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Poema Para Las Décimas De Nicolás Guillén de Jose Lezama Lima



Sin aumentar su poder,
Júpier ya no merienda,
y que el instante comprenda
la lucidez sin ceder
el rasguño de la venda.
La naturaleza fascina
la escama que se inclina
tanto al aire que al cristal,
cuando hiende el calamar
a la cipriota divina.

Pregunta, deja el reverso
el cumpleaño del verso,
sonrisa de la toronja
la amarilla luz esponja.
Fiesta y final de la luz,
brillan los huesos en cruz.
Azul oscuro la trampa,
la tapa sopla y levanta.
Salta hasta los mismos ojos,
clásicos ya sus antojos.

Viene como los cantores,
taburete, compás y fines.
Silenciosa la sitiería,
cumple la orden día por día.
Felizmente su papeleta
tiene la fecha y la glorieta
de los cantores en la noche,
condecorado va en un coche.
Las mulas son cascabeles
mascan mosquitos y papeles.



Poema Octavio Paz de Jose Lezama Lima



En el chisporreo del remolino
el guerrero japonés pregunta por su silencio,
le responden, en el descenso a los infiernos,
los huesos orinados con sangre
de la furiosa divinidad mexicana.
El mazapán con las franjas del presagio
se iguala con la placenta de la vaca sagrada.
El pabellón de la vacuidad oprime una brisa alta
y la convierte en un caracol sangriento.
En Río el carnaval tira de la soga
y aparecemos en la sala recién iluminada.
En la Isla de San Luis la conversación,
serpiente que penetra en el costado como la lanza,
hace visible las farolas de la ciudad tibetana
y llueve, como un árbol, en los oídos.
El murciélago trinitario,
extraño sosiego en la tau insular,
con su bigote lindo humeando.
Todo aquí y allí en acecho.
Es el ciervo que ve en las respuestas del río
a la sierpe, el deslizarse naturaleza
con escamas que convocan el ritmo inaugural.
Nombrar y hacer el nombre en la ceguera palpatoria.
La voz ordenando con la máscara a los reyes de Grecia,
la sangre que no se acostumbra a la tenaza nocturnal
y vuelve a la primigenia esfera en remolino.
El sacerdote, dormido en la terraza,
despierta en cada palabra que flecha
a la perdiz caída en su espejo de metal.
El movimiento de la palabra
en el instante del desprendimiento que comienza
a desfilar en la cantidad resistente,
en la posible ciudad creada
para los moradores increados, pero ya respirantes.
Las danzas llegaron con sus disfraces
al centro del bosque, pero ya el fuego
había desarraigado el horizonte.
La ciudad dormida evapora su lenguaje,
el incendio rodaba como agua
por los peldaños de los brazos.
La nueva ordenanza indescrifrable
levantó la cabeza del náufrago que hablaba.
Sólo el incendio espejeaba
el tamaño silencioso del naufragio.



Poema Melodía de Jose Lezama Lima



Melodía de la sombra penetra la dureza
de la piel acompañante y ya me pide
un anhelar pasivo que la incline
al borde níveo donde el aire empieza.

Dulce secreto la gaviota o ya se afine
la sombra que extendía la pereza
de la piel, negando que al irse se descuelgue
de la sonrisa en que muere su destreza.

No es melodía ni fuga en la marina
onda rota que recuerda el sueño salpicado
de pluma y pleamar en piel que el aire olvida.

Corvo vidrio en la mano destrenzado.
Frío dardo cayendo más afina
el humo hacia la flauta y olvido deseado.



Poema La Mujer Y La Casa de Jose Lezama Lima



Hervías la leche
y seguías las aromosas costumbres del café.
Recorrías la casa
con una medida sin desperdicios.
Cada minucia un sacramento,
como una ofrenda al peso de la noche.
Todas tus horas están justificadas
al pasar del comedor a la sala,
donde están los retratos
que gustan de tus comentarios.
Fijas la ley de todos los días
y el ave dominical se entreabre
con los colores del fuego
y las espumas del puchero.
Cuando se rompe un vaso,
es tu risa la que tintinea.
El centro de la casa
vuela como el punto en la línea.
En tus pesadillas
llueve interminablemente
sobre la colección de matas
enanas y el flamboyán subterráneo.
Si te atolondraras,
el firmamento roto
en lanzas de mármol,
se echaría sobre nosotros.



Poema Ah, Que Tú Escapes de Jose Lezama Lima



Ah, que tú escapes en el instante
en el que ya habías alcanzado tu definición mejor.
Ah, mi amiga, que tú no querías creer
las preguntas de esa estrella recién cortada,
que va mojando sus puntas en otra estrella enemiga.
Ah, si pudiera ser cierto que a la hora del baño,
cuando en una misma agua discursiva
se bañan el inmóvil paisaje y los animales más finos:
antílopes, serpientes de pasos breves, de pasos evaporados,
parecen entre sueños, sin ansias levantar
los más extensos cabellos y el agua más recordada.
Ah, mi amiga, si en el puro mármol de los adioses
hubieras dejado la estatua que nos podía acompañar,
pues el viento, el viento gracioso,
se extiende como un gato para dejarse definir.



Poema A Santa Teresa Sacando Unos Idolillos de Jose Lezama Lima



…por hacerme placer, me vino a dar
el idolillo, el cual hice echar luego en un río.
SANTA TERESA: Vida

Los ídolos de cobre sobre el río
pusiste en obra del amor llagado.
Su casta fuera, redoble enamorado
tuerce la mueca de inhumano brío.

Cuando la imagen balbuciente al frío
lastima su rostro, espejo despreciado,
y demonio alado disfraza el poderío
que es menester para no ser penado.

Navega el ídolo y no se cierra,
flor especial en noche eterna crece,
cerca al rocío, ángel de la tierra.

Y así en enojos al barro se decrece.
Sólo el fuego libera si se encierra
y sin buscar el fuego, palidece.



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