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Poema Autosirena de Carmen Díaz Margarit



El plural del abanico
se resolvió en un único destino.

Resolví la leyenda de mi infancia
con una forma ajena y humana,
y a mis mayores debo mi amargura milenaria.

Nunca vieron turistas mis pestañas.

Con almendras fabrico pingüinos, collares.
Mis libros son atletas
y mi palabra antigua como la seda.

En un ataúd blanco
escondo una niña que es un arpa,
y tengo tanta sed de amor
que se estremecen cerezas
en los seres más extraños.

Mi alergia al espacio
y mi manicura siniestra
son la curiosidad de mi magia.
Me mantuve siempre libre
de la ternura azul de los leopardos.

Amé todas las entrañas marinas,
amé incluso seres fatuos
por si alguien tachaba de inmóviles mis pestañas.

Desde entonces, un arpa da sombra a los senos en mayo.



Poema Gacela De La Amistad de Carmen Díaz Margarit



La amistad es una ráfaga de peces luminosos,
y te arrastra
hacia un océano feliz de mariposas.

La amistad es un plañir de campanas
que invocan el aroma de los cuerpos
en un jardín amanecido de heliotropos.



Poema Sirena De La Selva de Carmen Díaz Margarit



El agua inundó la selva alucinada
y crecieron escamas en las yeguas.

El paraíso anida hoy en nucas y barcas celestes.

Pregúntale ahora a los brazos de los pájaros dormidos
si el amor existe.
Hoy quiero declararte mi amor.

Murmullos de sirena sólo se escuchan cuando tu cuello se
abandona en mi hombro.

Sólo tu ausencia es triste como los lagartos.

Sólo quien te haya amado puede sentir
porque sólo tu pérdida es inmensa como el océano del dolor.

Pregúntale a la risa de los nardos si existe la alegría.
Dirán que la alegría sólo la conocieron en tu pecho
desvalido, dulce y tremendo.

Yo te amo,
Y ese amor se engendró en mi garganta.
Tu amor es tempestad que estira de un barco
hacia la inmensidad,
pero también seguro, como el alivio del cielo.

Eres como un pirata perdido en una selva de agua
y tus párpados sólo son ternura.

Tu voz suave es melodía de espaldas amarillas
y de axilas que laten como rosas antiguas.

Encántame.
Cuéntame un cuento de lunares salvajes,
y de Sevilla y Málaga entre rejas.



Poema Gacela Visionaria de Carmen Díaz Margarit



Yo he sabido esconder musgo en el muelle.
Vosotros no conoceréis nunca
cómo crece la mágica piel de la madera.

Yo he visto llover a muertos
sobre los muelles,
y bajo los botes acurrucarse la angustia como
leopardos.

Cuando las rejas espiaban la madera
y la bóveda del cielo era un túnel,
yo he hecho un fuego de astillas con la noche
cerrada.



Poema Gacela Entregada de Carmen Díaz Margarit



Tu risa es una desbandada de aves azules.

Tu cuerpo es la selva del universo,
y en tu vientre duerme un pájaro blanco.
Por tu espalda está bajando
una bandada tierna de palomas.

Eres todo de espuma
como los niños muertos a las orillas del mar.

Te pertenezco tanto
que en mi pecho tu ausencia es sólo herida.



Poema Gacela Del Niño Malva de Carmen Díaz Margarit



Una serpiente blanca entre los labios.
Los ojos -charcas firmes de morfina-
miran sin alas a Thánatos.

Un niño muerto es una metáfora malva.



Poema Gacela De La Vida de Carmen Díaz Margarit



Una lámpara tenue en la penumbra
un minuto olvidado de los dioses
un sueldo miserable a las palomas
una yegua de lluvia enloquecida
una oreja de toro ensangrentada
un manojo de truenos tartamudos
y un puñado de deudas a la luna.



Poema Gacela De La Muerte de Carmen Díaz Margarit



La piedra intacta
se yergue en nudo negro de grasa y sangre.

Los ojos, roedores de tinieblas,
viven al fondo de un pozo iluminado.

Marionetas y naranjas
se deslizan por tumbas sin sonido.

No hay cielo que resista el rayo y el incendio,
y los muertos duermen ajenos a sí mismos.

(El amor de los ataúdes tiene márgenes sensibles
y flores violentas.)

En los arrecifes duermen los nenúfares, Señor,
y los muertos se creen culpables.

Se ofician funerales en la línea de los tejados,
y desde el cielo canta un tigre del color del olvido.



Poema Gacela De La Mano Tibia de Carmen Díaz Margarit



Bruma o cielo blanco en la noche.

En los párpados velados
todo era nácar, luz, cristal nimbado.
La mano, mariposa infantil, ardió silente.



Poema Gacela De La Cueva Rumorosa de Carmen Díaz Margarit



No conozco cueva alguna
que tengas más recovecos
ni más ciervos, ni más hadas
que la tuya, amor mío,
que la mía.



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