Poema Vigilia de Luis Raúl Calvo
Juliana espía
desde la cornisa
con sus ojos de rastrillo
y la sopa de invierno.
El latido de una hija
nos contiene en el andamio.
Amor Amistad Familia Infantiles Fechas Especiales Cristianos
Juliana espía
desde la cornisa
con sus ojos de rastrillo
y la sopa de invierno.
El latido de una hija
nos contiene en el andamio.
No aquietaremos la pasión en las aguas frutales
ni en los versos triangulares de César Vallejo.
Nos han arrastrado a un extremo vulnerable, a la
/ sospecha.
El cebo destroza las vísceras del poema
pero el centro teje y teje la cordura
aunque las locas del diluvio se aseen en verano.
I
Suele suceder que el tiempo
transforme los recuerdos
en otros recuerdos
las miradas en otras miradas
las sospechas en otras sospechas.
Cada familia celebra sus ritos
cotidianos, crea de la nada
sus propios fantasmas, inventa
por las noches monstruos clandestinos.
De esa lúgubre orfandad, venimos
a este mundo, para iniciar
un extraño pacto con la vida.
III
Nunca sabremos con total certeza
cual fue el ojo de la mirada
que cautivó nuestros sentidos.
Tampoco será fácil reconocer
el ojo que condenó a perpetuidad
estos rutinarios actos.
Lo que sí corroe con furia
los bajos fondos del alma
es esta libertad a medias
a que nos condujo ciegamente
ese ojo, esa mirada.
IV
Pensemos un poco en nuestra infancia.
(Pensar es una forma de retornar
a lo sagrado.)
El viejo sabio decía: ?Imagina que
del otro lado del portón hay otras
verdades. También, claro, otras mentiras.?
Uno regresaba pálidamente a su casa
y miraba una y otra vez ambos lados
del portón.
Ahí comprendíamos para siempre
que en realidad no hay peor estado
para el hombre, que la sospecha
que encubre otras sospechas.
XII
Ese hombre que hoy duerme
en medio de la calle
alguna vez supo disfrutar
de los placeres terrenales.
Amó a dóciles mujeres
bebió finos licores
dilapidó lo propio
y lo ajeno, como queriendo
negar aquello de que
nada es eterno en la vida.
En otros tiempos
al ver a otros hombres
durmiendo como él duerme ahora
solía repetir en voz alta:
?Algo habrán hecho
para merecer esto.?
XIII
Esa dulce muchacha que reía
y le hablaba a los pájaros
(?La vida es bella??)
callaba cuando ellos
dejaban de cantar.
Una mañana los vio morir
al costado de un árbol caído.
Nunca mas se supo de ella
pero corría el rumor
en el barrio
que en un loquero de Barracas
ella inventaba pájaros
para seguir ejerciendo
su antigua manía.
También se comentaba
que les susurraba
una y otra vez:
?No hay nada más amargo
que el sabor de la derrota?.
Hay una historia personal en el fondo del vacío
los rasgos de la infancia son la ausencia
de toda presencia.
Hay una suma de datos registrados como meros
prontuarios, una acumulación de hechos
que trascienden la humedad de las formas
el peso del color, o la longitud del párpado.
En ese territorio aborigen desnudamos la huella
del recuerdo y la convertimos en señal de
alarma
para futuras deserciones.
Pero ¿Quién abandona a quién cuando dos
cuerpos
se separan y se instaura el olvido?
¿Quién derriba la capa de oxígeno y transforma
la identidad de un rostro en desoladas
convenciones?
Acaso presentimos que un beso es más que
un beso
cuando el hielo nos tapa en las luctuosas
noches
de misa y arrastramos los restos de memoria
el imaginario creado para aceptar
que el nombre puesto es una tácita derrota
que debemos velar, como se vela a un muerto
en los ascensores de luto.
Los muertos regresan
de vacaciones
desparramando su alma
en un florero.
En esas aguas
vírgenes de odio
escurren el hastío.
Los muertos regresan
del exilio
a reclamar por exiguas
pertenencias adquiridas
a dialogar con la piel
dolida por su ausencia
germen hacedor del olvido.
Acaso ignoren
que el dolor
lleva un disfraz
de fiesta en las mejillas.
88 Buenos Aires
El telón levanta
sus ventanas de odaliscas.
Es una noche más
en un Buenos Aires
vulnerado
por fantasmas que inoculan
sus estigmas,
pero un zumbido
de música herida
invade las capas
más feroces de la jungla.
Detrás de la persiana
un verde ocre
huele
a miseria escondida
y la ciudad duerme
hasta llagarse de inercia
por claveles nacidos
a destiempo.
Dicha y ocaso, gravidez de los rituales.
Línea oblicua del amor en las maletas del viajero.
Los perros ladran su tormento en las trenzas de la
/dama.
Hueco de rencor, antiguos maleficios.
¿Quién ha robado los bastones del ciego
buscando luz en las tinieblas?
Nadie separa nuestros cuerpos de la tierra
pero ellos, los amantes, no esperan el orgasmo
para saciar su sed de cruzas elegidas.
Ahora, que hemos descubierto
en palabras el origen del silencio,
nuestras almas permanecerán
quietas en el horizonte.
Ya no habrá lugar para la duda
ni miraremos con los mismos ojos
la eternidad de la luz.
El vacío cubrirá las anchas veredas
con su obscuro manto de junio
y dejaremos partir mansamente
las cenizas de aquello que no fue.
Acaso, por los fríos designios
de la razón, saludaremos su vertiginoso
paso hacia el abismo.
Sólo los ángeles nos salvan.
La vida real es un desgastado
sacerdosio.
En las altas ciudades, miles
de fieles confinan sus almas
para apaciguar el fuego de la carne
la dorada caridad de la limosna
el religioso orden de los días
por venir.
Habíamos dejado todo en manos
de los dioses, la deidad de la
cuaresma y los santos evangelios
éramos buenos y santos y la tierra
del paraíso nuestro más preciado
bien.
Pero tú, que renegaste de dogmas
y costumbres y elegiste la libertad
a ciegas a los prometidos reinos
de la sabiduría, hoy deambulas por la
espesa niebla del ocaso
con la cabeza gacha
y las manos atadas a un dudoso banquete.
Esa pesada carga del deseo
purifica la razón del violinista.
Ella sabe que el virtual descubrimiento
pasa por sus ojos
allí donde los monstruos más sagrados
atormentan el caldo del cartero.
Imperfecta y deleznable
su piel amarga restituye
al visionario de Manhattan.
Por ella, el Mar Mediterráneo ahogó la voz
del depravado, en una tarde de abril
en Buenos Aires.
Esa pesada carga del deseo
transpone fechas y ciudades
heredera del silencio, el primer grito
partió de su incestuosa pupila.
Siempre fue así y ella lo intuye
desde el calvario de Otelo y Desdémona.
Una mujer en la noche
piensa como pulverizar la mirada.