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Poema Herencias de Luis Alberto Crespo



De cuidar su hundido en la hamaca,
el tizne, el carbón de mi tía

Los ojos picados de culebra
de mi hermano Alcides

Tenso en el patio
cuando suena la iglesia

La llave en el balcón
como un cuchillo

Si hay chirrido de puerta
trago saliva para no decir tu nombre.



Poema Hoy Cultivo Rosas de Luis Alberto Ambroggio



Que no nos moleste Huidobro
ni ningún camarero de Roma.
Quiero gozar sin límites
el placer de sentirte toda
y de estar dentro de tí
palabra tras palabra
con cada uno
de los cómplices sentidos.
El aire lleno.
No importa la partitura
ni la herida de las formas.
Mujer del agua y el aire
beso el verdor de tu fragancia.
Eres lo rojo de la música
Arrullas con tus pétalos mis ojos.
Y al mediodía ,
soy raiz de un sol;
y tú eres el torrente
de todas las mariposas.



Poema Herencia de Luis Alberto Ambroggio



Hijo planetario de mi heredas solamente
una explicación que te explica:
vienes desde donde yo mismo
he venido a tientas.

Acaso este tesoro contenga
algunas de las claves
del crucigrama incompleto
que configuras con tus pasos de tierra.

Como humano, hijo del universo,
eres una ola del océano infinito
que besando muchas playas
permanece uno y muchos
al mismo tiempo.

Cada raiz de tus nombres, hijo del suelo,
como todos los nombres,
conjuga tierras lejanas y oficios legendarios,
uno de ellos, por decir, colector de impuestos
en el tajante imperio de los otomanos.
Tu afán de conquista se llama Rasmusen u otro nombre
con quien, hace generaciones, exploraste el polo sur , el norte,
los cuatro puntos cardinales.
Por otra huella te remontas hasta un prócer.
No lo conoces. Pertenece a la historia o leyenda
de un pueblo transitorio
pero a tí también te pertenece
y le pertenecerá a tus hijos y su descendencia.
Tu estirpe es de los mares y los vientos
de los pueblos de Moisés, de Zeus y de Eneas.

Y hay lenguajes y culturas que te hablan y no entiendes,
a pesar de animar cada una de tus venas:
el italiano, el árabe, el francés, el español, el inglés,
ese idioma en que has nacido,
en uno de los vuelos mágicos de tu sangre;
y este testimonio que tú puedes leer, hijo del tiempo,
tu hijo quizá ya no lo entienda
aunque le quemen los sonidos
en nostalgias o gestos inexplicables.

Porque fíjate en tus manos
y leerás las vidas de muchas manos,
las que cultivaron tierras antiguas y nuevas,
las que inventaron aquellas ilusiones que se llaman ciencias,
las que recorrieron libros de leyes, metafísicas y letras,
las que comercializaron telas, aviones, cereales
y recogieron desde el Drachma hasta los dólares,
las que te cuidaron con el calor de la caricia.
Fíjate en tus manos, hijo, y en sus surcos
cosecharás fulgores de centurias, genes increibles,
descifrarás como en un espejo de carne ajada
los rostros dorados de antiguos signos y semillas.

Porque en tu vida verás morir y amanecer nombres,
con lágrimas y sonrisas
y te verás en cada uno de ellos, hijo,
misteriosamente.

1998.



Poema Huele A Salitre de Luciano Castañón



«Huele a salitre».
Estas ellas y estos ellos también son personas,
pero con sumisión, sexo, harapos
y edad indefinible.
Escasas de dinero
y con más indigencia que descanso,
trasladan los peces muertos
?caja o cesto o balde de la cabeza en lo cimero?
desde la Rula a las bodegas
que pueblan las estrechas
?y muy redondamente deshuesadas?
calles del barrio.

«Huele a salitre».

Esas sí que son personas,
tienen su despectivo apodo: focas.
Focas de rostro burilado
por el menesteroso oficio,
rostro que raramente ríe
la tristeza de su enfado.
Ríen no obstante sus bolsos
al son y peso metálico
de las piececillas
que justifican sus viajes grávidos.
?Toma y daca?,
en la bodega es el cambio.
Cuando las focas regresan
?de vacío e ilusionadas?
las chapas rózanse con peso cálido.

«Huele a salitre»:
es la saya, el pantalón,
la palma de la mano,
el zueco y la alpargata;
es el brillo de la escama
y el hilillo salitroso
que por la cara resbala.
Su oficio: ?vaivén de focas?
¿quién se lo compra?



Poema Hay Pajas Tan Secas… de Lucero Alanís De Gurrola



Hay pajas tan secas
que esperan un grito para arder

grito que enciende
la interna explosión de ansiedad

nadie ha cuidado de su sed
no hay suficiente agua
para entender
su fuego



Poema Hudson, Invierno de Lourdes Casal



Este paisaje irreal
la danza de los árboles
la iglesia que se vuelve, en la bruma, castillo,
y el río que renuncia a su fluir
y adopta
la rigidez y el brillo de un joven granadero.
Todo aquí te recuerda
el cielo siempre gris
los árboles, las piedras,
el río y el acero
Mundo que languidece pues no le has sonreído
tristemente te espera.



Poema Hortelano Era Belardo de Lope De Vega



Hortelano era Belardo
de las huertas de Valencia,
que los trabajos obligan
a lo que el hombre no piensa.

Pasado el hebrero loco,
flores para mayo siembra,
que quiere que su esperanza
dé fruto a la primavera.

El trébol para las niñas
pone al lado de la huerta,
porque la fruta de amor
de las tres hojas aprenda.

Albahacas amarillas,
a partes verdes y secas,
trasplanta para casadas
que pasan ya de los treinta;

y para las viudas pone
muchos lirios y verbena,
porque lo verde del alma
encubre la saya negra.

Torongil para muchachas
de aquellas que ya comienzan
a deletrear mentiras,
que hay poca verdad en ellas.

El apio a las opiladas,
y a las preñadas almendras;
para melindrosas cardos
y ortigas para las viejas.

Lechugas para briosas
que cuando llueve se queman,
mastuerzo para las frías,
y ajenjos para las feas.

De los vestidos que un tiempo
trujo en la Corte, de seda,
ha hecho para las aves
un espantajo de higuera.

Las lechuguillazas grandes,
almidonadas y tiesas,
y el sombrero boleado
que adorna cuello y cabeza;

y sobre un jubón de raso
la más guarnecida cuera,
sin olvidarse las calzas
españolas y tudescas.

Andando regando un día,
vióle en medio de la higuera
y riéndole de velle,
le dice desta manera:

«?¡Oh ricos despojos
de mi edad primera
y trofeos vivos
de esperanzas muertas!

¡Qué bien parecéis
de dentro y de fuera,
sobre que habéis dado
fin a mi tragedia!

¡Galas y penachos
de mi soldadesca,
un tiempo colores
y agora tristeza!

Un día de Pascua
os llevé a mi aldea,
por galas costosas,
invenciones nuevas.

Desde su balcón
me vio una doncella,
con el pecho blanco
y la ceja negra.

Dejóse burlar,
caséme con ella,
que es bien que se paguen
tan honrosas deudas.

Supo mi delito
aquella morena
que reinaba en Troya
cuando fue mi reina.

Hizo de mis cosas
una grande hoguera,
tomando venganza
en plumas y letras?».



Poema Hombre Mortal de Lope De Vega



Hombre mortal mis padres me engendraron,
aire común y luz de los cielos dieron,
y mi primera voz lágrimas fueron,
que así los reyes en el mundo entraron.

La tierra y la miseria me abrazaron,
paños, no piel o pluma, me envolvieron,
por huésped de la vida me escribieron,
y las horas y pasos me contaron.

Así voy prosiguiendo la jornada
a la inmortalidad el alma asida,
que el cuerpo es nada, y no pretende nada.

Un principio y un fin tiene la vida,
porque de todos es igual la entrada,
y conforme a la entrada la salida.



Poema Hipérbole A Los Pies De Su Dama; Que Este Poeta Debió De Nacer En Sábado de Lope De Vega



Juanilla, por tus pies andan perdidos
más poetas que bancos, aunque hay tantos,
que tus paños lavando entre unos cantos
oscureció su nieve a los tendidos.

Virgilio no los tiene tan medidos,
las musas hacen con la envidia espantos;
que no hay picos de rosca en Todos Sa[n]tos
como tus dedos blancos y bruñidos.

Andar en puntos nunca lo recelas,
que no llegan a cuatro tus pies bellos,
ni por calzar penado te desvelas.

Que es tanta la belleza que hay en ellos,
que pueden ser zarcillos tus chinelas
con higas de cristal pe[n]dientes dellos.



Poema Hermosas Alamedas de Lope De Vega



Hermosas alamedas
deste prado florido
por donde entrar el sol pretende en vano;
fuentes puras y ledas,
que con manso rüido
a las aves lleváis el canto llano;
monte de nieve cano,
a quien te mira plata,
hasta que el sol en agua te desata;

con diferentes ojos
os miran mis cuidados,
pareciéndome espejos diferentes,
pues veo los enojos
de los tiempos pasados,
para llorar que los perdí presentes;
montes, árboles, fuentes,
estadme un rato atentos;
veréis que he puesto en paz mis pensamientos.

En gran lugar se puso,
¡oh, santas soledades!,
quien goza el bien que vuestro campo encierra
y libre del confuso
rumor de las ciudades,
es dueño de sí mismo en poca tierra,
adonde ni la guerra
sus paces interrompe,
ni ajeno yugo su silencio rompe.

Ni por oficio grave
que el más indigno tenga,
la envidia o lisonja le lastima,
ni espera que la nave
del indio a España venga
preñada del metal que el mundo estima:
ya el duro mar la oprima,
o ya segura quede,
ni le puede quitar, ni darle puede.

Ni amor con blando sueño
de imaginar süave
al suyo dio solícitos desvelos,
ni adora tierno dueño,
ni se queja del grave,
ni sus méritos puso contra celos;
que si a los mismos cielos
no toca el señorío,
¿por qué ha de ser esclavo el albedrío?

Agradecida mira
la planta, que a su mano,
porque la puso, le rindió tributo;
y contento, se admira
de ver que el cortesano
de tantas esperanzas pierda el fruto;
que no hay rey absoluto
como el que por sus leyes
conoce desde lejos a los reyes.

Siempre el hombre discreto
donde el poder alcanza
el apariencia del vivir limita;
dichoso el que este efeto
ha dado a su esperanza,
y del caer las ocasiones quita;
si en la tierra que habita
los ojos pone atentos,
aun no pasa de allí los pensamientos.

Quien no sirve ni ama,
ni teme ni desea,
ni pide ni aconseja al poderoso,
y con honesta fama
en su aumento se emplea,
sólo puede llamarse venturoso.
¡Oh mil veces dichoso
quien no tiene enemigo
y todos le codician por amigo!



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