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Poema Yo Soy La Amada de Luzmaría Jiménez Faro



Yo soy la amada, amante, soy la amada:
voy andando las horas que separan
mi cuerpo de tu cuerpo
y restañando las frágiles heridas
de huellas que volaron con tu nombre.

Yo soy la amada, amante, soy la amada:
la que brotó salvaje entre tu trigo
y lo tiñó de púrpura,
la que sin darse cuenta
iluminó de pronto tu paisaje,
la que acudió a tu llanto
y en su aljibe
atesoró tus lágrimas.

Yo soy la amada, amante, soy la amada:
la que en silencio mira.
La que te espera.
La que teje sus sueños con tu vida.



Poema Y Nos Llegó La Hora… de Luzmaría Jiménez Faro



Y nos llegó la hora de bailar. La música caía como
lluvia agitada y un mar en nuestros muslos acentuaba
el vértigo. Llegó la savia nueva con un ritmo de trópicos
y germinó en la piel. Olvidamos la sarga y la estameña
y nos cubrimos ágiles con la encendida pulpa del
tamarindo.



Poema Usted, El Ángel De La Muerte de Luzmaría Jiménez Faro



Usted y yo tenemos una cita.
Sé que jamás se retrasó en la hora.
Tal vez pueda darme algo de tiempo
para mirar mi vida.
¿Podré volver la vista hasta mi patio?
Allí la madreselva era alegría,
su aroma rebalaba por los sueños
de mi sangre crecida.
Será muy puntual. Siempre lo ha sido.
Usted perdonará si me entretengo
y acaricio mis libros con ternura.
Comprenda usted ¡son tantas horas juntos!
que así, partir, tan fríamente,
no me parece bien. Se quedan solos…
Quiero que sepa que sé que ha de venir
para llevarme con usted,
y créame si le digo que estoy lista.
He tratado de aprovechar mi tiempo:
Amar. Vivir. Vivir y amar.
No puede imaginarse el equipaje
que llevo en la memoria…
Usted ¡qué culpa tiene!
Sólo es usted el ángel de la muerte,
y usted y yo tenemos una cita.



Poema Un Ángel Pasa de Luzmaría Jiménez Faro



Rosas con alas en el aire mudas.
Latido sin latido de la sangre.
Relámpago de pura luz sin trueno.
Música que, sin notas, acompaña.
La voz amada sin rumor alguno.
Hay un silencio pleno de alegría…
Y es que ha pasado un ángel.



Poema Reloj… de Luzmaría Jiménez Faro



Reloj: no marques las horas
porque voy a enloquecer;
ella se irá para siempre
cuando amanezca otra vez.

Para ti, compañero de todas las horas.

Reloj: Alimaña con ejes, rubíes, espirales y hasta
con un tic-tac de corazón; mas no percibe
nunca los sonidos del alma.

Horas: Brazadas de palomas en vuelo. Bisturíes
cortando las cintas plateadas del tacto y
de la carne. Miel rezagada que cae sobre
los muslos. Negrura atormentada de las
noches. Té de las cinco. Damas que te
reflejan en los espejos cóncavos y en los
convexos. Monjas sobre reclinatorios.
Lenguas bisexuales. Rasos y tules para
vestir tu boda. Vientres encinta y en
silencio. Babosas empedrando los ojos y
la piel. Procesión de las ánimas. Fragua
de sueños y de huellas. Garantía de origen.

A los pies, toda mansedumbre, se tiene la alimaña
y simplemente espera.



Poema Querida Olga: Tu Voz… de Luzmaría Jiménez Faro



Ódiame por piedad, yo te lo pido,
ódiame sin medida ni clemencia.
Odio quiero yo mejor que indiferencia,
porque solamente se odia lo querido.

Querida Olga: tu voz como una algaida contaminaba
nuestros corazones y tu boca nos invitaba al odio.
Desconocíamos esa feroz pasión multiplicada en
víboras porque era nuestro tiempo un sistema solar
para la vida. Palabra por palabra sobre la piel caía
como un sudario en llamas todo el odio. Todo el
odio que puede acumular aquel que ha sucumbido al
amor y al filo de su sueño se derrumba todo un vol-
cán de sangre. Pero tu voz seguía como un diluvio
ebrio golpeando los tapiales de nuestra adolescen-
cia…aunque no comprendíamos.

Después…odiar. Saber odiar ha sido tan simple y tan
normal como vivir, pues ya la vida como una vieja
puta nos enseñó a beber en los cálices negros el
zumo genital de los chacales. Mas como tú avisabas
había algo peor: la indiferencia. Ella es copa de
escarcha que la sangre agria y gota a gota va que-
mando el alma. Y borra la ternura y a la compren-
sión levanta oscuros muros y a la esperanza con obs-
tinadas sombras amuralla. Anega la inocencia de ce-
nagosas aguas, constriñe la alegría entre escombros
de pena. Y no hay cielo ni infierno, sólo cirios que
alumbran los despojos de los siete pecados capitales.



Poema Para Contar Cualquier Historia… de Luzmaría Jiménez Faro



Para contar cualquier historia vieja. Para que el tiempo
reconozca que sangre, o grito, o verso es vida. Para de-
cir tu nombre y no caer en un proyecto de monotonía. Pa-
ra que las flores de Baudelaire encuentren esa capacidad
de asombro y abrir al hombre a una memoria compartida.
Para que las palabras que evitan desangrarse pierdan esa
solemnidad de pompas de jabón. Para que este dolor de
piedra y ala que se alza desde el pecho hasta la luna
encuentre la cicatriz precisa. Para que este miedo con
percusión oscura de campanas se seque al sol. Para que
esto y aquello no se nos vuelva añicos, debemos usar
algo la locura.

Detesto a las abejas desde niña porque jamás poseerán
los mares.



Poema Madrid Era… de Luzmaría Jiménez Faro



Cuando estoy contigo
no cambio la gloria
por la dicha grande
de estar en tu historia.

Madrid era la luz y la penumbra en los años
sesenta. Era tan solamente luz su pavimiento para
aquellos zapatos primeros de tacón. Perder un poco
la ciudad ha sido perder nuestra niñez y nuestra
adolescencia. Íbamos a las Cuevas de Sésamo para
jugar al existencialismo, pero entre vaso y vaso,
jamás nos encontramos con Julietta. Las calles son
ahora como espejos oscuros que nos devuelven
imágenes que no nos pertenecen. Que extrañamos.
Pasan los autobuses y parece que nadie viaja en
ellos. Son forajidos transportando cargas de soledad.
Buscamos aquel viejo café donde entrgábamos los
sueños a la vida, y tan sólo encontramos un pulso de
rencor entre unos muros que ya no son los nuestros.
Pero uno muere y resucita tantas veces como sacude
la memoria al corazón. Y cada ausencia, cada som-
bra, tiene su propio nombre en esta geografía urba-
na.

Madrid es ahora una ciudad enorme donde el miedo,
la droga, el semen y las ratas cohabitan en la imper-
fecta noche, para luego, sin perder el zapato de cris-
tal, vestirse de fulgurantes rasos. Y en esta situación
de límite amanecemos. Y la ciudad y yo nos encon-
tramos como viejas amigas. Nos amamos con todos
los defectos. Juntas tomamos un café y seguimos
organizando fechas en la agenda común. Comenta-
mos los ya primeros brotes de los árboles que la
hacen tan hermosa en primavera y que al batir de
alas no es vuelo de palomas, sino de arcángeles que
en la ciudad habitan



Poema Los Ángeles Pequeños De Las Cosas de Luzmaría Jiménez Faro



Y se abrió esa Janua caeli
para llenar tu hogar de acompañadas horas.
Crecieron tras de ti predestinados frutos.
Han llovido los mayos y dorado los junios,
y por tu casa habitan
los ángeles pequeños de las cosas.



Poema Fueron Tus Manos … de Luzmaría Jiménez Faro



Fueron tus manos tercas y
desnudas
las que me deshojaron.
Yo fui la eterna margarita
del sí y del no:
pétalo a pétalo
talada en tu cintura.
Toda ya cicatriz
abierta hacia la lluvia.



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