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Poema Cien Sonetos De Amor de Pablo Neruda



Soneto XI

Tengo hambre de tu boca, de tu voz, de tu pelo
y por las calles voy sin nutrirme, callado,
no me sostiene el pan, el alba me desquicia,
busco el sonido líquido de tus pies en el día.
Estoy hambriento de tu risa resbalada,
de tus manos color de furioso granero,
tengo hambre de la pálida piedra de tus uñas,
quiero comer tu piel como una intacta almendra.
Quiero comer el rayo quemado en tu hermosura,
la nariz soberana del arrogante rostro,
quiero comer la sombra fugaz de tus pestañas
y hambriento vengo y voy olfateando el crepúsculo
buscándote, buscando tu corazón caliente
como un puma en la soledad de Quitratúe.



Poema Compañera de Juan Guzmán Cruchaga



Tu voz, viajera de muchos siglos,
llegó apoyándose en un sueño.
En ningún país la reconocían.
No cabía en ningún recuerdo.
No sigas. Quédate. Eres mía.
Lo sé desde el alba del tiempo.

Tus ojos perseguidos
todavía tiemblan de miedo.
Oscuras jaurías de angustia
los acosaban.
Cierra. Hay viento.
Descansa. Es la dicha tranquila.
El reposo. El silencio y el fuego.

Iban tus manos entre mis libros,
entre mis flores y mis versos
naturalmente, sin asombro.
Tampoco había asombro en ellos.

Las rosas que ahora te miran
son nietas de las que te vieron.
Descansa. Quédate. Eres mía.
Lo sé desde el alba del tiempo.



Poema Con El Velo En La Noche de Yanira Soundy



Cuando cubres mi espalda con el velo de la noche
y cruzas en silencio el húmedo paisaje de mi
cuerpo, el ala errante del viento
se quiebra en nuestro sueño.
La luna cae sobre el mar,
llena de silencios.
La tarde se vuelve tempestad, agua despeñada de lo alto,
voz de lluvia.
La rosa amarilla se abre al aire frío,
susurran los árboles
y tú bebes el secreto
que vibra entre mis labios.
Cuando cubres mi espalda
con el velo de la noche,
una amapola se quema entre tus dedos.
El amor abre sus alas a un canto de estrofas
y se vuelve un río pensativo,
una larga voz que moja
las campanillas y los cardos.
Cuando cubres mi espalda
con el velo de la noche,
en los aleros canta un pájaro salvaje.



Poema Curso De Las Arcillas de René Char



Mira, portero agudo, de la mañana a la mañana,
Largas, adujando su chorro, a las zarzas frenéticas,
Cómo la tierra nos acucia con su mirada ausente,
Cómo el dolor se embota, grillo de canto parejo,
Y cómo un dios no brota sino para aumentar la sed
De aquellos cuya palabra se dirige a las aguas vivas.

Por tanto alégrate, querida, del destino siguiente:
No clausura esta muerte la memoria amorosa.

Versión de Jorge Riechmann



Poema Cazador de Federico García Lorca



¡Alto pinar!
Cuatro palomas por el aire van.
Cuatro palomas
vuelan y tornan.
Llevan heridas
sus cuatro sombras.
¡Bajo pinar!
Cuatro palomas en la tierra están.



Poema Como Un Volar Distingue de Pureza Canelo



Un fluir de orgullo
ha estado negando la escritura
en este libro
igual que el tordo vil negara
comer frutos y simientes
que regala el suelo vivo.
Un fluir de no inocencia
ha querido contar
hasta el último peldaño
entre las zarzas de esta casa.
Mi claroscuro ser
con el afán de un sentimiento
que devora y miente.
Pero un fluir de la vida es, al fin, la vida.
Haber preferido negar antes la escritura
que olvidarla, rozarla en vez de abrirla
y escapar ya del olivo en fruto
como un volar distingue.

Orgullo, no inocencia, cuerpo:
me he enredado en ellos y he perdido
del amor la vereda
que se entrega imperfecta.
Miedo, apaño, esta poesía,
han hecho de mí
destino donde ahora me borro.

El alma que respira
escapa y corre por los campos
que se despiden, me sueltan, contrariados
por el menú sobre mantel precioso
en el que posabas tus ojos
para llevarte el manjar de esa materia.
Así, liberada y confundida,
solitaria en la reunión general
de estos poemas,
debo abandonar la vid, el huerto,
para volver a la rueca de la vida
con silencio por fuera y locomoción tan dentro
porque es el hacer viandante quien me espera.
Todo lo demás son historias de artistas.



Poema Canción Desnuda de Julia De Burgos



Despierta de caricias,
aún siento por mi cuerpo corriéndome tu abrazo.
Estremecido y tenue sigo andando en tu imagen.
¡Fue tan hondo de instintos mi sencillo reclamo…
!De mí se huyeron horas de voluntad robusta,
y humilde de razones, mi sensación dejaron.
Yo no supe de edades ni reflexiones yertas.
¡Yo fui la Vida, amado !
La vida que pasaba por el canto del ave
y la arteria del árbol.
Otras notas más suaves pude haber descorrido,
pero mi anhelo fértil no conocía de atajos:
me agarré a la hora loca,
y mis hojas silvestres sobre ti se doblaron.
Me solté a la pureza de un amor sin ropajes
que cargaba mi vida de lo irreal a lo humano,
y hube de verme toda en un grito de lágrimas,
¡en recuerdo de pájaros!
Yo no supe guardarme de invencibles corrientes
¡Yo fui la Vida, amado !
La vida que en ti mismo descarriaba su rumbo
para darse a mis brazos.



Poema Cuerpo Que Duerme de Enric Sòria



Puramente dormida, tranquila, entre mis brazos.
La admiro, la imagino, desconfío.
Intento acariciarla como intento creer
que me es posible amar este cuerpo que duerme
Un cuerpo; una borrosa resistencia a la mano.
Una tibia frontera.

Invento o magnifico espinas de penumbra.
Puramente dormido un cuerpo junto a mí.

De «Andén de cercanías», Ed. Pre-Textos, Valencia, 1996
Traducción de Carlos Marzal



Poema Colección Nocturna de Pablo Neruda



He vencido al ángel del sueño, el funesto alegórico:
su gestión insistía, su denso paso llega
envuelto en caracoles y cigarras,
marino, perfumado de frutos agudos.

Es el viento que agita los meses, el silbido de un tren,
el paso de la temperatura sobre el lecho,
un opaco sonido de sombra
que cae como trapo en lo interminable,
una repetición de distancias, un vino de color confundido,
un paso polvoriento de vacas bramando.

A veces su canasto negro cae en mi pecho,
sus sacos de dominio hieren mi hombro,
su multitud de sal, su ejército entreabierto
recorren y revuelven las cosas del cielo:
él galopa en la respiración y su paso es de beso:
su salitre seguro planta en los párpados
con vigor esencial y solemne propósito:
entra en lo preparado como un dueño:
su substancia sin ruido equipa de pronto,
su alimento profético propaga tenazmente.

Reconozco a menudo sus guerreros,
sus piezas corroídas por el aire, sus dimensiones,
y su necesidad de espacio es tan violenta
que baja hasta mi corazón a buscarlo:
él es el propietario de las mesetas inaccesibles,
él baila con personajes trágicos y cotidianos:
de noche rompe mi piel su ácido aéreo
y escucho en mi interior temblar su instrumento.

Yo oigo el sueño de viejos compañeros y mujeres amadas,
sueños cuyos latidos me quebrantan:
su material de alfombra piso en silencio,
su luz de amapola muerdo con delirio.

Cadáveres dormidos que a menudo
danzan asidos al peso de mi corazón,
qué ciudades opacas recorremos!
Mi pardo corcel de sombra se agiganta,
y sobre envejecidos tahúres, sobre lenocinios de escaleras
gastadas,
sobre lechos de niñas desnudas, entre jugadores de foot-ball,
del viento ceñidos pasamos:
y entonces caen a nuestra boca esos frutos blandos del cielo,
los pájaros, las campanas conventuales, los cometas:
aquel que se nutrió de geografía pura y estremecimiento,
ése tal vez nos vio pasar centelleando.

Camaradas cuyas cabezas reposan sobre barriles,
en un desmantelado buque prófugo, lejos,
amigos míos sin lágrimas, mujeres de rostro cruel:
la medianoche ha llegado y un gong de muerte
golpea en torno mío como el mar.
Hay en la boca el sabor, la sal del dormido.
Fiel como una condena, a cada cuerpo
la palidez del distrito letárgico acude:
una sonrisa fría, sumergida,
unos ojos cubiertos como fatigados boxeadores,
una respiración que sordamente devora fantasmas.

En esa humedad de nacimiento, con esa proporción tenebrosa,
cerrada como una bodega, el aire es criminal:
las paredes tienen un triste color de cocodrilo,
una contextura de araña siniestra:
se pisa en lo blando como sobre un monstruo muerto:
las uvas negras inmensas, repletas,
cuelgan de entre las ruinas como odres:
oh Capitán, en nuestra hora de reparto
abre los mudos cerrojos y espérame:
allí debemos cenar vestidos de luto:
el enfermo de malaria guardará las puertas.

Mi corazón, es tarde y sin orillas,
el día, como un pobre mantel puesto a secar,
oscila rodeado de seres y extensión:
de cada ser viviente hay algo en la atmósfera:
mirando mucho el aire aparecerían mendigos,
abogados, bandidos, carteros, costureras,
y un poco de cada oficio, un resto humillado
quiere trabajar su parte en nuestro interior.
Yo busco desde antaño, yo examino sin arrogancia,
conquistado, sin duda, por lo vespertino.



Poema Canción de Marques De Santillana



Recuérdate de mi vida,
pues que viste
mi partir e despedida
ser tan triste.

[I]

Recuérdate que padesco
e padesçí
las penas que non meresco,
desque vi
la respuesta non devida
que me diste;
por lo qual mi despedida
fue tan triste.

[II]

Pero no cuydes, señora,
que por esto
te fue ni te sea agora
menos presto;
que de llaga non fingida
me feriste;
así que mi despedida
fue tan triste.



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