poemas vida obra c

Poema Canto A Puerto Rico de Jose Gautier Benitez



¡Borinquen!, nombre al pensamiento grato
como el recuerdo de un amor profundo;
bello jardín de América el ornato,
siendo el jardín América del mundo.

Perla que el mar de entre su concha arranca
al agitar sus ondas placenteras;
garza dormida entre la espuma blanca
del níveo cinturón de tus riberas.

Tú que das a la brisa de los mares
al recibir el beso de su aliento
la garzota gentil de tus palmares;

Qué pareces en medio de la bruma
al que llega a tus playas peregrinas,
una ciudad fantástica de espumas
que formaron jugando las ondinas;

Un jardín encantado
sobre las aguas de la mar que domas;
un búcaro de flores columpiado
entre espuma y coral, perlas y aromas;

Tú, que en las tardes sobre el mar derramas,
con los colores que tu ocaso viste,
otro océano de flotantes llamas;

Tú que me das el aire que respiro
y vida al ritmo que en mi lira brota,
cuando la inspiración en raudo giro
con sus alas flamígeras azota
la frente del cantor, ¡Oye mi acento!

El santo amor que entre mi pecho guardo
te pintará su rústica armonía;
por ti lo lanzo a la región del viento,
tu amor lo dicta al corazón del bardo
y el bardo en él su corazón de envía.

¡Óyelo, patria! El último sonido
será, tal vez, de mi laúd; muy pronto
partiré a las regiones del olvido.

Mi juventud efímera se merma
y ya en su carcel habitar no quiere
el alma melancólica y enferma.

Antes que llegue mi postrero día
y mi cantar se extinga con mi aliento,
toma ¡Patria!, mi última poesía;
¡Ella es de mi amor el testamento!
¡Ella el adiós que tu cantor te envía!



Poema Capital De Provincia de Angel Gonzalez



Ciudad de sucias tejas soleadas:
casi eres realidad, apenas nido
sólo un rumor, un humo desprendido,
de las praderas verdes y asombradas.
Luego hay hombres de vidas apretadas
a tu destino semiderruido
y muchachas que crecen entre el ruido
cual si estuvieran entre amor sembradas.
A casi todas miro tiernamente,
y los viejos alegran tus afueras
con sus traviesas cabelleras blancas.
Yo estoy contento y, cariñosamente,
caballo gris me gustaría que fueras
para darte palmadas en las ancas.



Poema Cómo Me Dueles, Mujer De Nylon Y Escaparate… de Julia Otxoa



Cómo me dueles, mujer de nylon y escaparate,
de belleza en siete días,
y norte deshabitado,

mujer colonizada y rota,
sin huella de alas sobre el tiempo,

cómo maldigo esa tela de araña
que decidió tus puntos cardinales.



Poema Cuando Yo Estuve Aquí de Oscar Portela



Yo estuve aquí: esta fue mi alma, mi altura, mi verdad,
el vendaval, la tempestad en la que zozobraron mis ansias, ¡ay!
y el tumulto, las volcánicas lavas que arrasaron todo lo vivo:
el oro que sepultó tras sí todo lo índigo, las ardorosas manos
y los cielos caídos como píos de la rama más alta,
yo Calibos, yo Ariel, yo el Mago, también estuve aquí,
pero fue el otro, el otro, que despertaba minuto tras minuto
tras de las marejadas que las auroras dejan tras de sí.
Yo el otro de mismo, el que ahora se vuelve sobre sí,
-paso de danza que no alcanza el presente,
ni la sonrisa del querube-, pasado que retorna o
círculo vicioso que la visión perturba y torna todo
púrpura, la pasión ya agotada, pero viva en la muerte.
Ah niño mío, señor de los vientos del espíritu y el aire
que aún usurpas el no lugar -el no a lugar-, de un pasado
sometido al olvido y sin embargo, pura visión angélica
tras mis pasos que vuelven, como la aparición o el sueño
de encarnados espectros -y dibuja, en mis cansados labios,
en el alma del alma, la sonrisa olvidada entre cipreses
y aguas más cálidas y turbulentas que la muerte.
¿Seré hoy un espectro? ¿Será el adviento que un pasado
sin torna, prometido en los sueños?. Di tú, pequeño astro
que turbas el ansia que aún impulsan los signos
que me traes y el idioma del muerto.



Poema Credo de Leon Felipe



Aquí estoy…
En este mundo todavía… Viejo y cansado… Esperando
a que me llamen…
Muchas veces he querido escaparme por la puerta maldita
y condenada
y siempre un ángel invisible me ha tocado en el hombro
y me ha dicho severo:
No, no es la hora todavía… hay que esperar…
Y aquí estoy esperando…
con el mismo traje viejo de ayer,
haciendo recuentos y memoria,
haciendo examen de conciencia,
escudriñando agudamente mi vida…
¡Qué desastre!… ¡Ni un talento!… Todo lo perdí.
Sólo mis ojos saben aún llorar. Esto es lo que me queda…
Y mi esperanza se levanta para decir acongojada:
Otra vez lo haré mejor, Señor,
porque… ¿no es cierto que volvemos a nacer?
¿No es cierto que de alguna manera volvemos a nacer?
Creo que Dios nos da siempre otra vida,
otras vidas nuevas,
otros cuerpos con otras herramientas,
con otros instrumentos… Otras cajas sonoras
donde el alma inmortal y viajera se mueva mejor
para ir corrigiendo lentamente,
muy lentamente, a través de los siglos,
nuestros viejos pecados,
nuestros tercos pecados…
para ir eliminando poco a poco
el veneno original de nuestra sangre
que viene de muy lejos.
Corre el tiempo y lo derrumba todo, lo transforma todo.
Sin embargo pasan los siglos y el alma está, en otro sitio…
¡pero está!
Creo que tenemos muchas vidas,
que todas son purgatorios sucesivos,
y que esos purgatorios sucesivos, todos juntos,
constituyen el infierno, el infierno purificador,
al final del cual está la Luz, el Gran Dios, esperándonos.
Ni el infierno… ni el fuego y el dolor son eternos.
Sólo la Luz brilla sin tregua,
diamantina,
infinita,
misericordiosa,
perdurable por los siglos de los siglos…
Ahí está siempre con sus divinos atributos.
Sólo mis ojos hoy son incapaces de verla…
estos pobres ojos que no saben aún más que llorar.



Poema Canto De Partida de Miguel Arteche



¡Recíbeme, recíbeme en la noche, oh viejo viento de junio,
mientras regreso bajo las suaves estrellas silenciosas;
viento amado del invierno, viento de lluvia y eco,
recíbeme hasta el último suspiro de tu pecho,
y, ahora que regreso, oh noche, espérame en tu puerta!

Y de improviso todo el viento se ha soltado,
todo el viento se ha puesto a gemir por la tierra,
pero a mi lado, mientras regreso,
alguien resguarda mis pasos,
y siento una suave sombra
venir hasta mi encuentro.

¿Eres tú, fuiste tú, eres tú en esa noche,
eras tú en esa triste, delgada espera sombría,
eras aquel fantasma que surgía en mi cama
a medianoche? ¿O eras una mañana
llena de fugitivos pájaros
que pasaban amándose sobre el asfalto fresco?
¿Eras tú, fuiste tú esa pequeña
llama que por mi espalda sentía silenciosa?
¿Eras tú, amor final, amor que nunca
resbaló por tus ojos -¡oh luz ausente y querida!-,
eras como ese encuentro que el amor abre a tajos
para dejar ternura con soledad y frío?

No, no eras eso. Pero tal vez fuiste eso.
Tal vez abres los ojos para mirar la suave
luz de otra primavera pasada por tus ojos;
tal vez sientes de nuevo que el tiempo no ha pasado
por tu cuerpo delgado (o que tal vez ha pasado),
tal vez preguntas algo, y en tu boca se duerme
como otras veces la trágica y oscura luz de la ausencia.

Amor olvido, amor lluvia, amor deseo, amor distancia:
he regresado a mi casa, atravesando
el parque silencioso, bajo las sombras
de junio -cansado y solitario-,
mientras giraba todo en mi cabeza
como las hojas que escapaban: cantando
por adentro, pensando qué es lo que fluye,
qué es lo que parte, qué es lo que vuelve;
y aunque me he perdido sin nada, con algunos
nobles amigos, sin poder retener
lo que vivieron y amaron y compartieron conmigo,
pido sólo el temblor del viento entre la tierra
húmeda de este parque bañado por los pasos
fugitivos: amor viento, amor agua, amor distancia.

Temblando fue la estrella recorrida, temblando.
Temblaba el cuerpo estrella ceñido entre mi labio.
Temblando mi distancia se acercó a tu distancia.
Temblando entró el recuerdo desde que nos encontramos.

No quiero volver, no quiero
regresar a tu vida, pero tal vez quiero
volver a tu distancia. ¿Recuerdas que me hablabas
desde un lugar lejano, aunque estuvieras cerca?
¿Recuerdas que estudiabas con tormento
cuando en el patio la lluvia
empezaba a caer, menudamente, y los viejos compañeros
corrían a refugiarse al corredor marmóreo
y espectral, en la luz del invierno?
No, no recuerdas, pero yo recuerdo
el vidrio frío donde apoyaste tu mano
para dejar apenas una ráfaga triste
y encendida y lejana.

Y ahora ha llegado junio y en la noche callada
miles de corazones duermen en la penumbra,
y recuerdo la dorada leyenda de los años
de juventud furiosa en la ciudad, las tardes
de verano ardoroso, los pies sobre escaleras
de metal, los avisos eléctricos cansados
con pupilas de rojos párpados, los libros
de poesía mordidos en la noche. ¡Y ahora, adiós,
adiós calles, adiós conversaciones
sobre el destino del hombre, adiós señuelo amargo
que encandiló los ojos de nuestra adolescencia,
adiós suave medusa, adiós puerta cerrada!

Es la hora, es la hora en que debemos morir;
es la hora para rodar en la noche
abrazados, besando de estrella a estrella,
de furia a furia, de hueso a hueso;
es la hora para apretar la angustia
de pecho a pecho, para dejar la muerte
derrotada, perdida, moribunda en el suelo;
es la hora para morir cantando
de nuestras muertes; es la hora para que tú dejes
tu muerte entre mi muerte, amor, amor mío.
Quiero el amor dejar escrito entre tu pelo,
quiero dejar ardiendo tus ojos silenciosos,
para que no haya olvido, porque es la hora
en que debemos morir, es la hora
de la partida, sí. ¡La hora, la hora, por favor!
¡La hora, por favor, dígame, dígame el tiempo
para rodar cantando, apretados, mordiendo,
para rodar los dos en una sola muerte!



Poema Cuando El Frío… de Paz Díez Taboada



Es en el alto invierno…, cuando el frío se ensaña,
cuando oigo por la radio ?¡Ojo a la carretera!,
ha nevado en Segovia, se han cerrado San Glorio,
El Escudo, El Madero…, por supuesto, En Valira…?.
En la televisión, postales invernales:
carretera de Burgos a Vitoria, nevada;
en Teruel y Albacete, el frío de costumbre,
pero nevó en Altea…, ¡son palabras mayores!
Es en el alto invierno cuando cojo la pluma
y emborrono las páginas de los viejos cuadernos.
Cuando duermen las rosas, hago yo mi rotundo
ensayo general para la muerte.



Poema Cuál Es La Niña de Gil Vicente



¿Cuál es la niña
que coge las flores
si no tiene amores?

Cogía la niña
la rosa florida.
El hortelanico
prendas le pedía,
si no tiene amores.



Poema Constatación de Enric Sòria



No soy mejor que tú, lo sé,
no lo pretendo.
Ni siquiera he inventado el tedio y el cansancio
ni tal vez he escogido apenas uno
de mis hábitos íntimos.

Es inútil, sencillamente, fingir que me interesa
alguna cosa en ti, criatura meramente humana
(como yo al fin y al cabo, que te busco y te ignoro)
más allá del banal enigma de tu cuerpo.

De «Andén de cercanías», Ed. Pre-Textos, Valencia, 1996
Traducción de Carlos Marzal



Poema Canzone Fellini de Fabricio Estrada



Ay de los hiperbóreos gatos
del ambarino Vístula,
ay, de los gatos del Shangri Lá
omniásticos y videntes.

Ay de los gatos de Karnak
guardianes e intérpretes,
sombras prudentes del ronroneo fúnebre.
Ay, de los gatos equilibristas
ahogados en el Yang Tsé
y aparecidos intactos en Nazca y Titicaca.
Ay de los gatos del jordán
que no ayudan al trasiego como los perros
y prefieren esperar en la otra orilla
con su garra hipócrita.

Ay del gato inmolado en todo barrio,
mártir de salem
y amuleto para impacientes.
Ay,
de los gatos todos,
escuadras sigilosas, falanges indomables,
herederos de un mundo
que se irá de cabeza, mientras ellos,
parcos y serenos, caerán siempre
de pie.



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