Poema Un Instante de María Antonieta Flores
un instante en la palma de mi mano
cada punta de mis dedos ungida por tu deseo
el collar de esclava cae
tiembla esa nube roja
el desierto se detiene
Amor Amistad Familia Infantiles Fechas Especiales Cristianos
un instante en la palma de mi mano
cada punta de mis dedos ungida por tu deseo
el collar de esclava cae
tiembla esa nube roja
el desierto se detiene
un lugar así no te detiene
temblando
pero ha venido esa excitación a tu carne
y la necesidad
de cerrar los ojos
para recordar
cerrarse
para no ver
los cuerpos que se abrazan en sus besos
sabes del ritmo de tu apetencia:
la dura contracción de tu vacío
pero tu instante es breve
pueden asaltarte
una voz se acerca con la mano extendida
la multitud no se apacigua por tu deseo
si tuvieras un rosario
pulirías una de sus cuentas
así lo llevas adentro
es blanco el tejido que te venden
de barato precio
y con prisa
en tus restos de aire
el plomo
insigne la violencia de los pájaros
y un golpe que a tu hombro recuerda
multitud de multitudes
sólo una gota cae
espesa
duelen las membranas
¿detenerte?
te preguntas
sólo buscas de llegar
pasar la llave
soltar los pesos de esta cárcel
desnuda
respirar una mínima seguridad de nada
con un sorbo de agua fría
recoges tus cabellos
atrás el bullicio y la rudeza
el silencio no te llega.
J) De cómo una dama consciente
entrega sus riquezas y joyas a quien
recorre los campos de guerra
empuñando la aniquilación.
Señor de la Muralla
portadora
alta sobre toda cabeza
imploro un poco de tu fértil riego
Mira este rostro de ágata
promesa de sabias noches
la tolerancia de mis suaves pies
Recíbeme
dame la fuerza
la metamorfosis y la destrucción
Alójame
Hazme engendro de toda noche
Cuervo o ciervo de laderas
Soy cántico de antepasados
un nuevo hechizo
fragmento del cuarzo de los relojes
la de los signos y vientos favorables
el astrolabio
Fela fela
es tu orden
simple promesa del tiempo
O) Se cuenta cómo después de bodas
y celebraciones, la cumplida esposa,
nunca olvidada por el Señor, da el
paso de rigor.
Aguardo
lúcida
el amanecer
Si uno cree en cada palabra
Si se ansió y gozó la tenue caricia de un tirano
Si se debe dejar que el aire escape
vuelta ceniza hasta que la hoguera se detenga
hasta la purificación
si así y sólo de ese modo
uno mira al espejo
agota un traje de lino puro
brazaletes y cadenas en los tobillos
todo suspendido
quieto
rico en sombras
las miradas de mis muertos
aplico una última gota de nardo
sueltos los cabellos
Al fin
dislumbro la claridad
frasco mínimo de veneno
Me ve sucumbir
mi frialdad convulsa
las palabras no dichas ni pensadas
el desorden
mi mano arrastrando las sedas
Su pronta furia
Su desnudez brillante no logra detenerme
Sólo diviso el terror de sus manos
Cazador
este reposo que tanto necesitas
este rigor
la carne almibarada
el olor del deseo descansa sobre este aire florecido
Cazador
este encuentro no habla ni da cuenta de la pasión que conmina
da cuenta de tantas debilidades y desazones
este sentarse cimbreando los deseos
las rodillas que se juntan y se frotan por tu nombre
Cazador
entiendo el desespero
entiendo la sorpresa
los nuevos linderos
la amenaza
a cuántos metros del bosque
de las aceras y formas de estrella
el sueño ha llevado su arco
la tapia y sus colores
la red del transcurrir
el diminuto acero del recuerdo