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Poema En La Muerte De Enrique Iv, Rey De Francia de Luis De Gongora



El Cuarto Enrico yace mal herido
Y peor muerto de plebeya mano;
El que rompió escuadrones y dio al llano
Más sangre que agua Orión humedecido,

Glorïoso francés, esclarecido
Conducidor de ejércitos; que en vano
De lilios de oro el ya cabello cano
Y de guarda real iba ceñido.

Una temeridad astas desprecia,
Una traición cuidados mil engaña,
Que muros rompe en un caballo Grecia.

Archas burló el fatal cuchillo. ¡Oh España,
Belona de dos mundos, fiel te precia,
Y armada tema la nación extraña!



Poema En La Misma Ocasión de Luis De Gongora



Esta de flores, cuando no divina,
Industrïosa unión, que ciento a ciento
Las abejas, con rudo no argumento,
En ruda sí confunden oficina,

Cómplice Prometea en la rapina
Del voraz fue, del lúcido elemento,
A cuya luz suave es alimento
Cuya luz su recíproca es ruina.

Esta, pues, confusión hoy coronada
Del esplendor que contra sí fomenta,
Por la salud, oh Virgen Madre, erijo

Del mayor Rey, cuya invencible espada
En cuanto Febo dora o Cintia argenta
Trompa es siempre gloriosa de tu Hijo.



Poema En La Jornada De Portugal de Luis De Gongora



¿En año quieres que plural cometa
Infausto corta a las coronas luto,
Los vestigios pisar del Griego astuto?
Por cuerdo te juzgaba, aunque poeta.

Salga a otro con lanza y con trompeta
Mosquito antonïano resoluto,
Y aun a pesar del tiempo más enjuto,
Amor con botas, Venus con bayeta;

Fresco verano, clavos y canela,
Nieve mal de una Estrella dispensada,
Aposento en las gavias el más bajo;

El primer día folïón y pela,
El segundo, en cualquier encrucijada,
Inundaciones del nocturno Tajo.



Poema En La Enfermedad De Que Murió El Señor Rey Don Felipe Iii de Luis De Gongora



Los rayos que a tu padre son cabello,
Barba, Esculapio, a ti peinas en oro;
Tu facultad en lira humilde imploro,
Dicte números Clío para ello.

Asiste al que dos mundos, garzón bello,
Veneran Rey, y yo deidad adoro;
Purpureará tus aras blanco toro
Que ignore el yugo su lozano cuello.

Piedras lavó ya el Ganges, yerbas Ida
Escondió a otros la de tu serpiente,
O más limada hoy o más lamida;

En polvo, en jugo virtüosamente
Soliciten salud, produzcan vida;
Humano primer Fénix siglos cuente.



Poema En El Túmulo De Las Honras Del Señor Rey Don Felipe Iii de Luis De Gongora



Este funeral trono, que luciente,
A pesar de esplendores tantos, piensa
Fragrante luto hacer la nube densa
De los aromas que lloró el Oriente,

Avaro, niega con rigor decente,
Y ponderoso oprime sin ofensa
En breve, mas real polvo la inmensa
Jurisdicción de un cetro, de un tridente.

Ley de ambos mundos, freno de ambos mares,
Rey, pues, tanto, que en África dio almenas
A sus pendones, y a su Dios, altares;

Que las reliquias expelió agarenas
De nuestros ya de hoy más seguros lares,
Rayos ciñe en regiones más serenas.



Poema En El Sepulcro De La Duquesa De Lerma de Luis De Gongora



¡Ayer deidad humana, hoy poca tierra:
Aras ayer, hoy túmulo, oh mortales!
Plumas, aunque de águilas reales,
Plumas son; quien lo ignora, mucho yerra.

Los huesos que hoy este sepulcro encierra,
A no estar entre aromas orientales,
Mortales señas dieran de mortales;
La razón abra lo que el mármol cierra.

La Fénix que ayer Lerma fue su Arabia
Es hoy entre cenizas un gusano,
Y dé consciencia a la persona sabia.

Si una urca se traga el oceano,
¿Qué espera un bajel luces en la gavia?
Tome tierra, que es tierra el ser humano.



Poema En El Cristal De Tu Divina Mano de Luis De Gongora



En el cristal de tu divina mano
De Amor bebí el dulcísimo veneno,
Néctar ardiente que me abrasa el seno,
Y templar con la ausencia pensé en vano.

Tal, Claudia bella, del rapaz tirano
Es arpón de oro tu mirar sereno,
Que cuanto más ausente dél, más peno,
De sus golpes el pecho menos sano.

Tus cadenas al pie, lloro al rüido
De un eslabón y otro mi destierro,
Más desviado, pero más perdido.

¿Cuándo será aquel día que por yerro,
Oh serafín, desates, bien nacido,
Con manos de cristal nudos de hierro?



Poema En El Caudaloso Río de Luis De Gongora



En el caudaloso río
Donde el muro de mi patria
Se mira la gran corona
Y el antiguo pie se lava,
Desde su barca Alción
Suspiros y redes lanza,
Los suspiros por el cielo
Y las redes por el agua,

Y sin tener mancilla
Mirábale su Amor desde la orilla.

En un mismo tiempo salen
De las manos y del alma
Los suspiros y las redes
Hacia el fuego y hacia el agua.
Ambos se van a su centro,
Do su natural les llama,
Desde el corazón los unos,
Las otras desde la barca,

Y sin tener mancilla
Mirábale su Amor desde la orilla.

El pescador, entre tanto,
Viendo tan cerca la causa,
Y que tan lejos está
De su libertad pasada,
Hacia la orilla se llega,
Adonde con igual pausa
Hieren el agua los remos
Y los ojos de ella el alma,

Y sin tener mancilla
Mirábale su Amor desde la orilla.

Y aunque el deseo de verla,
Para apresurarle, arma
De otros remos la barquilla,
Y el corazón de otras alas,
Porque la ninfa no huya,
No llega más que a distancia
De donde tan solamente
Escuche aquesto que canta:

«Dejadme triste a solas
Dar viento al viento y olas a las olas.»

Volad al viento, suspiros,
Y mirad quién os levanta
De un pecho que es tan humilde
A partes que son tan altas.
Y vosotras, redes mías,
Calaos en las ondas claras,
Adonde os visitaré
Con mis lágrimas cansadas,

«Dejadme triste a solas
Dar viento al viento y olas a las olas.»

Dejadme vengar de aquélla
Que tomó de mi venganza
De más leales servicios
Que arenas tiene esta playa;
Dejadme, nudosas redes,
Pues que veis que es cosa clara
Que más que vosotras nudos
Tengo para llorar causas.

«Dejadme triste a solas
Dar viento al viento y olas a las olas.»



Poema En Dos Lucientes Estrellas de Luis De Gongora



En dos lucientes estrellas,
Y estrellas de rayos negros,
Dividido he visto el Sol
En breve espacio de cielo.

El luciente oficio hacen
De las estrellas de Venus,
Las mañanas como el alba,
Las noches como el lucero,

Las formas perfilan de oro,
Milagrosamente haciendo,
No las bellezas oscuras,
Sino los oscuros bellos;

Cuyos rayos para él
Son las llaves de su puerto,
Si tiene puertos un mar
Que es todo golfos y estrechos.

Pero no son tan piadosos,
Aunque sí lo son, pues vemos
Que visten rayos de luto
Por cuantas vidas han muerto.



Poema El Sastre de Luis De Gongora



De mi sastre en el hurtar
la mano es tan singular,
que si cae la tela en ella
cuando la empieza a doblar,
ya puedo doblar por ella.

Y cuando pasa a trazar
la tela ya referida,
no hay como verle sacar
la medida para hurtar,
cuando él hurta sin medida.



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