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Poema Para Una Muchacha En La Lluvia de Saúl Ibargoyen



Usted tú vos señora señoría
señorita vuesa merced doncella
sacerdotisa actriz astronauta
viuda virgen profesionista amadora
amante sirvienta sibila emperatriz
mendiga moza del partido campesina
cocinera poeta suripanta:
cada día de cada noche
he visto
cómo las lluvias
de esta desplomada ciudad
ensucian también
todo su llanto
suyo de usted
todo tu sollozar
tuyo de ti
todas vuestras
nuestras gotas
y chorros y humedades
y lágrimas.



Poema Lluvia En Coayacán de Saúl Ibargoyen



(Para Carlos López)

Detrás de los vidrios lastimados
por sudores de insectos
y la cagazón de suspiros y derrotas
y el previsible olvido
está la lluvia.
La lluvia disuelve carreteras de polvos volanderos
mete aquí sus uñas fabricadas por el frío
escupe sus lenguas de dragón moribundo
arrastra sus sandalias de papel en trituración
balbucea por los caños burbujas babeantes
expulsa orines y alimentos masacrados
perturba el idioma de los teléfonos
interrumpe colores luces nieblas siluetas
mezcla y entreteje sus gotas sus goterones
sus chorros sus escurrimientos
sus filtraciones sus violencias.
Y en sí misma se llueve
se salpica bebiéndose
y así se reconstruye.
Y el hombre sale de nuevo hacia la lluvia:
el paraguas es una sombra de metales negros
y envueltos y revolvidos en las ropas del día
dos montones de huesos quieren descansar.



Poema Libélulas de Saúl Ibargoyen



El viento salta
desde los más lejanos
verdores de la ceiba:
rompe las confusiones
de la luz:
destruye el perfecto temblor
de un vuelo transparente.
De espaldas en la alberca
la libélula
no puede gritar
los colores de su muerte:
sus quietos dientes
aún se ocupan
de un hígado de mariposa
de una leve víscera de cínife
de los muslos de un gusano
macerados por el sol.
Gotas de ceniza rodean
las alas aplacadas
los metálicos ojos
el largo vientre
de ese bicho del Diablo
capturado
por labios fangosos
y lenguas inmóviles.
En el fondo de piedras azules
se disuelven
pequeños cadáveres
como cáscaras de carne.
En los cielos
de más arriba
-bambú eucalipto palma realnadie
ve las sedosas sombras
el fulgor de las mandíbulas
las olientes cacerías
y el viejo viento
que comienza a declinar.



Poema Lapsit Exilla de Saúl Ibargoyen



(para Julio Ricci, in memoriam)

Sobre estas piedras
tomadas de cualquier calle
habrán de abrirse
los pasos extranjeros.
En cada suela de estos
esos aquellos pies
se acumulan sedimentos
de toses perdidas
y babas de gorriones enfermos
y lágrimas de caracoles condenados
y las migajas de un rostro
que no podremos contemplar
bajo ninguna lluvia.
Sobre cada pedazo de polvo
asentándose en estas piedras
daremos fundamento
a las letras y signos
y fechas y números que serán
la resta y la suma
de un silencio de dientes marchitos
de una sola y faltante figura
oliendo su sombra
entre las viejas playas.
Breve es cada ceniza
que forma los íntimos tejidos
de la hembra de la piedra.
El zapato extranjero
empieza a quebrarse
mientras abandona sus pasos
en los olores
de las mismas calles sin memoria.



Poema Ladridos de Saúl Ibargoyen



¿Quién es ese otro perro
que ladra
en un dialecto que nadie conoce?
¿Por qué debe echar
en los aires chirriantes
de cualquier ciudad
grito a grito los coágulos
de la última voz
de la última tribu?
¿Para qué están de pronto
detenidos los que escuchan?
¿Hacia dónde viajan o huyen
los que dicen que pueden comprender?
¿Para qué hay hombres
que levantan látigos y cuchillos
y abren oscuras campanas?
¿Para qué quiere este animal
vaciarse así
de su canción desperrada?
¿Cuál es la fuerza
que alienta en sus babas sonoras
en sus tripas besadas por la sed?
¿Qué otros perros perdidos
se extinguen
en el silencio que gime
debajo de su piel?



Poema Hombre Esperando de Saúl Ibargoyen



El hombre se acuesta
con sus mudas palabras
trepándole por la boca.
Hay miedo en esas palabras
miedo en esa lengua
miedo en la espalda enterrándose
entre las vaciedades de la sábana
miedo en el cuerpo que no encuentra
ahora la suave sombra carnal
que lo sustente
miedo en los relojes
que se gastan
miedo en el grito que solamente
las orejas del hombre
pueden escuchar.
El hombre espera con sus huesos solamente
y un silencio oscurísimo
fluye sin prisa
por todos los teléfonos.



Poema Gran Cambalache: Poema Fallido O Rap Falso O Tango Fracasado de Saúl Ibargoyen



(para Enrique Santos Discépolo, mucho después)

Gran Cambalache, corazón, mirá
no mirés para atrás
ni pal costado,
el futuro ya no está
el porvenir de todos lo han hipotecado,
o por ahí quedó es un billete de muerta lotería.
Y el tiempo nuestro se nos va,
y ya se fue
como un gorrión en la neblina.
Mirá si es que podés,
mirá de a poco cada vez,
porque los ojos no quieren ser ya más
testigo fiel de la cureldad
que el mal humano humano inventa.
Y no mirés
si no querés
ver lo que hacen las princesas de hoy,
los presidentes de hoy,
los narcotraficantes de hoy,
los mercaderes de hoy,
los dictadores de hoy,
los banqueros de hoy,
los guerreros de hoy,
los mandamases de hoy,
que son los de antiayer
y los de ayer
y quizá los de mañana
Pero mañana es hoy,
así que no mirés
si no querés perder
los ojos y las esperanzas.
Gran Cambalache, corazón,
mirar sí para atrás
y pal costado:
eso decís
que yo tengo que hacer,
y qué hay con el pasado.
Pero mirá
no quiero ser
una estatua de sal,
ni quiero yo perder
los ojos
ni el tiempo de hoy
que ya se va
como un gorrión en la neblina.
Gran Cambalache, corazón,
el de Lautréamont,
deciseló
al mestizo que mezcló
venenos con piojos y paraguas.
Deciselá Disceplón
que estamos hoy así
desfuturizados y globalizados
en el dos mil.
Cómo serán para ellos dos
la nada y el vacío.
Deciseló contaseló
que aquí estaremos,
pero a cantar, eso sí
y eso que sí
y eso que no,
no le aflojés a la garganta.
Y el hambre de cantar
y de besar
no te la borran
ni la depresión
ni la religión
ni el ricachón
ni el militarón
ni la computación
ni el politicón
ni la televisión
ni la corrupción
ni el señor condón
ni ningún campeón
de cualquier porquería.
Gran Cambalache, sí
tu perro corazón,
y dale sin ladrar,
dale a cantar y a besar
y a pelear y a sudar
por tu amor, tu tango y tu comida.
Gran Cambalache, sí
y por qué no,
tu corazón, mi corazón, el corazón más total,
Gran Cambalache, sí ¿y por qué no?

México DF, abril
2000



Poema Fundación O Nacimiento de Saúl Ibargoyen



En la caja de papel
hemos puesto
las palabras de cobre.
La mesa tomada de la sustancia
ciega del laurel o del cedro
está simplemente debajo
del ligero cofre que ahora balbucea
como un pulmón de hombre cotidiano.
Debajo de las patas sin uñas
que contienen la dirección
de los rumbos primordiales
están los rectangulares pétalos
de pino oscurecido.
Debajo y más están los cimientos
la sombra de la casa enterrándose
las piedras aplastadas por fuerzas
con un silencio de partículas
que no cesan de huir.
Más abajo del debajo
está por fin el primer calor
íntimo de la tierra
está una móvil saliva
con sus grumos de hierro
y un líquido expulsado
por mandíbulas quemantes
y un suero espeso saliendo
de ojos desinflados
y un pellejo como aquella
camisa de rey ensuciándose
en una ceguera de espadas ladradoras
y una cara de bestia familiar.
No habrá un nombre
en el collar de sórdidos metales
no habrá resonancia de ningún silbido
en las orejas trituradas
no habrá tripas que astillas y vidrios
perforados
no habrá más que confusas hojas de calcio
sucios impulsos de nitrógeno
y mantas manchadas de carbón.
Y las palabras de coagulado cobre
separadas así de nuestras manos
se retuercen casi gritan y chocan
con los muros de su caja de papel.



Poema Composición: La Primavera de Saúl Ibargoyen



(para Víctor Hugo Quintanilla C.)

La silla blanca con sus huesos
descansa en el jardín.
Los pinares se encienden
cerca de otras playas.
Ningún árbol camina
hasta las raíces de aquí.
Una mujer y un hombre
con cada pie traspasan
el asfalto las piedras
y tocan un terregal
de costras coaguladas.
La tenue violencia
de aquel colibrí
alimentándose
de la breve flor que lo sostiene.
Otros pájaros se apartan
de la propia sombra
y debajo de una mosca destripada
la implacable primavera
empieza a burbujear.



Poema Ciertas Lágrimas de Saúl Ibargoyen



Una muchacha arroja sus lágrimas
a través de los nervios negros
del teléfono.
¿Dónde ha nacido
el origen de esas aguas
desesperadas que manchan
la acidez de la sal?
Una muchacha simplemente
expulsa respiraciones floraciones
dulces mocos
y oxígenos oxidados.
Hay palabras sin alcohol
en la oreja derecha
de su nuevo corazón:
esas palabras
son casi las mismas
que usa cualquier distancia de aire
para sentarse junto al dolor
ahora cerrado de sus ojos.
Esos sonidos tienen
una silenciación que el vacío mastica
un idioma que sólo dos lenguas comprenden.
Esos sonidos soplan
sobre piel y pelos
y requemados párpados.
Una muchacha recoge sus lágrimas
como simples objetos de sales y agua
y las ordena en un rincón
de su recámara:
allí donde cruje el mundo
allí donde los ángeles
se peinan las plumas
después de orinar.



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