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Poema Canción Para Todas Las Que Eres de Eliseo Diego



No solo el hoy fragante de tus ojos amo
sino a la niña oculta que allá dentro
mira la vastedad del mundo con redondo azoro,
y amo a la extraña gris que me recuerda
en un rincón del tiempo que el invierno ampara.
La multitud de ti, la fuga de tus horas,
amo tus mil imágenes en vuelo
como un bando de pájaros salvajes.
No solo tu domingo breve de delicias
sino también un viernes trágico, quien sabe,
y un sábado de triunfos y de glorias
que no veré yo nunca, pero alabo.
Niña y muchacha y joven ya mujer, tú todas,
colman mi corazón, y en paz las amo.



Poema Calma de Eliseo Diego



Este silencio,
blanco, ilimitado,
este silencio
del mar tranquilo, inmóvil,

que de pronto
rompen los leves caracoles
por un impulso de la brisa,

Se extiende acaso
de la tarde a la noche, se remansa
tal vez por la arenilla
de fuego,

la infinita
playa desierta,
de manera

que no acaba,
quizás,
este silencio,

nunca?



Poema Consejos De Un Amigo de Elisa Ramírez Castañeda



Antes de conocerte te adiviné

Sedúcelo. Abrázalo apretado y cántale derecho.
Relata una sensualidad exuberante
y hazle creer que le incumbe su exacto desempeño.
Dile que tus ojeras son memoria del harem
?no tu desvelo, tu edad (menos tu insomnio y sus
delirios).
Llévalo a una función de media noche.
Lee con voz ronca tus poemas más cachondos
?como si a él los hubieras dedicado.
Invítalo a tu casa, ve a la suya:
la cercanía de un lecho, de una intimidad ajena
conllevan la tentación de profanarse.
Déjale entrever el festín que se aproxima,
prepara de comer cosas sabrosas.
Haz alianzas con sus ambigüedades
apela a su vanidad. No lo acorrales.
Que crea que te ha conquistado con sus méritos
?no que debe llenar huecos de aguas estancadas
que lo ahoguen
o cruzar territorios encendidos que lo quemen.
Úntate pociones con olores vagos,
inclúyelo en rituales de los cuales se crea destinatario,
rétalo, halágalo, procura la media luz
(a tu edad, siempre más favorable).
Ofrécele una copa, tómate otra.
Habla, hazlo reír ?la risa.
Calla también, resulta misteriosa, ten secretos.
Invítalo a lugares que luego vincule a tu recuerdo.
Ahora, como le gusten gordas, te chingaste, hija.



Poema Carnaval de Elina Wechsler



El carnaval explota en sus colores.
Un hombre baila con la muerte en el centro de la pista,
lleva en sus brazos un esqueleto y todos miran, ríen y sospechan.
Hay hombres que creen que el carnaval constituye algo así como la vida,
se disfrazan a diario,
disfrazan a sus mujeres.
Cuando intentan el desnudo
advierten que ya es tarde.



Poema Con Mi Soledad A Solas de Elías Nandino



Amorosamente mi soledad desnuda
me cubre
como sábana de tierna sombra tibia.
Confundidos somos el orbe
donde la palabra impronunciada
construye el diálogo
que el pensamiento escucha.
Su compañía es el regazo
de un amor a oscuras
que, sobre mi piel esperanzada,
inventa la resurrección de los recuerdos.
Junto a sus ojos abro mi conciencia
y leemos los biográficos pasos
que caminan hacia atrás de nuestra historia:
fuegos fatuos, diseños, rostros, ecos,
en inquemante desfile momentáneo
que brota de los olvidos insepultos.

Estoy solo,
con mi soledad a solas,
amoldado a ella
como el vino a los muros de la copa,
y viviendo la íntima galaxia
parpadeante,
de una conversación en las tinieblas.



Poema Casi A La Orilla de Elías Nandino



Al poeta José Emilio Pacheco

Después de lo gozado
y lo sufrido,
después de lo ganado
y lo perdido,
siento
que existo aún
porque ya,
casi a la orilla
de mi vida,
puedo recordar
y gozar
enloquecido:
en lo que he sido,
en lo que es ido…



Poema Confesión de Elías Nandino



El poema íntimo,
el que no escribo:
solo
lo cohabito contigo.



Poema Cómo Te Llamas? de Elías Letelier



Incógnito, pasa el reloj golpeando su itinerario,
en una marcha rumbo al olvido:
se parece a tus manos que laboran,
a tus pies circunscritos a un agujero,
a tus ojos que no tienen derecho a soñar.

¡Yo insisto en quedarme!

Y mientras la piedra con su granulometría
y tenaz monopolio de memoria dura,
insonora consolida su áspero ligamento
en el basto ejercicio del concreto;
tú gritas y tiembla el mundo:
interrumpes el misterio de los palacios
y allí,
ellos consternados cierran los ojos
y expectoran en lo que tú podrías ser.

Para tu confesión con el lamento,
hay un postulado de tiros al blanco:
el estómago deshabitado de las cucharas
puede corroer los barrotes del universo,
estandarizar el oro y el cristal de las lámparas.

Y como el péndulo
que lengüetea la brisa,
para ti,
sólo hay lo que hubo:
un gran silencio
y eso es todo.



Poema Caminando Solo de Elías Letelier



Amo la compostura ordenada del viento,
su crespa uña de enredadera llega hasta mí
y trae algunos olores de fuego al atardecer.

Rodando bajo el árbol del silicio,
entre la duda del cuarzo lechoso
y la arrogancia laureada del ópalo,
murmuro por las calles versos de Emily Dickinson,
y sin saber cómo llego a todas partes,
vuelvo perdido desde el fondo de las lilas de agua,
hecho pájaro con una rara canción.

Juego con la voluntad eólica de mi oscura infancia,
danzo en mis sangrientos territorios desbocados,
y por las calles, enrarecido en la espuma volátil,
esculpo teorías fantásticas
que insulto con una sonrisa:

No hay silencio más allá del silencio.



Poema Crónica Para Mis Compañeros De Trabajo de Eliana Navarro



Sobre el césped, tendido,
bajo el cielo exultante de arreboles,
entre los Tribunales de Justicia
y la Casa de los Legisladores,
el pequeño rapaz suplementero,
cansado de vocear los diarios de la tarde,
con ellos por almohada, se ha dormido.

Montt y Varas empiezan a moverse,
quieren abandonar su estrafalario plinto.
¿Tal vez les interesa la prensa vespertina
o tan sólo desean acariciar de nuevo
la mejilla de un niño?
Mas él duerme, él simplemente duerme,
bajo el cielo manchado de fugaces palomas,
él duerme, simplemente, como duermen los niños.

Las columnas lo miran conmovidas,
la imperturbable, rígida balanza
tiende a inclinarse un poco,
mientras resuena adentro
la voz opaca de los relatores,
se redactan las álgidas sentencias
y deambula por los corredores
el fantasma togado de la jurisprudencia.

Todo al borde del niño se detiene:
las palabras solemnes,
el rumor callejero,
los motores, los frenos,
las húmedas campanas.

Yo quisiera adentrarme por su sueño:
Doradas galerías, luminosos anillos,
hacia mundos de azul omnipotente,
saltando del violeta hacia el topacio,
del rojo al amarillo,
voceando en jerigonza los periódicos,
al oído del sol, soberbiamente,
como un ángel recién amanecido.



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