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Poema Dios Encontrado de Carlos Murciano



Dios está aquí, sobre esta mesa mía
tan revuelta de sueños y papeles;
en esta vieja, azul fotografía
de Grindelwald cuajada de claveles.

Dios está aquí. O allí: sobre la alfombra,
en el hueco sencillo de la almohada;
y lo grande es que apenas si me asombra
mirarlo compartir mi madrugada.

Doy a la luz y Dios se enciende; toco
la silla y todo a Dios; mi diccionario
se abre de golpe en «Dios»; si callo un poco
oigo jugar a Dios en el armario.

Abro la puerta y entra Dios -¡si estaba
ya dentro…!-; cierro, y sale, mas se queda;
voy a lavar mi cara y Dios se lava
también y el agua vuélvese de seda.

Dios está aquí: lo palpo en mi bolsillo,
lo siento en mi reloj y, aunque me empeño,
ni me sorprendo ni me maravillo
de verlo tan enorme y tan pequeño.

Me lo dobla el cristal, me lo devuelve
hecho yo mismo -Dios, perdón- su frío
y no acierto a explicarme por qué envuelve
su cuerpo en este pobre traje mío.

Hoy he encontrado a Dios en esta estancia
alta y antigua en donde vivo. Hacía
por salvar, escribiendo, la distancia
y se me desbordó en lo que escribía.

Y aquí sigue: tan cerca que me quemo,
que me mojo las manos con su espuma;
tan cerca, que termino, porque temo
estarle haciendo daño con la pluma.



Poema Serenamente de Carlos Murciano



«Creímos que todo estaba
roto, perdido, manchado…
-Pero, dentro, sonreía
lo verdadero, esperando-.»
Juan Ramón Jiménez

Serenamente digo:
«Empiezo.» La mañana
se desnuda. Testigo
único, la campana.

Su son, su son lejano
me salva, me convoca.
Plenitud del verano:
la flor sobre la roca.

Cielo malva, luz pura.
El agua se despeña.
Arriba, una figura
-memoria, tiempo- sueña.

La palabra no brota
de los labios. Asombro.
Una mirada -¿rota?-
dice lo que no nombro.

Empiezo. Lento, vuelvo
la página. Y escribo.
Y en la tinta me absuelvo
y me condeno. Y vivo

Del libro «Este claro silencio»



Poema El Reloj de Carlos Murciano



Esto de no ser más que tiempo espanta.
La solución bajo el costado izquierdo:
un fiel reloj al que jamás me acuerdo
de darle cuerda y, sin embargo, canta.

Canta con un martillo en la garganta,
mas sé que estoy perdido si lo pierdo.
A martillazos vive su recuerdo.
Sin embargo, ni atrasa ni adelanta.

A veces se le olvida hacer ruido.
A veces hace por salir del nido
y si no lo consigue, humano, llora.

A veces suena a Dios. De todos modos
es un reloj y un día, como todos,
se quedará parado en cualquier hora.



Poema Si En Brumas Me Hablas de Carlos Murciano



Si en brumas me hablas, callo y no te digo
que en bruma no comprendo tu llamada,
ni conozco tu voz, ni la delgada
gracia de la cintura te persigo.

Si en bruma me acaricias, sumo y sigo:
caricia, más amor, más bruma: nada;
ni pájaro sangrando en enramada,
ni amapola trinando sobre trigo.

A veces va la bruma y nos rodea
y nos viste de gris y nos diluye
náufragos de su pálida marea;

la bruma que derriba y que destruye,
que a sí misma se crea y se recrea
y luego como helada cierva huye.



Poema Mujer Que Pasa de Carlos Murciano



Llueve silencio, Pasas. Hace hastío.
Hace sueño esta noche. Pasas. Queda
un retazo de ti. Por ti la seda
del alma se desdora. Llueve frío.

¿Vienes o vas? ¿Retorna tu desvío,
peregrino de azul, por mi vereda?

¿O torna tu dulzura, porque pueda
dormir mi corazón? Pasas. Sonrío.

Digo sonrisa y pienso que es incierta
esta luna que enluna mi desvelo.
Loro quizás. Destrenzo mi tristura.

Hace sed esta noche. Por mi puerta
pasas. Dolor. Bajo lo gris del cielo
cielo y dolor deshojan mi locura.



Poema Momento de Carlos Murciano



Salta el botón, y la seda
de la blusa se desliza
sobre tus hombros. Ceniza
es el momento. No queda
ni un pájaro en la alameda
y el poniente ha dicho adiós.
Sueltas tu falda. Los dos
temblamos. Pálido y mudo,
veo nacer tu desnudo
bajo el asombro de Dios.



Poema Hablando Claro de Carlos Murciano



Las cosas claras, Dios, las cosas claras.
¿Acaso te pedí que me nacieras,
que de dos voluntades verdaderas,
de barro y llanto, Dios, me levantaras?

¿Acaso te pedí que me dejaras
en mitad de la calle -en las aceras
se apiñaba la vida- y que te fueras:
y que con tu desdén me atropellaras?

Palabra que no sé por lo que peco.
Palabra que procuro, mas en vano,
llenar tu hueco, rellenar mi hueco.

Pero soy nada más Carlos murciano.
Ni hombre ni nada, Dios, solo un muñeco
que se mueve en la palma de tu mano.



Poema Este Claro Silencio de Carlos Murciano



Este claro silencio. Y este gozo.
Y este rumor de noche. Y esta pena.
Y esta destrozadísima cadena
que te desencadena el alborozo.

Y este muro infinito. Y este trozo
de soledad. y este montón de arena.
Y esta voz que te absuelve y te condena.
Y esta sed sin principio. Y este pozo.

Acércate al brocal, bebe sin miedo
y camina después hacia ese ruedo
sin barreras, sin toro y sin testigos.

Yo te bendigo, te bendigo. Anda.
Echa ya a andar, que la esperanza manda
y sangra la amapola entre los trigos.

De «Este claro silencio»



Poema Eres Tú, No Las Olas de Carlos Murciano



«…tú eres quien me acabas,
que las olas no.»
Pedro de Quirós

EL mar es como un niño consentido:
sobre la arena arroja a las gaviotas
y echa a rodar entre las olas rotas
los últimos recuerdos del olvido.

Arrastra ya el verano, malherido,
la desesperación de las derrotas.
Flota la luna en el poniente. Flotas
sobre mi corazón atardecido.

En el rincón más fiel de la bahía
arde tu cuerpo entre mis manos, mientras
arroja el mar sus besos y sus babas.

Baten las grandes olas mi agonía
y, a su compás, me buscas y me encuentras.
Y eres tú, no las olas, quien me acabas.



Poema Era Con Sol de Carlos Murciano



Era con sol. Corríamos.
Temblaba el mundo con nosotros.
Era con sol. Hablaban ruiseñores,
hablaban claros álamos;
desnudaba alegría la mañana.

Yo te decía: amor, amiga, escucha:
tú tienes unas manos que vuelan a palomas,
tú tienes en los ojos dos canciones sonándote,
tú tienes de campana la voz, la vida toda.
Yo sólo tengo un mundo que sabe a corazón,
que sabe a fruta verde todavía,
un camino a tristeza, otoñalmente largo,
y una fuente muy dentro que mana gris el alma.

Y tocaba tus dedos y te decía: amor,
amiga, escucha:
Esta frente que estás acariciándome ahora,
esta piel, este verso,
son algo menos tuyos, son de nunca,
son de silencio o nada,
son de parque con niebla o arroyo con guijarros.

Y estábamos despacio bajo el día.
era con sol. El esquilón del buey
tañía a hierba verde con rocío
y una brizna de brisa los trigos oleaba.
Yo seguía diciendo mientras, cerca,
iba fluyendo tu garganta en nieve:
Yo tengo, amor… Tú tienes -me decías-,
tú me tienes a mí, tú tienes estos labios
que ahora… sólo… besan…



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