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Poema Racimos Ya Cuajados Rompen Vedas de Juan Gil – Albert



Racimos ya cuajados rompen vedas
forestas dando salvas cazadores
codorniz en ventana ¡dormidores!
acogedla en los cotos de las sedas.

¡Plumas infaustas viento no las cedas!
tropel madrugador de sumidores
pulcros caños en pos de voladores
venas del aire esparcen por veredas.

Tú mi caza mayor, azul de vuelo,
ni sola pieza en busca salgo al día,
mi pájaro feliz, mi tordo amargo,

cerca me pasas, cerca te veía,
mas no quise tu sangre aciago duelo,
y oprimido dejé pasaras largo.



Poema Nocturno de Juan Gil – Albert



Noche de las estrellas te estremeces
con un fluido oscuro. En tus arpegios
de soledad escucho la hermosura
de la existencia. ¡Oh lumbres fugitivas
en cuyo seno mora irreparable
la verdad! Qué sombrías esperanzas
abres a quien te mira recostado
desde la dulce tierra y se incorpora
con un temor incierto a esas frondosas
penumbras celestiales. Brilla el rostro
de la nocturna esfera fascinando
como el de un animal entre las sombras
con sus ojos abiertos; brilla el sueño
de su caudal fluyendo lentamente
cual si nada existiera; en esa duda
no sé dónde poner mis ilusiones
y a quién brindar la dicha de sentirme,
tibio de vida en medio de los mundos,
hijo fiel del ardor y la pereza.
Esos silencios ruedan sumergidos
en ingentes distancias, esas flores
esparcen sus semillas vacilantes
en la bondad de un éter misterioso.
¡Ah delirante triunfo de esperanzas
con los soles despiertos! ígneo atruena
mi corazón roído por deseos
irrealizables, salta en sus prisiones
como un astro humillado que pidiera
que lo dejaran ser; pálido atiendo
su súplica vehemente cual un padre
oye qué desmedidas ambiciones
turban la paz del hijo. ¡Oh noche, oh fragua
de los altos desvelos, solitaria
cripta donde reposan sus racimos
hombres y estrellas!



Poema Los Mitos de Juan Gil – Albert



¿Queréis que entre el arrullo de mis brazos
tiemble el dormido corazón de Helena
como entre sus asiáticas murallas
y el vulnerable hijo de Peleo
otra vez en su lecho halle al amigo
por el que rugió hermoso? ¡Ay, quién pudiera
con su soplo alentar tales prodigios
y devolver la vida con su canto
a quienes se mostraron por la tierra
con tal deseo espléndido! Una aurora
puedo mecer en vuestros corazones
despertando la rosa en las mejillas
de aquellos hechos, dando a sus miradas
glaucos ojos y finas como liebres
piernas aventureras que recorran
con pasmo el verde mundo y, al regreso
de sus trabajos, bellos cual conquistas
de extraños soles, darles el acanto
como fresco cojín de sus placeres.

¿Mas debe el hombre transmitir el culto
de sus demencias? ¿Debe en sus delirios
arrancar de la nada los secretos
del caudaloso manantial antiguo
sobre el cual las voraces primaveras
desfilaron cual mármoles de sueño
su gentil pubertad? Aquellos seres,
aquellas enigmáticas hazañas,
aquel juego de dioses sometidos
a la gran seducción de nuestra muerte
y al efímero arder de nuestra carne,
sombras deslumbradoras eran antes
de sonar la verdad, pero unas voces
siguen viviendo ocultas en las blancas
médulas de los árboles, devueltas
a la naturaleza en que nacieron.

Y expiarán allí su eterno encanto,
transmitiendo al silencio sus gemidos
profundos, como de élitros que suenan,
ese informe clamor que a quien lo escucha
convierte en criatura inconsolable.



Poema Himno Al Ocio de Juan Gil – Albert



A veces cuando escucho de la sangre
este claro rumor, cuando a mis labios
fluye el ocio su oscura caballera
como por una brisa sacudida
por los mismos latidos de mi pecho
y en esa tan divina intrascendencia
un ser real, viviente, entre mis brazos
paréceme tener, como en los ríos
las tendidas laderas cuando sienten
pasar una presencia inagotable,
háblole como amigo de la dicha
mensajero de paso por la tierra
que ha doblado sus alas y descansa
su pulmón de ventura en torno nuestro:
fluye amoroso campo de la vida,
fluye amor tu tesoro manifiesto,
fluid, fluid, hermosas estaciones,
los racimos, los frutos y las nieblas
tras de las que se ocultan en otoño
los frescos manantiales de la gracia.

Fluye tiempo tu canto melodioso
con tus breves espinas en los dedos,
y tú melancolía y tú tristeza,
cual pájaros oscuros que trinando
hablan de Dios, fluid de la espesura,
mientras duerme el mancebo aquí en mi cuerpo
su poderosa noche. Fluya en tanto
la prohibida selva que lo mece
y haga visible el viento la pureza
de mis instintos dueños ya del orbe.

El está en mí me tiene coronado
con su lánguida estela de laureles
y oye dormido el paso de la vida
en un humano corazón dichoso.

Silencioso rebelde entre murallas,
rápido es su temblor y su cansancio;
pronto levantará su cabellera
taciturna de hastío, y lentamente
volará hacia las nubes y en cenizas
anegará mis labios, como un vino
de hiel se torna un dios cuando no ama.

Paraíso perdido entre sus brazos
que cual alas me nimban, id fluyendo
deleites de los ojos, primaveras
de errante paso antiguo, latitudes
de lejanas nostalgias y columnas
dulcemente quebradas por el viento:
levantad la cabeza como flores
mientras lícito goce nos depara
el fatigado dueño de las cosas.





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