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Poema Los Ángeles Muertos de Rafael Alberti



Buscad, buscadlos:
en el insomnio de las cañerías olvidadas,
en los cauces interrumpidos por el silencio de las basuras.
No lejos de los charcos incapaces de guardar una nube,
unos ojos perdidos,
una sortija rota
o una estrella pisoteada.
Porque yo los he visto:
en esos escombros momentáneos que aparecen en las neblinas.
Porque yo los he tocado:
en el destierro de un ladrillo difunto,
venido a la nada desde una torre o un carro.
Nunca más allá de las chimeneas que se derrumban,
ni de esas hojas tenaces que se estampan en los zapatos.
En todo esto.
Más en esas astillas vagabundas que se consumen sin fuego,
en esas ausencias hundidas que sufren los muebles desvencijados,
no a mucha distancia de los nombres y signos que se enfrían en las paredes.
Buscad, buscadlos:
debajo de la gota de cera que sepulta la palabra de un libro
o la firma de uno de esos rincones de cartas
que trae rodando el polvo.
Cerca del casco perdido de una botella,
de una suela extraviada en la nieve,
de una navaja de afeitar abandonada al borde de un precipicio.



Poema La Noche de Víctor Hugo López Cancino



Oscura la noche que vigila
senderos de nostalgia y de añoranza,
con la luna de plata que ilumina
al buho que no duerme y sí descansa.

Radiantes las estrellas danzarinas
bailando con el cántico del viento,
oleadas de hermosas golondrinas
nutriendo de belleza el firmamento.

Imagen nocturna tan divina,
fachada de misterios y confianza,
amor que se desprende cual neblina,
zurcido de pasión y de esperanza.



Poema Lectura de Ida Vitale



Al silbo de las sílabas subía
de siete en siete vuelos
hasta alcanzar un cielo

de sílaba serena,
que esconde lo que sabe que te espera,
la sílaba no sierpe
en donde el alma siempre
se concierne.

Cruza discreta por salteadas muertes,
vacila ante el adusto
mirar del desamor.

Susurra como el agua de corriente
dócil y sazonada,
cuando a su breve brazo brevemente
te aferras, si es que nada,
con otra forma del soñar te engaña.



Poema La Orquídea De Acero de Gioconda Belli



Amarte en esta guerra que nos va desgastando
y enriqueciendo.
Amarte sin pensar en el minuto que se escurre
y que acerca el adiós al tiempo de los besos.
Amarte en esta guerra que peleamos, amor,
con piernas y con brazos.
Amarte con el miedo colgado a la garganta.
Amarte sin saber el día del adiós o del encuentro.
Amarte porque hoy salió el sol entre nuestros cuerpos
apretados
y tuvimos una sonrisa soñolienta en la mañana.
Amarte en toda esta incertidumbre,
sintiendo que este amor es un regalo,
una tregua entre tanto dolor y tanta bala,
un momento inserto en la batalla,
para recordar cómo necesita la piel de la caricia
en este quererte, amor,
encerrada en un triángulo de tierra.



Poema Llegada De Los Meses Y De Las Horas de Julio Herrera Y Reissig



(Terpsícore puede más que Morfeo)

Saludando cortésmente a la buena Mamá Juno
(Son las XII de la noche, del mes doce a 31)
Entran: Junio, Julio, Agosto, Setiembre, Octubre y Noviembre.
Enero, Marzo y Abril, Mayo, Febrero y Diciembre.

Síguelos el Viejo Tiempo, con traje de soberano.
(El Patriarca de los Siglos a quien ninguno conoce).
Y tomadas de la mano,
Formando rueda y bailando la vieja danza del brinco:
La seis, la ocho, la nueve, la diez, la once, la doce,
La una, la dos, la cuatro, la tres, la siete y la cinco.

(Anuncian: está Terpsícore.) Todos despiertan y ríen:
El gran salón se ilumina con mil resplandores blancos;
Barba Azul corre en sus zancos;
Raras macabras armónicas los instrumentos deslíen,
Y sin que haya espiritistas saltan las mesas y bancos.
Byron, Tirteo y Quevedo se olvidan de que son cojos,
Rabelais y el gran Leopardi no saben ya sus defectos;
Homero y Milton se muestran, ambos, con grandes anteojos;
los cuerdos se vuelven locos y arlequines los proyectos.
(Por bailar a misia Parca también se le van los ojos).



Poema La Karmesse de Manuel Machado



Del sol flamenco a las postreras llamas
entre escarlatas, oro y brocado;
-carmín y nácar- por el bello prado,
ricos galanes y esplendentes damas.

Ella escuchaba la frase violadora,
jugoso el labio, jadeante el pecho,
los ojos anegados… El implora,
el blando césped convertido en lecho.

Las ricas vestiduras opulentas
desordena la torpe mano ardiente,
en ansia de las formas suculentas.

Y en las cárdenas brasas del poniente
sus flechas, surge, a disparar sangrientas
un cupido rechoncho y sonriente.



Poema La Zandunga de Rodulfo Figueroa



Cuando en la calma de la noche quieta
triste y doliente la zandunga gime,
un suspiro en mi pecho se reprime
y siento de llorar ansia secreta.

¡Cómo en notas sentidas interpreta
esta angustia infinita que me oprime!
¡El que escribió esa música sublime
fue un gran compositor y un gran poeta!

Cuando se llegue el suspirado día
en que con dedo compasivo y yerto
cierre por fin mis ojos la agonía,

la zandunga tocad, si no despierto
al quejoso rumor de la armonía,
¡dejadme descansar que estaré muerto!…



Poema Lucía Martínez de Federico García Lorca



Lucía Martínez.
Umbría de seda roja.

Tus muslos, como la tarde,
van de la luz a la sombra.
Los azabaches recónditos
oscurecen tus magnolias.

Aquí estoy, Lucía Martínez.
Vengo a consumir tu boca
y a arrastrarte del cabello
en madrugada de conchas.

Porque quiero y porque puedo.
Umbría de seda roja.



Poema Los Mozos De Monleón de Federico García Lorca



Los mozos de Monleón
se fueron a arar temprano,
ay, ay,
para ir a la corrida,
y remudar con despacio,
ay, ay.
Al hijo de la «Velluda»,
el remudo no le han dado,
ay, ay.
?Al toro tengo que ir
aunque vaya de prestado,
ay, ay.
Permita Dios, si lo encuentras,
que te traigan en un carro,
las albarcas y el sombrero
de los siniestros colgando.
Se cogen los garrochones,
se van las navas abajo,
preguntando por el toro,
y el toro ya está encerrado.
A la mitad del camino,
al mayoral se encontraron,
?Muchachos que vais al toro:
mirad que el toro es muy malo,
que la leche que mamó
se la di yo por mi mano.
Se presentan en la plaza
cuatro mozos muy gallardos,
ay, ay.
Manuel Sánchez llamó al toro;
nunca lo hubiera llamado,
ay, ay,
por el pico de una albarca
toda la plaza arrastrando;
ay, ay.
Cuando el toro lo dejó,
ya lo ha dejado sangrando,
ay, ay.
?Amigos, que yo me muero;
amigos, yo estoy muy malo;
tres pañuelos tengo dentro
y este que meto son cuatro.
?Que llamen al confesor,
pa que venga a confesarlo.
Cuando el confesor llegaba
Manuel Sánchez ha expirado.
Al rico de Monleón
le piden los bues y el carro,
ay, ay,
pa llevar a Manuel Sánchez,
que el torito lo ha matado.
ay, ay.
A la puerta de la «Velluda»
arrecularon el carro,
ay, ay.
?Aquí tenéis, vuestro hijo
como lo habéis demandado.
ay, ay.



Poema La Sombra De Este Tilo, Mi Cárcel de Samuel Taylor Coleridge



A Charles Lamb, de la Casa de la India, Londres

Ya se han ido y aquí debo quedarme,
a la sombra del tilo que es mi cárcel.
Afectos y bellezas he perdido
que serán intensos recuerdos cuando
la edad ciegue mis ojos. Mientras tanto
mis amigos, que acaso nunca encuentre
de nuevo por los campos y colinas,
se pasean alegres, tal vez llegan
a ese valle boscoso, estrecho y hondo
del que yo les hablé y que sólo alcanza
el sol del mediodía; o a ese tronco
que se arquea entre rocas como un puente
y ampara al fresno sin ramas y oscuro
cuyas escasas hojas amarillas
no agita la tormenta pero airea
la cascada. Y allí contemplarán
mis amigos el verde de las hierbas
desgarbadas -¡fantástico lugar!-
que se comban y lloran bajo el borde
de esa arcilla morada.

Ya aparecen
bajo el cielo abierto y de nuevo ven
la ondeada y magnífica extensión
de campos y colinas, y el mar
quizá con un navío cuyas velas
alegran el azul entre dos islas
de penumbra violácea. ¡Y caminan
alegres todos, pero tal vez más
mi bienaventurado Charles !Pues muchos años
has anhelado la naturaleza,
recluso en la ciudad, sobrellevando
con alma triste y paciente el dolor,
el mal y la calamidad (…)

Versión de Gabriel Insuasti



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