poemas vida obra hilario barrero

Poema In Tempore Belli de Hilario Barrero



Marchita su belleza en esquinas oscuras,

su cuerpo corrompido de gusanos de noche,

asediado de heridas, temblores y tumores

ya no quiere vivir, desnudo y desterrado

se aleja de los suyos. Agobiado de grietas

es difícil mirarse en el espejo

y ver una carroña sin forma ni esplendor,

pergamino sonoro su piel en ?de profundis?,

la cicatriz de la barbarie iluminada.

Imposible salvarse de esta guerra

nivelando sus dedos de ungüentos y pomadas,

poniendo contrafuertes a su cuello,

sus vidrieras borrosas de luz ronca,

un nido de serpientes reptando por su nuca.

¿Cómo vivir de ser el contemplado a contemplar,

de vender su hermosura a tener que comprarla,

de ser incendio a estar petrificado,

rebosante de vida a sentirse cadáver?

Se sienta en la muralla del recinto,

antes fortificado y defendido,

esconde los juguetes venenosos,

acaricia la miel de las ventanas

y mirando la torre enmudecida,

la gran plaza vacía, espera al enemigo,

ya perdida la llave del deseo,

que regrese de noche y fusile a traición

su sangre sulfurada de metralla roída.



Poema Foto En La Universidad De Columbia de Hilario Barrero



Un rayo destruyó

la esfera en que te apoyas,

sólo queda la base

por donde juegan niños que no te conocieron

y meditan lagartos prisioneros de plomo.

El campus, a finales de curso,

es un río de cuerpos

que con el torso herido

estudian en el césped luminoso.

Pasan cometas tristes suspendidas de lluvia

y pájaros alegres aprobados de viento.

La luz moja tu cara en luna llena,

pelo liso con un brillo cansado,

tus manos enlazadas reposando en tus muslos,

pantalones bombachos

y dos escarabajos en tus ojos

mirando la retina de la tarde.

Sonríe, Federico, no te muevas.

Aunque se queda inmóvil,

la imagen sale turbia.

Se distingue una mano clarísima y helada

que se posa con fuerza en otra mano en fuego.

La lente invierte la foto de Manhattan

y Harlem se amotina

en la cámara oscura de la noche.



Poema Estatua de Hilario Barrero



Frente al lago una estatua de viejo

recompone el pasado; mármol sus movimientos,

la cicatriz del tiempo dueña de su mirada.

Un desfile de gritos, de colores y fuerza

pasan por su tribuna rindiéndole recuerdo.

El también fue una flecha en aquel parque

y recordó a Cavafis. No reproches,

nada que lamentar. Cuando en amor,

su vida fue un ejemplo, un gozo cotidiano

con pocos compartido, deseo a cada instante.

Para seguir viviendo, él bien lo sabe,

necesita mirarse vivamente

en el río de vida que fluye frente a él;

para reconocerse, el espejo del lago,

su juventud, la gracia de su cuerpo,

aquellos ojos, su flexible ternura…

Un aire extraño le estremece

y sabe que el invierno ha de llegar

borrando este paisaje que le mantiene alerta.

Esperar que la nieve le arrope suavemente,

de la misma manera que su amor le abrazaba,

y allí quedarse, viviendo para siempre

entre estos cuerpos que, ahora inalcanzables,

van buscando, ardientemente enamorados,

un lugar en la noche. Como él lo buscara.



Poema Easter Sunday En Coney Island de Hilario Barrero



Ni amarillo jaramago ni mármoles vencidos

con su espalda quebrada de abandono;

un tropel de invasores derriban al silencio

en su alta clausura de pájaro exiliado,

avanzando hacia el mar que se tiñe de guerra.

Una brisa de hielo les derrota en la orilla

sus pies petrificados, cegada por los dardos de sal

su mirada de barro, regresan, atrapados de bruma,

arrastrando sus sombras congeladas,

a las tiendas oscuras donde la luz ayuna

dolorida en cilicios vidriados.

Visten las gaviotas su túnica pesada,

monjes lentos camino de maitines,

llamadas por las voces de una lluvia extranjera

que despoja a la ojiva de su claustro de olas.

Alejados del mar, guerreros de otras guerras,

los rostros del verano estrenan fruto ardiente

que les hiere sus venas de un hondo escalofrío.

Liberada de invierno su mirada,

desnudos, se pierden en lo espeso

donde el placer y el vicio habitan

regresando mordidos para siempre

por el plomo veneno de sus ritos

sin saber que es la muerte quien les llama.

Y sin más protección que tu mirada arbotante

que apuntala la niebla de mi piel, asustados,

buscamos la salida entre tanto desorden.

Los bárbaros han sido derrotados y el diluvio comienza.

(¿O tal vez sí que saben que van hacia la muerte?).



Poema Early Sunday Morning de Hilario Barrero



Única criatura, la claridad

extiende sus raíces en la línea

horizonte de la calle vacía,

bautizando al color por su apellido:

azules infantiles, verdes lluviosos,

ocres enamorados, húmedos blancos

que son frontera con la sábana tibia,

el olor a café, la primera caricia,

y el roce de la muerte que, temprana,

teje precipitada la túnica del barro.

Dando razón de luz al carbón de la sombra,

el sol va señalando a la fachada

su destino de noche aún distante.

Dormidas las persianas, amarillo

despierto de septiembre, un visillo

entretiene su frágil esqueleto

en el lento columpio de la brisa,

mientras Mrs. McLaughlin siente un escalofrío,

protegida por Gato (y una buena ginebra)

y comienza a leer la última edición

del New York Times, cuando tan sólo son

las siete menos cuarto, en la recién

creada mañana del domingo.



Poema Cors E Cor» de Hilario Barrero



Para Susana Reisz
…es un querer saber todo lo tuyo
X. Villaurrutia

Lo más que acertarán,

después de haber sabido de este amor,

será que hubo dos nombres que se amaban

mordisco y dentellada, nieve y niebla floridas,

dos cuerpos belicosos en constante batalla por ser uno,

tu pupila cazando mi cadera,

asaetando con su flecha de líquen

el torso acorazado de mi gozo;

otros envidiarán la urna de tu noche,

el rosetón de tu mirada en fuego,

tus medidas, el filo de tus uñas,

la lenta madrugada de tu fusta;

los menos tratarán, gozosamente,

de dormir nuestra siesta anárquica y salvaje,

copiar nuestras posturas, nuestros ritos y acentos,

usar nuestros juguetes, oler la primavera de tu ingle

y entrar en el recinto amurallado

después de resolver los códigos sagrados de tu sangre.

Todos ignorarán mi miedo de perderte,

de esta incesante lucha por poseer tu espacio,

ser dueño de tu boca, perro fiel de tu tumba,

propietario del bosque de tu pecho

y depender de ti, esclavo de tu aliento,

devoto siervo de tu antiguo nombre,

molde para tu oro, tierra para tus flores de cilicios.

Y así, mientras ahondas los muros de mi boca

con la lenta carroza de tu lengua,

saliva enajenada, plomo que me envenena la garganta,

y me unges con el óleo caliente de tu muerte,

unido al arbotante de tu piedra

ser el arco sumiso que defiende tu ojiva.



Poema Código de Hilario Barrero



Para ellos,

eres el nombre

que te dieron

dentro de su legalidad:

un signo solamente.

Tu otro nombre,

el elegido en la noche

de la boca de lobo,

es solo mío.

Un sonido animal.

Y así te escucho.



Poema Cementerio En New Hampshire de Hilario Barrero



Los que abonan con su óxido

los rojos incendiados de octubre

también fueron felices

contemplando el otoño en este

cementerio de New England,

cercano al mar y en fuego.

Al gozar de esta luz de vidriera,

clausurada de niebla, se sublevó

el azogue de sus hermosos cuerpos

y se encendió el deseo entre sus ramas

que se abrieron de pájaros y hojas.

(Dulce como este sol era su amor.)

Ahora permanecen debajo de la piedra,

que el rayo del olvido partió por la mitad,

conquistando de polvo a los castaños,

secando con la sangre de su noche

al robledal. Barro ciego en sus ojos.

Mientras que acorralados por la lluvia,

el temblor de tu agua por mi cuerpo,

me haces la propuesta que yo espero,

siento cómo la tarde traduce su vidriera

y recibo señales de óxido y de fuego

en el seco azulejo y me pregunto:

¿Cómo guardar la clave de tus ojos

en la piedra caliza de mi historia?

¿cómo crear un código ignorado

para el vocabulario de la nada?

¿cómo herir a la muerte ilimitada

si ha de robar tu nombre y mis preguntas?



Poema Carbones de Hilario Barrero



Ha vuelto a la maleza después de algunos años.

Se han borrado caminos, el puente se ha caído,

el agua corre espesa y parece más hondo el precipicio.

Los cuerpos que ofrecieron su belleza

han desaparecido fulminados después de aquel verano

o muertos de cansancio y de vejez más tarde.

Siguen las sombras cerrando el laberinto,

oscureciendo el hilo que a algunos de nosotros nos salvó.

Salvados sí pero bien muertos

que desde entonces nadie ha vuelto su rostro

a nuestro paso.

Sigue también la vida:

dos cuerpos con los torsos desnudos,

dos carbones a punto de encenderse,

abrazados se ocultan en lo oscuro

sin saber si saldrán victoriosos

o serán perfumados por el rosal de la espesura.



Poema Boca De Lobo de Hilario Barrero



Para José Muñoz Millanes

¿En qué infierno proclama su dolor

la sombra más oscura?

Y si lo siente, ¿qué hondura exige,

a qué pozo hay que llegar para saciar

la sed de amargo vino negro

que hiere y emborracha con certero

navajazo las vísceras del sol?

Y si la sombra se enamora,

¿qué azabache ha de elegir

para adornar sus pechos y su sexo?

¿en qué boca de lobo morirá degollada?

(dentelladas nupciales de la bestia que en celo

excomulga a la albura con su pezuña atea)

¿de qué profunda mina sacará los metales

para hacerse las arras?

¿qué príncipe de luto riguroso,

en el tablero medieval del tiempo,

acuchilla a la dama con su espada de ónix

ganando la partida a la Edad Media?

Coronada de endrino,

con collares del más serio carbón,

¿no eres tú sombra mía la luz de lo más negro?

Al doblar tu esqueleto

y descubrir tus ojos en la testuz del alba,

¿no es acaso lo que llamamos muerte?



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