poemas vida obra salvador novo

Poema Tema De Amor de Salvador Novo



Dentro de estos cuatro muros
pretendí ocultar mi dicha:
Pero el fruto, pero el aire
¿cómo me los guardaría?

Hora mejor que pospuse,
voces que eran para mí,
camino que no elegí
destino que no dispuse;
!cómo os volvisteis oscuros!
!qué amargo vuestro sabor
cuando nos encerró mi amor
dentro de estos cuatro muros!

Entre tu aurora y mi ocaso
el Tiempo desaparecía
y era nuestra y era mía
sangre, labio, vino y vaso.

En perdurar se encapricha
mi sombra junto a tu luz
y bajo negro capuz
pretendí ocultar mi dicha.

Pero el fruto, pero el aire,
pero el Tiempo que no fluya,
pero la presencia tuya
fuerte, joven, dulce, grande;
sangre tuya en vena mía,
lazos a instantes maduros,
dentro de estos cuatro muros
cómo me los guardaría?



Poema Pienso, Mi Amor de Salvador Novo



Pienso, mi amor, en ti todas las horas
del insomnio tenaz en que me abraso;
quiero tus ojos, busco tu regazo
y escucho tus palabras seductoras.

Digo tu nombre en sílabas sonoras,
oigo el marcial acento de tu paso,
te abro mi pecho -y el falaz abrazo
humedece en mis ojos las auroras.

Está mi lecho lánguido y sombrío
porque me faltas tú, sol de mi antojo,
ángel por cuyo beso desvarío.

Miro la vida con mortal enojo,
y todo esto me pasa, dueño mío,
porque hace una semana que no cojo.



Poema No Podemos Abandonarnos de Salvador Novo



No podemos abandonarnos,
nos aburrimos mucho juntos,
tenemos la misma edad,
gustos semejantes,
opiniones diversas por sistema.

Muchas horas, juntos,
apenas nos oíamos respirar
rumiando la misma paradoja
o a veces nos arrebatábamos
la propia nota inexpresada
de la misma canción.

Ninguno de los dos, empero,
aceptaría los dudosos honores
del proselitismo.



Poema Mi Vida Es Como Un Lago de Salvador Novo



Mi vida es como un lago taciturno.
Si una nube lejana me saluda,
si hay un ave que canta, si una muda
y recóndita brisa
inmola el desaliento de las rosas,
si hay un rubor de sangre en la imprecisa
hora crepuscular,
yo me conturbo y tiendo mi sonrisa.

¡Mi vida es como un lago taciturno!
Yo he sabido formar, gota por gota,
mi fondo azul de ver el Universo.
Cada nuevo rumor me dio su nota,
cada matiz diverso
me dio su ritmo y me enseñó su verso.
Mi vida es como un lago taciturno…



Poema Gracias, Señor de Salvador Novo



Gracias, Señor, porque me diste un añoen que abrir a tu luz mis ojos ciegos;gracias porque la fragua de tus fuegostempló en acero el corazón de estaño.Gracias por la ventura y por el dañopor la espina y la flor; porque tus ruegosredujeron mis pasos andariegosa la dulce quietud de tu rebaño.Porque en mí floreció tu primavera;porque tu otoño maduró mi espigaque el invierno guarece y atempera.Y porque, entre tus dones, me bendiga-compendio de tu amor- la duraderafelicidad de una sonrisa amiga.



Poema Esta Flor En Mis Manos de Salvador Novo



Esta flor en mis manos, repentina
alba en mi noche estrellada
de mi sueño nacida
¿me atreveré a tocarla?
¿mereceré siquiera profanar con mis ojos
la luz que la revela?

El aire desolado de la espera vacía,
el aire en que no estaba ¡respiré tantos años!
El agua que era muerta y clara y muda,
el agua quieta y dócil, resignada,
humedece su imagen luminosa.
A su labio asomada
-¿por qué milagro?- el agua se quema en su homenaje.

Estatua derruida
en cenizas la brasa consumida
con la arcilla de ayer formó su vida.

¿Qué sino a u fulgor puede mi noche
atesorar, atónita, el sueño redivivo?
¿Qué voz hallar, qué grito,
qué jubiloso y asombrado canto
saludará su aurora?

Tiendo hacia ti mis manos de mendigo.



Poema El Retorno de Salvador Novo



Vieja alameda triste en que el árbol medita,
en que la nube azul contagia su quebranto
y en que el rosal se inclina al viento que dormita:
te traigo mi dolor y te ofrezco mi llanto.

He vuelto. Soy el mismo. La misma sed que me aqueja
y embelesa mi oído idéntica canción,
y soy aquel que ama el minuto que deja
un poco más de llanto dentro del corazón.

He vuelto. A tu silencio otoñal, he buscado
vanamente mis huellas entre todas las huellas,
y mi ilusión es una hoja muerta de aquellas
que estremecía el viento y que el sol ha dorado.

Y mientras quiero acaso recomenzar la senda
y un mal irremediable consume los destellos
del sol, vieja alameda, y te guardo mi ofrenda,
tú contemplas mis ojos y miras mis cabellos.



Poema La Poesía de Salvador Novo



Para escribir poemas,
para ser un poeta de vida apasionada y romántica
cuyos libros están en las manos de todos
y de quien hacen libros y publican retratos los periódicos,
es necesario decir las cosas que leo,
esas del corazón, de la mujer y del paisaje,
del amor fracasado y de la vida dolorosa,
en versos perfectamente medidos,
sin asonancias en el mismo verso,
con metáforas nuevas y brillantes.

La música del verso embriaga
y si uno sabe referir rotundamente su inspiración
arrancará las lágrimas del auditorio,
le comunicará sus emociones recónditas
y será coronado en certámenes y concursos.

Yo puedo hacer versos perfectos,
medirlos y evitar sus asonancias,
poemas que conmuevan a quien los lea
y que les hagan exclamar: «¡Que niño tan inteligente!»

Yo les diré entonces
que los he escrito desde que tenía once años:
No he de decirles nunca
que no he hecho sino darles la clase que he aprendido
de todos los poetas.

Tendré una habilidad de histrión
para hacerles creer que me conmueve lo que a ellos.
Pero en mi lecho, solo, dulcemente,
sin recuerdos, sin voz,
siento que la poesía no ha salido de mí.

De «Espejo» 1933



Poema Florido Laude de Salvador Novo



Lo menos que yo puedo
para darte las gracias porque existes
es conocer tu nombre y repetirlo.

Si brotas de la tierra,
hostil de espinas, ávida de cielo,
en vigoroso impulso
y ofreces un capullo a la caricia
leve del viento y cálida del día,
sé que abrirás a la mañana bruja
tu perfección efímera en la Rosa.

Conozco tu perfume y tu destino,
piel de doncella, hostia múltiple;
tu breve día, tu don. Miro el momento
en que brindas tu lecho nupcial a las abejas;
o el colibrí se pinta en tus colores
y desmayas tus pétalos de seda,
conchas del mar del aire en que naufraga
tu vida breve y tu perfume rosa.

Yo repito tu nombre cuando veo,
ave suntuosa y vegetal, tu nido
anclado en aquel árbol que te nutre.
Las plumas de tus pétalos, Orquídea;
el silencio en que cantan tus colores.

Y te busco en la sombra;
bajo el ala del árbol que te oculta,
en los ramos redondos
en que entonas a coro tus azules, Hortensia.

Pero también te admiro y te saludo
y repito tu nombre proletario
cuando tiendes, Mastuerzo,
tus frágiles sombrillas, tus trémulas sombrillas
disciplinadas y redondas,
en que tiembla el rocío,
y atreves la sencilla
ofrenda de tus conos amarillos
a la mano del niño que te inmola.

Y a ti, Cortina humilde
que abres el sol y cierras a la noche
tus sueños de trocarte en Bugambilia;
y a ti, que en el violento
grito de tu amarillo
ostentas en colores, Mercadela,
el perfume negado a tu pobreza.

Y contemplo tu rostro, Margarita,
tu cuello almidonado e impecable,
tu uniforme escolar para la fiesta,
tu faz redonda, ingenua.

Saludo a tus hermanas mayores en las Cinnias
que aprendieron ya el arte de maquillarse;
que copiaron su labio pintado a la Petunia
mientras tiende su beso
y asoma su coqueta esbeltez entre las turbas
del Cielo raso que la rapta.

Miro cómo el Acanto
lanza la espiga erecta de tus torres
y cómo los Delfinios
yerguen, música azul, sus campanarios.
¿Qué licor impalpable
brindan, alto Alcatraz, tus copas blancas?
¿Qué cielo multiplicas, Agapanto,
cuando rindes la nuez de tu universo
desde el brazo tendido de tu tallo?

Te miro, Platanillo,
cresta airosa de un gallo de alas verdes;
tan lleno de familia
que no has podido ser una Gladiola,
y te resignas a tu sino
del pariente más pobre de esa rica
dueña de tiendas, celofán y rasos.

Cerca está la Retama;
sus largos alfileres
capturan mariposas menudas y amarillas.
El polen de sus alas prisioneras
cuelgan en uvas minúsculas la Mimosa vecina.

Lo menos que yo puedo
para darte las gracias porque existes
oh, flor, milagro múltiple
es conocer tu nombre y repetirlo.

Danza el Geranio inmóvil sus enaguas gitanas
en tiesto humilde.
Cuando llegue el invierno;
cuando duerman las Dalias su gestación de piedra;
cuando nieven los Lirios su cándido capullo;
cuando la Nochebuena despliegue sus estrellas,
vestirán las azaleas trajes de bailarina
faldas de leves tules y lánguidos pistilos.
Serán tu aristocracia, Geranio, las Azaleas.

Yo te miro trepar, flor eminente;
Gloria o Jazmín, o Plúmbago, que entregas
tu fino ramo pálido al viandante;
te miro Bugambilia,
anidar la morada de los hombres
cual si los invitaras a ser pájaros;
te miro, Llamarada,
ungir de sol el muro y las ventanas;
y si un perfume de niñez me invade
y condensa la tarde en su dulzura,
sé que tú has de estar cerca, Madreselva.

Te admiro dura y rala, hostil y gloriosa,
seca y amarga y vívida
como la recia planta que decoras
cuando estallas tu rojo en la Biznaga
que coronas minúscula de estrellas;
cuando del Nopalillo que serpea
entre rocas de lava congelada,
brotas como una estrella de alabastro
o sangras como herida de la piedra.
No me olvides, me grita el Nomeolvides
que recoge virutas siderales
en el prado en que juegan las Juanitas
y cuidan engolados Pensamientos;
en el alegre prado
en que embisten la clara pirotecnia
de su organdí corriente, los Perritos;
en que los Alhelíes,
ebrios de aroma, pintan su sonrisa
roja, blanca y morada
y donde las Violetas,
como cuadra a su fama,
doblan el cuello y hurtan su modestia.

Y yo te miro, flor, tender el vuelo
y posarte en los árboles; te miro
arder en la pasión del Flamboyán
que incendia el día de Mérida.
Y cubrir con tu velo de crepúsculo triste
la Jacaranda de Guadalajara
que inmola alfombras tenues a los pasos románticos.
Te miro, Flor de mayo, Jacalasúchili,
redimir la pobreza de tus troncos
con una geometría perfumada y perfecta;
te miro, Cempasúchil,
flor de los muertos y de los pobres,
enriquecer y resucitar a mi raza.

Y te aspiro, Gardenia,
Jazmín, huele de noche. Estrella de día;
Heliotropo, Azucena, Nardo;
porque eres forma, color y perfume;
porque eres, flor, la esencia de la vida,
la juventud del mundo, la belleza del aire,
la música cifrada del orbe;
porque eres frágil, breve, delicada.
y corres a la muerte que te inmola y consagra, y eterniza.

Lo menos que yo puedo
para darle las gracias porque existes
para alabar a Dios que te ha creado,
¡oh, flor, milagro múltiple!
es conocer tu nombre y repetirlo
en una letanía de colores
y en una sinfonía de perfumes.



Poema El Amigo Ido de Salvador Novo



Me escribe Napoleón:
«El Colegio es muy grande,
nos levantamos muy temprano,
hablamos únicamente en inglés,
te mando un retrato del edificio…»

Ya no robaremos juntos dulces
de las alacenas, ni escaparemos
hacia el río para ahogarnos a medias
y pescar sandías sangrientas.

Ya voy a presentar sexto año;
después, según las probabilidades,
aprenderé todo lo que se deba,
seré médico,
tendré ambiciones, barba, pantalón largo…

Pero si tengo un hijo
haré que nadie nunca le enseñe nada.
Quiero que sea tan perezoso y feliz
como a mí no me dejaron mis padres
ni a mis padres mis abuelos
ni a mis abuelos Dios.



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