poemas vida obra santiago montobbio

Poema Donde Quizá El Autor Explica Por Qué Nunca Quiere Celebrar Su Cumpleaños de Santiago Montobbio



En nada hay más mentira que en los aniversarios,
que en creer que Dios o el tiempo
para el vivir trabajan
y que en las calles aún quedan
minutos para todos.

Sólo la derrota puede llegar a tener forma de plaza,
y quizá por eso no hago más que pedir prestado
el miedoso yeso de unos ojos
para romperlo mientras finjo
grabar versos ahogados
en el escondido corazón de las pizarras.



Poema Detrás Del Cristal de Santiago Montobbio



Pero se ve, pero se mira e, incluso,
aunque sólo sea sombra, se respira.
Lo sé al compás del silencio y con madre lluvia.
Lo sé y lo sé dormido. Detrás del cristal, de nuevo alcohol
los astillados ojos y siendo otro en un bar gris
o absurdo: ahora es otro nombre de nunca,
ahora te lo regalo, ahora es mentira,
acaso para mí ya no tú sino nadie abraza
y aunque ceniza es cada amor, cada palabra,
aún se ve o se mira, se ve, mira, se mira
y acaso mañana descubra similares castigos
en la infamia de una vida
que incansablemente
me atardece.



Poema Confesión Última de Santiago Montobbio



De entre la mentiras una de las que prefiero
es la luna. Antigua o perdida, ni los locos
la creen, y con sus torpes palabras pueden
fabricársele torpes vestiduras. Porque
el poeta -gata falsa- a veces no está
para cielos o pájaros es por los que os hago
una confesión última. De la noche
no hablo. Porque sin engaño o niño
cómo osar decirte
que la noche es mentira.



Poema Como Tú Bien Dices de Santiago Montobbio



Como las antes tan respetadas plañideras
han sido prohibidas en los días y en los cuadros
-pues cada vez se hizo más persistente el rumor
de que su oficio hacía cosquillas a los muertos-
quizá sí podría asegurarles que nunca como ahora
estuvo tan en suspenso el mundo. Y como acaso
también es verdad que ya hemos pasado todo
el miedo que nos dijeron
que tendríamos que pasar
y como puede que también sea cierto
que por las rendijas de una tarde
por fin llueva ya otro tiempo
como llueve un duelo o llueve un beso
tímidamente ahora se me ocurre
que tú y yo podríamos jugar
a parchís con el silencio
obligando a nuestro amor
a que hiciera de tablero.

Pero no. Es verdad: no estoy seguro,
no me atrevo. ¿Qué quieres?. Como tú
bien dices, alguien puede
estar mirando.



Poema Cinco O Parecidas Tretas de Santiago Montobbio



Igual que las fotografías, los abrazos o recuerdos,
el sexo es poco más que un miedo, uno más
entre los tantísimos trucos
que trabajosamente acunamos, para seguir viviendo.
Un cansancio necesario, una sabida pero inconfesada treta
que nos permita sentarnos en un bar
hasta que sin quemar se consuman las colillas de la lluvia
y abrazar después en ellas aquellos anticuados fantasmas
que fueron nuestros o que, simplemente,
a nuestro vacío nombre respondieron.
Un cansancio, una azucarada daga, cinco o parecidas tretas
y total para poder decir este pecho es mío,
en sábanas así ha de palpitar el mundo,
o risibles cosas de este estilo;
para engañarnos aún y hacer ver que somos nuestros,
que somos en la desgarrada soledad de alguien,
que no me abandones, amor, que cuánto nos queremos
y sino mira cómo conservamos adolescentes trucos
con los que aún fingimos creer
estar haciendo feliz al otro.



Poema Catálogo De Antigüedades de Santiago Montobbio



Besitos y mordisquitos en las orejitas era lo que escribíamos
al final de unas postales no tan obscenas como horteras,
también en los hociquitos y Viva el Mejillón Peludo
cuando las enviábamos a niñas adorablemente estúpidas
y Gola Pola Amapola qué tal las misiones en Angola
o de mayor yo también quiero ser cura
si iban dirigidas al gris colegio horrible,
besitos y mordisquitos o cabramozabigote!
en la época de la continuada borrachera
que un estómago medio buzón medio prodigio
aún digería, besitos, mordisquitos y no sé por qué
ahora también recuerdo ininterrumpidos veranos
y sobre todo a Javier borracho, cayéndose y cantando
a las seis de la madrugada en la Plaza Artós,
Javier parando a un repartidor para enseñarle
cómo en el infantil cuaderno de dibujo
que alguien había ideado regalarle a Ana
el elefante coloreado de amarillo
quedaba superlativamente cojonudo y fíjese usted,
no me he salido para nada de los bordes, ¿verdad
que a la señorita ha de encantarle?: besitos, cervezas,
mordisquitos, noches, desiertos o Javier o la Plaza Artós
en la cara del pobre hombre: inconcebibles cosas así
son las que me vuelven y las que tengo que anotar
para cuando tenga tiempo o ganas de escribir
en falso verso un inservible catálogo
de antigüedades. Y en los márgenes del papel
no puedo olvidarme de apuntar que ya muy al principio
de una adolescencia extremada me acostumbré
a coleccionar en los descosidos bolsillos de mis ojos
huidizas madrugadas, a coleccionar o robar al tiempo
pequeñas muertes, azúcar de piernas, adioses,
pañuelos y lunas, pozos, cuchillos, ternuras
y que esa temprana afición por las cosas que no sirven para nada
sin duda tuvo la primera y quizá más grave culpa
de que acabara aceptando complacido, y sin más,
el convertir en una completa inutilidad mi propia vida,
muy irresponsablemente sonriendo ante los infinitos
lo que hay que ver, un chico de sus posibilidades,
mira que deja el Derecho para perder el tiempo
escribiendo versitos, lo peor es que así
es como acaban comunistas y ya es lástima
que mi particular ejército de abuelas
resignadamente recitaba.



Poema Bis de Santiago Montobbio



Es la historia de siempre y también
en la que hay más enredaderas: una vez
nos dieron la tierra, pero
como nos dio la sensación de que no era
sino otra forma de engañarnos y hacernos perder
el tiempo entretejiendo
la ilusión de que algún día
íbamos a poder hacer algo con ella
dejamos que se nos muriera.
Sin llegar siquiera
a ser un inútil consuelo nos queda
la literatura como forma
de tomarle el pulso a las miserias.



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