poemas vida obra a

Poema Altivez de Emily Dickinson



Sólo sabemos toda nuestra altura
si alguien le dice a nuestro sér: ¡Levanta!
Y entonces, fiel consigo, se agiganta
hasta llegar al cielo su estatura.

De la vida común sería ley
el heroísmo en el humano ruedo
si no nos doblegáramos al miedo
de vernos y sentirnos como un rey.

Versión de Carlos López Narváez



Poema A La Piedra Del Molino de Dionisio Ridruejo



El recto andar del agua prisionera
se hizo círculo y copla en tus ardores,
pan de roca, en tu danza molinera,
alegres de tus albas mis rumores.

Sol de espigas, tus labios giradores,
labios del llanto, pesadez ligera,
enmudecen tu amarga primavera,
luna muerta en el llanto de las flores.

Hoy te miro, descanso del camino,
moneda del recuerdo abandonada
en la quieta nostalgia del molino.

Cíclope triste, el ojo sin mirada
y la forma andadora sin destino,
en el eje del aire atravesada.



Poema Al Cielo(vicente Aleixandre) de Vicente Aleixandre



El puro azul ennoblece
mi corazón. Sólo tú, ámbito altísimo
inaccesible a mis labios, das paz y calma plenas
al agitado corazón con que estos años vivo.
Reciente la historia de mi juventud, alegre todavía
y dolorosa ya, mi sangre se agita, recorre su cárcel
y, roja de oscura hermosura, asalta el muro
débil del pecho, pidiendo tu vista,
cielo feliz que en la mañana rutilas,
que asciendes entero y majestuoso presides
mi frente clara, donde mis ojos te besan.
Luego declinas, ¡oh sereno, oh puro don de la altura!,
cielo intocable que siempre me pides, sin cansancio, mis besos,
como de cada mortal, virginal, solicitas.
Sólo por ti mi frente pervive al sucio embate de la sangre.
Interiormente combatido de la presencia dolorida y feroz,
recuerdo impío de tanto amor y de tanta belleza,
una larga espada tendida como sangre recorre
mis venas, y sólo tú, cielo agreste, intocado,
das calma a este acero sin tregua que me yergue en el mundo.
Baja, baja dulce para mí y da paz a mi vida.
Hazte blando a mi frente como una mano tangible
y oiga yo como un trueno que sea dulce una voz
que, azul, sin celajes, clame largamente en mi cabellera.
Hundido en ti, besado del azul poderoso y materno,
mis labios sumidos en tu celeste luz apurada
sientan tu roce meridiano, y mis ojos
ebrios de tu estelar pensamiento te amen,
mientras así peinado suavemente por el soplo de los astros,
mis oídos escuchan al único amor que no muere.



Poema Albada de Esther Giménez



Alguna vez he visto amanecer.
Todos sabéis cómo es: de la negrura
resurge un débil brote sin querer

de luz que el ojo apenas asegura
-si de un color, si de otro, siempre cálido-
que duele, que molesta, que depura

su recién vida, crítico y crisálido,
a punto de quebrársele la pata
al tembloroso cervatillo escuálido.

Se pone en pie, se estira, se dilata…
Mientras, el ojo, ya desperezado,
comienza a reinventar su flor y nata

-color, tono, matiz, significado-
como si no supiera que la luz
nunca ha atendido a Adán ni a su legado.

El Sol confuso alarga la testuz,
se asoma a ver quién mira y nos conoce
aún tras la Tierra-costra-tragaluz

y en confianza nos brinda el primer roce.
¿Quién es padre de quién? Se dice El Hombre
-obtiene de Natura tanto goce

que no queda camino que no alfombre-.
¿Qué sirve de la luz, tautología,
si no tiene perrito que la nombre?

Y el Sol siguió saliendo cada día,
incombustible siempre a nuestros símbolos,
motor casi inmortal de poesía.

Pasando por el forro de los nimbos
cada cantar, si alondra o ruiseñor,
si hacemos desayunos con Pan Bimbo,

si tú, si yo, si bien o mal de amor…
Sin embargo, la ciencia y la costumbre
me obligan a encontrarle al esplendor

un estatismo impropio de su lumbre,
un apagarse lento y sostenido
que no podemos ver desde la cumbre,

que no queremos ver pero es sabido,
se sabe ya seguro, se presiente,
se acabará. Sabéis ya cómo ha sido:

viajante del Oriente al Occidente
mientras captas de él fulgor de vela,
de toda su reacción la suficiente

aletargada luz que nos revela.
Alguna vez he visto algún ocaso.
Sabéis cómo será: deja su estela

la luz; después se va, poeta acaso.



Poema Algo De Mí Reconozco de Yolanda Blanco



Algo de mí reconozco
en esa florecita blanca
algo de mí se sacude ese pájaro
revoloteando
estoy
lo sospecho
en una piedrita
de ese nido de oropéndolas
me levanto
y me convierto en árbol
me recuesto
y soy una yedra sostenida por un sauce
huelo a mí
en este palito
que destrozan mis dientes
voy en mechas de maizales
estoy amanecida como esa cañada
y soy una hoja seca
que soban los venados
algo muy mío
han transparecido esta tarde
las montañas.



Poema Aquí Empieza La Historia de Carlos Sahagun



Aquí empieza la historia. Fue una noche
en que se habían puesto las palomas
más blancas, más tranquilas. Como siempre
salí al jardín. Alrededor no había
nadie: la misma flor de ayer, la misma
paz, las mismas ventanas, el sol mismo.
Alrededor no había nadie: un árbol,
un estanque, ceniza de aquel monte
lejano. Alrededor no había nadie.
Pero ¿qué es este viendo, quién me coge
el corazón y lo levanta en vilo? Una
muchacha azul en la orfandad del aire
ordenaba los pájaros. Sus manos
acariciaban con piedad el árbol,
y el estanque, y aquel lejano monte
ceniciento. El jardín ardía al sol.
La miré. Nada. La miré de nuevo,
y nada, y nada. Alrededor, la tarde.



Poema Arrullo de Aurelio Arturo



La noche está muy atareada
en mecer una por una,
tantas hojas.
Y las hojas no se duermen
todas.

Si le ayudan las estrellas,
cómo tiembla y tintinea la infinita
comba eterna.

¿Pero quién dormirá a tantas,
tantas,
si ya va subiendo el día
por el río?

(¿Dónde canta este país
de las hojas
y este arrullo de la noche
honda?).

Por el lado del río
vienen los días
de bozo dorado,
vienen las noches
de fino labio.

(¿Dónde el bello país de los ríos
que abre caminos
al viento claro
y al canto?)

La noche está muy atareada
en mecer una por una,
tantas hojas.
Y las hojas no se duermen
todas.

Si le ayudan las estrellas…
Pero hay unas más ocultas,
pero hay unas hojas, unas
que entrarán nunca en la noche,
nunca.

(¿Dónde catan este país
de las hojas,
y este arrullo de la noche
honda?)



Poema Así Como El Atleta de Angel Garcia Lopez



Mi cuerpo es como un pájaro. Me alzo
sobre una cordillera de gorriones.
Las alas me empujaron en el salto,
se me llenó la carne de motores.

Hoy he vuelto a la vida. Libre, gano
mi oficio milagroso de ser hombre.
He tocado una nube con mis brazos
y le he robado al águila su polen.

Quise sentir el mundo, lo delgado
del límite del día con la noche.
Corrí sobre la pista del milagro
indagando el secreto del azogue.

Debí de ser gacela, ardilla, gamo
perseguidor del aire de los bosques.
Mi pecho respiraba como un campo
lastimado de músicas y flores.

Luché contra el equipo de los nardos
y el fuego de amarillos girasoles.
Competí con la pluma de los pájaros
y el latido voraz de los relojes.

Sin sentir en los músculos cansancio
llegué, libre, a la meta.
Desde entonces
traigo una lluvia nueva entre mis párpados.

¿Fui yo? Nadie creyera. El horizonte
se me llenó de cánticos y aplausos.
Hoy le vencí a la vida en el deporte
de alcanzar la alegría con las manos.

De «Tierra de nadie»



Poema Anciano En La Playa de José Elgarresta



¿Dónde fue ese vigor tumultuoso?
¿Ese romper las olas con el pecho?
Y al mismo tiempo esa sutileza,
ese oler la hierba mojada
que tras de sí deja la tormenta,
antes incluso de que ésta llegue.
A ningún sitio, sino aquí,
a este cuerpo cuya respiración ansiosa
cada vez más se confunde con el viento.
Unos lo llaman Dios,
otros la muerte.



Poema Ahora Tu Oficio Van A Ser Los Maleficios O De Las Clínicas Ingenuidades Del Poeta de Santiago Montobbio



Cansado, con las inútiles estrellas de la tierra sólo lleno
y cansado como únicamente puede estarlo
quien ha tenido en cada momento que soportar la vida
como si fuera de otro
busca en un joven pasado tal vez inexistente
las señas y caminos
con los que edificar desde esta noche
unos proyectos más ligeros de prisiones
y que un recobrado aire sin edad te traiga entonces
nombres, historias y retratos que juren que tuviste
y que se dispongan por fin a silbarte entre la arena:
has de ser el escritor y el cielo, esta no es tu vida,
jamás lo ha sido y como ahora
tu oficio van a ser los maleficios
has de volver a ser de nuevo el poeta extraño
que por su olvido busque las comisuras del cielo,
sobre muerte palabra y risas tú, sobre tiempo
y muerte un pájaro triste de violines magos,
miradas en clave ya tú sobre la muerte.



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