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Poema Carta A Casa de José Antonio Cedrón



Ayer te pensé o soñé que estabas en casa
y te pensé o soñé como eras hace mucho
bajo un cielo que era también como hace mucho
esas cosas de hombre de niño que uno tiene
te soñé como eras cuando yo no era éste
y te pensé después
y anduviste girando en mi cabeza
durante todo el día.
Esta mesa es tan chica
acá se desayunan con su ruido los jarros
las mínimas tormentas
acá llueve seguido y las noches largas
se llenan de tazas negras
a veces alguien canta para desocuparse
de las lágrimas
y a veces hay un miedo de final que me roba
las pocas herramientas que reuní de a poco
esa pequeña historia asomada en desorden
all reloj de la casa
los gajos que juntabas por los alrededores
donde ha subido el polvo.
Injusto es este otoño obligado a cubrirnos
con las hojas que caen en esta miseria
que se pone a crecer
como el tiempo en las fotos amarillas
como las uñas



Poema Carmencita de José Antonio Cedrón



En el gancho escondido que pende de la noche
deja secar los trapos.
Gotas de sangre dulce le roban las muñecas.
Ella pone su mano de disculpa, obediente
a la regla que baja como una guillotina
y el poco de dolor le cuenta un cuento
que nadie le ha contado en esta vida.



Poema Amantes (iv) de José Antonio Cedrón



Al cerrar el botón del monedero
esa mujer hablando de los otros
tropieza con los nombres
que apretaron el brillo de su vestido rojo.
La interrumpen reproches en voz baja
golpes de la otra vida
papas apio cebollas que guarda el mosquitero
una mano que cuenta las pastillas
disueltas en el sueño
entre muecas mordidas por extraños
y el crujir de un elástico que cede
después de haber tendido la cobija en la pieza
para cubrir al náufrago y la luna.



Poema Amantes (iii) de José Antonio Cedrón



Asoman su silueta preguntan por el tiempo
murmuran entre vidrios palabras manoseadas
en otras frustraciones
bajo una luz de 20
imagino sus dedos de diciembre
anudando los diarios amarillos
y otras manos más lentas revolviendo
el hervor de los porotos.
Ellos son los fantasmas que nunca he descubierto
más allá de sus sombras, donde agonizan juntos
el primer gran amor, alucinado ahora y ya desconocido, en la pieza más alta
y sin ningún espejo.



Poema Amantes (ii) de José Antonio Cedrón



Anochecen y tiemblan, balbucean, se entumen
y allí son Dios, porque han dado su cuerpo.
Amanecen desnudos, clavan otros maderos.



Poema Amantes (i) de José Antonio Cedrón



La sombra de las torres suele verlos
correr en otra piel, ensuciarse la boca con el viento
esa mancha que busca
empeñada en el aire de una mujer y un hombre
volteados al pasado
abraza soledades de cuando ellos soñaban
el año de Dragón en su equinoccio.
Inesperados, previsibles
se obligan uno al otro recuerdos de ceguera
que la memoria olvida, pero intuye que tuvo.
El país que fueron duda de sus vidas.
Y nunca sabrán cómo siempre acaban perdidos
abajo de esas piedras de la noche.



Poema Abuelos (viii) de José Antonio Cedrón



Más tarde nos pusieron en la fila del medio
y esperamos el turno en los pañuelos
(a los que no podían le arrimaron la cara).
Quise pensar su piel como una fruta
como el rostro de Ana temblándome en la espalda
y no un pueblo perdido que se iba
apretado en el frío de sus manos.



Poema Abuelos (vii) de José Antonio Cedrón



No quiero que lo traigan ?nunca quise.
Era lindo escucharlo conversar y reírse con el vino,
pero ahora no, no quiero que lo traigan
que paren el reloj, que amarren en los techos
a los perros amantes que dormían a sus pies.
Déjenlo como él quiso contar que era
cuando estuvo en sus anchos botines marineros
y sólo su cigarro le alejaba el cansancio con el
humo. Pero ahora no, no quiero oír que viene
que lo traen que ya está aquí, neblinas más arriba
al final de una historia que no fue completada
mientras el sol anuda entre raíces que abrazarán su
cuerpo, sol que pondrá noviembre a media asta
su nombre en el murmullo de las habitaciones.
Déjenlo que se duerma con la frente tranquila de
parientes, que se vaya a besar con sus piernas
huesudas a otra parte.
Nunca quise que vuelva que lo traigan lo vistan
le apaguen su cigarro, le salpiquen el cuerpo
con agua bendecida, que le echen cal inútil
en su espalda.
Nunca quise mezclarlo con gladiolos morados
con los muebles queriendo retornar
a sus antiguas marcas sobre el piso.
No quiero que lo traigan.
Déjenlo que la tierra lo espere hasta las lluvias
la vida de la tierra
para avanzar.



Poema Abuelos (vi) (voces) de José Antonio Cedrón



Aquel fuego encendido con las últimas hojas del otoño,
duró hasta que el carbón extinguió el frío.
Tal vez no conocimos otra estación con ella.
En las habitaciones de estos años
el fuego le regresa el control de las vidas
su alimento la nombra, como entonces,
nuestras culpas están llenas de voces.
Los pájaros aún cuelgan, ahorcados, de sus pechos.



Poema Abuelos (v) de José Antonio Cedrón



Envolvieron su cuerpo en la mantilla blanca
manchada con el vino de la frente.
Pronto será de noche sobre esa cruz de viento.
Nadie sabrá qué hacer con tanto polvo.



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