poemas vida obra c

Poema Compás De Espera de Elena Tamargo



Mi pasado está invadido
y lloro lentamente.
Me ha llenado de miedo una noche en el Neva
me ha llenado de fe una tarde en Bakú.
Se quedó Samarcanda como alguna promesa
y la calle de Arbat para soñar a Eszenin
siempre, siempre.
Erré como torcaz
aplastada en la calle por un caballo ciego.
Me dan miedo mi pueblo y sus hombres
mientras Jesús del Monte se derrumba en silencio.
Una ciudad de espejos y banderas
y su empinada ronda de tenores.
Yo regreso a mis pájaros
al pequeño amarillo que no canta.
Ya no tengo balcón ni noches junto al mar
y otra campana traza mis compases de espera.
Estorbo como estorban los almendros
y en el farol se queman algunas mariposas.
Ciudad y almendro y yo
ay, qué desgracia.



Poema Carta de Eladio Cabañero



A ti, allá en nuestro pueblo

Por el aire los pájaros tan sólo
van,
por el día las nubes siguen
remando cielo, lentas, como brazos abriéndose,
pero una carta vive en las cenizas
y en el escombro liso de los ojos.

Pienso en papeles blancos, dóciles,
busco claras palabras que decirte
en los oídos
ahora que un viento breve se enredará en tus manos,
manos que se reposan en las cosas
que tocas como el golpe de la nieve,
los manejables nombres:
carta de amor, manzana,
vaso de agua cerca de los labios, cosas
que amas y bendices
sus más felices formas allá lejos.

Llega un cometa tuyo y familiar
mientras escribo,
reluce rápido, toca mis rodillas
y tiemblo
como un parque al cumplir un nuevo otoño.
Mientras escribo ensancho la memoria,
me voy allá hasta el pueblo por el campo
con casas pequeñísimas y barbechos en fondo,
con arados allá a vista de pájaro,
-arados escribiendo a Dios derecho-
me entro por las viñas vareadas,
por patios blancos, limpios,
cubiertos con la parra y las bardillas,
entre mujeres, niños y gallinas,
carreteras que están quietas y llegan,
nubes que se despintan, sol que muere
igual que las bombillas de los pobres.

«Estoy aquí en Madrid con el otoño
y hasta que estén los ciervos de regreso
te espero;
no me atrevo a abrir puertas,
por si estás más hermosa temo verte.
¿Estás allí contándote milagros,
creyendo ver o viendo a Dios de súbito?
¿Sigues rezando
porque se estén las piedras quietas,
por la metralla nula y los cohetes
de las ferias pacíficas del pueblo,
pidiendo pan,
dando tu Padrenuestro a cada pobre
que aprendió a ser ateo y pasar hambre?
Tú estarás siempre por la luz del pueblo
mirando hacia el destino alto del humo,
al lento repetirse del aire en los tejados.
Yo estoy aquí sin ruido y sin quejarme,
sin este hermoso octubre en tus aceras
ni el horizonte aquel o de un analfabeto;
aquí estoy
viendo el viento que arrastra los papeles
humildes por las calles,
a punto de estar solo para siempre.»

Bendito sea el camino
por donde van los pájaros tan sólo,
alabada seas tú
porque sabes vivir a pecho abierto,
porque sabes estar con las espigas
con lo difícil que es mirar el trigo.
Alabada seas siempre,
lucientemente hermosa,
andando por tu casa de tareas
cantando con las manos ocupadas,
que bien estás soñándote
primera predilecta de la Virgen,
puesta en medio de muchos resplandores.

Qué hueco más profundo es la esperanza,
qué cubicado modo de quererte
estar aquí pensando:
«tengo que reunir unas palabras
para escribir lo poco que le escribo».
Termino ya, mi amiga, temo hablarte
de tantas cosas tuyas;
desde aquí
siento cómo el cartero del silencio
deja un ídolo humilde entre tus manos
hecho de la madera de algún chopo.

«Una señal de amor» 1958



Poema Compañera de Eladio Cabañero



(Tan conocida y tan extraña)

Amanecí una vez cerca del río;
venia un ciervo tuyo
con la bella cabeza hecha un desorden,
miré y colmabas
los recipientes del sol.
Espadas del otoño
y el sereno limón de tu ventana,
retaron mi corazón fiado en su ternura.
Tapia que gana el empujón del viento,
fui vencido. Quedé solo en la noche,
quedé mirando el mar a tientas
de mi alma.

Apenas sé tu nombre, si estás lejos,
apenas si te escribo, si te refiero
y amo.
Te quiero siempre esposa reducida
para decir «mi compañera,
con tus lastres más íntimos me hundes,
la señal de la siembra hacen tus manos
cuando toco tu cuerpo;
frente a la vida estamos;
difícil alpinismo es esta historia».

Qué levantada gracia estar contigo,
compañera,
de ti depende que la luz sea clara.
Por un subir de montes a diario
voy
ajeno a los romeros para verte.
Bien sé lo que te quiero:
ciego condecorado en los dos ojos,
más humano que un pájaro con frío,
a la vida me eché para quererte,
a la vida me eché como quien roba
oro para la imagen más querida.
Hay que tener más rabia que un bandido,
más horror que un suicida
y más furia que el mar,
ser
más frío y más pacífico que el hielo
para tenerte cerca y no apurarte
como un sorbo de agua.
Se conmemora en piedras el olvido,
es demasiado el tiempo para el que ama.
Cuando un amante se retira o muere
y alguien quema unas cartas
que se pusieron amarillas pronto,
a la cuarta pregunta nos quedamos
un poco más que polvo para el viento.

A la desesperada
luchan la muerte y los enfermos pobres.
Aquí avizoro,
el descampado aguanto
como el frutal debajo del pedrisco:
Tú allá cruzas el pueblo
morena clara y rápida,
dejándote vivir y siendo hermosa
para que el agua de mi fiebre suba,
para que se me aumente el corazón,
quizá para que muera.



Poema Copla Viii de Garcilaso De La Vega



Nadi puede ser dichoso,
señora, ni desdichado,
sino que os haya mirado.

Porque la gloria de veros
en ese punto se quita
que se piensa en mereceros.

Así que, sin conoceros,
nadi puede ser dichoso,
señora, ni desdichado,
sino que os haya mirado.



Poema Claro De Luna de Efrén Rebolledo



Como un cisne espectral, la luna blanca
en el espacio transparente riela,
y en el follaje espeso, Filomela
melifluas notas de su buche arranca.

Brilla en el fondo oscuro de la banca
tu peinador de vaporosa tela,
y por las frondas de satín se cuela
o en los claros la nívea luz se estanca.

Después de recorrer el mármol frío
de tu pulida tez, toco una rosa
que se abre mojada de rocío;

todo enmudece, y al sentir el grato
calor de tus caricias, mi ardorosa
virilidad se enarca como un gato.



Poema Canción De La Doncella Del Alba de Efrain Huerta



Para Thelma

Se mete piel adentro
como paloma ciega,
como ciega paloma
cielo adentro.

Mar adentro en la sangre,
adentro de la piel.
Perfumada marea,
veneno y sangre.

Aguja de cristal
en la boca salada.
Marea de piel y sangre,
marea de sal.

Vaso de amarga miel:
sueño dorado,
sueño adentro
de la cegada piel.

Entra a paso despacio,
dormida danza;
entra debajo un ala,
danza despacio.

Domina mi silencio
la voz del alba.
Domíname, doncella,
con tu silencio.

Tómame de la mano,
llévame adentro
de tu callada espuma,
ola en la mano.

Silencio adentro sueño
con lentas pieles,
con labios tan heridos
como mi sueño.

Voy vengo en la ola,
coral y ola,
canto canción de arena
sobre la ola.

Oh doncella de paz,
estatua de mi piel,
llévame de la mano
hacia tu paz.

Búscame piel adentro
anidado en tu axila,
búscame allí,
amor adentro.

Pues entras, fiel paloma,
pisando plumas
como desnuda nube,
nube o paloma.

Debo estar vivo, amor,
para saberte toda,
para beberte toda
en un vaso de amor.

Alerta estoy, doncella
del alba; alerta
al sonoro cristal
de tu origen, doncella.



Poema Como Una Lenta Piedra de Efraín Bartolomé



La noche y sus lamentos
El rumor sordo de su respiración
No sé qué sangre fluye bajo el piso de la ciudad

Una imagen de mí como una lenta piedra
llega de las finales marejadas del día
de las horas quemadas por el sol
Viene del horizonte
De la línea dolida de la sombra
De las cenizas recientes del pasado
Del fondo de esta noche

En estos días he visto tantas cosas de mí
Me he aprendido en tu voz
En el atrevimiento de tus manos
En tu cuerpo arrojado al reposo después de la tormenta
reflejándome oyéndome

Te recuerdo de pie frente al espejo tocada apenas por la luz
Llenos de ti mis ojos Mis manos insaciables
El húmedo cabello derramado en el lecho
Tus hombros salpicados por la sombra
La lengua de la luz en tus caderas blancas

Al fino talle prendo garras dulces
Mis brazos de hacen alas y te envuelven
Hundo sobre la alfombra cascos de minotauro
Embisto
Rasgo
Aúllo
Me despeño

Soy agua derramada sobre ti
Soy la más tibia lengua
El río más tierno
Agua.

*

Ahora quiero gritar
Contárselo a mi sombra

Pero no
Hay ojos que vigilan
Cada ventana es una luz
La luz construye sombras
Oh amante
Sangre mía
¿A quién decirlo ahora?

Piedras descenderán sobre nosotros

Pero habrá que decírselo al frío y a mis manos
al perro y al silencio
Porque de otra manera
tanta felicidad me va a estallar adentro.

«El Oficio de Arder» 1982 – 1997



Poema Círculo De Calma de Efraín Bartolomé



Con un callado golpe de alas negras
se mete al pensamiento

Después arropa con su aliento tibio
Nos rasca la cabeza con amorosas manos
Nos tiende brazos cálidos sobre la cama dura

Es cuestión de dormir
Entrar al sueño con el pie derecho
Palpar los muslos de agua o de ceniza
de esta amiga reciente sin rencor y sin miedo

Y sin ninguna prisa.

*

Es cosa de comer amar dormir

Es el diario latir de lo imprevisto
La ciega interrupción
La faz de piedra de la vida monótona
vacía
Es la mujer que amamos tan odiada
Tan paloma tan vista tan sentida
Tan tigre tan serpiente tan sin vida
Tan perra tan maldita
tan deseada.

*
Es la mujer pasándonos encima
como nos pasa el mar

Como pasa ese viento:
ese ínfimo huracán por los cabellos

Cómo pasa
con callado temblor
por las tímidas canas de los veintinueve años
o por la voz de plata de Celina

Animal terco
A diario nos retuerce
el tierno cuello de cada palabra.

*

Se duerme Se ama Bebes tu llanto o tu hambre
Entramos puntualmente al catafalco del día
A vanzamos a tientas
con el tacto vendado
Corriendo siempre
Sabiendo oscuramente que un instante cualquiera
surgirá
como a veces un charco a nuestro paso
la línea de la muerte:
un barco transparente donde no viaja nadie
un círculo de calma que te envuelve
una piedra de sombra en medio de la frente.

«Ciudad bajo el relámpago» 1983



Poema Cantos Para Una Joven Concubina de Efraín Bartolomé



Son tres
Están juntas
Presentes en una
La Negra
La Blanca
La Roja:
LA LUNA

Para mi joven concubina
La Hechicera
esta lenta madrugada que se alarga
en el canto quebradizo del gallo
esta luna creciente cuya punta filosa
ha comenzado a desgarrar la cuajada negrura:
una brillante sangre empezará a fluir

Para mi joven concubina
este pequeño montón tibio:
ceniza del insomnio
y este hueco: mi costillar vació
donde golpea mi corazón
con un sonido que se apaga
poco a poco
en la noche

*

Pequeña concubina:
no mires hacia atrás

Yo te estaré mirando desde cualquier rincón
como un duende
como un desasosiego
como un presentimiento
como una sombra rápida que cruza la ventana.

*

Sólo una Diosa es Antes y es Después
Sólo una Diosa sobrevive al Desastre
Y ella está con nosotros.

*

Me mordió con su diente suavísimo el Amor
por la joven concubina
la pequeña paloma
de luminosa risa
la hija de la Gracia
en cuyo nombre enciendo
junto a mi corazón
esta violeta blanca.

*

Recuerdo su perfume su piel
su cabello mojado por la lluvia amorosa
y lo siento llegar:
como Zeus ante Europa
en mi cuerpo se está forjando un toro.

*

El vino de sus pechos purificó mis manos
El de su lengua enrojeció
-todavía más-
mi corazón.

*

Amada concubina:
¿me amarás en uno en tres
en nueve en veintisiete años?

No lo sé

Pero he amado tu cuerpo en Primavera
y basta.

*

Regálame tu larga cabellera
mi joven concubina
Déjame verla ondeando con el viento
Envuélveme con ella
Óyeme bajo ella decir cuánto te amo

Te amo tanto así
pero quiero saber si con tu cabellera
crece también mi amor

¿Por qué quiero jugar con el Abismo?

Sólo la Luna sabe.

*

El año en que naciste yo era un joven.
Tenía quince años:
soñaba con muchachos como tú.

*

Mil kilómetros separan nuestros cuerpos
Ahora justo ahora que vemos los dos
en este mismo instante
la misma Diosa Luna
a la que amamos con un único amor.

*

No tengo imagen tuya:
mi Imaginación es tuya.

*

En tu frente en tus mejillas
en tus ojos en tu cabello
deposité con besos mi ternura

En tu boca no: en tu boca
sólo el salvaje Deseo el loco amor.

*

Te amo tanto que no me importa si tú me amas a mí.

Pero me amas, oh Fortuna
¡Me amas!

*

Ah, el Amor en el sueño. Cómo crece, cómo acentúa su gloria, cómo se magnifica. Yo soñaba con una concubina de risa deliciosa, de boca fresca, pechos a la medida de mi Amor y muslos del tamaño del ardiente deseo.
Despierto
Y aquí estás sonriendo.
Oh mi Luna creciente.

*

Es cierto: yo adoro a una Diosa que no se sacia nunca. Ahora habita en tu cuerpo y – aunque es imposible- me gustaría que en ti se quedara para siempre.

*

¿La joven concubina recuerda mis palabras, el tono de mi voz, el tacto de mis manos en sus redondas nalgas, el sabor de mis besos, mis más dulces miradas? ¿Se estremece, suspira, sonríe tiernamente, llora a veces?

Sólo la Luna sabe

*

¡Cómo luchamos contra el Sueño para estar juntos un corto tiempo más! Pero el Sueño venció para nuestra fortuna, pues, como un dios bondadoso, nos hizo estar más juntos bajo su mano amante.

*

Gracias, oh Dios, por los pies de mi joven concubina. Gracias por sus piernas y sus muslos; mas, sobre todo, gracias por la divina perfección de la pequeña plaza de su vientre, donde su ombligo luce con tal delicadeza que compite con el triángulo amado de crespo vello renegrido, donde ahora hundo mi rostro en busca de una perla para ti.

*

He visto aparecer el sol desde tu cuerpo, tras una noche en vela junto a tu desnudez, en compañía de la Luna y las ardientes constelaciones. ¿Por qué, entonces, estas lágrimas inexplicables?

*

Digo con Li Tai-pe:
La nueva amada
es fascinada como una flor
mas la antigua
es tan preciosa como el jade

¿Uno qué puede hacer
sino besar la flor
acariciar el jade
y adorar a la Diosa?

«El oficio de arder» 1982 – 1997



Poema Canto En Voz Baja de Efraín Bartolomé



«Triunfará del olvido tu hermosura»
Francisco de Quevedo

Éste es un canto para ti
Entero como el aire que pasa y acaricia las flores del durazno
Feliz como una noche total
Dulce como los niños que se enamoran de su maestra
y no saben decir dónde les duele y lloran

Éste es el canto de tu cabello largo como la tarde
Arroyo donde el sol se sumerge
Agua donde mis dedos arden como peces
Red que sale del mar cargada de colores
Arena fina entre mis manos

Éste es el canto de tu mirada que hace danzar los árboles
Que hace hermosos a los perros y al aire triste de la ciudad
y a la ciudad y sus muertes innumerables

Canto a tu mirada Refugio de la luz
casa del día como quien canta las pozas bajo la espesura
de los bosques
Canto la frescura y el brillo
la calma y la tentación del hundimiento

Este es un río que de golpe avanza
y se transforma en viento sobre los pastizales
y se hace luz sobre el espacio azul.

Canto tus labios que tienen el grosor de la dicha
y se encienden como mínimos astros
en el instante en que los rosa levísima el ala del deseo

Canto tu lengua frutal
que deja reposar su tacto sobre los labios rojos
que se posa en los dientes y los envuelve y acaricia y enloquece
y los hace morder
raíz oscura
la pulpa del deseo

Canto tu talle besado por el día
Luminoso tobogán que va de la razón hasta el delirio

Canto tu grupa tensa de potranca
Viva como el trino de todos los pájaros del mundo
Tus ancas plenas como sandías
jugosas y mordibles como manzanas madurísimas bajo
el ocio del sol
Nido de mis manos hechas palomas tibias
Libro en que se lee la historia verdadera del hombre
De los hombres

Tus nalgas pesan en mis muslos con la densidad de la tibieza
Se mueven con un sentido exacto de rotación
Duermen junto a mí por el tiempo necesario
Y no se sacian nunca
Y no me sacian nunca

Canto tus rodillas vivas relucientes
Tus muslos tersos y fragantes como el interior de un mango
Tus pies tibios y dulces suaves y delicados
amorosos y tiernos como la mirada del huérfano

Canto tus pechos que se levantan de la blancura total
Tus pechos y su redondez total
Tus pechos y su aureola perfectísima
impresionable como la planta sensitiva al soplo al toque
mínimo

Canto tus pezones
Canto el color de tus pezones
Canto el color de tabaco en tus pezones

Éste es en fin el río que gota a gota te construyo

He querido cantar sobre el papel como sobre tu cuerpo

He quedado rendido
Lacio y fatigado como los días después del temporal

Déjame descansar junto a tu cuerpo
Sobre tu vientre

Arrópame.

«Música solar» 1984



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