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Poema Música De Cámara de Antonio Gamoneda



I

Si pudiera tener su nacimiento
en los ojos la música, sería
en los tuyos. El tiempo sonaría
a tensa oscuridad, a mundo lento.

Mezclas la luz en el cristal sediento
a intensidad y amor y sombra fría.
Todavía silencio, todavía
el sonido no tiene movimiento.

Pero llega un relámpago; se anudan
en los ojos lo bello y lo potente.
La fría sombra se convierte en fuego.

La belleza y el ansia se desnudan.
La música se eleva transparente.
Oh, sonido de amor, déjame ciego.

II

Yo, sin ojos, te miro transparente.
En la música estás, de ella has nacido;
de este grito de luz, de este sonido
a mundo amado luminosamente.

Y yo escucho después ?agua creciente?
a la música en ti: todo el latido,
todo el pulso del aire convertido
a tu belleza, a tu perfil viviente.

Tumba y madre recíproca, del canto
orientas a tus venas la agonía,
y tus ojos asumen su potencia.

Oh prisión de la luz, después de tanto,
ya veo en el silencio: la armonía
es tu cuerpo, tu amada consistencia



Poema La Memoria Es Mortal… de Antonio Gamoneda



La memoria es mortal. Algunas tardes, Billie Holliday pone su rosa enferma en mis oídos.

Algunas tardes me sorprendo

lejos de mí, llorando.



Poema La Luz Hierve… de Antonio Gamoneda



La luz hierve debajo de mis párpados.

De un ruiseñor absorto en la ceniza, de sus negras entrañas musicales, surge una tempestad. Desciende el llanto a las antiguas celdas, advierto látigos vivientes

y la mirada inmóvil de las bestias, su aguja fría en mi corazón.

Todo es presagio. La luz es médula de sombra: van a morir los insectos en las bijías del amanecer. Así
arden en mí los significados.



Poema Incandescencia Y Ruinas (vi) de Antonio Gamoneda



En la cavidad que sabes,
suena una voz. Lengua fría,
tú, que silbas en la noche,
metal vivo de palabras,
dime, loco ruiseñor
del invierno, dime, tú,
que quizá participas
de una materia luminosa,
a quién anuncias ya
además de a la muerte.



Poema Incandescencia Y Ruinas (v) de Antonio Gamoneda



Anticanto de amor,
quién te beberá, quién
pondrá la boca en esta
espuma prohibida.
Quién, qué dios, qué
enloquecidas alas
podrán venir, amar
aquí.

Donde no hay nada.



Poema Incandescencia Y Ruinas (ii) de Antonio Gamoneda



Vándalo de pureza,
hostígame. Si hablas,
yo bajaré mis labios
hasta el agua salvaje.

De aquella gruta donde
abrasa la frescura,
ha de surgir un rey
sucio de profecías.

Oh corazón que ves
en toda oscuridad,
cuándo estaremos ciegos
en luz, cuándo hablarás,
habitante del fuego.



Poema Incandescencia Y Ruinas (i) de Antonio Gamoneda



Yo invoco la cabeza
más sagrada que exista
debajo de la nieve.

Mi corazón azul
canta purificado por el silencio.



Poema El Vigilante De La Nieve (xi) de Antonio Gamoneda



Era sagaz en la prisión del frío.

Vio los presagios en la mañana azul: los ga-
vilanes hendían el invierno y los arroyos
eran lentos entre las flores de la nieve.

Venían cuerpos femeninos y él advertía su
fertilidad.

Luego llegaron manos invisibles. Con exacta
dulzura, asió la mano de su madre.



Poema El Vigilante De La Nieve (x) de Antonio Gamoneda



Era veloz sobre la yerba blanca.

Un día sintió alas y se detuvo para escuchar
en otra edad. Ciertamente, latían pétalos
negros, pero en vano: vio a los duros zorza-
les alejarse hacia ramas afiladas por el in-
vierno

y volvió a ser veloz sin destino.



Poema El Vigilante De La Nieve (viii) de Antonio Gamoneda



El vino era azul en el acero (ah lucidez del
viernes) y dentro de sus ojos. Suavemente,
distinguia las causas infecciosas: grandes
flores inmóviles y la lubricidad, la cinta ne-
gra en el silencio de las serpientes.



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