
Las oleadas de la alfalfa
para ti se han de mecer.
Este valle es todo tuyo.
¿De quién más podría ser?
Para que los disfrutemos
los pomares se hacen miel.
(¡Ay! ¡No es cierto que tiritas
como el Niño de Belén
y que el seno de tu madre
se secó de padecer!)
El cordero está espesando
el vellón que he de tejer.
Y son tuyas las majadas,
¿De quién más podrían ser?
Y la leche del establo
que en la ubre ha de correr,
y el manojo de las mieses
¿de quién más podrían ser?
(¡Ay! ¡No es cierto que tiritas
como el Niño de Belén
y que el seno de tu madre
se secó de padecer!)
¡Sí! ¡Juguemos, hijo mío,
a la reina con el rey!



Poema Sin Referencias de José Antonio Cedrón



El ave sobre el borde de la fuente
baja el pico y me mira
recoge su alimento vuelve a bajar el pico
y me vuelve a mirar
meneando la cabeza
alrededor hoteles de altísimo aluminio
vidrios rubios detrás de las cabezas
un régimen de moscas consumiento el sonido
el ave teme observa se levanta
con ágil movimiento vuela sobre estos días
que invadieron los ojos con el ocio terrible
de los desocupados.



Poema Observaciones de Rogelio Saunders



El vano intento de asegurar la puerta con una espina de pescado.

Los oblicuos, pardos obreros agrupados en el claro de luna.

Un niño. (¿Aviso? ¿Advertencia?)

Finalmente, todo ha de llegar.

El todo como Advenimiento.

El todo como Aparición. (Como presentación.)

El todo como una absoluta comicidad.

En ese momento, el Tiempo es igual a cero, la Materia es igual a cero, el Pensar es igual a cero.

Todo es igual a Cero.

Noche sin luz y sin tinieblas.

La luz, sin el día, no es más que luz.

(Pero la luz es el día.)

Por otra parte, en cierto momento has dado con la Coincidencia (el momento en que el número se convierte en imago). En ese momento, la realidad se convierte en Analogía. O mejor dicho: en ese momento se hace visible, perceptible (evidente), que la realidad es Analogía. (Apartando las telarañas de lo aprendido ?de lo inoculado.) Así: como es visible un letrero de neón en una gasolinera abandonada.

Puntos de contacto.

Se ponen aquí y allá, pero el abismo está en la diferencia.

Infinita gradualidad entre lo oscuro y lo claro.

(Todo sería una simple tautología ?por tanto un mero didactismo y no la Didaksis en sí misma? si no fuera por ese enrarecimiento que envuelve las palabras, que las sujeta y las separa, otorgándoles un desconocido temblor.)

(Se vería, así ?pero este arte o ciencia no existe?, que el cálamo en la escritura deja una huella irregular en dos direcciones fundamentales y contrapuestas: horizontalmente, dibujando ornamentos que trazan, en la misma guía sintáctica que hace de todo lenguaje un instrumento perfectamente útil, la otra escritura (la escritura Otra), que es el puro movimiento (de despliegue en la superficie) del acto de escribir. Y verticalmente: por las distintas presiones (provenientes del Impulso) ejercidas por la mano sobre el cálamo (y por éste sobre la superficie en que se escribe), que valorizan ese mismo movimiento en términos de intervalo o punctualidad (en términos de Clímax), haciendo de toda escritura una escritura cuneiforme.
Ambos movimientos (o coordenadas, si la palabra no fuera tan engañosa) establecen (pero siempre establecen, pero ya siempre establecieron) un espacio o dimensión desconocida (unbekannte Größe) que está al mismo tiempo adentro y afuera (que es al mismo tiempo el acto y el hecho), y que podría ser simbolizado por la superficie única (la «palmada de una sola mano») de Moebius. En una palabra: el espacio de pura trascendentalidad o transinfinitud que es la Metáfora.
Estos dos movimientos, entonces, no son sino uno solo (separados, todavía ?o cuasi separados, en pos de lo imaginario y no de la lógica abstracta?, por una especie de dialéctica analógica). Un único movimiento (el Ritmo-la Resonancia) que, tanto en presencia como en ausencia del cálamo, hace que toda palabra en un texto poético venga de lo Desconocido y vaya hacia lo Desconocido (que entendido como una única perversión es lo Incognoscible), que resuena en ella como el memento constante que emana de la presunción del origen (el «repliegue del Autocrator»). En medio de lo cual, un ojo inenarrablemente abierto y como sonámbulo cuelga libremente como un pececillo fantástico en una cuerda de ensueño. (¿Como un caracol nocturno en un rectángulo de agua?) (Puntos de contacto.) El ojo en equilibrio indiferente.
Esta graphia obscura es lo que late en toda página (en pos de la resonancia pura de la palabra que el Impulso señala o «elige»), y una conciencia aguda de este hecho paraasombroso es el despliegue transparente y polyrrítmico (la mise en page, como una respuesta de oráculo) de Stéphane Mallarmé: su extraordinaria sensibilidad (su hipersensibilidad) para el entre deux (para el «entreoído»). (Conciencia entendida como irradiancia, pero a la vez irradi) de la pura transitoriedad de la Existencia. O dicho de otra manera: que la Existencia sólo puede ser lección, lectura, tras-cendencia. El ser es Tránsito puro. Pregunta y sólo pregunta. La muerte es sólo el planteamiento de la Pregunta en su forma más perfecta.

Ilusión, pues (es-canción, es-criptura), es el único nombre que puede hacer justicia a la existencia de la Existencia.

Ya que la escritura es un mapa en profundidad: la proyectiviviscencia de un rostro.

Y un rostro, ¿acaso no es el azar?

La confusión fecunda de las distancias. Eso es un rostro.

La libertad: eso es el rostro.

Rostridad es el mundo (la Existencia) liberada del abrazo mortal de los significados. En el Rostro, la existencia ya no significa nada (es decir: ya no significa algo). Libradas a la Imaginación, todas las formas (todos los signos) remiten a la suave eficacia (al sin-esfuerzo) de la mutación infinita, de la Transitoriedad pura. El Rostro es la representación viviente (la vida como oración oblicua, la muerte como el paso por excelencia, como el Paso Falso) de la Metamorfosis. Rostridad es el grado cero.

La palabra (la escritura) es lo Real Posible.

La Poesía debe ser hecha por uno, no por todos.
Porque la poesía sólo puede ser hecha por uno, no por todos.

Por el puro azar de la tarea que quiere ser concluida (no hay azar tan puro como el de la inconsciencia de la conciencia, ya que las manos que tuercen no pueden saber lo que están haciendo), un pedazo de alambre adquiere, entre otras (entre infinitas otras) la forma convencional del átomo concebida por Niels Bohr (el atontado, el primitivo, el Noruego).

Allí centellea el final, como el tintineo de una cucharilla en una taza de té que sólo dura un instante, pero infinitamente. Campanilla tibetana en cuyo sonido está contenido todo el Himalaya, como en la palma de Buda están contenidas todas las peripecias de Hanumah, el Rey Mono.

Anatolia.

Todo eso concluyó. Fue consumido por el fuego.

Este, pues, es el Lugar de donde no saldremos nunca. El Lugar de donde nunca hemos salido.

El vuelo del sueño del sueño del vuelo del vuelo del sueño del sueño del vuelo.

El Impulso (el transcensus) pone en marcha el pensamiento del pensamiento. No pone en marcha. El impulso es el pensamiento del pensamiento: la cantidad de desconocido.

Mientras tanto, la Bestia escucha.
La Bestia absorta.

El vano intento de asegurar la puerta con una espina de pescado.

(¡Vaya idea!)

Todo eso concluyó. Fue consumido por el fuego.

Sin embargo, la idea fija se mantiene. La idea vaga, pero fija.

«¡Diez mil años! ¡Diez mil años!»

(Vaya idea.)

La idea vaga, pero fija.

La ficción (la fixión), en una palabra.

Turbios obreros reunidos como sombras chinescas en el claro de luna.

Anatolia.

El sueño. El vuelo.

Infinitamente.

La sonrisa (la budeidad) es eso.

La consumpción es infinitamente cómica.

El cielo sobre mí. ¿Qué significa eso?

Desde que hay cielo, hay Derrota.

Derrota: en dispersión ad infinitud.

Tintineos, tintineos, tintineos.

Escuchadme reír, desligado de todo sujeto en la unidad misma ilusoria de la escritura.

Un rostro que ríe: he ahí lo Máximo.

Rostridad: escrituras. Rostridad: escrituras.

Es el ojo que ríe, confundido con el resplandor donde todo lo creado es destruido, y donde todo lo destruido es creado.

Hanumah ríe: es Buda.

Buda sonríe: es Hanumah.

He aquí todo lo que he tratado de representar (es decir: de presentar en sí mismo y por sí mismo, infinitamente) con el nombre sonoro pero insignificante de anatolia.

O dicho de una manera más exacta (ya que todo comienzo no puede ser sino el olvido del origen, sino el origen del olvido):

O B S E R V A C I O N E S



Poema A Kempis de Amado Nervo



Ha muchos años que busco el yermo,
ha muchos años que vivo triste,
ha muchos años que estoy enfermo,
¡y es por el libro que tú escribiste!
¡Oh Kempis, antes de leerte amaba
la luz, las vegas, el mar Oceano;
mas tú dijiste que todo acaba,
que todo muere, que todo es vano!
Antes, llevado de mis antojos,
besé los labios que al beso invitan,
las rubias trenzas, los grande ojos,
¡sin acordarme que se marchitan!
Mas como afirman doctores graves,
que tú, maestro, citas y nombras,
que el hombre pasa como las naves,
como las nubes, como las sombras…
huyo de todo terreno lazo,
ningún cariño mi mente alegra,
y con tu libro bajo del brazo
voy recorriendo la noche negra…
¡Oh Kempis, Kempis, asceta yermo,
pálido asceta, qué mal me hiciste!
¡Ha muchos años que estoy enfermo,
y es por el libro que tú escribiste!



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