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Poema Oración De Los Bostezadores de Luis Vidales



Dedicado a Leo Le Gris-Bostezador

Señor.
Estamos cansados de tus días
y tus noches.
Tu luz es demasiado barata
y se va con lamentable frecuencia.
Los mundos nocturnales
producen un pésimo alumbrado
y en nuestros pueblos
nos hemos visto precisados a sembrarle a la noche
un cosmos de globitas eléctricas.
Señor.
Nos aburren tus auroras
y nos tienen fastidiados
tus escandalosos crepúsculos.
¿Por qué un mismo espectáculo todos los días
desde que le diste cuerda al mundo?
Señor.
Deja que ahora
el mundo gire al revés
para que las tardes sean por la mañana
y las mañanas sean por la tarde.
O por lo menos
?Señor?
si no puedes complacemos
entonces
?Señor?
te suplicamos todos los bostezadores
que transfieras tus crepúsculos
para las 12 del día.
Amén.



Poema Oración Por El Hijo Que Nunca Va A Nacer de Luis Rogelio Nogueras



Éramos tan pobres, oh hijo mío,
tan pobres
que hasta las ratas nos tenían compasión.
Cada mañana tu padre iba a la ciudad
para ver si algún poderoso lo empleaba
-aunque tan sólo fuera para limpiar los establos
a cambio de un poco de arroz-.
Pero los poderosos
pasaban de largo sin oír quejas
ni ruegos.
Y tu padre volvía en la noche,
pálido, y tan delgado bajo sus ropas raídas
que yo me ponía a llorar
y le pedía a Jizo,
dios de las mujeres encintas
y de la fecundidad,
que no te trajera al mundo, hijo mío,
que te librara del hambre
y la humillación.
Y el buen dios me complacía.

Así fueron pasando años sin alma.
Mis pechos se secaron,
y al cabo
tu padre murió
y yo envejecí.
Ahora sólo espero el fin,
como espera el ocaso a la noche
que habrá de echarle en los ojos
su negro manto.
Pero al menos
gracias al buen Jizo
tú escapaste del látigo de los señores
y de esta cruel existencia de perros.
Nada ni nadie te hará sufrir.
Las penas del mundo no te alcanzarán
jamás,
como no alcanza la artera flecha
al lejano halcón.



Poema Ochenta Y Ocho Buenos Aires de Luis Raúl Calvo



88 Buenos Aires

El telón levanta
sus ventanas de odaliscas.

Es una noche más
en un Buenos Aires
vulnerado

por fantasmas que inoculan
sus estigmas,
pero un zumbido
de música herida
invade las capas
más feroces de la jungla.

Detrás de la persiana
un verde ocre
huele
a miseria escondida
y la ciudad duerme
hasta llagarse de inercia
por claveles nacidos
a destiempo.



Poema Ojos Negros de Luis Llorens Torres



¡Ojos tuyos! Ojos negros, que el amor los enfurece.
Pupilas que se dilatan ante la azul inmensidad.
Astros donde la luz se ennegrece
para que haya estrellas en la claridad.

Viajeros en que el polvo de la Vía Láctea florece,
porque vienen jadeantes de la eternidad.
Cosmos en que a un tiempo amanece y anochece,
violadores de la física de la Divinidad.

Cimas que la seda de los párpados cubre de nieblas.
Noches que son luz anegada en tinieblas.
Días que son tinieblas inundadas de luz.

Ojos que son clavos que en ti me sujetan como en una cruz.
Y ojos consonantes, que al mirarme han rimado
su más dulce y armonioso pareado.



Poema ¡oh Claro Honor Del Líquido Elemento de Luis De Gongora



¡Oh claro honor del líquido elemento,
Dulce arroyuelo de corriente plata,
Cuya agua entre la yerba se dilata
Con regalado son, con paso lento!,

Pues la por quien helar y arder me siento
(Mientras en ti se mira), Amor retrata
De su rostro la nieve y la escarlata
En tu tranquilo y blando movimiento,

Vete como te vas; no dejes floja
La undosa rienda al cristalino freno
Con que gobiernas tu veloz corriente;

Que no es bien que confusamente acoja
Tanta belleza en su profundo seno
El gran Señor del húmido tridente.



Poema Oh, Bien Haya Jaén de Luis De Gongora



Oh, bien haya Jaén, que en lienzo prieto
De luces mil de sebo salpicado
Su túmulo paró, y de pie quebrado
En dos antiguas trovas sin conceto.

Écija se ha esmerado, yo os prometo,
Que en bultos de papel y pan mascado
Gastó gran suma, aunque no han acabado
Entre catorce abades un soneto.

Todo es obras de araña con Baeza,
Donde el fiel vasallo el regimiento
Pinos corta, bayetas solicita:

Hallaron dos, y toman una pieza
Para el tumbo real o monimento
¡Nunca muriera doña Margarita!



Poema Ojos, Herido Me Habéis… de Luis De Camoes



Mote

Ojos, herido me habéis,
acabad ya de matarme;
mas, muerto, volvé a mirarme,
porque me resuscitéis
.

Voltas

Pues me disteis tal herida
con gana de darme muerte,
el morir me es dulce suerte,
pues con morir me dais vida.
Ojos ¿qué os detenéis?
Acabad ya de matarme;
mas, muerto, volvé a mirarme,
porque me resuscitéis
.

La llaga, cierto, ya es mía,
aunque, ojos, vos no querráis;
mas si la muerte me dais,
el morir me es alegría.
Y así digo que acabéis,
oh ojos, ya de matarme;
mas, muerto, volvé a mirarme,
porque me resuscitéis
.



Poema ¡oh! Trae El Vino Negro de Luis Benítez



¡Oh! Trae el vino negro,
que lleva su bosque, la tierra con muertos y vírgenes cegadoras
en un caudal desesperado hasta mi boca,
él mezcla la sangre y el semen del hombre para darle un hijo de mirada turbia.
Quiero los ojos de fuego y de mareas,
que no dejan entrar la muerte a mis palabras,
pero me acercan con alas de mojados papeles
a la risa hueca de mis huesos,
compañeros únicos y fieles en los años navegantes
que bajaron del útero conmigo, a este mundo de chinches y desgracias.
Trae el vino negro con tapón de seca calavera
que me hace oír en los cuartos vecinos
pianos tocados por mi espectro,
mientras el tiempo transcurre despacio entre los dedos
y puedo jugar con él y con sus rudos templos bailarines.
Sólo así puedo mirar tranquilo el mundo de la noche,
mientras el seco rostro del amor
me apaga lentamente cigarrillos sobre el estómago
y la garganta que pronunció su nombre se hace una cisterna,
donde chapotean ranas, triángulos, confusos centauros en desorden.
Trae el vino negro.
Esta noche quiero a todos mis fantasmas en las venas.
Ellos despertarán con sus besos,
la gloria, en nuestros entristecidos corazones.



Poema Oratio Amatoria de Luis Antonio De Villena



Fueron dos o tres tardes de verano. Y esa noche
la primera casa prestada que recuerdo.
Si alguien me hubiese dicho entonces si te amaba,
¿qué habría contestado? Quería tus ojos negros,
el río oscuro y casi niño de tu hermoso cuerpo…

Otro año después, era casi el otoño. Un calor
opaco y dorado con sabor de merienda…
Y otra casa prestada a la hora de la siesta.
¿Te amaba? Me incendiaban tus ojos de africana
luna, y tu piel que enseñaba a mis manos delicia.
Y me acuerdo también de tu postura aquella,
y del fruto pequeño, escondido; y tu risa…
Te besaba. Yo hubiera querido allí morir contigo.

Pasó tiempo de nuevo. Y la casa prestada era
al menos la quinta. Yo te bañé de noche
y te unté de colonia (era invierno) y tus ojos
inmensos me querían. Hablábamos. Me contaste (y vi)
lo de las purgaciones. ¿Era el amor aquello?
Un nombre que sentaba muy bien a tu belleza.

Estés donde estés. Te suceda lo que te suceda,
yo te deseo el bien mayor, la bondad
imposible en este mundo. Te deseo el antiguo
verano y su agua dulce. El oro que mereces,
un bonancible viaje, y el amor que sé ya
(inútilmente ahora) que entonces te tenía.

«Huir del invierno» 1977 -1981



Poema Oda A Tu Mirada de Luis Antonio Chávez



a Francisca Esther, mi esposa
?De tu mirada
quiero llenar mi vaso?
Antonio Machado

Mírame
no dejes que el brillo de tus ojos
abandonen en la oscuridad mi corazón
perfora con tu mirada
esta sonata dominguera
y si notas
que el canto fluye insípido
abónalo con el néctar de tu sonrisa
que el rocío de tu lengua
unja cada espacio de mi alma
y ves una pizca de duda en mí
tómalo tal cual ?ya se le pasará?
pero no dejes que la llovizna
aleje nuestras vidas
porque lo sabes tú, lo sé yo
sólo el amor construye primaveras…

Obsérvame
retiene en la retina cada gesto
haz que el calendario se confiese
hasta que las páginas de los días
no sean barreras para que nos amemos
pues la tormenta y sus designios
saben de esta sensibilidad a flor de piel
cuando el verbo toma vida
en un ápice del sol naciente…

¡Tuyo soy!, Querube
¡mi alma se calcina entre la lluvia!
y la luz del sol no se compara
a la belleza de tus ojos…

Retiene en la mirada y en el corazón
este canto invernal
que el rubí de tus ojos
plaguen el universo de mis horas
que saben de la soledad de las campanas
que son como ríos sedientos
de tus besos…

San Salvador, 12 de septiembre de 1999
Del libro Oda a la soledad



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