Poema Ya La Tú de Juan Ramon Jimenez
Ya viene la primavera.
¡Lo ha dicho la estrella!
La primavera sin mancha.
¡Lo ha dicho la agua!
Sin mancha y viva de gloria
¡Lo ha dicho la rosa!
De gloria, altura y pasión.
¡Lo ha dicho tu voz!
Amor Amistad Familia Infantiles Fechas Especiales Cristianos
Ya viene la primavera.
¡Lo ha dicho la estrella!
La primavera sin mancha.
¡Lo ha dicho la agua!
Sin mancha y viva de gloria
¡Lo ha dicho la rosa!
De gloria, altura y pasión.
¡Lo ha dicho tu voz!
¿De quién es esta voz? ¿Por dónde suena
la voz esta, celeste y argentina,
que transe, leve, con su hoja fina
el silencio de hierro de mi pena?
Dime, blancura azul de la azucena,
dime, luz de la estrella matutina,
dime frescor del agua vespertina:
¿conocéis esta voz sencilla y buena?
Voz que me hace volver los ojos, triste
y alegre, a no sé qué cristal de gloria
de oro, en que el ángel canta su ¡Aleluya!
Que no es de boca ni laúd que existe,
que no ha salido de ninguna historia…
¿De quién, de qué eres, voz que no eres suya?
Imagen alta y tierna del consuelo,
aurora de mis mares de tristeza,
lis de paz con olores de pureza,
¡premio divino de mi largo duelo!
Igual que el tallo de la flor del cielo,
tu alteza se perdía en tu belleza…
Cuando hacia mí volviste la cabeza,
creí que me elevaban desde el cuelo.
Ahora en el alba casta de tus brazos,
acogido a tu pecho transparente,
¡cuán claras a mí tornan mis prisiones!
¡Cómo mi corazón hecho pedazos
agradece el dolor, al beso ardiente
con que tú, sonriendo, lo compones!
Todas las rosas son la misma rosa,
amor, la única rosa.
y todo queda contenido en ella,
breve imagen del mundo,
¡amor!, la única rosa.
Rosa, la rosa… Pero aquella rosa…
La primavera vuelve
con la rosa
grana, rosa amarilla, blanca, grana;
y todos se embriagan con la rosa,
la rosa igual a la otra rosa.
¿Igual es una rosa que otra rosa?
¿Todas las rosas son la misma rosa?
Sí. Pero aquella rosa…
La rosa que se aísla en una mano,
que se huele hasta el fondo de ella y uno,
la rosa para el seno del amor,
para la boca del amor y el alma,
…Y para el alma era aquella rosa
que se escondía, dulce entre las rosas,
y que una tarde ya no se vio más.
¿De qué amarillo aquella fresca rosa?
Todo, de rosa en rosa, loco vive,
la luz, el ala, el aire,
la honda y la mujer,
y el hombre, y la mujer y el hombre.
La rosa pende, bella
y delicada, para todos,
su cuerpo sin penumbra y sin secreto,
a un tiempo lleno y suave,
íntimo y evidente, ardiente y dulce.
Esta rosa, esa rosa, la otra rosa…
Sí. Pero aquella rosa…
Estaba echado yo en la tierra, enfrente
el infinito campo de Castilla,
que el otoño envolvía en la amarilla
dulzura de su claro sol poniente.
Lento, el arado, paralelamente
abría el haza oscura, y la sencilla
mano abierta dejaba la semilla
en su entraña partida honradamente
Pensé en arrancarme el corazón y echarlo,
pleno de su sentir alto y profundo,
el ancho surco del terruño tierno,
a ver si con partirlo y con sembrarlo,
la primavera le mostraba al mundo
el árbol puro del amor eterno.
Yo no sé decirme
por qué me retienes.
yo no sé qué tienes.
Tienes dulces años,
mas no son tus años;
tienes gran blancura,
mas no es tu blancura;
tienes alta frente,
pero no es tu frente;
tienes verde pelo,
pero no es tu pelo;
tienes áureos ojos,
tienes vivos labios,
mas no son tus ojos,
mas no son tus labios;
tienes armonía,
no es tu melodía;
tienes condición,
no es tu corazón…
Yo no sé decirte
por qué me retienes.
Yo no sé qué tienes…
Iba tocando mi flauta
a lo largo de la orilla;
y la orilla era un reguero
de amarillas margaritas.
El campo cristaleaba
tras el temblor de la brisa;
para escucharme mejor
el agua se detenía.
Notas van y notas vienen,
la tarde fragante y lírica
iba, a compás de mi música,
dorando sus fantasías,
y a mi alrededor volaba,
en el agua y en la brisa,
un enjambre doble de
mariposas amarillas.
La ladera era de miel,
de oro encendido la viña,
de oro vago el raso leve
del jaral de flores níveas;
allá donde el claro arroyo
da en el río, se entreabría
un ocaso de esplendores
sobre el agua vespertina…
Mi flauta con sol lloraba
a lo largo de la orilla;
atrás quedaba un reguero
de amarillas margaritas…
Existe; ¡yo lo he visto,
(y ello a mí)!
Su esbeltez negra y honda
surjía y resurjía
en la verdura blanca del relámpago,
como un árbol nocturno de ojos bellos,
fondo tras fondo de los fondos májicos.
Lo sentí en mí, lo mismo, vez tras vez,
que si el rayo me helara los sentidos
con su instantaneidad.
¡Lo he visto, lo he tenido;
¡me ha tenido, me ha visto!
Vino, primero pura,
vestida de inocencia;
y la amé como un niño.
Luego se fue vistiendo
de no sé qué ropajes;
y la fui odiando, sin saberlo.
llegó a ser una reina,
fastuosa de tesoros…
¡Qué iracunda de yel y sin sentido!
…Mas se fue desnudando.
Y yo le sonreía.
Se quedó con la túnica
de su inocencia antigua.
Creí de nuevo en ella.
Y se quitó la túnica,
y apareció desnuda toda…
¡Oh pasión de mi vida, poesía
desnuda, mía para siempre!
Sólo tú me acompañas, sol amigo.
Como un perro de luz, lames mi lecho blanco;
y yo pierdo mi mano por tu pelo de oro,
caída de cansancio.
¡Qué de cosas que fueron
se van… más lejos todavía!
Callo
y sonrío, igual que un niño,
dejándome lamer de ti, sol manso.
…De pronto, sol, te yergues,
fiel guardián de mi fracaso
y, en una algarabía ardiente y loca,
ladras a los fantasmas vanos
que, mudas sombras, me amenazan
desde el desierto del ocaso.