poemas vida obra baldomero fernandez moreno

Poema Canción De Luna de Baldomero Fernandez Moreno



En el aro ligero de la luna
canta para mí solo un ruiseñor.

A cada golpe de oro de su pico
brota en el aire una constelación.

Canta el pájaro pardo dulcemente
y se eriza de plumas y palor.

Cuando se pone el pecho más delgado,
dice mucho más clara su canción.

Morir, acaso, es continuar un sueño
de luna en luna y de sol en sol.



Poema Ausencia de Baldomero Fernandez Moreno



Es menester que vengas,
mi vida, con tu ausencia, se ha deshecho,
y torno a ser el hombre abandonado
que antaño fui, mujer, y tengo miedo.

¡Qué sabia dirección la de tus manos!
¡Qué alta luz la de tus ojos negros!
Trabajar a tu lado, ¡qué alegríaI;
descansar a tu lado, ¡qué sosiegoI

Desde que tú no estás no sé cómo andan
las horas de comer y las del sueño,
siempre de mal humor y fatigado,
ni abro los libros ya, ni escribo versos.

Algunas estrofillas se me ocurren
e indiferente, al aire las entrego.
Nadie cambia mi pluma si está vieja
ni pone tinta fresca en el tintero,
un polvillo sutil cubre los muebles
y el agua se ha podrido en los floreros.

No tienen para mí ningún encanto
a no ser los marchitos del recuerdo,
los amables rincones de la casa,
y ni salgo al jardín, ni voy al huerto.
Y eso que una violenta Primavera
ha encendido las rosas en los cercos
y ha puesto tantas hojas en los árboles
que encontrarías el jardín pequeño.

Hay lilas de suavísimos matices
y pensamientos de hondo terciopelo,
pero yo paso al lado de las flores
caída la cabeza sobre el pecho,
que hasta las flores me parecen ásperas
acostumbrado a acariciar tu cuerpo.

Me consumo de amor inútilmente
en el antiguo, torneado lecho,
en vano estiro mis delgados brazos,
tan sólo estrujo sombras en mis dedos…

Es menester que vengas;
mi vida, con tu ausencia, se ha deshecho.
Ya sabes que sin ti no valgo nada,
que soy como una viña por el suelo,
¡álzame dulcemente con tus manos
y brillarán al sol racimos nuevos.



Poema Aromas de Baldomero Fernandez Moreno



Cuando regreso a casa no me lavo las manos
si es que he estado contigo un instante no más,
el aroma retengo que tú dejas en ellas
como una joya vaga o una flor ideal.

Por aquí huelo a rosas y por allá a jazmines,
alientos de tus ropas, auras de tu beldad,
aproximo una silla y me siento a la mesa
y sabe a ti y a trigo el bocado de pan.

Y todo el mundo ignora por qué huelo mis manos
o las miro a menudo con tanta suavidad,
o las alzo a la luna bajo las arboledas
como si fueran dignas de hundirse en tu cristal.

Y así hasta media noche cuando vuelvo rendido
pegado a las fachadas y me voy a acostar,
entonces tengo envidia del agua que las lava
y que, con tu perfume, da un suspiro y se va.



Poema Anoche Había Barras De Luz En Tu Persiana de Baldomero Fernandez Moreno



Anoche había barras de luz en tu persiana
y alcé hacia ti los ojos en actitud de ruego,
como diciendo: Abre, señora castellana…
Y me perdí en la calle, triste y oblicuo, luego.

En esa luz naufragan tus ojos lentamente,
verdes como la flor más allá de la mar:
tus manos, dedo a dedo, sueño a sueño tu frente.
Ya es una misma cosa el rezar y el soñar.



Poema Amantes de Baldomero Fernandez Moreno



Ved en sombras el cuarto, y en el lecho
desnudos, sonrosados, rozagantes,
el nudo vivo de los dos amantes
boca con boca y pecho contra pecho.

Se hace más apretado el nudo estrecho,
bailotean los dedos delirantes,
suspéndese el aliento unos instantes…
y he aquí el nudo sexual deshecho.

Un desorden de sábanas y almohadas,
dos pálidas cabezas despeinadas,
una suelta palabra indiferente,

un poco de hambre, un poco de tristeza,
un infantil deseo de pureza
y un vago olor cualquiera en el ambiente.



Poema Al Caminar Parece Que Crujieran de Baldomero Fernandez Moreno



Al caminar parece que crujieran
las hojas de la noche y sus cristales.
Es tu hombro, tu pecho, tus rodillas
deshaciendo, esponjando, tu impermeable.

Tu impermeable te ciñe totalmente,
si llevas algo más nadie lo sabe…
Es un cilicio hecho de pliegues duros
sobre la rosa de tu cuerpo suave.



Poema Adiós(baldomero Fernandez Moreno) de Baldomero Fernandez Moreno



Adiós la casa blanca que albergó un año entero
entre sus cuatro muros el amor verdadero.

Adiós campos extensos, polvorientos caminos.
Adiós los pobres ranchos de los pobres vecinos.

Adiós los trigos de oro, adiós verdes maizales,
las refinadas hierbas, los bravos pajonales…

Adiós toros y vacas, adiós caballos, yeguas…
El tren nos va a llevar a muchísimas leguas.

Sé que soy un ingrato, casa mía, al dejarte.
La paz que hube en tu seno no la habré en otra parte.

Más regalada mesa no la tendré en mi vida,
ni en noche más oscura la cama más mullida.

En vano me sonríe, tímida, la Esperanza.
La angustia que me oprime, ¡oh, casa!, es tu venganza.



Poema Acabo De Pasar, Amor, Por El Correo de Baldomero Fernandez Moreno



Acabo de pasar, amor, por el correo,
-chisporrotea el lacre, oscila la balanza-
es como un girasol de oro mi deseo
y como una ramita de espliego mi esperanza.

Aquí estoy con tu carta, al sesgo, en una mano
emboscado en esta sombría callejuela….
Tu carta, que es la última rosa de mi verano.
Déjame que la palpe, la sopese y la huela.



Poema Setenta Balcones Y Ninguna Flor de Baldomero Fernandez Moreno



Setenta balcones hay en esta casa,
setenta balcones y ninguna flor.
¿A sus habitantes, Señor, qué les pasa?
¿Odian el perfume, odian el color?

La piedra desnuda de tristeza
¡dan una tristeza los negros balcones!
¿No hay en esta casa una niña novia?
¿No hay algún poeta lleno de ilusiones?

¿Ninguno desea ver tras los cristales
una diminuta copia de jardín?
¿En la piedra blanca trepar los rosales,
en los hierros negros abrirse un jazmín?

Si no aman las plantas no amarán el ave,
no sabrán de música, de rimas, de amor.
Nunca se oirá un beso, jamás se oirá una clave…

¡Setenta balcones y ninguna flor!



Poema Los Amantes de Baldomero Fernandez Moreno



Ved en sombras el cuarto, y en el lecho
desnudos, sonrosados, rozagantes,
el nudo vivo de los dos amantes
boca con boca y pecho contra pecho.

Se hace más apretado el nudo estrecho,
bailotean los dedos delirantes,
suspéndese el aliento unos instantes…
y he aquí el nudo sexual deshecho.

Un desorden de sábanas y almohadas,
dos pálidas cabezas despeinadas,
una suelta palabra indiferente,

un poco de hambre, un poco de tristeza,
un infantil deseo de pureza
y un vago olor cualquiera en el ambiente.



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