poemas vida obra justo navarro

Poema Vida Después De La Muerte de Justo Navarro



Una trama vibrante de palmeras
agitadas: maracas sigilosas.
El pájaro que pica las maderas
la muerte coserá sobre las cosas

detenidas y oscuras: donde late
como una gota de mercurio cálido
la limadora luz -no el plata mate
del agua del estanque, el fulgor pálido

del limo verdinoso -nunca anida.
Buscan así los animales franjas
de claridad. Se instalan en la herida
del resplandor. Y chillan en sus zanjas

cuando los ojos saja el amarillo-
blanco del mediodía: es un cuchillo.



Poema Plano De Fumadores de Justo Navarro



Telón de luz: es una apacible hoz helada
el cielo. Hay fumadores cerca de las sombrillas.
Me gusta su aire dulce de fruta macerada
o de guante vacío. Las lonas amarillas

les dan además cierto fulgor que sólo existe
en los vidrios manchados de las mesas de análisis
de sangre. En la piscina la claridad persiste:
una página en blanco. Conozco esta parálisis

de aeroplano caído. A veces una mano
-si se ha fumado mucho, el ascua nos calienta
los dedos- alguien mueve. Soy yo, y era verano.
Nuestra muerte tomaba una cámara lenta.



Poema Luciérnaga de Justo Navarro



¿Te acuerdas de las últimas luciérnagas? Latía
su fulgor movedizo sobre la fronda ilesa.
Ahora que, caprichoso, el verano se enfría
y un aire de inclinada caligrafía inglesa
hace vibrar los cables y se instala en los setos,
las he visto otra vez. Me has cerrado los ojos
muy apretadamente: una trama de objetos
menudos, de neón, bulle como despojos
de luz. El agua es una seda estrujada
en la piscina: un viento fugaz nos acurruca.
¿No brilla una luciérnaga en tu córnea, parada,
cuando tocas mi carne y me besas la nuca
y acatamos felices la noche de verano?
Vivir es esta dulce disolución en vano.



Poema Escapada de Justo Navarro



Mira: de pronto en los objetos
más próximos hay fiebre: los tensa como cables.
Son mensajes escuetos
de un papel blanco, inescrutables.

Una luz lisa fosforece
en el aire naranja de la gasolinera.
Es un arpón: si crece,
te perfora los ojos. Cera

fundida: fluye el mediodía.
La muerte nos conmueve con sus sombras chinescas.
morderá su jauría
las nerviaciones de las frescas

hojas de nuestra sangre: claros
perseguidores turbios sin alarma ni faros.





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