poemas vida obra o

Poema Onán de Isabel De Los Ángeles Ruano



Con horas viejas colocadas en desvanes y
perspectivas deshabitadas
con silencio de lluvia y azucenas que se tiñen con
la tarde
las manos acarician la soledad, penetran sus
vertientes
y producen el vértigo mientras un rayo se
desprende.
(Afuera los jardinillos tiemblan, demudados).

Estremecimiento de armazones de hojarasca,
sin ningún galope, y con una suave, dulce
violencia
delineando la alcoba.

No hay ira, sólo la ternura pequeña, íntima,
del instante desflorado sin entrar ni a la luz ni
a la sombra.

De esta manera las manos se desciñen de sí mismas
y se sienten de barro, y así puras,
han sido desfloradas de su ruta
y se muestran como dos clowns grotescos
danzando sobre la nieve.

En el misterio, junto al vagido muerto,
en el calor perdido de una chimenea apagada
por miles de milenios de rostros convulsos
pudo entonces, Onán, encender una hoguera.



Poema Oráculo de Irene Sánchez Carrón



No cruzaste aquel puente
y su remota voz de musgo
se enredará por siempre entre tus pasos.

Te dio miedo bajar las escaleras
y un negro precipicio de peldaños
se abrirá a tus pies cada mañana.

Desde hoy
todos los lechos
donde busques descanso
se llenarán de pozos
y caerán confundidos
tu rostro y sus caretas.



Poema Otoño de Ida Vitale



Otoño, perro
de cariñosa pata impertinente,
mueve las hojas de los libros.
Reclama que se atienda
las fascinantes suyas,
que en vano pasan del verde
al oro al rojo al púrpura.

Como en la distracción,
la palabra precisa
que pierdes para siempre.

De «Reducción del infinito» 2002



Poema Obstáculos Lentos de Ida Vitale



Si el poema de este atardecer
fuese la piedra mineral
que cae hacia un imán
en un resguardo hondísimo;

si fuese un fruto necesario
para el hambre de alguien,
y maduraran puntuales
el hambre y el poema;

si fuese el pájaro que vive por su ala,
si fuese el ala que sustenta al pájaro,
si cerca hubiese un mar
y el grito de gaviotas del crepúsculo
diese la hora esperada;

si a los helechos de hoy
-no los que guarda fósiles el tiempo–
los mantuviese verdes mi palabra;
si todo fuese natural y amable…

Pero los itinerarios inseguros
se diseminan sin sentido preciso.
Nos hemos vuelto nómades,
sin esplendores en la travesía,
ni dirección adentro del poema.

De «Reducción del infinito» 2002



Poema Oración de Humberto Ak´abal



En los templos
sólo se oye la oración
de los árboles
convertidos en bancas.



Poema Ofrenda de Heddy Navarro Harris



Nunca dejé una flor blanca en el altar del sol
de Macchu- Picchu
jamás lancé el aroma de sus pétalos al pozo
Sagrado
de Chichén-Itzá
Tampoco escalé el rehue para ofrendar copihues
blancos
A Ngenechen
No me cogió un mozo gallardo por esposa
no desfloró mi piel su tacya
para que floreciera mi maíz
Más bien
sólo llevaron mis manos
papas entierradas
maquis oscuros como el silencio
Más bien
sólo lancé polluelos y huevos azules
como la gallina
que corretea asustada
detrás de la del hombre



Poema Ofertorio de Héctor Freire



La hoja de papel donde escribo este poema
es una blanca mujer que me lee el pensamiento.

En su espalda desnuda el cuerpo que grabo
se convierte en pensamiento insensible.
Tan sólo un pequeño gesto
intentando ser.

Y, con todo, ese cuerpo es un lugar
donde nada muere:
tanto silencio resucitado
tanto tambor interior de palabras.

Sobre tu cuerpo muere el tiempo
y nace el deseo nunca serenado
de horizontes.

Tu cuerpo me envía la noche
cada día.



Poema Obertura de Harold Alvarado Tenorio



Hasta aquí la música.

Sobre las fronteras rusas
las ametralladoras.

Pandilla de temerarios
Contra la Madre Patria.

Himno de Francia
Obertura Solemne de 1812.



Poema Oh Señor, Mis Esclavos… de Hafsa Bint Hamdun



¡Oh señor, mis esclavos me tienen sobre ascuas!
No hay entre ellos ni uno bueno;
son ignorantes, necios, enojosos,
o tan listos, que en su astucia, no responden.



Poema Ojos Claros, Serenos de Gutierre De Cetina



Ojos claros, serenos,
si de un dulce mirar sois alabados,
¿por qué, si me miráis, miráis airados?
Si cuanto más piadosos,
más bellos parecéis a aquel que os mira,
no me miréis con ira,
porque no parezcáis menos hermosos.
¡Ay tormentos rabiosos!
Ojos claros, serenos,
ya que así me miráis, miradme al menos.



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