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Poema Calendario Perpetuo de Miguel D´ors



El lunes es el nombre de la lluvia
cuando la vida viene tan malintencionada
que parece la vida.

El martes es que lejos pasan trenes
en los que nunca vamos.

El miércoles es jueves, viernes, nada.

El sábado promete, el domingo no cumple
y aquí llega otra vez- o ni siquiera otra:
la misma vez- la lluvia de los lunes.



Poema Canción Del Alfil Negro Y La Dama Blanca de Miguel Arteche



Negro el Alfil contra la Dama blanca,
negro el Alfil apunta a la garganta
de la blanca Dama,
de la Dama blanca.

Negro el Alfil dispara y se adelanta.
Negra es la bala que va hacia la garganta
de la Dama blanca,
de la blanca Dama,
de la Dama blanca.

Negro es el rayo que el Alfil levanta,
negro el sonido negro corre a la garganta
de la Dama blanca,
de la blanca Dama,
de la Dama blanca.

Blanca es la Dama, blanca es su garganta.
Pero el cáliz levanta
con su blanca mano,
con su mano blanca
con su mano blanca.



Poema Comienzo de Miguel Arteche



El jardín se ha posado en mi jardín.
Toda su galaxia resplandece a medianoche.
Los árboles destellan, las flores fulgen.
Tiene el césped una tersura de nimbo.
Bajan los Transparentes
y de sus cuerpos surgen peldaños de escala.
Los Radiantes me llaman con sus cristales.
Mis años descienden en el cáliz de un instante.
Los Centelleantes me han rodeado
y me tienden sus ojos de oro.
El amor es una paloma de fuego que elevan.
Por fin llegaron.



Poema Canción A Una Muchacha Ajedrecista Muerta de Miguel Arteche



Llueve sobre el verano del tablero.
En blanco y negro llueve sobre ti.
Nadie controla tu reloj: te espero
para jugar allí.

¿Tú mueves o yo muevo? Quién lo sabe.
Quién sabe si allá juega o juega aquí.
De pronto tu tablero es una nave
que te lleva y nos lleva hacia un jardín.

Hacia un jardín remoto de caballos
que inmóviles nos miran, y a un alfil
que negro lanza rayos, rayos, rayos,
y hace mil años que está de perfil.

Hacia un jardín remoto de tres torres
donde una dama blanca va hacia ti,
te llama a ti, y tú hacia ella corres
y no hay en ella fin.

Donde un peón ha roto ya los sellos
y te ciñe las sienes de marfil,
y un rey recoge ahora tus cabellos
para cubrir con ellos su país.

Hacia un jardín remoto al mediodía,
donde el agua se tiende en su dormir,
y ya no hay sed y nunca hay todavía
y hay un árbol de sol en el jardín.

Sólo que tú no estás. Y está la luna
cayendo interminable en el jardín
sobre las soledades de una cuna.
Y hay olor de silencio y de partir.



Poema Crece Un Árbol En Mi Voz de Miguel Antonio Jiménez



Crece un árbol en mi voz
como un árbol tiembla su raíz
bebo el verdor del sueño de su música
de mis sienes brota limpio un tallo
la sangre es un fluir de tierra y fuente
la rosa que se hace densa tiene mi voz
desnudo el olvido lleva el deseo del mar
como un flor de sed que mueve el alma
tiemblan las hojas los sueños y mi voz
poseyéndome como honda corteza donde la vida escapa
un recuerdo de agua en una luz de carne
semejante al amor es un ala el olvido
en la tierra que sube de mi voz
nutrida con la savia en el hilo de un beso
y madura hacia dentro como un fruto
donde observa invisible la mirada
un latido de flor un sueño de hojas
como una sed nacida en tiempo roto.



Poema Cosas de Miguel Antonio Jiménez



?Y navegué toda la noche desde Homero hasta Joseph Conrad?.
Jorge Luis Borges

Otra vez esta vez
con lluvia en los cristales
con miradas y con nubes
cantando al interior de estas cosas que rompen
en la luz de la vida el sentir que las vence
y dejan de ser silla
y dejan de ser mesa
y agarran nuestra voz
y chillan con nosotros y escapan de su forma
como forma de unirse
a lo que escapa
y un silencio de agua
se va quemando en el aire
y hacen agua del verbo
y un barco de papel
tiembla de cosas
y en la corriente besan
el cristal que la lluvia
como cosa consciente
les brinda en la humedad
que habla su nombre.



Poema Contorno De La Llama de Miguel Antonio Jiménez



A.C.S.

Desnuda va la sangre en su llama
de río su luz traspasa el agua y el lenguaje
así de sueño estiràndose fino como un ala
subiendo en giro luz al aire forman
de viento simas ahondan la madrugada del viento
vino y mar fugan el fuego en su mirada
dios solar en el silencio tierra y agua
donde corre en la arena la demencia del uno
alma quemada en la llama del iris
astro de música en un tacto sin cuerpo
robada claridad su luz de sueño
diluye los colores en la escritura el fuego
semilla enamorada que germina
en la carta de muerte que giran sus vocales.



Poema Cantar De Amor (7) de Miguel Ángel Gómez



A Olga Orozco

Los salmos del amor se yerguen de la tierra,
sus torrentes a veces las almas aniquilan.

Nosotros los cantamos dispuestos a perdernos
porque perderse es esto:
sumirnos en la vida,
hundirnos en sus aguas sin miedo a enloquecer,
desventurados, ávidos, sobre lo temporal,
persiguiendo incansables un fulgor de lo eterno.



Poema Cantar De Amor (3) de Miguel Ángel Gómez



A Olga Orozco

Los salmos del amor se yerguen de la tierra,
sus torrentes a veces las almas aniquilan.

Nosotros los cantamos dispuestos a perdernos
porque perderse es esto:
sumirnos en la vida,
hundirnos en sus aguas sin miedo a enloquecer,
desventurados, ávidos, sobre lo temporal,
persiguiendo incansables un fulgor de lo eterno.



Poema Coreografía de Mía Gallegos



Para mí amigo Carlos Cortés

En fin
que no he vivido nada.
No sé qué cosa es una guerra
y tengo como prisión al cuerpo
y alma como campo de batalla.

Me debato entre la duda
de reflexionar o fluir;
esto es situarse en el palco de los espectadores,
o estar
en cada íntimo instante del milagro.

Vivo de pedacitos,
pero aspiro a la totalidad,
es decir a Mozart y al poema que me redima
y me revele los espacios absolutos
y la nada.

Percibo de mí
los sitios más secretos:
la culpa,
una tercera conciencia de las cosas,
la dualidad del pensamiento,
la ira pequeña
por lo que ya ocurrió.
Pero he vivido poco. Treinta años.
Dos amores de piel
y un querer abandonar
esta espera que me señala la vida.

Anhelo la anarquía,
el más tierno desorden del amor,
la cábala
los relojes de arena y una habitación sencilla.

Quiero tener un destino trazado de antemano,
encontrarme con Dios
y los abismos
y no tener conciencia de la llama.
Ser la llama misma y la aventura.

Pero vengo de soledades últimas,
de conversaciones que nunca concluyeron,
de espejos que me miraron desde la infancia hasta ahora,
de abandonados armarios de caoba que fueron
de tías o de abuelas remotísimas.

Cuán poco he vivido.
No conozco la guerra. Y tampoco la paz.
Me duele la orfandad,
el desarraigo,
el sentirme extranjera en cualquier sitio,
el no pertenecer
a una familia o a una patria.

No puedo narrar una batalla;
ni hablar del hambre y de la peste,
ni escribir la canción de algún soldado herido,
ni hablar de mujer violada,
ni decir cómo es un cementerio después de una llovizna.

Pero anhelo decir en el poema
que la vida me conmueve,
que respiro mejor cuando me entrego,
que necesito amar de la manera más simple y primitiva.
Me gusta la paz y la defiendo
y la guerra cuando es justa,
y el sabor de las mandarinas cuando llega el verano,
que me gusta ser una y arraigarme en el cosmos,
y sentir que mi vida palpita al mismo tiempo que la vida,
aunque no haya vivido,
aunque mi hambre sea de infinito,
aunque no sepa expresar
que por alguna razón precisa estoy aquí,
a punto de vencer,
a punto de morir,
de vivir.



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