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Poema Heráldica de Julio Martínez Mesanza



Y mi alma puede ser un descampado
en el que quedan restos de unas casas
humildes junto a montes de basura.
Cuando cae la tarde, un jorobado
y un perro asustadizo y diminuto
vienen de no se sabe dónde y vagan
por sus valles umbríos y apacibles.



Poema Han Caído Las Torres de Julio Martínez Mesanza



Han caído las torres, y el desierto
es ahora tan grande como el alma:
esas torres que alcé y ese desierto
que quise mantener lejos del alma.
Los enemigos que inventé murieron
y si hay otros no quiero imaginarlos:
así que no vendrán los enemigos.
Y los amigos no vendrán tampoco,
igual que yo no iré a ninguna parte:
han quedado atrapados en sus reinos,
perplejos como yo, sin esperanza,
y miran las desmoronadas torres
que fueron su pasión y su defensa,
y el desierto es el dueño de sus almas.



Poema Hablen, Tienen Tres Minutos de Julio Cortázar



Hablen, tiene tres minutos

De vuelta del paseo
donde junté una florecita para tenerte
entre mis dedos un momento,
y bebí una botellas de Beaujolais,
para bajar al pozo donde bailaba un oso luna,
en la penumbra dorada de la lámpara
cuelgo mi piel y sé que estaré solo en la ciudad
más poblada del mundo.

Excusarás este balance histérico,
entre fuga a la rata y queja de morfina,
teniendo en cuenta que hace frío,
llueve sobre mi taza de café,
y en cada medialuna
la humedad alisa sus patitas de esponja.

Máxime sabiendo que pienso en ti obstinadamente,
como una ciega máquina, como la cifra que repite
interminablemente el gongo de la fiebre
el loco que cobija su paloma en la mano,
acariciándola hora a hora
hasta mezclar los dedos y las plumas
en una sola miga de ternura.

Creo que sospecharás esto que ocurre,
como yo te presiento a la distancia en tu ciudad,
volviendo del paseo donde quizá juntases
la misma florecita, un poco por botánica,
un poco porque aquí,
porque es preciso
que no estemos tan solos,
que nos demos un pétalo,
aunque sea un pasito, una pelusa.



Poema Happy New Year de Julio Cortázar



Mira, no pido mucho,
solamente tu mano, tenerla
como un sapito que duerme así contento.
Necesito esa puerta que me dabas
para entrar a tu mundo, ese trocito
de azúcar verde, de redondo alegre.
¿No me prestas tu mano en esta noche
de fin de año de lechuzas roncas?
No puedes, por razones técnicas. Entonces
la tramo en el aire, urdiendo cada dedo,
el durazno sedoso de la palma
y el dorso, ese país de azules árboles.
Así la tomo y la sostengo, como
si de ello dependiera
muchísimo del mundo,
la sucesión de las cuatro estaciones,
el canto de los gallos, el amor de los hombres.



Poema Huellas Del Llanto de Julio César Aguilar



Como abandonados huérfanos, habitantes
del olvido, mis viejos zapatos
repasan todavía su historia
desde el recinto de las añoranzas y lo inservible.

¿Cuántas aún lágrimas tendrán por decir?
Oh tan míos mis sufridos zapatos
ejemplos de mi sinamor.

Muchas veces huir quise de sus tribulaciones:
contemplé los caminos que no anduvieron y ahondé
a la selva en la que me perdí.

Qué importa si con sus agravios
ahora me persigno:
aun así no restaño el cuantísimo tiempo
que por mi cobardía engañé el rumbo,
la dirección de su ortopedia
para juntos no andar
hacia el horizonte de nuestro destino.

En el país de los zapatos
los míos optaron por el exilio,
y aunque sobre todo mártires
de mi vergüenza,
ellos el espejo y mi referencia son.

Porque metáfora posible no hay
para llorar tanta amargura
yo sólo pienso, ay
amargos los zapatos míos
como triste fue mi corazón.



Poema Hacia La Muerte de Julio César Aguilar



Como moneda
que lanzara Dios al abismo,
sin detenerse,
ruedan los días
hacia la abierta alcantarilla
por la que exhala, en su locura,
su desorden la infatigable muerte.

Y nosotros,
con el afán de rescatar la moneda
y de hacerla propia,
tras ella rodamos.

Arrojados al vacío
igual que desechos
por el Dios invisible,
junto con la moneda nosotros
vamos también al respiradero
donde, irremisiblemente,
un pedazo de nuestras vidas,
cualquier día al fin, ha de arrastrar
el asfixiante tumulto de sus aguas.



Poema Hurga La Noche… de Julio Arturo Vargas



Hurga la noche
urge lo encendido
lo que del eclipse nos quedó entre las manos
sobre la ciudad el suspiro que grita alba
ojo de mi cráter que la lengua vaciló en mis palabras
grite un instante para ser
creció un puerto en mi carne sin tu nombre
temperamento arena de las horas
pedazo de estas calles
fundación de agua entender al mundo.



Poema Hora Morada de Juana De Ibarbourou



¿Qué azul me queda?

¿En qué oro y en qué rosa me detengo,
qué dicha se hace miel entre mi boca
o qué río me canta frente al pecho?

Es la hora de la hiel, la hora morada
en que el pasado, como un fruto acedo,
sólo me da su raso deslucido
y una confusa sensación de miedo.

Se me acerca la tierra del descanso
final, bajo los árboles erectos,
los cipreses aquellos que he cantado
y veo ahora en guardia de los muertos.

Amé, ay Dios, amé a hombres y bestias
y sólo tengo la lealtad del perro
que aún vigila a mi lado mis insomnios
con sus ojos tan dulces y tan buenos.



Poema Hojillas Nuevas de Juan Ramon Jimenez



(A ISOLDITA ESPLÁ)

¡Mira por los chopos
de plata cómo trepan al cielo niños de oro!

Y van mirando al cielo
y suben, los ojos en el azul, con frescos sueños.

¡Mira por los chopos
de plata cómo llegan al cielo niños de oro!

Y el azul de sus bellos
ojos y el cielo se tocan… ¡Son uno ojos y cielo!

¡Mira, por los chopos
de plata, cómo cojen el cielo niños de oro!



Poema Huertos de Juan Pablo Riveros



La infinita descomposición de la luz
en la cristalería del hielo.
Barcos cargados de arcoiris
y navegaciones
en las que cualquier oro era nada.

Como esas rorantes matas de zarzaparrilla
con sus rútilas gotas de sangre
sobre la nieve más sana,
más pura,
en el último rincón
de la huerta más austral del universo.



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