poemas vida obra omar garcia ramirez

Poema Visita Del Viernes de Omar García Ramírez



Yo me quedé así recostado dejando que el tinto resbalara garganta abajo, buscando el estómago frío. Claro, no lo niego, también eran ganas de radio bemba, del chisme, del correveidile, de saber adónde se había ido la muchacha de la falda de flores, la muy espigada y siempre en flor, cosechera de la primavera del valle.

La madre
se quedó mirando la ventana
como sin un barco lejano
alzara el vuelo
sobre nubes de cerúleos óleos espesos.
Un lienzo
embadurnado por un dios goyesco
en la quinta del sordo estelar.
?Sí, cómo saberlo…,
Mando una postal desde Londres…?
?Me dijo al fin?. Era una postal bonita con esas casas antiguas de torres de piedra… ¿Cómo es que se llaman?.
?Castillos- le dijo él,
Mejor dicho le dije yo, …
y se quedó mirando el humo del cigarro que se iba hacia una tarde, en donde la lluvia parecía entrar con música de primavera.
?No sé, a lo mejor era un castillo ?. Le respondió la mujer, que siguió con su café sin dejar de mirar por la ventana? Me decía en sus cartas, que había fantasmas y vajillas de platas que se movían en la noche con sus reflejos de lunas quebradas.
Y luego desde Italia. Ud. debe saber joven que ella era una mujer que no le gustaba quedarse quieta en un solo sitio, además su belleza se lo impedía, ¿cómo se iba a quedar una mujer tan bella ella, pelando papas y friendo filetes de cordero para un tendero?… Así fuese un granjero, ella no estaba para esas cosas. Ud. sabe cuando se tienen sueños y cosas así,…¿cómo decirle,..cómo decirlo…?
Había una ciudad sobre un río o sobre el mar…
-¿Venecia?
?Sí Venecia…¿Cómo lo sabe?, ¿ella también le escribió?.
?No, nunca… Pero esas cosas están en los libros de geografía, usted sabe señora. No es que haya leído mucho, pero a veces, la curiosidad, señora…
?Ah, sí, y luego desde un país del que sí recuerdo el nombre, desde Grecia…Yo de niña siempre soñé con ir a Grecia…No sé ni dónde queda pero me la imagino,
bueno ella…
Lucía pálida y delgada pero parecía feliz, me mandó unas fotos desde una playa rocosa con un mar de azul intenso,…
No, mares por aquí no se ven así de azules, como de película.
(y me pasó una foto en donde ella lucía como una sirena del Egeo, tal vez más delgada y pálida, pero a mí me parecía una sirena del Egeo, con sus cabellos largos y negros y sus piernas afiladas y bruñidas sobre una roca blanca. Y pensar que de niños comíamos tamarindos, mangos, chontaduros…)

?Después desde Egipto.
continuó su madre sin dejar de mirar por la ventana.
?¿Quiere más café joven?
?No señora muchas gracias.
?Estaba con un hombre gordo de mostachos y ella ya estaba muy cambiada; mírela. (Me pasa una fotografía, está gorda y claro, mucho más morena.)
Pero ahora…?continuó la madre? no sé,… hace dos años y ya no envía nada, ni una carta,
ni una llamada, ni siquiera una postal con las pirámides de Memón.
?De Keops señora.
?Eso, de Keops.
Luego ella (la señora) se quedó callada por varios minutos, como tejiendo una frase que nunca llegaba a engarzar en las agujas del tiempo. ?¿Y usted?? Me preguntó por fin.
?Ahí en la fabrica usted sabe señora, casi diez años y bueno…. Ahí va uno envejeciendo como un animal de factoría, Doña Isabel.
A estas alturas ya casi ni recuerdo. Es un buen puesto, no me puedo quejar…

?Es mejor ? me dijo ?, es mucho mejor que olvide joven.?
?Sí señora es mucho mejor… Sí señora ?. Le respondí.
Y seguí mirando la fotografía de la sirena sobre la roca del mar Egeo. Parecía que sus cabellos ondearan por la brisa,…
Al final creo que me sonreía.



Poema Yo Esperaba de Omar García Ramírez



Yo esperaba de niño
frente a la ventana de la tarde
un cometa de flamante estela
azotando la cara del sol.
Yo esperaba
un caballito blanco
con cola dorada, sobre el que cabalgaría hasta el fin de la tierra.
Años después…
Yo esperaba una muchacha callada
que en silencio leyera a Gustavo Adolfo Bécquer en un balcón rodeado de golondrinas.
Yo esperaba un estado socialista,
en donde el amor fuese la primera fuente de la felicidad.
Yo esperaba saltar con Neil Armstrong en la cara almidonada de la luna.
Pasaron los años…
Cayó mi cometa
estalló contra un planeta abandonado,
me estrellaron una tarta de azufre en la cara en medio de la vía. Mi caballo blanco murió de brucelosis.
El estado socialista ideal que visité, era una prisión tropical con un pequeño sátrapa, que caminaba en zancos durante los desfiles patrios,
repartiendo caramelos de esperanza revolucionaria.
Ya no espero,
ya no rumio,
ya no vuelo,
ya no sueño,
ya no planeo,
tan solo trato de aterrizar;
ya no alunizo, solo caigo sin parapente, caída libre dentro del abismo.
Cometa-Prometeo,
denso espectro de metal y fuego.

Entonces en aquella ciudad…
Esperaba casi magullado, (amaestrado por el dolor quizá…) dentro del túnel,
el ultimo metro a la felicidad.
Era como llegar de la jornada
del vagabundeo urbano
a la calidez de la cama caliente
la mesa servida,
copa de vino y cigarro andaluz.
Yo esperaba,
que la cosa no se prolongase mucho tiempo, en medio del paro,
que el problema se arreglase, que se pudiese al menos vivir,
y salir del atascón.
?Nadie puede pedir peras al olmo,?
(es decir yo hacía lo que se podía y en medio de la ciudad aprendí a moverme, como se debe mover un ladrón en la metrópoli; es decir como pez en el agua, como barracuda cerca al banco plateado, como tiburón blanco después del naufragio).
Podría decir…
Que en algún momento
no faltaba nada,
Malena y yo lo teníamos todo
La nevera estaba llena y mis manos eran ágiles y se deslizaban con alegría pasmosa dentro de los gabanes y pantalones de los turistas, en pos de sus carteras pletóricas de dólares.
y eso es mucho para una persona que no pago el servicio militar,
que nunca fue de burócrata,
Que no fue de rodillas a la iglesia, ( la verdad es que mis padres no me habían bautizado.)
Que nunca voto, ni marco papeleta alguna,
porque a ellos les interesa que uno lea su basura, su mierda, sus engaños; que uno vote y se meta de cabeza en esas cosas.
Lo único que pedía era cariño y fidelidad,
fidelidad a la hora de los hechos,
fidelidad a la hora de la verdad.
…Pero también eso falló, la doncella que leía a Bécquer, comenzó a leer las revistas corazón.
(Aconsejo,… nunca dejéis que vuestras mujeres lean las revistas de corazón, si no queréis ver el vuestro, estrujado como un papel arrugado y viejo tirado en la basura.)
La que bailaba como una sirena dentro de la piscina privada de nuestra felicidad de maleantes existencialistas.
De poetas de la acción…
Se fue… Se esfumó, se evaporo, se transmutó, se fue como un maniquí de plástico, con el pelo teñido y la sonrisa de vinilo rojo, con minifalda de cuero negra y el último botín…

Ya no espero…
Solo merodeo dentro de los túneles
Buscando la víctima propiciatoria.
Esperando sin perder el cigarro de los labios, el ultimo tren de la felicidad.
Puedo esperar hasta el alba,
el bus
de los guardianes del centeno,
los meticulosos trabajadores de la factoría de avispas,
a los vendedores de shop-suey,
y los ladrones y cabareteras de la Gran Vía.
Viendo pasar a los talladores de cristales negros, a los maleantes de la Yakuza, a los marineros normandos, a los gitanos húngaros; a las mulatas de Abisinia, de Costa de Marfil, de Guinea y del Congo; los chulos de Madrid, las Drag-Quin de Barcelona; todos y todas caminando alegres en medio de los juegos pirotécnicos hacia la torre de Babel.
Viendo los besos de chiclets de los cibernéticos amantes
que caen con gesto robotizado sobre una calle
de soledad metálica.
A veces voy a buscar a las trajinadas mujeres del puerto con aliento de maderas portuarias
y aceite de cangrejos bermejos
entre las piernas.
Ya no es tiempo de la cuestión.
Ya no es tiempo de la pregunta o de la duda.
Era solo la pieza fundamental a la que yo le daba vueltas y más vueltas, ya ve usted,
que venía buscándole respuesta, que venía siguiéndole los pasos,
pisándole los talones y se escapó…
Elemental, trascendental,
accidental, occidental.
Ya se fue la perra asiria
La babilónica meretriz
La puta de Bangla Desh.
La zorra de Estambul.
La hetaira de Roma
La perra de Sodoma, la putilla de Sevilla
ya puedo llegar con el ataque de frío en la madrugada,
después de mi trabajo de sombras chinescas en los extramuros del entorno.
Al licor de los primeros minutos del alba,
a la muerte lenta
con beso de resaca en la mañana.
Ya se puede llegar tranquilo.
Nadie espera por mí, y yo no espero a nadie.
El reloj negro,
de tic-tac seco y metálico,…
¡lo estrellé
contra la pared de la miseria!



Poema Rimbaud En Abisinia de Omar García Ramírez



(¡que reviente mi quilla, que por fin vaya a pique!)
LE BATEAU IVRE. A. R.

Después que el amor contranatura le dejase una herida negra y supurante,
y que el castillo del alba
Se derrumbase con el rayo de la tormenta;
que la torre de Notre Dame, cayera sobre su cabeza rompiéndole los sueños, tres costillas y un par de poemas.
Después de haber bebido el ponzoñoso brebaje de las flores del mal
regadas en el jardín de la noche
por Monsieur Baudelaire;
Y haber asistido a la trepanación
en la cabeza de un cadáver exquisito
que embriagado de verde ajenjo
se había ahogado en las aguas del Sena…
El muchacho de Charleville
(Carne de lujuria en la comuna)
El del coeur supplicié.
El muchacho del corazón atormentado y pisoteado por la soldadesca rebelde de la Comuna de París.
Quiso ver el sol
Y las estrellas y dormir a la plein etoile sobre las dunas del desierto.
?Yo regresaré con miembros de hierro, el rostro sombrío, la mirada furiosa, sobre mi rostro una máscara, me creerán de una raza fuerte. Tendré oro…?
Después de haber arrastrado a Verlaine su poeta protector hasta las puertas del averno y que este con gesto de amante furioso le disparase hiriéndole en la mano…
Después de haber veraneado una ?Season en le enfer? … De haber visto los rituales fabriles que cubrían de hollín los rostros de los niños ingleses; de ganarse el pan de la miseria con todo tipo de oficios portuarios y de bruma;
Y haber conversado con Lucifer, el ángel caído,
sobre su rebeldía iconoclasta.
Después de que su formula mágica no funcionara y que el atanor alquímico solo le devolviese una arenilla negra, sin brillo. Que el esperado Rebis solo fuese una pequeña fiera, (homúnculo con cara de tigre) que comenzaba a tomar alas en el centro de su alma.
Después de haber fumado un centenar de porros de hachís y embriagarse de absenta,
hasta sentir en su hígado duendes con cuchillos apuñaleándole.
Después de vomitar en las calles de París y ver la cara pálida y ulcerada de las prostitutas de la rue Campagne-Première y del hotel de Cluny.
Después de atravesar a pie los Alpes
en medio de una tormenta
para llegar a Génova,…
el señor de las semillas del viento,
el señor del barco ebrio
quiso ver el sol y quedarse ciego
como un chaman del norte de África.

Así que se fue tras el camino de los maleantes enlutados
Con su carabina al hombro.
Nunca dejó de sentir cierto éxtasis por aquellos paisajes de lava rocosa y mares de sal.
Se refugió en Harar la ciudad de barro rojo y piedras blancas. La ciudad del fuego de Abisinia.
Entonces vio que todo el mundo estaba ocupado en traficar con armas,
Luego con marfil.
¿Pensó en algún libro brillante. En alguna prosa magistral,…
En la cadencia musical de algún alejandrino
o un endecasílabo,
o simplemente
en la palabra poderosa de la muerte
que flotaba como una presencia extraña
sobre un lago negro?.
A lo mejor, solo sentía el abanicar del viento sobre su torso desnudo y flotaba como un fantasma del oasis con sus pies helados sobre el agua.
?Es el silencio del desierto, lo único que llena mi soledad. La misteriosa mujer de cara pálida teje una falda negra. ¿Será mi mortaja?. He intentado que aprenda un poco de francés. ¿Pero para qué?… Para qué quiero que Asha hable esa lengua de miserables y piojosos tenderos y burgueses de camisas blancas y sombreros de copa. Será mejor dejarla que teja en silencio mi mortaja, mientras afuera de las murallas de barro y piedra de la ciudad de Harar, las hienas cantan con risas de hielo luminoso, bajo una luna de metal ulcerado.?

Poco se sabe.
Solo leyendas,… muchos rumores,
Algunas cartas a su hermana Isabelle en Francia.
Andaba con sus ojos azules y claros,
y su mechones rubios y velados, mirando más allá de la gente, de los esclavos, de los animales.
Se acostaba con mujeres que le llevaban otros mercaderes o los traficantes de marfil, los comerciantes de café, los negociantes de almizcle..
Una de ellas tenía una pústula de negro hollín detrás de la oreja y claro esta, no se le notaba. Dicen que fue eso,…
Pero yo creo, que ya estaba envenenado desde Francia.

Se dijo, no volveré escribir…
La literatura, una noche se le presentó
como una princesa árabe de las mil y una noches…
Después amaneció ahogada, flotando con una cuchillada en el pecho, sobre un charco de lodo rojo. No hubo flores, solo espinas y cardos secos. Ofelia ultrajada por el mago rudo. El poeta del silencio.

Entonces comenzó el problema de la pierna
y los dolores; veía aparecer demonios creolés con acentos yorubas que le asaltaban en las noches.
Fue donde un brujo que le administró un poderosos narcótico, las hienas le despertaban en mitad de sus fiebres con sus cantos aterradores. Un médico del ejercito egipcio le dijo, que esa hinchazón de la rodilla derecha le estaba matando,
Por último
regresó a Francia por el puerto de Marsella
en donde le amputaron la pierna, en el hospital ?De La Inmaculada Concepción?. ?Ese embriagado duende, en tu sangre prisionero, que envenenaba tu mirada, te mordía los huesos y te paralizaba las alas…?

?He regresado de Charleville, pensaba curarme de la pierna pero veo que es inútil, ahora que no la tengo, es más pesada que un fardo de patatas. Estoy en el puerto de Marsella otra vez en el hospital de ?La Inmaculada Concepción?, al fondo el mar azul intenso y los barcos que zarpan, que se alejan. Anoche estuvo aquí, lo se; sentí su mano fría y delicada y su beso de fosa negra… Es el final.?

El jardinero de las flores de las flores del mal,
Que había comido las semillas del fuego,
y contagiado de poesía
el territorio de la bohemia lunfarda de Mont Parnase.
Que se enroló en la legión extranjera para desertar cuando le dijeron que tenía que matar nativos javaneses y de Sumatra.
Que traficó con almas negras y marfil
como demonio blanco,
para terminar entregando toda su fortuna, a las plañideras y a las viudas preñadas de un amigo traficante al que habían matado los temerarios Danakil (los hombres de la piel de arcilla) en los desiertos de Abisinia.
Se fue con una sola pierna
Dicen que fue un lobo negro de ojos rojos, el que le enseño su camino…
?Isabelle, querida hermana haré las pases con Dios, pero ya me siento condenado, será solo una formalidad más…?

Nadie perdonaría su exilio,
ni siquiera su gloria parisina
le había seducido para volver a escribir.
¡Qué desperdicio!… dijeron unos
¡Qué insensatez!… dijeron lo demás
¡Pobre hombre!… dijeron en coro las musas de los salones capitalinos.

Y él, con su amarga mordida de cat tagle
espumeando en sus mandíbulas
y su mueca de desprecio sobre el rostro broncíneo,
cerca de la hoguera con ramas secas.
Mis queridas cocottes,
mis queridos poetas parnasianos y simbolistas de corbatincitos de seda roja y zapatitos de charol…
Monsieur
Arthur Rimbaud está pasando una merecidas vacaciones
A dos mil quinientos grados centígrados…
¡Haciendo sonar, no su lira,
sino aporreando un clavicordio con teclas de obsidiana…
Y haciendo estallar su carabina belga,
en las cálidas instalaciones del averno!



Poema Nos Están Envenenando de Omar García Ramírez



(Malatesta)

Malatesta se quedó mirando el plato y dijo: ?Nos están envenenando…?
Yo le metí el diente al filete y luego a la rodaja de tomate y me supo a gloria. Bueno el hambre apretaba y no había por qué rechistar me dije.
Pero Malatesta decía: ??Mire,… tomates con DDT. Y pescado con mercurio.
Ya sabes ellos almacenan más el mercurio,…¿en dónde? En sus panzas por supuesto.
Son pescados de cuatro cabezas.
Tienen patas como hidras, pescados envenenados, densos en metales pesados, y claro luego las gaviotas, sin contar el petróleo, ya son miles las toneladas de petróleo lanzadas al mar, y por eso mueren los peces envenenados…? ?
Entonces vi al delfín negro envenenado,
ya no podría saltar
ni ejercer sus piruetas del mar con la gracia de una bailarina de ola salada. Y me dio pesar.
Volví a hincarle el diente a la lechuga,
Pensé: ¿Estará bien lavada
o tendrá gusanitos bailando una danza vermi-fuga?,
Malatesta arrojó su filete a un perro, (que hacía tiempo merodeaba con su esqueleto cubierto por una piel sarnosa y amarilla y que trataba de tomar una bocanada de aire contra la tarde cenagosa). Luego, mascó el tomate sin la cáscara, de mala gana. Le chorreó la salsa por el gaznate.
Pidió a la camarera una cebolla y un puerro, una calabaza y una zanahoria.
??Mira cómo la cebolla se protege, con miles de hojitas, de capas ?me dice- láminas delgadas, poderosas y elásticas. Transparentes como un libro de dureza vegetal…??
Por un momento creí ver la emanación de un pequeño Dios reducido a esa mónada tuberosa y vegetal, pero el aliento de ajos de mi amigo fantasma Malatesta rompió el encanto.
?Sí? le digo yo, casi terminando,
Casi atragantado, casi rompiendo el plato de plástico.
Miró de repente Malatesta el plato de plástico. Dijo:
??Veneno,… o cerámica o nada,
y eso sí, sin esmaltes plúmbeos? ?.
Por la ventana del humilde restaurante
la tarde amenazaba una tormenta.
Dos mendigos nos miraban
a través de una ventana sucia, con moscas Bogotanas.
De sobremesa
café negro,
y cigarrillo con menta.



Poema Marinero De Piedra de Omar García Ramírez



Animal de piedra me miro.
Animal de piedra me mira
desde un espejo rayado
por la luz de una mañana porteña.
Agua fría dentro de las manos
Áspera la barba, dura la sonrisa.
En el espejo de la pensión
veo al viejo animal de piedra
que acaba de bajar del insomnio
de la piel de mulata de treinta dólares
del sudor, escozor y cigarrillo muerto.

Mi piel es blanca como vientre de tiburón y la barba de algunos días parece casi nostálgica.
Mis ojos inyectados de un sueño comprometido en la caída
miran desde la plata vieja
la casaca azul raída y la camisa amarilla de
blanco hueso, y afuera ese cielo que espera como una red tendida,
sobre una presa en la ciudad sitiada.

La casera me dice que es el último día,
Como si se fuera acabar el mundo, como si el barco fuera a zarpar
Como si el marinera no tuviera negro el corazón, curtido de tanto partir sin horizonte.
Ayer estuvo una mulata de Abisinia entre mis sabanas, le di lo último que me quedaba,
y ella me regaló, lo único que podía regalarme.
Así que no le pague a la casera.

Un derrier azul, unos senos grandes y pesados
De manatí del amazonas, mamé como un torpe crío de los cañaduzales y los manglares hasta
sentir el
estertor en medio de la nada.
Es lo que recuerdo
y luego su cara sin una sonrisa
sin ganas de imitar la alegría del animal recompensado.
Me estoy haciendo viejo; ya las putas no me alaban ni me dicen que regrese,
con sus camándulas alrededor del cuello
con sus movimientos lascivos cuando se ponen sus medias blancas o rojas, y sus zapatos ordinarios, cansados de atropellar la luz amarillenta y fría de las noches, con sus culos pesados sobre el catre.

Soy un marinero de piedra y la ciudad ya me llega con su fuego,
con su sabor de tabaco y Sangre seca,
con su ruido de mañana agónica.
La ciudad es una ramera que se muestra en la mañana con lagañas y rubor descosido
y sus ojeras desconchadas de pulpo negro y pútrido.
La ciudad en la mañana, es una puta francesa pasada de tragos
y revolcada contra el catre del odio.

Soy un marinero de piedra,
mi barco es de piedra Verde
Mi cabeza de fuego marinero
Ondula, brilla y se contorsiona
Como una bailarina de Benin.
Como un zafir del kurdinstan.
Como un Buda de Budapest.
Mi casaca de mar y de tormenta
Azul, gruesa, dura y rotunda
espera la tramontana y la tormenta.

Tomo mi café negro,
es un momento de respiro, una condición de fuego agnóstico,
un nuevo despertar para salir del laberinto hacia el azul del mar
en donde danzan versátiles dragones plateados.

En el puerto los hombres esperan la salida
Hay un carguero que lleva azúcar a Liverpool, otro que lleva flores y trigo a Estambul y aquel que parte hacia el Egipto cargado de bombas y azufre.
Hace un sol que se deteriora hacia el medio día
en el meridiano de una carcajada extendida como un arco de mongol mongólico.
De shaman pasado de visiones.
De yagué plagado de shamanes.
Pago con un tiquete; marco con una ficha; sello con un trago; dejo atrás la pensión de barro y mugre,
esa grosera caja de moribundos ebrios
y zarpo
con mi corazón
de obsidiana reluciente.
Con mi navaja
toledana afilada al alba
en tinta fresca,
como si acabase de enterrarse en la
costilla de un poeta simbolista.

?El marinero de piedra va con su equipaje,
no tiene un futuro cercano, solo una estrella, solo una estrella?.

Me dicen que solo pagan 300 francos por mes,
pero la comida es buena.
Yo cojo mi tula y la tiro
por la borda.
Mi corazón parece un albatros.
Ya liviano.
Ya blanco.
Próximo a alzar el vuelo.
??Firme aquí? ?. Me dijo el capitán.
Y me regaló un poco de tabaco.



Poema Los Oficios Del Poeta de Omar García Ramírez



??Los poetas deberían casarse con mujeres delicadas para los menesteres olímpicos del lecho
fuertes y sabias en los oficios culinarios??,
dijo un bardo cuyo nombre no recuerdo
y es verdad, porque los poetas hechos de pintura, de barro o tinta
trabajan hasta tarde, casi no duermen en las acostumbradas horas, y por las mañanas siempre sueñan.
No gustan a las corrientes mujeres los alucinados ojos
que emergen de recientes pesadillas; náufragos los ojos?. Los ojos del poeta.
Pero los poetas reconocen que hay oficios irremediables que se amontonan detrás de las puertas y dentro de los escaparates
señalándolos día tras día, oficios terrenales que les muerden la garganta como un vampiro
y no les dan tiempo libre para lo que más les gusta que es:
El no hacer,… O la casi nada.
Porque los oficios del poeta no se pueden contabilizar, por ellos no se paga la más irrisoria suma y con poemas no se puede pagar en las tabernas, en los burdeles, o en los restaurantes más humildes.
Los poetas se tendrían que casar con mujeres de especial sensibilidad
que los dejaran podrirse entre papeles,
libros antiguos, y grimorios con las formulas exactas para seducir a la luna, esculturas y pinturas con olor a trementina, mientras ellas broncean sus pieles de iguanas recién restauradas a la orilla de una piscina azul.
Por esto los poetas sin fortuna y sin suerte deberán ser sus propios y solícitos esclavos,
lavar sus modestas ropas,
sus calzoncillos de hilo blanco, preparar sus raciones de faquir en las horas despistadas.
La disciplina draconiana no se hizo para ellos
y la asepsia es cuestión de estética, más que de ética saludable.
La soledad forja livianos y fuertes sus huesos,
los hace altivos, pletóricos de canciones y poemas,
además, en medio de este ascetismo siempre es posible una consignación seminal cada tres meses.
Pero, hay poetas que se pierden en el laberinto de los crueles oficios contables y reales.
No encuentran el camino hacia su guarida de sueños,
pierden los callos de sus manos
y a veces se dan cuenta
demasiado tarde.



Poema La Muerte Es Un Jardín de Omar García Ramírez



La muerte es un jardín de armas oxidadas,
frutas de latón corroídas por una lluvia eterna y sulfurosa
donde no florece tu risa
ni tu enredadera bruna ebastiana.
La muerte es la frontera más allá de tu lecho
la muralla enferma donde se pudren
/tus festivos y legres vestidos.
Pensabas asistir a una fiesta,
una deliciosa mascarada?
Pero la muerte es como una autopista negra de eterno duelo
ahora brilla tu carrito estrellado
ulcerado hierro
meteoro abandonado
sobre una máscara blanca y rota como la carne.
la muerte es otro firmamento
donde los pájaros de amarillos destellos
no cantan y se desploman
carbonizados en su fuego.



Poema La Carta A Franz Kafka de Omar García Ramírez



Franz:
Sé que no es tiempo de escribir cartas,
afuera llueve
y el papel con sus carteros
se ha desleído una mancha gris como una tarde en el invierno de Praga.

Los hombres
hacen fogatas en los andenes de los almacenes
debajo de las vitrinas
en donde hermosas mujeres de plástico mueren de tristeza.
Es un noviembre salpicado de rostros blancos
(máscaras de la gran tragicomedia)
en la avenida de la historia.

Es por estos días de metálicos sonidos y sonrisas infantiles
cuando orates armados de navajas
asaltan a las señoras que van de compras,
los maridos atacan ebrios a sus mujeres
y las cuelgan de un alambre suspendido en la viga más robusta de sus casas, preferiblemente frente a la chimenea.

Franz:
Tus orejas de ratón zigzagueando por mi cuarto
me hicieron recordar
la cloaca cósmica por donde ruedan los planetas.
Tú que perdiste el camino
cuando estabas a punto de encontrar a ese señor de extraño poder
habitante de un lejano castillo;
agrimensor de la luna
conoces palmo a palmo la extensión de la soledad.

Ya sabes cómo funciona esto;
la gente se atropella en las calles
exhibiendo sus tarjetas de crédito
y los documentos que aseguran su existencia,
con sus sacos roídos y gastados detrás de la nuca
y en los bolsillos el seguro firmado
por un nuevo día de esperanza.

Franz:
Tu boca de insecto
ya no espera la saliva dulce y espesa de ese beso
de Amantis eslava y religiosa,
y no escuchas la carcajada de ese grosero clown
que te golpeó bajo, y las risas de tu querida jauría de mercaderes señalándote.

Cuántas veces cantaste solitario ante la muralla china,
como un monje oriental
antes de que llegaran las hordas de los bárbaros.

Otro día en el calendario de los hombres
mientras el computador
suelta una carcajada fluorescente de pantalla…

El amor,
una quimera de nuestro tiempo, no será la redención…
Mejor pensar en el silencio sabio del virtuoso del hambre.
Todo afuera sigue igual,
solo cosas más computarizadas,
mientras recorremos el desierto de nuestras almas.
Los dioses
se desmoronan
como colosos de arena
en la solitaria avenida del retorno.

El invierno arrecia
contra las ventanas
de nuestros corazones.



Poema Grande Y Oblicua La Corazonada de Omar García Ramírez



Grande y oblicua la corazonada,
una flecha de basalto que se encarna
sobre la floreciente plenitud del silencio.
Cuchillada de ceniza
en la cara de una ciudad que se va diluyendo,
adentro, en su bruma de invierno.
Solo queda la huella de la mano que arañaba contra el cristal empañado,
la herida negra que no duele,
adentro sí, y abajo, …solo un poco de frío
en el prepucio del alma.
Pasan los personajes de la madrugada envueltos en sus atuendos de lanas protectoras,
bufandas de crisálidas nerviosas.
Sus sonrisas,
escaparates
de dentistas en invierno.
Así congeladas las manos,
dormido el arbolito,
como si un hielo druida congelara el corazón,
/ las dos bolas, el tuétano.

Alguien dijo que estábamos en guerra… ¿Desde cuándo?.
¿Ya no se firmó un armisticio? … ¡Ah! es otra guerra…
Es otra señal,…
??Era un veneno de polvo rojizo en las trincheras…Yo recuerdo… Me parece recordar? ?dijo el viejo asomándose detrás de la oreja, brotando como un espectro mueco, desde una ventana parietal, casi olvidada.
??Yo recuerdo… El veneno rojizo de las trincheras revolviéndose contra la sangre,
el pesado casco perforado y el muchacho loco que corría caballos eléctricos,
sobre unas alambradas de metal negro…
Solo teníamos
ripio de café y pan negro…
Yo no sé, si fue primero ese muerto, al que recuerdo…??. Alguien dice: ?Estamos en guerra…?
De una espada, de un escudo de luna se derrumba una cabeza que da vueltas sobre el lomo de la gran bestia.
Desde un caballo de madera,
/unos barcos con velas incendiadas
y guerreros con cascos de bronce
y penachos de crines de caballos negros.
Luego, siglos más tarde,
el grito y la bomba venían de otras latitudes, fueron traídos en barcos,
sí en barquitos de maderas mediterráneas
que no se hundieron porque eran conducidos por buenos y valientes marineros.
Hasta estas tierras, el sable y el arcabuz,
luego el cañón y la metralla.
Muchas calaveras de niños indios, así dormidos como fetos, como si guardasen flores disecadas de los Andes…
Con sus cabellos negros, lacios y brillantes, y mandíbulas de comedores de maíz y de guatín.
Así desde la orilla del barro genésico, hasta el ánfora de dureza musical, se sigue la pista de esta guerra. Su caminito de no me olvides. Su cosecha de vasijas de barro con huesos apretados.
Que ya venía la muy ingrata, que tenía amores en la lejana Europa, y ya eran muchos los degollados y se hacían invasiones y luego grandes homenajes con lanzas de breda y vino españoles.
Luego cambió de carruaje y le dio por volar (una barca empotrada en el lomo de la gran sardina) y en dejar caer bombas
unas más pequeñitas que otras,
bombas que caían sobre caballos grises,
y niñas que alumbraban con una vela temblorosa entre los subterráneos y las ruinas.
La mujer se arranca los cabellos de dolor,
una mano amputada
arácnea sobre el barro.
Así de papel, de plano, fotocopiada, así como de conferencia… Así como impresa en los periódicos grises no da ni miedo.
En cromáticas gestas, en libros de aventuras y batallas memorables de generales heroicos y soldados resueltos, como que parece natural, como que le dan a uno ganas de salirle adelante al paso, pero sigue derecho y ni saluda; y tritura si uno no se mueve. Mejor dicho ella sí se mueve, pero sin piernas,
sobre muletas. Mendigo sobre una silla de ruedas de oruga, y de su gigantesco culo florece una trompeta de cobre oxidado.

Así en películas en blanco y negro casi ni se siente, es un murmullo de cafetería o de taberna, la apreciación de un director, por un grupito de jóvenes que hablan de la matanza de celuloide en cenáculo de su cine-club.
Pero ya está en la calle, tocándote los huesos,
ya mordiéndote en el paseo del fuego,
ya mirándote con los ojos de los desplazados,
carbones negros que brillan bajo el frío de la lluvia.
La perra sarnosa de la época;
ella, la guerra, viene dando plomo,
prendiendo fuego y aullando
bebiendo sangre en grandes dosis y con reverberación
de fanática-frenética-lunática.
No tiene arreglo, la viciosa está dentro,
muy adentro
del plasma,
como una maromera de la sangre,
que se hace invitar a la fiesta del circo
y luego saca su facón.
La rompe-vísceras
la muy rompe-corazones,
la muy innoble, la muy cerda,
la meretriz emperatriz
la muy indigna
y
lujuriosa guerra.



Poema El Extranjero de Omar García Ramírez



Yo no vine a llevarme nada.
Soy turista de paso
sin cámara, sin mapa, sin equipaje,
que sufre con fastidio vuestras aduanas morales
pero que mete onírica de contrabando
al país de los mercaderes y las efigies.
Porque no soy el enviado
el recomendado,
el postulado,
el indicado,
el supremo…
Tan solo soy un exiliado del camino del opio
que tiene por estigma una flor en el desierto de su frente.

Dejadme pasar tranquilo
dentro de la oscura liturgia que bostezo
embozado en mi capa de luna llena…
Y aunque nadie me espera,
pueden desesperar por mí los fantasmas.
Entonces…
¿Quién dará cuenta de mi historia?



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