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Poema Me Desordeno, Amor, Me Desordeno de Carilda Oliver Labra



Me desordeno, amor, me desordeno
cuando voy en tu boca, demorada,
y casi sin por qué, casi por nada,
te toco con la punta de mi seno.

Te toco con la punta de mi seno
y con mi soledad desamparada;
y acaso sin estar enamorada
me desordeno, amor, me desordeno.

Y mi suerte de fruta respetada
arde en tu mano lúbrica y turbada
como una mal promesa de veneno;

y aunque quiero besarte arrodillada,
cuando voy en tu boca, demorada,
me desordeno, amor, me desordeno.



Poema Madrigales (i) de Carilda Oliver Labra



Esos ojos de noche, tan austeros,
tan pegados a mí con sus borrones,
esos ojos que tú quitas y pones,
esos ojos, en fin, tan maromeros

¡cómo saltan del plato a la ternura!
Esos ojos de simple fantasía
que se quedan sin ser el alma mía,
esos ojos de pascua y fiebre pura

que me tienen enferma, alucinada,
porque sirven el ojo de la nada;
esos ojos silvestres, comensales,

con sus trampas de bien, abrecaminos,
esos ojos que son casi divinos
y se mueren como ojos terrenales.



Poema La Vecina Muerta de Carilda Oliver Labra



La casa era como ella: un pálido juguete,
y estaba limpia y triste bajo el número siete.

No quiero recordarla…Me hace daño la orilla
de su vestido blanco con una vieja hebilla.

Allí, inocentemente, cuando abría la puerta,
era un sueño borroso, una lámpara incierta:

algo que le pedía protección a la muerte.
Sus ojos…¡pobres jos como de flor sin suerte!

parecieron mirarme hacia adentro una vez.
Vivió junto a nosostros con el susto del pez.

Recién casada y sola, lavaba los manteles
y lavaba su alma. Siempre le fueron fieles

la timidez de novia y la ventana eterna.
La tarde sobre ella era una tumba tierna.

No conocí su nombre. No lo sé todavía…
Pero después de muerta la llamaré María.



Poema La Solterona de Carilda Oliver Labra



Con la blusa vacía y los ojos inmensos
de soportar las lágrimas que no saben caer,
llegó calladamente. Maduros y propensos,
flotaron en la noche pecados sin hacer.

Y yo vi sus diez dedos marchitos de agonía
jugando a ser amados sobre aquel alfiler;
y vi su enorme ojera morada que crecía
como un mar insondable que vive de mujer;

y me quedé sintiendo su pobre boca seca
-que inundó de palomas tristes la biblioteca-,
sus piernas respetadas, su sexo sin llover,

y fue tan misterioso mi corazón pequeño
que tuve que ser fuerte para no usar el sueño
de regalarle mi hombre en ese anochecer.



Poema La Divorciada de Carilda Oliver Labra



Se viste bien. Camina como nube.
Tiene el jamás venciendo la mirada
y un aire de paloma maltratada,
de cadáver con vida se le sube.

Es triste si se para junto al mar.
¡Qué silencio tan grave el de su frente!
Esa muchacha, acaso diferente,
escribe versos para no llorar…

En cada mes alumbra una amapola.
Juega al tedio y la sed. Aunque está sola
espera siempre un hijo al azar.

Y cuando pasa con su azul pequeño
-del brazo de algún hombre para el sueño-
todos murmuran que se va a acostar.



Poema Hombres Que Me Servisteis De Verano de Carilda Oliver Labra



Ése que no dejó de ser mi amante
y al que le debo siempre sepultura,
uno a quien nunca quise lo bastante;
aquél, obra de sueño, conjetura…

Alguien que jugó a nada y tuvo suerte,
otro que no ha venido de la guerra,
éste donde converso con mi muerte
porque me lo disputa hata la tierra.

¡Salid de la memoria evocadora
con vuestro amor, pues tengo frío ahora!
Sabed todos que os llevo de la mano.

Vuestras sombras estallan como un mito
de vez en cuando aquí. Sois lo bendito,
hombres que me servisteis de verano.



Poema Éste de Carilda Oliver Labra



El mío, el importante, el que me dura;
perfecto como el jueves o el verano.
Éste que nunca pierdo, casi hermano,
lo menos frío, la mayor dulzura.

El comparable a un soplo en la cintura,
y la inocente mano de mi mano;
el acostado a sollozar temprano,
el que tiene también de mi locura.

Éste que se sonríe de ser hombre,
éste de absurdo mal, de fruta en nombre:
mi propio enorme corazón enorme.

El necesario celestial testigo
de mi absoluta palidez de trigo,
que me besa por dentro cuando duermo.



Poema El Miedo de Carilda Oliver Labra



Entre los miedos que me ha dado tu muerte
hay uno.

No es el miedo a perder tus ojos de sálvame
ni a que de pronto,
al abrir un mueble,
la ropa se te parezca.

No es el miedo a que el óxido fatigue
tus cuchillos,
a que el tiempo apague tu último cigarro.
No es el miedo a que aparezca entre mis cosas
otra receta inútil
ni el miedo a sentirme desnuda sin tus manos.

No es el miedo a confundirte conmigo
sino a que caigas
de mi memoria
y yo no recuerde la forma donde estabas.



Poema El Canto de Carilda Oliver Labra



Rómpanme los vestidos, quítenme la locura,
pulan con ese látigo mi sitio de estar sola,
tráiganme los infiernos, pongan mi cama dura;
no temo a los tiranos ni al cáncer ni a la ola.

Déjenme sin pecado, sin sol, sin biblioteca;
ya huérfana de todo no sentiré ni tedio.
Escóndanme ese pan, claven mi boca seca:
nada podrán hacerme que no tenga remedio.

No importará la cárcel porque bebí delirio,
hasta en el mismo polvo suele nacer el lirio,
ninguna muerte sabe podrirme la mañana.

Mi corazón no tiene gravámenes ni dueño.
Nunca podrán quitarme el ala con que sueño.
Y seguiré cantando cuando me dé la gana.



Poema Anoche de Carilda Oliver Labra



Anoche me acosté con un hombre y su sombra.
Las constelaciones nada saben del caso.
Sus besos eran balas que yo enseñé a volar.
Hubo un paro cardíaco.

El joven
nadaba como las olas.
Era tétrico,
suave,
me dio con un martillo en las articulaciones.
Vivimos ese rato de selva,
esa salud colérica
con que nos mata el hambre de otro cuerpo.

Anoche tuve un náufrago en la cama.
Me profanó el maldito.
Envuelto en dios y sábana
nunca pidió permiso.
Todavía su rayo lasser me traspasa.
Hablábamos del cosmos y de iconografía,
pero todo vino abajo
cuando me dio el santo y seña.
Hoy encontré esa mancha en el lecho,
tan honda
que me puse a pensar gravemente:
la vida cabe en una gota.



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