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Poema La Nave De La China de Francisco González Léon



La nave de la China
que llegó a Acapulco
le trajo a la noble
Marquesa de Uluapa
un cofre de laca
color de vainilla;
y ornado de alados
dragones dorados
y de extrañas flores,
unos dos tibores.

Pero a mi me trajo
algo que es mejor:
a mi me ha traído
olvido de amor.

La nave de la China
trájole al Virrey,
para su hija Pía,
la milagrería
que abre un abanico
tejido en carey;
y para su esposa
el cristal tallado
de un frasco colmado
de esecia de rosa.

Pero a mi me trajo
algo que es mejor:
a mi me ha traído
olvido de amor.

Pena que se queda
del camino a un lado;
fórmula anodina
de oriental receta;
humo que las penas
ve con telescopio.

La nave de la China
hoy ha facturado
para mi dolencia
cansina y secreta
una libra neta
de ensueños y olvido
bajo la etiqueta
que asegura:
¡Opio!



Poema La Gotera de Francisco González Léon



Llovió toda la noche.
La llovizna final aún parpadea
un húmedo rumor en la azotea;
archivo de hojas que moviera el viento.

La oscuridad del ámbito se duerme
desvelada dentro del aposento.

La lluvia ha hecho
que se filtre el agua
y se traspase el techo
destilando metódica en la estera
del piso de la pieza,
una gotera.

Esbozo musical que se devana.
…Ritmo alterno
de arteria o de campana:
Tic…
Tac…

Si motivos de música de cámara
la llovizna ejecuta,
la gotera en el suelo pertiguea
la ley de una batuta.

Hay algo que recóndito se afina;
la oscuridad es morfina
propia para soñar.

Abranse de par en par
los sencillos postigos de la infancia.
Perspectiva interior de la distancia,
que tan cerca del alma se veía:
la vieja casa conventual y fría;
las grandes y recónditas alcobas;
los cuentos de los duendes que ahí andaban
cambiando de lugar a las escobas.
Y el bullicioso gozo;
y el asomarse al pozo
por distinguir la arruga
que en el agua dejaba la tortuga.

Recóndita virtud de aquellas cosas
que se amplían en el alma a la manera
del vidrio de una esfera.

Gotera
de renguera
desigual:
Tic…
Tac…

Clepsidra cuya gota horada el tiempo
con caída de ritmo vertical;
rumor que asemeja al de la péndola
que en la sala de ambiente colonial
rebanaba el silencio de las horas
con el filo de su disco de metal.



Poema Inicial de Francisco González Léon



Fue mi libro de texto un amor escolar;
fue una muchacha triste, la que llegó a quererme
tan hondamente que dejó al pasar
por sobre de mi vida, todo su atardecer.

Aún de la colegiala traía la manteleta
azul de las internas, allá cuando en la escueta
sala de dibujo, en la gran sala,
fue nuestra primera, recóndita estafeta,
una violeta.

Esbeltez de gacela,
sabidurías de abuela,
arranques de Graciela,
y los dulces resabios de la escuela.

Sus manos, lenidades de paloma,
sus manos escolares que me empeñé en besar;
sus manos que exhalaban el aroma
de un lápiz acabado de tajar.

¡Qué funestos augurios los de aquellas ternezas!
¡Qué tristezas tan hondas las de aquellas tristezas!
¡Qué la vida tan irreconstruible y fatal!

No volvió a vacaciones…
Hoy un huerto la esconde…
Fue una página en blanco; fue una página en donde
comenzada aún, se mira una roja inicial.



Poema Despertar de Francisco González Léon



Sueños de la mañana
de la alcoba en la semioscuridad.

Despertar indolente en que se siente
la necesidad
de continuar el diálogo interrumpido
con la fantasmagoría nocturnal.

Aquella semivigilia en que aún hay
la indecisión de lo que en sueños vimos;
aquella incapacidad
de descifrar lo que sentimos,
pero en que aún tiembla brumosa una nostalgia
con las fosforescencias de una tenuidad.

Se ha callado en su ranura
suspendiendo su nocturna partitura,
algún grillo
que ha ocultado su martillo,
monótono cual la marcha
de un péndulo de bolsillo.

Y en tanto bruñe un espejo
un dejo en la oscuridad,
y descifra una rendija
una ecuación matinal,
en un pretil de la casa,
una saltapared
repasa
sus métricas de cristal…



Poema Cuartetos de Francisco González Léon



Aunque el uno es insomne,
y el otro un somnolente,
el gato y el grillo se parecen
en que buscan del fogón
la ceniza caliente.

Ron, ron del gato;
del grillo el cri, cri persistente;
límpida noche en enero
temblando en estrellas.
Cruzado de brazos
el gato medita;
y el grillo parece
que está de rodillas.

Penumbras friolentas
enturbian mi estancia.
Roto sedimento de amarga fragancia
vaga en el recuerdo
de vieja ilusión.

Hay algo que vuela
y algo que se esconde.
Y en estos instantes
que el tiempo alargó,
callan dos silencios
y hablan dos rumores:
el gato y el grillo;
las sombras,
y yo.



Poema Agua Dormida de Francisco González Léon



Agua dormida de aquel pilón:
agua desierta;
agua contagiada del conventual
silencio de la huerta.

Agua que no te evaporas,
que no te viola la cántara,
y que no cantas, y que no lloras.

Tu oblongo cristal
es como el vidrio de una cámara fotográfica
que retrata un idéntico paisaje
de silencio y de paz.

Tus húmedos helechos,
un cielo siempre azul, y quizás
un celaje…

Tú a la vida, jamás, jamás te asomas
y te basta de un álamo el follaje,
y en las tardes, un vuelo de palomas…

Agua dormida,
agua que contrastas con mi vida,
agua desierta…

Pegado a la cancela de la huerta,
de sus rejas detrás,
¡qué de veces de lejos te he mirado!,
y con hambre espiritual he suspirado:
¡Si me dieras tu paz!



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