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Poema Los Puentes de Pablo Neruda



NUEVOS puentes de Praga, habéis nacido
en la vieja ciudad, rosa y ceniza,
para que el hombre nuevo
pase el río.
Mil años gastaron los ojos
de los dioses de piedra
que desde el viejo Puente Carlos
han visto ir y venir y no volver
las viejas vidas,
desde Malá Strana los pies que hacia Moravia
se dirigieron, los pesados
pies del tiempo,
los pies del viejo cementerio judío
bajo veinte capas de tiempo y polvo
pasaron y bailaron sobre el puente,
mientras las aguas color de humo
corrían del pasado, hacia la piedra.

Moldava, poco a poco
te ibas haciendo estatua,
estatua gris de un río que moría
con su vieja corona de hierro en la frente,
pero de pronto el viento
de la historia sacude
tus pies y tus rodillas,
y cantas, rio, y bailas, y caminas
con una nueva vida.
Las usinas trabajan de otro modo.
El retrato olvidado
del pueblo en las ventanas
sonríe saludando,
y he aquí ahora
los nuevos puentes:
la claridad los llena,
su rectitud invita
y dice: «Pueblo, adelante,
hacia todos los años que vienen,
hacia todas las tierras del trigo,
hacia el tesoro negro de la mina
repartido entre todos los hombres».

Y pasa el río
bajo los nuevos puentes
cantando con la historia
palabras puras
que llenarán la tierra.

No son pies invasores los que cruzan
los nuevos puentes, ni los crueles carros
del odio y de la guerra:
son pies pequeños de niños, firmes
pasos de obrero.
Sobre los nuevos puentes
pasas, oh primavera,
con tu cesta de pan y tu vestido fresco,
mientras el hombre, el agua, el viento
amanecen cantando.



Poema Los Montes Que El Pie Se Lavan de Luis De Gongora



Los montes que el pie se lavan
En los cristales del Tajo,
Cuando las frentes se miran
En los zafiros del cielo,
Tiranizados tenía
Un cerdoso animal fiero,
Terror del campo, y rüina
De venablos y de perros.
Buscándole errante un día
Se perdió un galán montero,
Segunda envidia de Marte,
Primer Adonis de Venus.
Escalando la montaña,
Y penetrando sus senos,
Le dejó la blanca Luna
Y le halló el luciente Febo.

¡Oh, perdido primero
Tras un jabalí fiero,
No te pierdas ahora
Tras esa, que te huye, cazadora!

La luz le ofreció una Ninfa,
Que en duda pone a los cerros,
A cuál se deban sus rayos,
Al Sol o a sus ojos bellos.
De tres arcos viene armada,
El uno contra los ciervos,
Contra los hombres los dos,
Blanco el uno, los dos negros.
De un cordón atraillado
Un diligente sabueso,
El viento solicitaba,
Y desafiaba al viento.
Apenas vio al joven, cuando
Las cumbres vence huyendo;
Él la sigue, ambos calzados,
Ella plumas y él deseos.

¡Oh, perdido primero
Tras un jabalí fiero,
No te pierdas ahora
Tras esa, que te huye, cazadora!

Flores le valió la fuga
Al fragoso, verde suelo,
Varias de color, y todas
Hijas de su pie ligero.
A las malezas perdona
Mal su fugitivo vuelo.
Ellas, sí, al coturno de oro
Engastes del cristal tierno.
«¡Oh, cobarde hermosura!
?Dice el garzón, sin asiento?
No huyas de un hombre más
Que sabes huir del tiempo.»
Volviendo los ojos ella
Por flecharle más el pecho,
De que le alcance aún su voz
Acusa al aire con ceño.

¡Oh, perdido primero
Tras un jabalí fiero,
No te pierdas ahora
Tras esa, que te huye, cazadora!



Poema La Odalisca de Juan Arolas



(…)¿De qué sirve mi belleza
la riqueza,
pompa, honor y majestad,
si en poder de adusto moro
gimo y lloro
por la dulce libertad?

Luenga barba y torvo ceño
tiene el dueño
que con oro me compró;
y al ver la fatal gumía
que ceñía,
de sus besos temblé yo.

¡Oh, bien hayan los cristianos,
más humanos,
que veneran una cruz,
y dan a sus nazarenas
por cadenas,
aura libres, clara luz!

Dime, mar, que me aseguras
brisas puras,
perlas y coral también,
si hay linfa en tu extensión larga
más amarga
que mi lloro en el harén.

¿De qué sirve a mi belleza
la riqueza,
pompa, honor y majestad,
si en poder de adusto moro
gimo y lloro
mi perdida libertad?



Poema Ladrones de Pier Paolo Pasolini



Una vez regresado a tu madre
¿sentirás todavía
sobre los labios
los besos que te he dado como un ladrón?

¡Ah, ladrones los dos!
¿No estaba oscuro en el prado?
¿No robábamos a los chopos
la sombra en tu bolsa?

Los conejos se han quedado
sin hierba esta tarde,
y tus labios robados
besan la primera estrella…

De «La mejor juventud» 1941-1953

Versión de Delfina Muschietti



Poema La Noche de Julio Herrera Y Reissig



La noche en la montaña mira con ojos viudos
de cierva sin amparo que vela ante su cría;
y como si asumiera un don de profecía,
en un sueño inspirado hablan los campos rudos.

Rayan el panorama, como espectros agudos,
tres álamos en éxtasis… Un gallo desvaría,
reloj de media noche. La grave luna amplía
las cosas, que se llenan de encantamientos mudos.

El lago azul de sueño, que ni una sombra empaña,
es como la conciencia pura de la montaña…
A ras del agua tersa, que riza con su aliento,

Albino, el pastor loco, quiere besar la luna.
En la huerta sonámbula vibra un canto de cuna. ..
Aúllan a los diablos los perros del convento.



Poema Los Nuevos Pueblos de Raúl Zurita



Y era tu cara el borde de estos cielos,
el manto mío de las estrellas.
Al mirar hacia arriba no vi nada
sino tu permanencia, las pinturas
de tu rostro, la deriva de tus antepasados
inundando las altas nubes. Esos son los ríos que se abren.
En otro tiempo fuimos encontrados
y ya vivimos en las primeras células,
en los abismos de los mares,
en las primitivas danzas que el asombro
le ofreció al fuego.

Por eso somos ríos que se abren, brazos, cauces,
torrentes arrojados de un agua única y primigenia
Nada se diferencia de lo que somos y nada de lo que es está fuera de nosotros.
Tú resumes las viejas tribus, las cacerías,
los primeros valles sembrados
y mi sed recoge en ti toda la saga de
este mundo. No son mitos,
el mito es la mentira:
que sólo existimos una vez,
que cada uno es sólo uno.
Todos viven en ti y tú vives.
Las olas del tiempo inmemorial
y las estrellas.
Oh sí manto mío de mis estrellas;
la noche te habla antes de sucumbir
al día, las grandes batallas perdidas,
el pasto de los antiguos clanes y de las tribus
remontando por nuestros cursos el corazón
de los caminos del corazón y tus tocadas praderas.



Poema Llanto, Presunción, Culto Y Tristeza Amorosa de Francisco De Quevedo



Esforzaron mis ojos la corriente
de este, si fértil, apacible río;
y cantando frené su curso y brío:
¡tanto puede el dolor en un ausente!

Miréme incendio en esta clara fuente
antes que la prendiese yelo frío,
y vi que no es tan fiero el rostro mío
que manche, ardiendo, el oro de tu frente.

Cubrió nube de incienso tus altares,
coronélos de espigas en manojos,
sequé, crecí con llanto y fuego a Henares.

Hoy me fuerzan mi pena y tus enojos
(tal es por ti mi llanto) a ver dos mares
en un arroyo, viendo mis dos ojos.



Poema La Zarza De Moisés de Pedro Jesús De La Peña



Aquí tuve la fiebre.
Grandes selvas se extienden ante mí:
eran zarzas y ardían,
eran ardiente espino, pero no se quemaban.

Yo conocí estos templos en toda su pujanza,
conocí el santuario con doscientas vestales,
las ofrendas magníficas y las túnicas blancas
que daban un sonido de timbal y trompetas
a todo el escenario.
Hoy no creo en los templos triunfadores y firmes,
ni en el pulso arrogante o en la mirada altiva.

Por eso hice mi ley de beleño y mandrágora,
mi ley que quema y arde pero no se consume,
que sojuzgan los reyes y canta en los grilletes
que ahoga el poderoso en la bañera férrea…
y escapa con la espuma del jabón adherida.

No creáis nunca más en los altos principios.
Esta es mi única ley: El sueño es libertad.
Arder en él, es vida.



Poema La Miss de María Eloy – García



toda ella era la historia de la estética
radiante y moderna
a menudo se mostraba atravesada por el verbo
como una serpiente moviendo su cascabel
al ritmo del poderoso veneno
teresa transverberada y hortera
fluye por el érebo de la calle
con piernas que son tierra
para un torso que es un mundo
su sostén neoplatónico
ordena a la forma surgir sobre la materia
en virtud de la realidad superior
que son sus tetas absolutas
sus tetas a priori sus tetas inmutables
culo inteligible sólo para agustines de hipona
de tan aplínea resultas dionisíaca
concepto vivo para pantalla gigante
te vistes de platón de plotino de plaitex
para el encendido virtual de tu cuerpo matemático
porque la realidad no está pactada en el sueño
te haces mordiéndote y tan figurativa te ves
que podrías condenarnos si quisieras
a la abstracción eterna



Poema La Salvaja (fragmento) de Carmen Boullosa



El fuego,
otra vez fuego,
el fuego junto a la lumbre,
en el piso,
subiendo por los sillones,
cruzando las ventanas,
y tras él el fuego,
solamente el fuego.

El fuego otra vez,
¿No lo ven?
¡No lo ven! Es el fuego.
Les parezco una mujer sentada.

Quiero vestirme.
La ropa interior que yo traía puesta, abrió sus tejidos,
los venció el calor,
la blusa abrió sus tejidos,
vencida también,
la falda cedió sus hilos,
ardiendo los dejó caer…

Quiero vestirme.

El fuego. No tengo más que el fuego:
Soy la desnuda, la que no tiene encantos.

Quiero vestirme.

Quemo mis vestidos.
Mil cabellos están vencidos también por el calor,
mis pestañas, mis ojos;
mi saliva, un día intacta,
también te espera rendida, vencida, humillada,
doblada, hincada,
herida como el vapor,
como el vapor aislada,
ahogada en tu espera.

Quiero vestirme.
No hay animal con el que pueda compararme,
desnuda estoy como el ganso o el lirio,
no hay planta con la que pueda compararme,
quemada estoy, quemándome,
impaciente,
interminablemente.

¡Que me ayuden los asnos!
¡Que acudan a mi ayuda
los cerdos o las garzas,
los ruiseñores o las cañas de azúcar!
¡Nada puede ayudarme!
¡Vencida estoy por ti,
por ti fui por mí abandonada!



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