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Poema Perros Del Campamento Edén de Juan Pablo Riveros



Como los alacalufes ya no cazan,
los perros ?inseparables trabajadores
en la captura de la nutria- participan
de la miseria general. ¡Polícía de aseo
de los excrementos!

No tardan en morir de inanición.
Tristísimo verlos agonizando
en el barro; pelados, descarnados,
despedazados vivos por sus congéneres.

Útiles en la noche, ovíllanse entre sus amos
manteniendo el calor. Toalla en el día,
y, a veces, pañuelo.

Los perros del campamento Edén
participan de la miseria y deterioro
generales.



Poema Watauinewa, El Archiviejo de Juan Pablo Riveros



Cuando terminó su prédica John
Lawrence, vino a mí una yámana
y me habló:

Todo esto
ya nos lo había dicho Watauinewa Sef,
El Eterno en el Espacio de Arriba.
Él observa nuestros actos:
Que cada cual trabaje con esmero,
que nadie robe al otro,
que cada uno se conduzca
como es la buena costumbre de los yámanas.

Al partir de cacería pedimos:
A nosotros ser propicios hoy, Hidabuan.

Y si alguna desgracia nos sorprende, si
algún alma vuela lejos sobre el mar,
increpamos al Gran Asesino Allá Arriba:
Tú nos lo quitaste. Entonces Tú, Arriba,
Wollapatuch, ¡Sostén a nuestros hijos, mío
Padre: Tú cruel!

Cuando terminó su prédica John
Lawrence, vino a mí una yámana
y dijo:

Sé bueno con nosotros, Padre
mío: salva nuestra canoa.

Estamos muy contentos hoy, con nuestro
padre,
agregó.



Poema Shukaku Ii de Juan Pablo Riveros



Ni dalias, ni cactus,
ni avellanos. Ni el aroma del ciprés.
Tampoco la frescura del álamo.

Sólo
silbos de pájaros cordiales, alturas
vegetales que oran en silencio
y huellas de seres distantes como
barcos.

Ahí, padres,
hubo la aritmética del mar,
la astrología del miedo
y bramidos de guerra en la telegrafía
irremediable de la noche.

Un faro baliza
el regreso imposible del yagán.



Poema Noche Primera de Juan Pablo Riveros



Noche vasta y hermosa.

Ni Salomón
ni las joyerías más célebres de este mundo,
podrán lucir jamás una pedrería,
un vestido, un diamante más fino
que este movimiento de inútiles estrellas.

Constelaciones giratorias
danzan luminosas en torno a la Blancura
que, como un racimo de nieve,
pende de marítimos
soles galácticos:
Cruz del Sur, Hidra, Orión
titilan cerca de la Distancia Pura.

La confusión de este mundo,
la confusión de esta parte del mundo,
la confusión de esta aldea,
de estas gentes,
mi propia confusión.

Qué poco nos es menester.
Propietarios de la apariencia,
qué poco nos es menester.
Qué modo de dudar de lo Posible,
en el estrecho absoluto de la gana.

Qué soberbia confianza en lo útil,
en lo que importa nada,
en el afán que genera la indigencia
o la mera tristeza.

Qué manera de creer
en el Mercado libre de ataduras,
en ese desorden que impide llegar
hasta los bienes,
en el precio que no descansa en el valor,
en esta sórdida manera de ser ricos.

Qué modo de extraviarnos
en la mínima vastedad de la Nada,
de la Necesidad,
ese reino gris, Chestov,
destructor de toda inocencia,
creador de toda idolatría que sofoca
Lo Mejor, Lo Simple, Lo Más Puro Inútil
y que aniquila la gratuidad misma de esta noche.

Qué desperdicio esta noche, Merton.
este insorportable campamento de estrellas
gratis,
toda esta majada de ovejas.

Qué inútil este rebaño fuera de la ley,
tu orden cósmico, Heráclito, algo así
como desperdicios echados al voleo
que como faros inexorablemente lentos,
y sin prisa,
viajan hacia la sencillez del Universo.

Ulula el viento.

Y una nieve metafísica
obstruye mi tubo de respiración.



Poema Noche Polar Ii de Juan Pablo Riveros



La noche,
como finísimo granado,
madura en la lejana nieve azul.

Como niña perdida en los parques,
la noche canta con sus marineros a bordo del mundo.

Y un enigma de astros
corea la arquitectura sideral.



Poema Nieve Ix de Juan Pablo Riveros



La nieve con su frágil geografía,
sus suaves formas
y sus terribles miradas mitológicas.
Con sus estalactitas de aliento congelado,
sus cuernos, sus fauces,
sus barbas de chivo trágico
y sus alas de ávido halcón helado.

Es la nieve sobre los vastos desiertos
de las cacerías y hogueras contemporáneas.
La nieve con sus formas ofidias,
su caligrafía de estrellas,
sus divinidades egipcias,
sus babilónicos templos.

Y esa galería de nevazones prehistóricas
en las finas gargantas de estalagmitas oscuras.
Nieve de las Furias, del anhelo,
del encarnado arrepentimiento.

Vastas marejadas de sastrugis,
como jauría de perros gélidos
sorprendidos en medio de sus ladridos,
en medio de sus hambres.
La nieve con sus manadas de orangutanes blancos
en la soledad de los tiempos,
husmeando el primer paso,
la primera lágrima aterida.

Es la nieve de la Tribu Humana,
la memoria congelada de la historia
sobre todos los campamentos del mundo.

Desde la Gran Barrera,
una camada de leones blancos
otea Occidente.



Poema Interrogaciones de Juan Pablo Riveros



¿Que el universo no sería infinito?
¿Termina el infinito?
¿Y la gravedad de todas las masas
también es infinita ?

¿El cielo ardería en infinita luz ?

Pero,
¿Es mar allá ?
¿Un acuario de peces,
de ballenas, y medusas ángeles ?

¿Todo lo engendra la discordia, Heráclito?

Esto,
¿sólo vibraciones de lo originario?
¿un paso,
una angostura para retornar acá ?

¿Sólo al Gran Vacío
es este viaje?
¿una distorsión del continuo espaciotiempo,
un gran círculo cósmico
de 200 mil millones de años luz?

¿Un fuego,
un hielo de Dios ?

¿Cambiando descansa el fuego, Heráclito?

¿Al cabo de cuántos finales de mundo
conversaremos ?



Poema Huertos de Juan Pablo Riveros



La infinita descomposición de la luz
en la cristalería del hielo.
Barcos cargados de arcoiris
y navegaciones
en las que cualquier oro era nada.

Como esas rorantes matas de zarzaparrilla
con sus rútilas gotas de sangre
sobre la nieve más sana,
más pura,
en el último rincón
de la huerta más austral del universo.



Poema Génesis de Juan Pablo Riveros



En el principio
fue la luz o el hielo.

Sólo después amaneció la nieve.

Y durante millares de años,
sin prisa,
con controlada paciencia.
Como acogemos a un ser
largamente esperado,
un copo de nieve
hospedó a otro.

Sin osos, sin ártico,
y rodeada sólo por sus Grandes Océanos,
emergió la Blancura.

Como si la vía láctea hubiera caído al mar,
hubiera caído de bruces a tierra.



Poema Anthem de Juan Pablo Riveros



Bendíceme, Madre,
azulada nieve de cada día.

Amanéceme
y fecunda el olvidado dintel de la ventana
de este mundo.

Y junto al fuego frío,
bendice este incendio infinito.



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