Puñados de avena tiro al aire,
amapolas al fuego,
desde que te he visto, amado;
la dulce ranciedad del higo pruebo,
y gimo,
y sorbos de agua bebo.
Y río y canto
y danzo hasta morir,
y me deleito
de la tierra que piso,
y todo es a mi voz
sonido y eco;
y loca me euforizo
y palidezco.
Aspiro todo el musgo
del sendero,
y las fuentes sombrias
merodeo
buscando, amor,
el tiempo
de saciar mi esplendor
bajo los chorros frescos.
Sólo trinos y piares desayuno,
y me trenzo guirnaldas
en las crenchas y el cuello;
y me perfumo con néctar y tomillo,
y me froto laureles en los senos.
Y me engalano el alma
de centeno
y del pubis
de misterios,
y de silbos las llagas
del corazón me siembro…