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Poema Noche Cerrada de Carlos Sahagun



Fue en la infancia, a la vera de los caminos, en el humo perdido
de los barcos que se alejaron.
Con ellos se marchaba mi corazón, con rumbo cierto
de eternidad. Y más allá, donde nuestra mirada no llegaba,
por pequeña o por triste, algo nos sostenía.
Dios, el abuelo de los niños, repartiendo
las gaviotas por el azul sin límites, estaba con nosotros
de sol a sol, como los viejos labradores,
y dejaba su mano cansada en nuestros hombros.
Por qué pensar en cosas tristes. Mis padres
volvían del trabajo con ira, se vivía mal en casa,
eran tiempos difíciles y oscuros.
Y, sin embargo, vi palomas, estoy cierto, tuve apego a las
atareadas de mi madre,
directamente conocí la vida
como algo, más o menos alegre, que no tenía final.
Yo siempre tuve un alma navegante
y una gran esperanza.
Desde el punto de vista de aquel niño
todo era claro y mañanero, quiero decir, todo era
mentira, puro engaño. Tú no estabas allí,
ni aquí, a la vera de los caminos, ni en el humo perdido
de los barcos. Un muchacho lloraba
frente al acantilado, bajo la dura enseña
de la noche sin Dios.



Poema Lluvia En La Noche de Carlos Sahagun



A veces voy por un camino,
y el aire huele a lluvia,
y pasa un niño abandonado y llora,
como si recordara los árboles en sombra,
los pasillos en sombra, los juguetes
que se perdieron en un pozo.
Pero yo voy por el camino blanco,
y el camino se alarga, como el miedo a estar vivo.
El cielo Se ha puesto grande, igual que el techo de los palacios.
Nadie se vuelva atrás: estamos
ante la noche, al raso, puros,
lavados por el agua que vino de tan lejos.
y la ciudad se ha hundido como un barco en desgracia.
y ya no queda nada…

He vuelto a creer en Dios,
y en las puertas cerradas, y el humo, y el milagro.
Tengo fe en el camino que se pierde,
con sus piedras y sus matas secas,
y de nuevo sus piedras, y la lluvia,
y todo lo que es ruina y desamparo.

Tengo fe en el camino y en las catedrales de Dios,
y alzo los ojos para hablarle,
y la lluvia, entonces, me da en los ojos, y
Dios no está aquí, pero está aquí. Y avanzo.



Poema Junio de Carlos Sahagun



Abrazado a tu tierra,
cuerpo en flor,
a tus praderas para galoparlas,
junio entraría en nosotros como la luz entre
estos pinos.
Entraría radiante, viniendo yo no sé
de dónde, pero cierto como un brazo de aurora.
y ya no habría hora triste ni momento
malo.

En nuestros brazos tiene el tiempo
su dimensión más ancha, y para dar consuelo
y nos sentirnos solos, bastaría
con la certeza de tu cuerpo aquí,
como una flor que empuja o, más bien, como
aquel temblor de los cañaverales.

Y desde qué tristeza hemos venido,
desde qué infancia que nos han quitado.

Si bajo nuestra tierra está la tierra extensa,
la que pisaron otros hombres
con paso fiel o con melancolía,
yo quisiera decirte, preguntarte,
como a mí mismo me pregunto,
si en esta tierra extensa no ha quedado algo
nuestro,
un pasado de niños tristes bajo la lluvia,
algo, en fin, donde tú y yo vivimos,
donde hemos existido tú y yo ajenos, distantes
echados al olvido duramente,
antes que en nuestro pecho a un tiempo entraran
este junio radiante, esta otra vida.



Poema Invierno Y Barro de Carlos Sahagun



Sé que, por mucho fuego que ahora ponga,
la adolescencia transcurrió conmigo
y del fragor de sus mitologías,
frente a los altos muros combatidos,
sólo quedaron evidencias vagas,
ecos ahogados bajo el cielo efímero.
Mas removiendo a fondo estas cenizas
regresa a veces un fervor perdido
y unos focos alumbran a intervalos
el aguacero en el suburbio, al filo
de la honda madrugada. ¿Vuelves tú,
difuminada imagen de mí mismo,
vuelves apenas a entregarme sólo
la ambigüedad al fin, no el contenido
tenaz de aquellos años sin fronteras
en que íbamos descalzos, insumisos,
y era verdad la vida solidaria
aun con invierno y barro en los caminos?

Pues fracasó la realidad de entonces,
no sucumba el poema, no haya olvido.



Poema Insomnio de Carlos Sahagun



Insaciable,
entré en tu edad madura, en la maleza,
busqué el tenso bambú, la carne cimbreante,
con el designio de un tardío acoso,
y como el sueño no era sino un viaje
cuyo mayor dolor es el regreso,
hacia la tapia fulgurante y ciega
acompañé tu imagen, sufrí su maleficio,
oh misteriosa y húmeda concavidad vacía,
cuerpo más que la aurora vacilante,
desolación para los que esperábamos,
tras noches de ansiedad, siglos de entrega.



Poema Epitafio Sin Amor de Carlos Sahagun



Mientras vivió, permaneció en lo alto.
Hoy quedan retratos pisoteados,
libros y panegíricos,
y algo como un horror en la conciencia
colectiva. Su nombre, por fortuna,
ha pasado a la historia para ser
ira, desprecio, escándalo
de las generaciones,
y aún dura en las cloacas de aquel tiempo sombrío.
Pero la maquinaria que creó
no dura. Pieza a pieza, el engranaje
fue destruido sin piedad.

Un viento popular barrió las vigas
carcomidas, el moho, las distancias,
y en el silencio que quedara en pie
fue posible por fin la primavera.



Poema Deseo En La Madrugada de Carlos Sahagun



Ahora la madrugada trae un ramo
de rosas blancas. Pero no las quiero.
Yo no he venido aquí para estas rosas
sino para el aroma de tu cuerpo.

Despierto estoy. Tu cuerpo inolvidable
se precipitará hacia mi recuerdo.
Tú misma estás junto a la aurora triste
y te levantas firme sobre el tiempo.

Vienes a mí con 1a orfandad del día
abrazadoramente hasta mi lecho,
igual que el despertar de un largo olvido
o como la llegada del invierno.

Y yo, ciego y mortal, hacia tu carne,
hacia las soledades de tu pecho
pongo mi corazón y escucho. Tierra
tierra de nadie el corazón se ha vuelto.

Lo que fue una noticia de relámpagos,
una mano entregada desde un sueño.
Ahora no estás y un alba de jardines
abre sus flores para mi deseo.

Te amé tal vez por las doradas hojas
que iba en tu corazón reconociendo.
Pero hoy ya no. Que toquen los clarines.
Es la resurrección de nuestros cuerpos.

Nos alzaremos con la madrugada.
Desnuda estás y blanca. Es el momento,
el tiempo del abrazo. Y te vas. Queda
la noche gris sobre mi pensamiento.

No encontraré otro cuerpo de más vida
ni, dentro de lo vivo, más sereno.
Es la serenidad del alba. Vamos.
Al monte más distante subiremos.

Pero nos llaman a olvidar, hoy hace
sombra en todas las calles y en mi pecho.
Como una torre de cristal vacía
se me derrumbarán todos los sueños.



Poema Desembarco de Carlos Sahagun



Perdida la ocasión en las batallas,
años después, hombres y niños esperábamos
un desembarco salvador.

Se poblaban las playas de miradas,
los sueños, de navíos.

Pero nadie venía a destruir
la tiranía del silencio.

Nada en el horizonte de color Normandía.

Sólo espuma en la orilla y tierra inhóspita
bajo los pies descalzos, anhelantes
y acobardados.



Poema Cuerpo Desnudo de Carlos Sahagun



«…muchas veces me pregunto
qué hacíamos tú y yo antes de querernos…»

Y vienes y te quedas
blanca, casi de mármol,
como un escalón puro para subir a Dios.

No sé qué hacer, dónde buscar
mis palabras más verdaderas, cómo decirte
que llevo en la mirada reflejado tu pecho,
y los brazos me caen, como en derribo,
al verte aquí, a mi lado, morena, lejos siempre.
Voy hacia ti como hacia el mar, despliego
las velas, ay, las alas de mi infancia,
veloz mi corazón cruza la arena,
se me dobla el dolor, te miro
toda de agua navegable, toda
pequeña,
como una estrella húmeda y parada.

Rodeado de naranjos, asombrándome
de ver los pájaros de oro,
era yo niño, comí
pan duro entre las manos vivas de mi madre,
y los zapatos rotos me hacían sentir la tierra,
mientras la tierra iba levantándome a hombre sin
remedio.
Quisiera haberte visto entonces, cuando
las calles bombardeadas. Ven,
dame la mano, sube
conmigo al monte negro de la pena.
Dame la mano, dime
si he de morir, si voy a ser eterno,
déjame repartirte como un pan por mis brazos.
Pero qué importa, ya que importa,
ya para qué acordarme, si hoy te quedas
desnuda, inmóvil,
si hoy has crecido tanto
que olvido y rompo aquella infancia de humo
y voy a ti en silencio como un rayo de luz.



Poema Cosas Inolvidables de Carlos Sahagun



Pero ante todo piensa en esta patria,
en estos hijos que serán un día
nuestros: el niño labrador, el niño
estudiante, los niños ciegos. Dime
qué será de ellos cuando crezcan, cuando
sean altos como yo y desamparados.
Por mí, por nuestro amor de cada día,
nunca olvides, te pido que no olvides.
Los dos nacimos con la guerra. Piensa
lo mal que estuvo aquella guerra para
los pobres. Nuestro amor pudo haber sido
bombardeado, pero no lo fue.
Nuestros padres pudieron haber muerto
y no murieron. ¡Alegría! Todo
se olvida. Es el amor. Pero no. Existen
cosas inolvidables: esos ojos
tuyos, aquella guerra triste, el tiempo
en que vendrán los pájaros, los niños.
Sucederá en España, en esta mala
tierra que tanto amé, que tanto quiero
que ames tú hasta llegar a odiarla. Te amo,
quisiera no acordarme de la patria,
dejar a un lado todo aquello. Pero
no podemos insolidariamente
vivir sin más, amarnos, donde un día
murieron tantos justos, tantos pobres.
Aun a pesar de nuestro amor, recuerda.



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