poemas vida obra o

Poema Oscuridad Hermosa de Gonzalo Rojas



Anoche te he tocado y te he sentido
sin que mi mano huyera más allá de mi mano,
sin que mi cuerpo huyera, ni mi oído:
de un modo casi humano
te he sentido.

Palpitante,
no sé si como sangre o como nube
errante,
por mi casa, en puntillas, oscuridad que sube,
oscuridad que baja, corriste, centelleante.

Corriste por mi casa de madera
sus ventanas abriste
y te sentí latir la noche entera,
hija de los abismos, silenciosa,
guerrera, tan terrible, tan hermosa
que todo cuanto existe,
para mí, sin tu llama, no existiera.



Poema Orquídea En El Gentío de Gonzalo Rojas



Bonito el color del pelo de esta señorita, bonito el olor
a abeja de su zumbido, bonita la calle,
bonitos los pies de lujo bajo los dos
zapatos áureos, bonito el maquillaje
de las pestañas a las uñas, lo fluvial
de sus arterias espléndidas, bonita la physis
y la metaphysis de la ondulación, bonito el metro
setenta de la armazón, bonito el pacto
entre hueso y piel, bonito el volumen
de la madre que la urdió flexible y la
durmió esos nueve meses, bonito el ocio
animal que anda en ella.



Poema Oficio Mayor de Gonzalo Rojas



Algunos árboles son transparentes y saben hablar
varios idiomas a la vez, otros algebraicos
dialogan con el aire al grave modo
de las estrellas, otros
parecen caballos y relinchan,

hay
entre todos esos locos tipos increíbles
por lo sin madre, les basta el acorde
de la niebla.

De noche pintan lo que ven, generatrizan y
divinizan otro espacio con otro sexo distinto
al del Génesis, cantan
y pintan a la vez más que el oficio
de la creación el viejo oficio
del callamiento

ante el asombro, amarran la red
andrógina en la urdimbre
de un solo cuerpo
arbóreo y animal resurrecto
con los diez mil sentidos
que perdimos en el parto;

entonces
somos otro sol.



Poema Octubre Ocho de Gonzalo Rojas



Así que me balearon la izquierda, ¡lo que anduve
con esta pierna izquierda por el mundo! Ni un árbol
para decirle nada, y víboras, y víboras,
víboras como balas, y agárrenlo y reviéntenlo,
y el asma, y otra cosa,
y el asma, y son las tres. Y el asma, el asma, el asma.

Así que son las tres, o ya no son las tres,
ni es el ocho, ni octubre. Así que aquí termina
la quebrada del Yuro, así que la Quebrada
del Mundo, y va a estallar. Así que va a estallar
la grande, y me balearon en octubre.

Así que daban cinco mil dólares por esto, o eran cincuenta mil,
sangre mía, por esto que fuimos y que somos,
¡y todo lo que fuimos y somos! Cinco mil
por mis ojos, mis manos, cincuenta mil por todo,
con asma y todo. Y eso, roncos pulmones míos,
que íbamos a cumplir los cuarenta cantando.

Cantando los fatídicos mosquitos de la muerte:
arriba, arriba, arriba los pobres, la conducta
de la línea de fuego, bienvenida la ráfaga
si otros vienen después. Vamos, vamos veloces,
vamos veloces a vengar al muerto.

Lo mío ?¿qué es lo mío??: esta rosa, esta América
con sus viejas espinas. Toda la madrugada
me juzgan en inglés. ¿Qué es lo mío y lo mío
sino lo tuyo, hermano? La cosa fue de golpe
y al corazón. Aquí
va a empezar el origen, y cómanse su miedo.

Así que me carnearon y después me amarraron.
A Vallegrande ?a qué? ¡y en helicóptero!
Bueno es regar con sangre colorada el oxígeno
aunque después me quemen y me corten las manos,
las dos manos.
?Dispara sin parar
mientras voy con Bolívar, pero vuelvo.



Poema Otoño de Gonzalo Osses A Vilches



Afuera; en las calles hay olvido de vehementes tormentas.
Afuera; desde las ramas de un árbol sigue brillando el sol.
Afuera; sopla el viento revolviendo las hojas apagadas
y el silencio se torna más mudo todavía.

Hay un gris que despierta en el aire deshojando mi aliento,
hay un rumbo que me invita a tomarlo por las veredas solitarias.
Seguirlo es, para mí, una manera de decir;
caminemos juntos.

Otoño siempre tiene algo de sueño escondido entre sus pliegues.
Es la manera de decirlo todo sin pronunciar palabra.
Es la pausa de algo, el por qué de alguien.
Es estar solo y a la vez acompañado
en la intimidad indecente de la conciencia.

El repiqueteo constante de una agradable nostalgia
que se vuelca sobre las calles que camino.
Es estar parado donde siempre quise:
sobre la sombra de un árbol desnudo.

Es recostarse en el calor de una vieja estación vacía,
esperando que alguien se lleve la mañana por delante
y seguir andando con las suelas llenas de hojas
hasta la próxima curva.

Otoño siempre tiene algo de sueño escondido entre sus manos
para dormirlo todo.

Soñarlo es para mí una manera de decir;
ven, el otoño, más que mío es tuyo,
más que tuyo, es nuestro…
ven, para que entremedio de los árboles sin hojas,
por una vez, por esta vez, caminemos juntos.



Poema Otoño Perpetuo de Gonzalo Osses A Vilches



Cada vez que es otoño
yo me quedo en el tiempo
y cada hoja que cae,
traerá tu recuerdo.

…y aquél viento frío,
que penetra mis huesos,
y esa fría llovizna,
que es mi llanto secreto.

Ya mi risa se apaga,
y me cuesta creerlo,
ya no habrá primavera
en mi vida de nuevo.

Sólo sé que estoy cierto,
que me muero por dentro,
y que anida en mi alma
aún mi último aliento.

Ha pasado el verano
y ya llega el invierno y,
si es que hubo primavera
alguna vez en mi pecho,
yo me quedo en otoño,
en este otoño perpetuo.



Poema Origen de Gladys Carmagnola



Porque los sueños mueren
nacen los suspiros
y viven en nosotros
minúsculos o inmensos,
pálidos o encendidos.

Sí.
Tú te irás.
Para entonces, tal vez ya habré partido.
Y cada cual caminará
-sin detenerse a investigar su origen-
con su dosis de amor y de suspiros.



Poema Oscuridades Del Amor de Gioconda Belli



Digo que nuestro amor
ha sido como un crucero de lujo
surcando acerados Atlánticos.
Hemos recorrido sus cubiertas
Y visto desde allí puestas de sol inolvidables
sobre bahías donde casas ocres y naranjas
absorbían la luz como cajas encantadas.

Como joven pareja enamorada
nos hemos deslizado por las pistas de baile
en las fiestas de gala.
Hemos cenado en la mesa del capitán
Y tú has mantenido la conversación amena,
has hecho reír a los comensales
mientras yo, en un silencio adorable, celebraba tus bromas
y reía sin cesar escuchando una y otra vez
las anécdotas, los mitos familiares.
En la suite matrimonial
hemos hecho el amor
como rito de confirmación de nuestra felicidad.

Las historias de nuestra travesía
han sido la envidia de las amistades menos afortunadas.
Hemos construido , con destreza de arañas la tela de la
leyenda
que ahora habitamos.

Esa misma iridiscente felicidad
que, en noches como ésta en que te desquiero,
sueña con mares oscuros
y témpanos.



Poema Oda A Un País Güegüense de Gioconda Belli



Este país me somete a su pasión, a su locura,
a la droga de tardes incendiarias
donde volcanes caminan horizontes abajo
sin que nadie los detenga.

Este país me pone sus pies fríos sobre el pecho
su rostro de máscara ilegible extendido como burla.
Me obliga a implorarle al viento que me explique la
voracidad de este engaño.
El rasguño, el rapto, el olor a podrido que se escapa a veces
de sus flores
más esplendorosas.

Este país sabe que no quiero ver su vientre adolorido,
sus vísceras laceradas, las cicatrices de múltiples heridas
la huella de punzantes dardos, de puñales enterrados.

Este país me hace odiar que mis sentidos no discriminen
y borren las visiones oscuras antes de que me toquen:
Espaldas apaleadas que gimen como bocas,
rostros maltrechos desalojados por la esperanza.

Este país suda sus mediodías luminosos
para que yo crea en la torva perversidad de su belleza.
Para que no levante el sudario resplandeciente de sus
paisajes,
y vea a la muerte traficando huesos bajo mis narices.
Embadurnadad de lágrimas me tiene este país.

Sale la luna alfanje a descabezar luciérnagas.
Los grillos cantan notas de sopranos imposibles.
Los vientos alisios revietnan olas invisibles en mi balcón.

Pero ya no hay belleza que me engañe,
ni arrullo que me haga dormir.



Poema Oración Al Cristo Del Calvario de Gertrudis Gomez De Avellaneda



En esta tarde, Cristo del Calvario,
vine a rogarte por mi carne enferma;
pero, al verte, mis ojos van y vienen
de tu cuerpo a mi cuerpo con vergüenza.

¿Cómo quejarme de mis pies cansados,
cuando veo los tuyos destrozados?
¿Cómo mostrarte mis manos vacías,
cuando las tuyas están llenas de heridas?

¿Cómo explicarte a ti mi soledad,
cuando en la cruz alzado y solo estás?
¿Cómo explicarte que no tengo amor,
cuando tienes rasgado el corazón?

Ahora ya no me acuerdo de nada,
huyeron de mí todas mis dolencias.
El ímpetu del ruego que traía
se me ahoga en la boca pedigüeña.

Y sólo pido no pedirte nada,
estar aquí, junto a tu imagen muerta,
ir aprendiendo que el dolor es sólo
la llave santa de tu santa puerta.
Amén.



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