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Poema Del Árbol de Leopoldo Marechal



Hay en la casa un Árbol
que no planto la madre ni riegan los abuelos:
solo es visible al niño, al poeta y al perro.

Su primavera no es la que fundan las rosas:
no es la vaca encendida ni el huevo de paloma.
Su otono no es el tiempo que trae desde el mar
caballos irascibles, por tierras de azafran.
Al Árbol suben otras primaveras e inviernos:
el enigma es del niño, del poeta y del perro.

Cuando la primavera sube al Árbol-sin-nombre,
vestidos de cordura florecen los varones;
y Amor, en pie de guerra, se desliza
de pronto a la sabrosa soledad de las hijas.
Entonces el sabor de algún cielo perdido
desciende con el llanto de los recien nacidos.
Pero cuando el invierno lo desnuda y oprime,
sobre los techos llueven sus hojas invisibles,
y, horizontal, cruza las altas puertas
alguien que por el cielo desaprendio la tierra.

Hay en la casa un Árbol que los grandes no vieron:
el enigma es del niño, del poeta y del perro.



Poema Ídolo de Leopoldo Marechal



Alfarero sobre el tapiz de los días,
¿con qué barro modelé tu garganta de ídolo
y tus piernas que se tuercen como arroyos?

Mi pulgar afinó tu vientre
más liso que la piel de los tambores nupciales.
He puesto cuerdas al arco nuevo de tu sonrisa
y engarcé dos noches en el sitio de tus ojos…

¡Ídolo de los alfareros!
Yo se que redondeas el cántaro de la mañana
y lo pintas de sol
y lo llenas con una luz rota de pájaros.
Ídolo de los alfareros
que se sientan sobre el tapiz de los días…

He quemado a tu pie
la madera fragante de mi palabra.
El viento no deshojó todavía
un tulipán de música más bonito que tu nombre.

¡Haz que maduren los frutos
y que la lluvia deje su país de llanto,

ídolo de los alfareros
que se sientan sobre el tapiz de los días!

Si no mis odios bailarán
sobre la tierra de tu carne…



Poema Poema Sin Título de Leopoldo Marechal



En una tierra que amasan potros de cinco años
el olor de tu piel hace llorar a los adolescentes.

Yo sé que tu cielo es redondo y azul como los huevos de perdiz
y que tus mañanas tiemblan,
¡gotas pesadas en la flor del mundo!

Yo sé cómo tu voz perfuma la barba de los vientos…

Por tus arroyos los días descienden como piraguas.
Tus ríos abren canales de música en la noche;
y la luna es un papagayo más entre bambúes
o un loto que rompen a picotazos las cigüeñas.

En un país más casto que la desnudez del agua
los pájaros beben en la huella de tu pie desnudo…

Te levantarás antes de que amanezca
sin despertar a los niños y al alba que duerme todavía.
(El cazador de pumas dice que el sol brota de tu mortero
y que calzas al día como a tus hermanitos).

Pisarás el maíz a la sombra de los ancianos
en cuyo pie se han dormido todas las danzas.

Sentados en cráneo de buey
tus abuelos fuman la hoja seca de sus días:
chisporrotea la sal de sus refranes
en el fuego creciente de la mañana.

(Junto al palenque los niños
han boleado un potrillo alazán…)

En una tierra impúber desnudarás tu canto
junto al arroyo de las tardes.
Tú sabes algún signo para pedir la lluvia
y has encontrado yerbas que hacen soñar.

Pero no es hora, duermen
en tu pie los caminos.

Y danzas en el humo de mi pipa
donde las noches arden como tabacos negros…



Poema Nocturno de Leopoldo Marechal



En el gastado corazón del Tiempo
se clavan las agujas de todos los cuadrantes.

Hay un pavor de soles que naufragan sin ruido:
la noche se cansé de enterrar a sus mundos.

¡Llora por los relojes que no saben dormir!
Las campanas se niegan a morder el silencio.
Tras un rebaño do horas
gastaron sus colmillos de bronce las campanas…

¡Ahora comprendo el viaje de tus cosas!
El sol ya no quería romperse en tus banderas.
Para mullir tu fuga, en el camino,
se desplumaron todas las águilas del viento.
Tus pasos clavetean
un gran tapiz de lejanía…
Son pájaros furtivos tus recuerdos:
amaban grandes ríos arbolados de muerte.

¡Estuche de palabras
donde guardar el roto muñeco de los años!
Nuestras anclas no muerden el fondo de las horas.
Los péndulos cabeceantes
dibujan negativas en la noche.

¡Tierra que nunca se gastó en mis pasos!
¿Qué historia contaremos a los días?
¿Cómo arriar el velamen
de las mañanas, ávido remero?

¡Todo está bien, ya soy un poco dios
en esta soledad,
con este orgullo de hombre que ha tendido a las cosas
una ballesta de palabras!



Poema La Antigua Canción de Leopoldo Marechal



Yo cantara tus ojos en estrofas sutil
porque el arte me ha dado su lira de marfil;
pero al mirar tus ojos de un azul tan profundo,
solo se la canción mas antigua del mundo…

Yo podría decir el frescor de tu boca
forjando con mis rimas una hipérbole loca;
pero cuando en la fiebre de tus labios me hundo
solo se la canción mas antigua del mundo…

Es la eterna canción del eterno embeleso
y acompaña sus giros musicales el beso.
Los pájaros la dicen y la flor no la olvida,
porque es simple y es vieja lo mismo que la vida.

Mas ¡ay! entre tus labios, que sentido profundo
Si cantas la canción mas antigua del mundo!…



Poema Del Amor Navegante de Leopoldo Marechal



Porque no está el Amado en el Amante
Ni el Amante reposa en el Amado,
Tiende Amor su velamen castigado
Y afronta el ceño de la mar tonante.

Llora el Amor en su navío errante
Y a la tormenta libra su cuidado,
Porque son dos: Amante desterrado
Y Amado con perfil de navegante.

Si fuesen uno, Amor, no existiría
Ni llanto ni bajel ni lejanía,
Sino la beatitud de la azucena.

¡Oh amor sin remo, en la Unidad gozosa!
¡Oh círculo apretado de la rosa!
Con el número Dos nace la pena.



Poema Del Adiós A La Guerra de Leopoldo Marechal



¡No ya la guerra de brillantes ojos,
La que aventando plumas y corceles
Dejó un escalofrío de broqueles
En los frutales mediodías rojos!

Si el orgullo velaba sus despojos
Y el corazón dormía entre laureles,
¡Mal pude, Amor, llegarme a tus canceles,
Tocar aldabas y abolir cerrojos!

¡Armaduras de sol, carros triunfales,
Otros dirán la guerra y sus metales!
Yo he desertado y cruzo la frontera

Detrás de mi señora pensativa,
Porque, a la sombra de la verde oliva,
Su bandera de amor es mi bandera.



Poema De La Cordura de Leopoldo Marechal



Con pie de pluma recorrí tu esfera,
Mundo gracioso del esparcimiento;
Y no fue raro que jugara el viento
Con la mentira de mi primavera.

Dormido el corazón, extraño fuera
Que hubiese dado lumbre y aposento
Al suplicante Amor, cuyo lamento
Llama de noche al corazón y espera.

Si, fría el alma y agobiado el lomo,
Llegué a tu soledad reveladora
Con pie de pluma y corazón de plomo,

¡Deja que un arte más feliz asuma,
Gracioso mundo, y que te busque ahora
Con pie de plomo y corazón de pluma!



Poema De La Adolescente de Leopoldo Marechal



Entre mujeres alta ya, la niña
quiere llamarse Viento.
Y el mundo es una rama que se dobla
casi junto a sus manos,
y la niña quisiera
tener filos de viento.

Pero no es hora, y ríe
ya entre mujeres alta:
sus dedos no soltaron todavía
el nudo de la guerra
ni su palabra inauguró en las vivas
regiones de dolor, campos de gozo.
Su boca está cerrada
junto a las grandes aguas.

Y dicen los varones:
«Elogios impacientes la maduran:
cuando se llame Viento
nos tocará su mano
repleta de castigos.»

Y las mujeres dicen:
«Nadie quebró su risa:
maneras de rayar le enseñaron los días.»

La niña entre alabanzas amanece:
cantado es su verdor,
increíble su muerte.



Poema Credo A La Vida de Leopoldo Marechal



Creo en la vida todopoderosa,
en la vida que es luz, fuerza y calor;
porque sabe del yunque y de la rosa
creo en la vida todopoderosa
y en su sagrado hijo, el buen Amor.

Tal vez nació cual el vehemente sueño
del numen de un espíritu genial;
brusca la senda, el porvenir risueño,
nació tal vez cual el vehemente sueño
de un apóstol que busca un ideal.

Padeció, la titán, bajo los yugos
de una falsa y mezquina religión;
veinte siglos se hicieron sus verdugos
y aun padece, titán, bajo sus yugos
esperando la luz de la razón.

Fue en la humana estultez crucificada;
murió en el templo y resurgió en la luz…
¡Y, desde alli, vendra como una espada,
contra esa Fe que germino en la nada,
contra ese dios que enmascaro la cruz!

Creo en la carne que pecando sube,
creo en la Vida que es el Mal y el Bien;
la gota de agua del pantano es nube.
Creo en la carne que pecando sube
y en el Amor que es Dios.
¡Por siempre amén!



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