poemas vida obra c

Poema César de Zbigniew Herbert



Hubo una vez un césar. Tenía ojos amarillentos y mandíbula rapaz.
Vivía en un palacio lleno de mármoles y policías. Solo.
Se despertaba en la noche y gritaba. Nadie lo amaba.
Lo que más le gustaba eran las cacerías y el terror. Pero
se dejaba fotografiar con los niños, entre las flores.
Cuando murió, nadie se atrevía a retirar sus retratos.
Mirad, mirad, quizá todavía anda por vuestras casas su careta.

1957

Versión de Xaverio Ballester



Poema Cantiga Agónica de Lil Picado



Me moriré de tiempo una mañana,
me moriré entre mis brazos, clara;
me moriré de labios, de mirada,
de loca desnudez acorralada,
de tiempo natural, en fin. De piel,
de alas… Me iré donde tu olvido quiera
que me vaya.



Poema Crimen de Elías Nandino



¡Qué puñalada
le ha propinado el viento
a la granada!



Poema Criaturas De La Dicha… de Pablo Baca



Criaturas de la dicha

y de la pena, pequeñitas,

¿a qué volvieron esta tarde?

Sin ustedes no sería tan cruel

que me detenga mi padre

con una mirada de reproche,

cada vez que sólo

quiero salvarlo.

Sin ustedes

yo podría hablar con ella

cuando se para a mi puerta

como una estatua enorme

y me reclama amor.



Poema Cita de Alberto Angel Montoya



Cómo era de hermoso el albo cuello
al quitarte la marta cibelina.
Cómo era la espalda de divina.
Cómo el hombro en su albor era de bello.
Emuló con sus uñas el destello
del diamante nupcial tu mano fina,
y cayó con la marta cibelina
tu pudor a mis manos desde el cuello.
Te cercaban batistas y pecados
y a un tiempo con tu veste descendía
mi caricia inicial por tus collados.
La tarde aún en tu diamante ardía,
pero al vagar por tus oscuros prados
la noche negra comenzó en tu umbría.



Poema Cima De La Delicia de Jorge Guillen



¡Cima de la delicia!
Todo en el aire es pájaro.
Se cierne lo inmediato
Resuelto en lejanía.

¡Hueste de esbeltas fuerzas!
¡Qué alacridad de mozo
En el espacio airoso,
Henchido de presencia!

El mundo tiene cándida
Profundidad de espejo.
Las más claras distancias
Sueñan lo verdadero.

¡Dulzura de los años
Irreparables! ¡Bodas
Tardías con la historia
Que desamé a diario!

Más, todavía más.
Hacia el sol, en volandas
La plenitud se escapa.
¡Ya sólo sé cantar!



Poema Cantar de Juan Álvarez Gato



Venida es, venida,
al mundo la vida.

Venida es al suelo
la gracia del cielo,
a darnos consuelo
y gloria complida.

Nacido ha en Belén
el qu′ es nuestro bien;
venido es en quien
por él fué escogida.

En un portalejo,
con pobre aparejo,
servido d′ un viejo,
su guarda escogida.

La piedra preciosa,
ni la fresca rosa,
no es tan hermosa
como la parida.

Venida es, venida,
al mundo la vida.



Poema Crónica De Mi Misma de Matilde Alba Swann



Y querer merecerme; de veras merecerme.
Revisar mis dispersas escrituras,
mi palabra, revisarme el sollozo,
la garganta,
auscultarme el latido, desollarme,
revisarme las venas, las arterias.
todo el complejo existencial
que asumo.

Revisar mi conducta, mis proyectos,
lo soñado, ensoñado,
lo vivido,
conformarme de nuevo, aun no inscripta,
sin visión, sin recuerdo, sin mentiras,
sin verdades ocultas, temerosas,
sin impulsos,
sin deserción, sin este yo
impreciso.

Revisarme hasta el fondo, descifrarme,
prenderme, saberme, perdonarme,
tanto pude y no hice,
tanto hice febril
a manotazos,
en apremio suicida, lograr algo, dejar
algo, quedarme allí incrustada,
en la trama inicial, impenetrable,
indestructible, quedar, estar,
ser siempre,
y vencer de la muerte,
y de la vida.

Permanecer y ser, por solo acto
de ingerencia en un sino
de criatura.

Despedacé mi carne, carne mía, fatigada
de esfuerzo y sinsabores, me derramé, me di,
me hice guiñapo; al costado de holgura,
fui miseria.
Quise tanto y a tantos, y la tierra,
ese soplo de polvo que me aguarda,
y mi aventura batalladora hecha
de timidez, de inermidad
y miedo.
Estos árboles rudos que me vencen
la mirada, cada vez menos útil, y esta noche
que circunda mis noches y me azuza y me manda
no dormir, y pensar, y sentir frío,
y volver al dolor que hice a un costado.
Yo debo revisarme desde el antes,
descubrir el motivo, causa, impulso, la razón,
el por qué, y el hacia adónde, y el por qué
del por qué de la pregunta.
Ascender la montaña hacia la cima,
y mirarme, un abismo,
en el abismo, y elevarme al azul
por propio esfuerzo apoyándome en mí,
envolviéndome en mí,
desde mí misma,
tirar de mí hacia arriba; tocar siquiera
una sola estrella, una sola, o su fulgor
siquiera, o siquiera seguirla
desnudando
mi vergüenza a su luz. Esta corteza,
que resquebraja
cada vez que pienso,
y estas raíces que me petrifican
bajo la inercia de un planeta
muerto.
Quiero salir maleza a herir caminos,
y punzarme de heridas, ser, de pronto,
este mundo y un próximo intuido,
y recordar, de pronto, un otro antiguo
mundo en seres golpeados que lloraron
mucho antes de mí, y que derramaron
en mi llanto de hoy, su sal y acíbar.

Ser el ánfora quieta de una ignota,
milenaria mansión
sin nada dentro,
y esperando.

Un océano en peces y vitrales, y en suicidas
y barcos milenarios; ser la orilla, el camino
sobre el agua, ser la brújula, el sol rojo
de noche y el marinero que perdió la novia,
la llegada y el puerto, abigarradas
multitudes ruidosas,
y en mí, nadie.

Asomarme a la ardiente boca ígnea
de un volcán que despierta en el incendio,
y saber que soy fuego y quemadura,
que la lava soy yo,
descascarando;
desnudada, sentirme leña al rojo, derramado
mineral,
embistiendo la ladera, burbujeante y hervida.

Merecerme, de veras merecerme;
en cuclillas orar, sin darme cuenta,
porque quiera la entraña de mi madre,
exhalarme a la luz, y ser pequeña,
respirar, prometer, ser la esperanza
para alguien, sin nada más que el hilo,
que amenaza romper de una esperanza.

Merecerme de veras; ya retorno
del altar y del lodo, del sollozo,
del gemido y del canto, de mi propio
funeral, y me escucho como corro
anhelante y jadeante
a mi bautismo.



Poema Cómo Resbala El Sol de José Corredor-matheos



CÓMO resbala el sol
sobre las hojas.
Sensación de que todo,
ahora, en torno a mí,
ha dejado de ser,
y no hay nada, no hay nada
que se pueda cantar,
si no es el canto mismo.



Poema Cómo Mengua Mi Propia Arquitectura… de Marina Romero



¡Cómo mengua mi propia arquitectura
saber que no te tengo contenido,
y sentir el querer disminuido,
disminuyendo mi inicial postura!

Yo quisiera vivirme en piedra dura
gigante de mi mal, en el olvido,
aunque llorara con dolor crecido
en oculto raudal, mi desventura,

que vale más querer y haber perdido
y poder reclamar como alimento
el parco grano del tronchado trigo,

que pasar la vida sin amigo
levantando murallas contra el viento
en un alarde de valor fingido.



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