Poema Qué Haré O Que Será De Mí… de Muqaddam Ben Muafá Al-qabrí
¿Qué haré o que será de mí?
¡Amigo mío
no te apartes de mí!
Amor Amistad Familia Infantiles Fechas Especiales Cristianos
¿Qué haré o que será de mí?
¡Amigo mío
no te apartes de mí!
Quiero un poema sencillo y bueno
como el pan,
caliente y oloroso
con ese olor de gente,
de harina,
de manos amasando
y de un gran fuego rojo en el cielo del horno.
Quiero decirte: Ven,
mi pan es tuyo
¿no ves qué manos lo amasaron?
¿no ves que un mismo amor lo ha cocido
y que mis manos y las tuyas
estuvieron juntas en la panadería?
¿No ves que venimos amasando pan
desde el primer grano que sembramos?
Ven:
compartamos el pan y la esperanza
aunque el dolor sea largo
y la angustia infinita.
Hay un sueño mío que se me está yendo
de las manos como gaviotas en el océano.
Hay un adiós que remonta las montañas
de tu mundo desvanecido en neblinas
pintando el paisaje de una soledad inhabitada
de una soledad que se quedó huésped permanente
de mis patios y balcones
de mis fuentes y grutas.
Una soledad habitante de los límites
del torogoz y el cenzontle.
¿Por qué no fuí generosa con la luna
para besarte mucho bajo su luz de aquélla noche?
¿Quién amarró mis manos para acariciar tus cabellos
cuando tu cabeza se apoyó en mi cuello
buscando el remanso de tus inquietudes?
¡Ah, niño de mirada triste en tus grandes ojos negros!
¡Qué fortuna daría por regresar a ese instante!
Regresar para hacer morada en tu regazo.
Regresar para que siembres tu semilla
en mi tierra fértil y mineral
y que haya clavicordios sonando en la iglesia temprana
de una mañana interminable detrás del campanario
y rebote su sonido en la plaza y las colinas.
Regresar… al torogoz de la cañada
y el zenzontle de las montañas…
¡Regresar… y sin embargo no me fui nunca!
¡Ah, dulce quemadura del Amor!
Hoguera trepidante que devora mi bosque azul y umbrío
carbones rojos y candentes que deshacen un calendario
de preguntas y caminares del atardecer
caminares sin retorno
fuego que soy y que el viento azota
para alcanzarte y consumirte.
Y es este dolor gozoso, lastimadura de luz
penetrando sin tregua hasta mis huesos
que se hace voz de cigarra entonando su canto hondo y triste
en la perennidad de su llanto.
¡Ay Amor, Amor! ¡Por qué se detuvieron tus ojos en mis ojos!
¡Por qué se anclaron tus pupilas en un instante de eternidad!
Quiero mirarte, dejar encendida la luz.
Quiero no estar seguro de mis cegueras,
encender las esquinas de esta cama constante.
Porque demasiado sabemos de las cosas tristes
y de las cosas mudas, y demasiado
de los ojos, los apenas-ojos
de los cadáveres rosados.
Hoy es preferible dejar encendida la luz.
Oigamos el rumor de la ventana.
bueno?
que cuando estás conmigo
soy otra
diferente a la que saben
los vecinos mi perro el resto de la gente
que nadie sepa esto
pero debo decirte en monólogo dramático
con sentimiento trágico
sin falsos testimonios
que existe un caos creado en mi saturnidad
ésta de oficios sórdidos y artes melancólicas
que de tan atrevido
mi deseo es siniestro
de alucinante arrojo
de cielo e infierno juntos
de cuadratura al círculo
abiertos mis poros de par en par
correctamente obscenos
para que tú penetres por ellos
caliente y trasnochado
y toda me ilumines tribunal en perjuro
con antorchas y celo
que apóstatas me abrasen
que nadie sepa
pero destilo una embriaguez asiática
un hedonismo elástico
una lubricidad orgiástica
soy cuenco pleno en mieles
epifanía de collares y sortijas
tiznada con sentires de mudanza
toda desabrochada
sin enmiendas
filigrana sin juicio
y a mí misma desafío
y me vence un tropel el desvarío eterno de la alhaja
transida al hipnótico placer
teoría y práctica de estrellas
que de tu ciencia brotan
que quede entre tú y yo
pero me gusta el éter
me tienta el diablo y sus oficios
la cosa así fantástica
el desenfreno el fasto
la idolatría báquica
la extrema fascinación por este amor
un día en fiesta un día en duelo
Y debo decir también
ese secreto anhelo tan cierto
por poseer tu cuerpo cada día /cada día/ cada día
(maldito pleonasmo)
Y que sobre una piedra negra
sobre arenas calizas
en el amanecer
recubras de hulla azul y heliotropos mis heridas
no lo comentes
pero conozco la gloria
cada vez que reinamos juntos en cielos proxenetas
pero? que nadie sepa que nadie se dé cuenta
/Etcétera y etcetera/
a Joaquín Vásquez Aguilar.
?Mejor es acostarse a morir
temprano
a solas
sin que nadie interrumpa las alas
ni las hojas
para no estar cansado al mar siguiente?.
Joaquín Vásquez Aguilar.
Qué frágil es la luna
Qué injusto el mar de alcohol
Que amainó tus heridas
Noche y espanto de total desierto
Qué ironía
Dueño de las palabras
Grito sordo
Qué pequeña tu vida
El cuarto se guardó el olor a muerte
Quien iba a oír
Gusanos silenciosos
Si los ruidos de tanques
Profanaban las calles
Los aviones
Nadie pensaba en ti
La muerte
Río de niebla
Nos había dejado mudos.
Suspendidos.
Tuxtla Gutiérrez, 1994.
Quién escribirá este dolor
Quién destapará los gritos enumerándolos
Quién se atreverá a hacerlo
Porque si nadie se ofrece
yo estoy dispuesto a correr el riesgo
Pero qué puedo decir
si hay tanto de qué hablar
son tantos los rostros que jamás amanecieron
tantos los ojos rotos
Esa mujer me pregunta si lo he visto
ese anciano me pregunta si lo he visto
Y yo, qué puedo decir
si me veo en una calle herido
si me veo en el fondo del mar
o en una fosa o torturado o suplicando
qué puedo decir
si estoy bajo la tierra y me desmigo
Que sea otro quien escriba este dolor
que sea otro el que se vista de negro
el que corte las flores
el que enloquezca
yo solamente enterraré a los muertos
Que salga el Guayasamín que cada uno tenemos
que salga el indio entre las piedras, médula a médula
el gran precipicio que somos, la gran llaga ecuatoriana
y lo que cae del ojo al cielo, y lo que arruga el aire
y lo que sale de nosotros mismos como una rosa deforme
y lo que araña más adentro que salga
que salga el trueno, la bocanada, el relámpago
la hebra furiosa y tuerta que mira sangrar el alma
y aquí, en esta jaula ardiente que es América de luto
están pendiente los nombres de aquellas manos clavadas
de aquellos pies desahuciados, de aquellos huesos de humo
de aquel sueño arrojado al gran ataúd del miedo
o simplemente del árbol con sus ramas infinitamente secas
Porque no estamos muertos, no estamos
y hay uno que ahora brinca por encima de los sables
y hay uno que bebe fuego y lleva alas de ceniza
y hay uno que agrieta el río con su cráneo universal
y hay uno que dice yo, yo soy el indio entre las piedras
y todo el horror humano se me apaga en el cuerpo
y tengo lágrimas y penas
y el corazón como una luna borracha
y el esqueleto dormido, y la mandíbula tiesa
y a mi oído brama el perro de las noches podridas
y a mi boca rueda el beso de la angustia que mata
Y yo pinto, yo pinto con mi voz y con mis uñas repletas
yo pinto con mi oxígeno la cicatriz del viento
raspo la puñalada maldita de los siglos
me sumerjo en el ácido mortal de las pupilas andinas
desnudo el recuerdo de la calavera sombría
y en mí sobreviven las tripas cortadas de cuajo
y cada grito soy yo, cada mejilla nacida del grito
cada suspiro fatal y su patria de aguja
cada mujer, cada hombre
cada animal volteado en la vértebra dramática
todos y cada uno de ellos
y en todas partes la vida como un sol amargo
y yo, hinchado de colores
cierro las alas y duermo sobre la tristeza
Madre, ¿puedo pintar la luna de escarlata?
¿O con vestido rosa, orlado de violeta?
¡Pues, noche a noche, sale insulsa y timorata,
sin nada de color que la avive, coqueta!
¿Por qué será la luna, siempre luna de plata,
camafeo de hielo, el pálido planeta,
la doncella de nieve a la que se retrata
en blanco, si pintor, o argento, si poeta?
Quisiera iluminarla con cálido amaranto,
encendidos reflejos carmín o solferino,
inventarla morena, con luminoso manto,
y no alba y exangüe, con veste de platino.
¡Quiero pintar la luna de tono colorado,
en creciente o menguante, de cara y de costado!
¡Quién volviese a tener, para que nos cubriera,
una madre ?de noche, los párpados febriles?,
quién un rozar de labios en la frente sintiera
despejando el fantasma de temores pueriles!
¡Quién tuviese, otra vez, sobre la cabecera
un rostro de ternura ?en pálidos marfiles?
y quién bajo una mano que al fin nos bendijera
sintiese disipar las penas infantiles!
Habría que tornar a la distante infancia
a los antiguos días de los alegres años,
esos tiempos de ayer en los que la fragancia
era toda de miel, bálsamo y ambrosía,
en los cuales la cura de los mayores daños
se lograba con sólo tu beso, madre mía!